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viernes, 17 de enero de 2025

En Thérapie

Encontré por casualidad esta serie cuando buscaba su versión argentina y me enganchó de inmediato. Y es que se trata de un formato que partiendo de la original israelí “Be tipul” —creada por Haigai Levi, Ori Sivan y Nir Bergman— se ha ido versionando en distintos países. El primer remake fue de HBO, “In treatment”, con un Gabriel Byrne espectacular en el papel de psicoanalista. Luego llegaron la versión canadiense, protagonizada por Francois Pepineau; la argentina —con Norma Aleandro, Diego Peretti, Federico Luppi y Leonardo Sbaraglia—, de la que solo he oído maravillas; y esta, la francesa “En thérapie”, que es la más reciente. Las dos que yo he visto, americana y francesa, reproducen el mismo esquema. Capítulos muy cortos, directos al grano, sin preámbulos ni preliminares, y un elenco extraordinario de actrices y actores —Fréderic Pierrot, Carole Bouquet, Eye Haïdara o Mélanie Thierry, entre otros,— que te sumergen de golpe en el universo fascinante e íntimo de una sesión de psicoanálisis. Los episodios se ordenan según los días de la semana, cada paciente tiene asignado un día de consulta regular, y hay un quinto día para la sesión del psicoanalista con su supervisora. A diferencia de otras series que abordan temas psicológicos “singulares”, como “Masters of sex” que relata la peculiar y rompedora investigación sexológica de Masters y Johnson, o la divertida “Terapia sin filtro”, con Harrison Ford, sobre un psiquiatra que decide romper con las reglas, en esta se pretende contar la rutina de una consulta de psicoanálisis. A primera vista puede parecer que no hay acción, pero todo lo que sucede, lo que se habla en esa consulta, transforma la vida de los personajes. Respecto a los casos que se tratan, se repiten en ambas versiones exactamente los mismos síndromes o trastornos, con personajes análogos muy parecidos. En la francesa tiene el plus de vincular todo al terrible impacto del atentado de Bataclán en París en 2015. Hay otros rasgos distintivos del enfoque francés que no recuerdo haber apreciado en el americano, aunque la vi hace ya tiempo. Por una parte, evidencia algunos paralelismos en los relatos de los diferentes pacientes, muy interesantes ya que apelan a la universalidad de sentimientos y emociones; y por otra, muestra el cambio radical de actitud que experimenta el personaje del psicoanalista dependiendo de su rol de terapeuta o de paciente. Lo que más me ha gustado: París, por supuesto, y las actuaciones de Aliocha Delmotte y Céleste Brunnquell. Siempre me sorprenden mucho las interpretaciones brillantes de niños y adolescentes. Me pregunto cómo es posible ese talento natural para expresar sentimientos y emociones ajenos, o quizá sea el resultado del buen oficio de los directores. Reconozco que me intriga ¿Qué les dirán? Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 15 de noviembre de 2024

La amiga estupenda. Temporada 4

Hace ya dos años traje aquí el comentario de las tres primeras temporadas de esta serie, que ocupa una categoría de honor en mi ranking y, sin lugar a dudas, es una de las mejores adaptaciones de una gran obra literaria a las pantallas a la altura de “El nombre de la rosa” o “El señor de los anillos”. La cuarta temporada, con el subtítulo La niña perdida, se basa como las anteriores en la saga homónima de la escritora italiana Elena Ferrante. En esta ocasión, se recrea la primera parte de la cuarta novela. Llegamos al momento en que las niñas Elena Greco y Lila Cerulo ya son adultas. Se abordan de manera magistral los temas de la adultez: el inevitable balance y cuestionamiento de la trayectoria vital y las decisiones propias. Viéndolo desde fuera, el espectador observa que en esta etapa ellas no actúan de forma más atinada y ni siquiera son más dueñas de sus propios destinos, pero sí van tomando conciencia de quiénes son y, en una medida muy pequeña, quizá en algún aspecto sí empiezan a elegir de forma deliberada. La amistad vuelve a ser protagonista con su cargamento de amor y admiración; y también de rivalidad, celos y envidias. La relación de Elena con su madre, hasta entonces fundamentada en una incomprensión recíproca, se torna en importante gracias al reconocimiento materno, nunca explicitado pero evidente, de la inteligencia de su hija. Y las relaciones de pareja, por supuesto, fuente de ilusiones, conflictos y decepciones; feliz motor de energías renovadas o espejo que devuelve un amargo reflejo, y en todas sus versiones con la inevitable y permanente desigualdad que coloca a las mujeres siempre en segundo término. A través de la narración en primera persona del personaje de Elena, Lenu, que es la única que ha conseguido salir de su barrio gracias a sus estudios y una exitosa novela, seguimos viendo las dinámicas mafiosas que imperan en ese pequeño ecosistema. Hay otros personajes que también han prosperado en el plano económico, pero siguen vinculados al barrio. La mirada adulta de Lenu le permite repasar sucesos del pasado con nuevos ojos. El ejercicio de introspección es exquisito y delicado en todos los detalles. El repaso a la historia reciente de Italia, magnífico. Las actrices que encarnan a Lila y Elena son Irene Maiorino y Alba Rohrwacher y resultan tan espléndidas como las cuatro actrices que les daban vida en las etapas de infancia y juventud. Me ratifico en mi opinión sobre la calidad de todos y cada uno de sus elementos: interpretación, ambientación, vestuario, música, etc… bajo la dirección de Saverio Costanzo. Aunque, si tuviera que elegir uno solo de sus aciertos, sería la fidelidad a las novelas, que supongo vinculada a la intervención de Elena Ferrante como guionista. ¡Cómo envidio a la gente que todavía no la ha visto por tener la oportunidad de descubrir esta maravilla! Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 27 de septiembre de 2024

Presunto inocente, la serie.

Para los fans de Scott Turow, “Presunto inocente” es mucho más que una novela, una película o una serie: es un universo. Lo que sucede es que se ha diversificado en varios universos paralelos porque se solapan en el tiempo distintas historias. Todo comenzó con la novela de 1987 Presunto Inocente. Cuenta en primera persona la historia del fiscal Rusty Sabich acusado del asesinato de su compañera Carolyn Polhemus. Lo de primera persona no es un dato irrelevante, luego lo comento. Al libro siguió la película en la que Harrison Ford interpreta a un Rusty maravilloso en una cinta impecablemente fiel al libro. Ambas marcaron un hito en los 80 cosechando un buen número de adeptos al thriller judicial que continuará con las historias de John Grisham y series míticas como Ley y Orden. El tercer hito es la novela Inocente, de 2010, en la que Turow imagina la vida del fiscal veinte años después. En este caso la historia gira en torno al fallecimiento de su mujer, Barbara Sabich, y otorga un relevante papel al hijo de ambos, Nat. El desfase temporal se produce cuando, sabiendo lo que le sucede a esa familia en 2010, viene la serie nueva en 2024 y decide situar al joven Rusty en la actualidad. Es innegable que abre muchas posibididades. ¿Qué méritos tiene la serie? En mi opinión, es un acierto atribuir más protagonismo a Bárbara, la esposa de Rusty, que en las obras anteriores quedaba un poco desdibujada. Me gusta también la actualización del talante antiracista del fiscal, que se aprecia en algunos comentarios algo dispersos de la novela y ahora, en un mundo tras “Black Lives Matter”, se muestra mucho más explícitamente. Asimismo, es agradable la actualización tecnológica: en la serie tienen móviles que permiten, por ejemplo, localizar las ubicaciones de los personajes, hay cámaras de tráfico y existen los análisis de adn. Es gracioso revisar cómo en la novela clasifican a los sospechosos por sus grupos sanguíneos. Y el mayor acierto, sin duda, es el personaje de Tony Molto, interpretado por Peter Sasgaard, que se merecería una serie para él solo. Por el contrario, se puede reprochar a la serie la omisión del personaje de Sandy Stern, que obliga a un giro extraño en la figura del fiscal jefe Raymond Horgan. Stern es un personaje demasiado importante en el imaginario de Turow para cargárselo sin más. Tampoco considero acertada la supresión de la trama de corrupción que planea a lo largo del libro. La novela pone sobre la mesa cuestiones esenciales del sistema judicial americano y del funcionamiento de la fiscalía dándole una dimensión mucho más profunda que el mero “esclarecer un asesinato”. Y, por último, considero que no aporta nada el cambio de enfoque del personaje de Rusty, o mejor dicho, su desenfoque. En el libro es él quién nos cuenta la historia y, por supuesto, es inocente y lo sabemos desde el minuto uno, como no puede ser de otra manera en una historia contada en primera persona. En la serie han decidido desdibujarlo. No solo introduciendo muchos más puntos de vista, sino presentando a un Rusty más agresivo y huraño, incluso violento en ocasiones, que está mucho mas cerca de ser un sospechoso razonable. Supongo que habrán pensado que así se añade suspense, pero a mí me parece que han cambiado por completo la esencia de la historia: ya no es el inocente acusado en falso que tiene que descubrir la verdad para salvarse. Solo me queda recomendar que veáis esta serie, por supuesto. Y pedir a los productores que sigan adaptando las novelas de Scott Turow. Quedan muchas joyas sin llevar a la pantalla.

viernes, 14 de junio de 2024

Las largas sombras

Hoy voy a hablar de una serie española recien estrenada (mayo de 2024), basada en la novela homónima de Elia Barceló y dirigida por Clara Roquet y Júlia de Paz Solvas.
El escenario es un pueblo mediterráneo, Elda; las protagonistas, un grupo de mujeres que mantienen y cultivan su amistad desde el instituto. La serie comienza en el momento del reencuentro con la única de la pandilla que no ha permanecido en el pueblo. Rita (Elena Anaya) regresa después de una ausencia de veinte años convertida en una famosa directora de cine. Su vuelta coincide con el hallazgo de los restos mortales de otra compañera desaparecida en el viaje de fin de curso cuando eran todas adolescentes. A partir de ahí se alternan las dos líneas temporales con nitidez y de manera muy fluida. El encaje de los personajes adolescentes y adultos es uno de los logros, tanto en su parecido físico como en el emocional. Algunas escenas que se columpian entre los dos tiempos me han llevado a preguntarme por dónde empezaría a escribir la autora de la novela: ¿Creó los personajes de las jóvenes y luego imaginó cómo evolucionaban, o empezaría por las adultas y quiso reconstruir su adolescencia? La intriga sigue el esquema clásico del “whodunit”. ¿Qué tienen que ver estas amigas con la desaparición? ¿Es alguna de ellas responsable directa de su muerte? Es una serie coral que pone el acento en la relación de amistad entre las mujeres, que como personajes están muy bien perfilados. Poco a poco nos muestra sus ilusiones, deseos y frustraciones. Al remover el pasado inevitablemente salen a la luz secretos. Parece que incluso una amistad así de estrecha y poderosa no logra superar las barreras de la vergüenza y la culpa inducidas. Junto a Elena Anaya, las actrices Belén Cuesta, Irene Escolar, Marta Etura, Itziar Atienza, Ana Rayo, Lorena López y Nansi Nsue encarnan a sus personajes con credibilidad y solidez, con sus luces y sus sombras. Todas ellas nos muestran un trabajo elaborado hasta los más mínimos detalles, hasta los matices más sutiles. También narra una historia de amor de corte nostálgico. El reencuentro de adultas lleva a las dos mujeres a revivir una antigua relación muy intensa. Logra captar y transmitir esas sensaciones tan íntimas y personales en las que se mezclan pasado y presente, con toda la carga irracional que supone sumergirse en emociones adolescentes, entre la melancolía, la euforia y la duda de si aún sería posible. Respecto a la investigación, la policía encargada del caso es hermana de la víctima y eso le resta un poco de verosimilitud, pero el personaje, interpretado por Irene Escolar, una policía atormentada y llena de rabia, es brillante. La trama está bien construida y mantiene el suspense. Poco a poco va desvelando el enredado nudo de relaciones conocidas y desconocidas, como en la antigua peli “No hay salida” de Kevin Costner en la que se iba revelando lentamente una fotografía polaroid que aparecía cada vez más nítida. Espero que la disfrutéis. Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 3 de mayo de 2024

Anatomía de una caída

Soy fan de la ficción en torno a los tribunales de justicia, tanto en el cine como en la literatura. Me han apasionado a lo largo de los años novelas, pelis y series, desde las clásicas Matar un ruiseñor o Anatomía de un asesinato hasta las más recientes, el El caso Collini, Hierro o The good fight, pasando por el boom del thriller judicial estadounidense de los 90, John Grisham, Scott Turow, etc... La extraordinaria película de Justine Triet —ganadora de un Oscar, la Palma de Oro y no sé cuantos merecidos premios más— es una ficción judicial completamente distinta. No tiene ni una sola concesión al tono entre épico y divulgativo que como un envoltorio de regalo suele acompañar a estas obras. Tampoco se sirve del suspense. Es una exposición realista de cómo el proceso judicial puede invadir, devorar y arrasar la vida de quien tenga la mala suerte de verse envuelto en él. Como una bomba que te explota en la cara. Con esto no quiero criticar el proceso o sus formas, al revés, defiendo el desempeño cotidiano de los jueces —inmenso, anónimo e invisible—, lo que digo es que la película tiene el acierto de mostrar la realidad en toda su crudeza y sin adornos. El impacto, el desasosiego, el malestar, incluso la preocupación que provoca se construyen con elementos dispares. La música. Concebida para crear malestar. Prescinde de un acompañamiento musical de fondo para embellecer el conjunto, ya que, salvo alguna pequeña excepción, solo hay música diegética (la que los personajes también escuchan porque forma parte de su realidad). Pero, además es desagradable, ya sea por el volumen —en una de las primeras escenas— o por la repetición cuando Daniel toca el piano. Expresión de su rabia y desconsuelo, de la imposibilidad de asumir lo que le sucede. El niño. El actor Milo Machado realiza una interpretación maravillosa de Daniel. Es un personaje situado en el centro de la pesadilla del torbellino judicial y su afán es comprender. ¿Cómo va a comprender lo que los adultos no son capaces ni siquiera de expresar, no digo ya explicar? Inspira muchísima ternura y a la vez su presencia en el juicio es profundamente dolorosa y perturbadora para la protagonista. La protagonista. La actriz Sandra Hüller encarna a Sandra, que es una mujer que puede parecer ambigua porque tiene la virtud de no sentirse en posesión de la verdad. Duda, como todos, pero ella lo reconoce. Tiene planteamientos audaces, generosos e inteligentes y es consecuente con ellos, pero... sin ternura. Es fría y eso no se perdona en una madre y esposa. En algunos momentos me ha venido a la cabeza una película protagonizada por Meryll Streep, Un grito en la oscuridad, sobre una caso real en Australia donde una mujer fue condenada solo porque no daba el tipo de madre desesperada por la pérdida de su hijo. El tribunal: la pérdida de la vida privada. Muestra cómo se estudia hasta el más mínimo detalle de cada palabra, casi hasta los pensamientos: el montaje de la escena de la discusión de la pareja es impactante. Me parece que cae un poco en la parodia cuando pretende analizar los personajes de los libros de los dos escritores; pero lo que sí refleja es que cualquier acto de nuestra vida cotidiana, comentario o lo que sea, fuera de contexto puede ser demoledor. Antes decía que defiendo la labor de jueces y tribunales, y añado que defiendo más aún las garantías procesales: tenemos que evitar que un sistema bien diseñado se lleve por delante inocentes por un mal funcionamiento. Por lo demás, trata de tantos temas que seguro que me dejo alguno: la pareja, la evolución de la pareja, la complicidad, el reproche, el cuidado de los hijos, nuestra ineptitud en el cuidado de los hijos, la culpa, el estar perdido en un momento determinado, el derecho a estarlo, el que los demás no tienen la culpa de que tú estes perdido, la comunicación en la pareja y en la familia... El broche de oro es la pregunta que plantea al espectador. Pero no tiene sentido hablar de ella sin haber visto antes la película. Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 8 de marzo de 2024

Emily

Escrita y dirigida por Frances O´Connor y estrenada en 2022, es una ficción basada en la vida de la escritora británica Emily Brontë. Impacta la interpretación de la actriz protagonista. Emma Mackey es Emily y Emily es la película. La sutileza de sus expresiones faciales y de todo su lenguaje corporal es sublime. Sorprende la cantidad y variedad de emociones, sensaciones y matices que es capaz de transmitir, hasta el punto de conseguir que no solo sepamos lo que piensa, sino que podamos imaginar lo que imagina. (Si bien, no deja de resultar un poco paradójica esa expresividad sin palabras para recrear a una escritora). La película indaga en el mundo emocional de la poeta y novelista. Revela tanto sus afectos —familia, amor y escasas amistades—, como sus temores, en especial una fobia social que, al parecer, padecía. Sus vivencias peculiares e intensas en torno a la literatura. Sus coqueteos con el opio, sus inquietudes como mujer, su rebeldía en defensa del libre pensamiento frente al dogmatismo religioso imperante en la época y, sobre todo, su gran talento y su naturaleza explosivamente creadora. Otro gran logro es la estructura narrativa. Está dividida en cuatro bloques, que sin tener nada que ver con las cuatro estaciones o las cuatro edades, sí resulta fácil ver un paralelismo con esos esquemas. Aunque abarca unos pocos años de la vida de la escritora, todos de su juventud (falleció a los 30), logra mostrar una primera etapa más infantil en la que vive vinculada a sus hermanas y llena de ilusiones de futuro. Una segunda fase de rebeldía juvenil marcada por la influencia de su hermano. En la tercera, la plenitud del amor. Mientras que la última refleja una madurez presidida por el dominio de sí misma. Dentro de cada bloque, las escenas se suceden como si fueran capítulos, con su planteamiento y su desenlace, o como relatos breves, cada uno con una historia para el espectador. Algunas de ellas son poemas, como la de la lluvia o la de las sábanas tendidas. Me parece remarcable la audacia del planteamiento estético. Con una mezcla de elementos de distintos géneros —cuento de hadas, ambientación tradicional de la época victoriana, terror, magia, efectos teatrales...— logra una combinación exquisita de arte y naturaleza en su estado más salvaje. Es la misma dualidad que encarna la propia protagonista y que se advierte en todos los detalles: peinado, vestuario, y atrezzo —máscara, sábanas...—. Además de las artes que explícitamente se muestran —literatura y música— en cada escena se aprecia la belleza y genialidad de las aportaciones pictóricas, una fotografía exquisita y de las coreografías que subyacen en el movimiento de actores y actrices. (No bailan, evolucionan de forma coordinada y armónica). La música merece un comentario aparte. La banda sonora es obra del compositor polaco Abel Korzeniowski y se adapta como una segunda piel a la mirada de Emily. Explica, anticipa, enfatiza, advierte o acompaña en determinados momentos. En otros, simplemente, crea magia. También contribuye a la grandeza del conjunto el resto del reparto. Oliver Jackson-Cohen, que interpreta a William Weightman; Fionn Whitehead como Branwell, Alexandra Dowling como Charlotte y Amelia Gething como Anne, los otros tres hermanos Brontë. No sé, ni considero relevante si la historia se ajusta o no a la auténtica biografía de la escritora, porque sería igual de magnífica si la protagonista fuera de ficción, pero tiene el valor añadido de que al terminarla —un poco abducida, creo que se me nota en el vocabulario de esta reseña— te entran unas ganas incontrolables de releer Cumbres Borrascosas. Almudena Fernández Ostolaza

viernes, 26 de enero de 2024

Caballos lentos tercera temporada: Tigres de verdad

“Como todo fantasma sabe, pocos seres son tan complicados como los vivos”. Mick Herron, “Tigres de verdad”. Hace no mucho comenté las temporadas primera y segunda de esta serie británica de espías, dirigida por James Hawes, Jeremy Lovering y Mark Denton, y tengo que insistir con la tercera porque es aún mejor. Se inspira en la novela “Tigres de verdad”, de Mick Herron, tercera de la saga de Jackson Lamb. Nuevamente, los protagonistas son los “Caballos Lentos”, agentes del MI5 casti-gados a la Casa de la Ciénaga —que en la novela denominan “mazmorra adminis-trativa”— un lugar horrible dirigido por el veterano y poliédrico Jackson Lamb. En esta ocasión los desventurados y desmotivados agentes se enfrentan al secues-tro de uno de los suyos... sin que se pueda contar nada más de la trama, que aunque no coincide del todo con el argumento de la novela, en ambos casos está muy bien resuelta. Los personajes son el otro punto fuerte. Si ya estaban maravillosamente caracteri-zados en la novela, los actores que les dan vida se superan. Aunque no está claro quién es el protagonista porque hay varios con mucho peso, yo me inclino por River Cartwright, interpretado por Jack Lowden. Cartwright es joven, guapo, valiente, inteligente, con el apellido adecuado y ansioso por salir de la Ciénaga para ocupar un puesto digno en el servicio secreto. El puesto que él piensa que sin duda le corresponde, ya que no en vano es nieto de un legendario agente que estuvo a punto de ser “Primera Mesa”. Además, es imprudente, impulsivo y un poco chulo (lo son todos los espías), pero buen tío. Jackson Lamb es el director de la Ciénaga. Cualquier apelativo negativo que se me ocurra le encajaría, empezando por que es un marrano faltón egoísta e insoli-dario y, sin embargo, tiene buen ojo. Como agente veterano ha visto mucho y es capaz de hacerse composiciones que a los demás se les escapan, va siempre un paso por delante... “Si estuviera en su lugar, Lamb no se detendría, pensó; no el Lamb actual, sino el de antes, el que vivía cosas que acabaron por convertirlo en el Lamb ac-tual”. La interpretación de Gary Oldman merece todos los premios a los que me imagino que lo nominarán. La agente Catherine Standish, interpretada por Saskia Reeves, es una secretaria exalcohólica. Una mezcla de mujer mayor, triste y solitaria con agente hábil y ex-perimentada de notable sangre fría. Es como descubrir que tu tía-abuela es agen-te secreta. De un lado, aferrada al orden y la tradición que parece que son los va-lores que la mantienen a flote —es deliciosa su frase cuando consigue mejorar una taza de té en determinado contexto, toda una declaración de principios—, pero, por otra parte, es valiente cuestionando la ética de sus jefes. Roderick Ho, interpretado por Christopher Chung, es otro de los desterrados a la Ciénaga. Informático, friki, enganchado a los juegos y al mundo virtual, y desco-nectado del real. Una especie de dibujo animado en un cuerpo de adulto. Más en la novela que en la serie, aparecen retazos de su pensamiento y su extraña forma de razonar muy logrados: “Tomó nota mental de la necesidad de hacer algo al respecto, anotación que guardó en su carpeta interior titulada ´Cuando sea rey´, y volvió a consul-tar el GPS”. Hay otros tres caballos lentos, a los que Lamb martiriza, entre otras mil maneras, comparándolos con los inocentes personajes de las novelas infantiles de Enid Blyton. Son Louisa Guy (Rosalind Eleazar), Shirley Dander (Aimee-Ffion Ed-wards) y Marcus Longridge (Kadiff Kirwan), cada uno interesante y con sus pro-pias coordenadas. Entre muchas escenas remarcables, elijo la del abrazo en el co-che entre River y Louisa. Fuera de la Ciénaga está el MI5 auténtico, el edificio de Park. Ultramoderno y elegante, alberga hombres y mujeres bien entrenados que han superado las prue-bas más duras para velar por la seguridad de la nación. Desde los Perros, meros soldados que el las novelas de John le Carré se llamaban faroleros, hasta la élite de la élite: el Ministro del Interior; la “Primera Mesa”, Ingrid Tearney, interpreta-da por Sophie Okonedo, y la “Segunda Mesa”, Diana Taverner, a quien da vida Kristin Scott Thomas, otro de los personajes principales de la serie, dura y fasci-nante: “Los únicos enemigos inequívocos eran los amantes, todos los demás fluctuaban según las circunstancias”. Los diálogos entre Tearny y Taverner a lo largo de esta temporada son míticos. Los poderosos, los que manejan los hilos, están tan cega-dos por sus propias ambiciones y tan alejados del ciudadano al que dicen defen-der que uno se pregunta si no ven una realidad tan distorsionada como la del ca-ricaturizado Ho. Elogié de las dos primeras temporadas la acertada actualización del género de es-pías a la realidad de nuestros días, y ¿qué mejor ejemplo de problema contempo-ráneo que la privatización de servicios públicos por intereses económicos priva-dos? (Todas las citas transcritas pertenecen a la novela “Tigres de verdad”). Almudena Fernández Ostolaza “Como todo fantasma sabe, pocos seres son tan complicados como los vivos”. Mick Herron, “Tigres de verdad”. Hace no mucho comenté las temporadas primera y segunda de esta serie británica de espías, dirigida por James Hawes, Jeremy Lovering y Mark Denton, y tengo que insistir con la tercera porque es aún mejor. Se inspira en la novela “Tigres de verdad”, de Mick Herron, tercera de la saga de Jackson Lamb. Nuevamente, los protagonistas son los “Caballos Lentos”, agentes del MI5 casti-gados a la Casa de la Ciénaga —que en la novela denominan “mazmorra adminis-trativa”— un lugar horrible dirigido por el veterano y poliédrico Jackson Lamb. En esta ocasión los desventurados y desmotivados agentes se enfrentan al secues-tro de uno de los suyos... sin que se pueda contar nada más de la trama, que aunque no coincide del todo con el argumento de la novela, en ambos casos está muy bien resuelta. Los personajes son el otro punto fuerte. Si ya estaban maravillosamente caracteri-zados en la novela, los actores que les dan vida se superan. Aunque no está claro quién es el protagonista porque hay varios con mucho peso, yo me inclino por River Cartwright, interpretado por Jack Lowden. Cartwright es joven, guapo, valiente, inteligente, con el apellido adecuado y ansioso por salir de la Ciénaga para ocupar un puesto digno en el servicio secreto. El puesto que él piensa que sin duda le corresponde, ya que no en vano es nieto de un legendario agente que estuvo a punto de ser “Primera Mesa”. Además, es imprudente, impulsivo y un poco chulo (lo son todos los espías), pero buen tío. Jackson Lamb es el director de la Ciénaga. Cualquier apelativo negativo que se me ocurra le encajaría, empezando por que es un marrano faltón egoísta e insoli-dario y, sin embargo, tiene buen ojo. Como agente veterano ha visto mucho y es capaz de hacerse composiciones que a los demás se les escapan, va siempre un paso por delante... “Si estuviera en su lugar, Lamb no se detendría, pensó; no el Lamb actual, sino el de antes, el que vivía cosas que acabaron por convertirlo en el Lamb ac-tual”. La interpretación de Gary Oldman merece todos los premios a los que me imagino que lo nominarán. La agente Catherine Standish, interpretada por Saskia Reeves, es una secretaria exalcohólica. Una mezcla de mujer mayor, triste y solitaria con agente hábil y ex-perimentada de notable sangre fría. Es como descubrir que tu tía-abuela es agen-te secreta. De un lado, aferrada al orden y la tradición que parece que son los va-lores que la mantienen a flote —es deliciosa su frase cuando consigue mejorar una taza de té en determinado contexto, toda una declaración de principios—, pero, por otra parte, es valiente cuestionando la ética de sus jefes. Roderick Ho, interpretado por Christopher Chung, es otro de los desterrados a la Ciénaga. Informático, friki, enganchado a los juegos y al mundo virtual, y desco-nectado del real. Una especie de dibujo animado en un cuerpo de adulto. Más en la novela que en la serie, aparecen retazos de su pensamiento y su extraña forma de razonar muy logrados: “Tomó nota mental de la necesidad de hacer algo al respecto, anotación que guardó en su carpeta interior titulada ´Cuando sea rey´, y volvió a consul-tar el GPS”. Hay otros tres caballos lentos, a los que Lamb martiriza, entre otras mil maneras, comparándolos con los inocentes personajes de las novelas infantiles de Enid Blyton. Son Louisa Guy (Rosalind Eleazar), Shirley Dander (Aimee-Ffion Ed-wards) y Marcus Longridge (Kadiff Kirwan), cada uno interesante y con sus pro-pias coordenadas. Entre muchas escenas remarcables, elijo la del abrazo en el co-che entre River y Louisa. Fuera de la Ciénaga está el MI5 auténtico, el edificio de Park. Ultramoderno y elegante, alberga hombres y mujeres bien entrenados que han superado las prue-bas más duras para velar por la seguridad de la nación. Desde los Perros, meros soldados que el las novelas de John le Carré se llamaban faroleros, hasta la élite de la élite: el Ministro del Interior; la “Primera Mesa”, Ingrid Tearney, interpreta-da por Sophie Okonedo, y la “Segunda Mesa”, Diana Taverner, a quien da vida Kristin Scott Thomas, otro de los personajes principales de la serie, dura y fasci-nante: “Los únicos enemigos inequívocos eran los amantes, todos los demás fluctuaban según las circunstancias”. Los diálogos entre Tearny y Taverner a lo largo de esta temporada son míticos. Los poderosos, los que manejan los hilos, están tan cega-dos por sus propias ambiciones y tan alejados del ciudadano al que dicen defen-der que uno se pregunta si no ven una realidad tan distorsionada como la del ca-ricaturizado Ho. Elogié de las dos primeras temporadas la acertada actualización del género de es-pías a la realidad de nuestros días, y ¿qué mejor ejemplo de problema contempo-ráneo que la privatización de servicios públicos por intereses económicos priva-dos? (Todas las citas transcritas pertenecen a la novela “Tigres de verdad”). Almudena Fernández Ostolaza

viernes, 17 de noviembre de 2023

Volar en círculos

“Regla número uno de la Guerra Fría: nada, absolutamente nada es lo que parece. Todos tienen una segunda intención, cuando no una tercera”. John le Carré. Este documental es un juego inteligente con el espectador sobre la verdad y la mentira. Se articula en una larga entrevista al exespía británico David Cornwell, mundialmente conocido por el pseudónimo con el que firmaba sus novelas: John le Carré. Es un recorrido por la vida y obra del autor, inspirado en su libro homónimo, que refleja además su talla como novelista en cada una de sus respuestas maravillosamente elaboradas.
Comienza presentando la figura del “inocente”. El título original del libro y la película, The Pidgeon Tunnel, obedece a la profunda la impresión que provocó a le Carré en su juventud conocer el tiro al pichón en el que se dispara a palomas vivas, criadas en túneles oscuros, en el momento de su vuelo hacia la luz. Es una metáfora que aparece como una ilustración a lo largo de todo el documental. También, como preliminar, cuestiona la relación entrevistador-entrevistado, y aquí ya asoma su conocimiento sobre las técnicas de manipulación al hablar de la necesaria dependencia que es necesario crear en todo interrogatorio. Y el tercer elemento inicial es su fascinación por el embaucador (cazador del inocente). Una figura que le Carré conoció desde pequeño encarnada en su padre: un estafador profesional. Se refiere a él como alguien que amaba la mentira y el engaño porque le hacían sentir vivo y tenía “estallidos de inmenso carisma” cuando estaba engañando, como un actor en un escenario. El hijo aprendió a imitarlo, y este hecho junto a su educación elitista forjaron el candidato perfecto para ser espía. Sentadas las premisas, cualquier cosa que cuente a partir de ahí puede ser verdad o mentira, hasta su sonrisa en algunos momentos de la conversación sugiere que podría estar engañándonos. Y si se trata de un juego, podemos probar. Diría que hay dos clases de escenas: las anécdotas sobre su infancia, su educación en Eton y Oxford, su participación no muy relevante en el servicio secreto, los sucesos que le indignaron tanto como para escribir alguna de sus novelas, las personas en las que se inspiró, aunque no revele su identidad, el caso Philby,... o sea, las que recrean los hechos, parecen verdad. Quizá adornada, pero verdad. El segundo grupo son sus valoraciones. Terreno más resbaladizo. Que la arrasadora personalidad de su padre le marcó, parece indudable; si lo admiró, como él dice, o fueron otros sus sentimientos en una infancia tan difícil, quién sabe. Sobre el abandono de su madre es especialmente ambivalente. A mí me hace pensar en la extraña relación de sus personajes Smiley y Ann, una mujer que inflige un terrible daño, además público, incomprendida en su flaqueza y no perdonada, pero, aun así, muy querida. Sobre los servicios secretos creo que es cierta su teoría del atractivo de pertenecer a un club secreto, poderoso y exclusivo; también su arrepentimiento de haberlo mostrado en sus novelas como algo tan fascinante, y su desengaño (esto último porque no lo dice explícitamente). ¿Quiere hacernos creer que hizo de la necesidad virtud? ¿Que pertenece al bando inocente a pesar de ser un perfecto embaucador? El director, Errol Morris, es un original documentalista ganador de un Oscar por The fog of war , sobre el secretario de defensa durante la guerra de Vietnam, Robert S. Mcnamara, y autor de otros títulos premiados sobre temas muy dispares como las teorías de Stephen Hawkings o los abusos del ejército norteamericano en Irak. Suele emplear reconstrucciones guionizadas de hechos, teorías o pensamientos y, en ocasiones, un artilugio llamado Interrotron que permite que el entrevistado vea en la cámara la cara del entrevistador aumentando la sensación de cercanía entre ambos. En Volar en círculos destacan varios paralelismos muy acertados entre escenas de las obras de le Carré y los acontecimientos que las inspiraron. La estética onírica de algunas de las recreaciones, aunque no es mi favorita, contribuye a aumentar la atmósfera de ambigüedad. Lo que sí me he creído, y he disfrutado, son las reflexiones de le Carré sobre el arte de escribir: escribir siempre es un viaje de auto descubrimiento... ver como surgen las tramas y los personajes sobre el papel en blanco y siempre me cuentan pequeños destellos de quién soy yo... el escritor es un ladrón que roba experiencias aquí y allá y luego hace ilusionismo... todos los personajes tienen que tener algo del autor para estar vivos... Como decía al principio, el documental se inspira en el libro, pero para los amantes del maestro de la novela de espías recomiendo que lo lean después de ver el documental. Viene a ser un aperitivo. Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 6 de octubre de 2023

Las dos caras de la justicia

Escrita y dirigida por Jeanne Harry —coguionista y directora de la serie Call my agent—, es una película que sorprende y engancha. Al verla he sentido algo muy parecido a la sensación que recuerdo cuando vi de pequeña por primera vez Matar un ruiseñor: un descubrimiento emocionante del mundo de la justicia penal; un atisbo de entender cómo funciona aquello; de ver que siempre hay intereses contrapuestos pero dignos de protección por las dos partes; una lección magistral de derecho penal y procesal, y la intuición de que es un asunto muy complicado en el que no hay certezas (por eso nos deslumbra Atticus, porque él sí lo tiene claro, la seguridad de su conciencia nos protege). Dirigida a todos, pero creo que en especial a los que no nos dedicamos al derecho penal ni tenemos alguien cercano involucrado en el sistema penitenciario, nos abre el mundo de la justicia restaurativa. Duro pero fascinante. Y lo trata con tal delicadeza e inteligencia que consigue involucrar al espectador y mostrar muy pedagógicamente de qué estamos hablando sin que se haga pesado, al contrario, te mantiene en vilo toda la película. Tú no sabes hacia dónde van los personajes ni en que va a acabar, pero te interesa. El título en español, Las dos caras de la justicia (traducción libre del original, Je verrai toujours vos visages), se puede interpretar como una doble dualidad. La de víctimas y delincuentes, por supuesto; pero también, justicia punitiva o tradicional frente a justicia restaurativa: un enfoque que se centra en el tratamiento individual, en la implicación de víctimas y delincuentes, comunidad y facilitadores, en la restauración del daño y la asunción de responsabilidad, en la posibilidad de llegar a mediación que no siempre tiene por qué ser y en el respeto a todos los participantes. Y parece que estos encuentros debidamente supervisados por facilitadores ayudan a todas las partes. En Francia ha comenzado a implementarse en 2014 siguiendo las recomendaciones de Naciones Unidas en sobre su aplicación como complemento a las medidas penales vigentes. Me consta que en España también se están propiciando diálogos entre víctimas y criminales, algunos muy famosos, pero prefiero centrarme en lo que se muestra en este film que refleja el sistema francés. Se ven dos procesos en paralelo. El primero es de un grupo de delincuentes que cumplen condena por delitos de robo, atraco, allanamiento, etc., con una selección de víctimas de esta clase de delitos. El otro es de violencia sexual, en este caso la víctima tiene necesidad de llegar a una serie de acuerdos con su agresor que le permitan vivir sin sobresaltos. Los dos son fascinantes. Por otra parte, es una obra coral en la que no hay un único protagonista. La interpretación de Adèle Exarchopoulos, como víctima de violación, es excelente, igual que las del resto del reparto. Por citar algunos, intervienen Giles Lellouche, Leïla Bekthti y Miou-Miou, también como víctimas; Dalí Benssalah y Birane Ba delincuentes, y Elodie Bouchez, Suliane Brahim y Denis Podalydés en el papel de mediadores. Desde el punto de vista formal, en algunos tramos adopta la estética de documental y prescinde incluso de la música, lo que potencia la sensación de estar acudiendo a sesiones reales. Dice la publicidad que esta película te devuelve la fe en la humanidad. Para mí lo hace en dos sentidos: pensando en individuos, me ha sorprendido y reconfortado la labor de los voluntarios en el sistema penitenciario y, como sociedad, me parece un avance esperanzador en uno de los campos más oscuros y obsoletos de nuestro sistema, instituido antes de la Edad Media, que considero imprescindible replantearnos en el siglo XXI. Almudena Fernández Ostolaza

viernes, 30 de junio de 2023

Sherwood

“La belleza es verdad; la verdad, belleza. Esto es todo lo que sabes sobre la tierra, y todo lo que necesitas saber”. John Keats. Un asesino que dispara flechas con una ballesta; una tragedia que ocurrió muchos años atrás, cuando los protagonistas eran muy jóvenes; las huelgas de los mineros de carbón en la era Thacher; dos hermanas que siendo vecinas no se dirigen la palabra; la boda de una concejala conservadora que intenta, afanosa, arañar votos en un barrio tradicionalmente minero; un misterioso infiltrado; la rivalidad entre la policía de Londres y la de Nottingham… Este es el escenario en el que el sargento detective Ian St Clair y el inspector Kevin Salisbury se enfrentan a dos desconcertantes casos de homicidio, basados, sin embargo, en hechos reales. Producida por la BBC y creada por James Graham, quien conoció de niño los sucesos que inspiran la serie, goza de una ambientación impecable tanto en la época actual como cuando viaja a los 80 y un excelente reparto encabezado por David Morrissey y Robert Glennister, que encarnan a los protagonistas, y seguido por Lesley Manville, Adeel Aktar, Claire Rushbrook, Joanne Froggatt y otros muchos, porque en esta serie aparecen un montón de personajes secundarios igual de bien retratados e interpretados que el dúo principal. Por una parte, como buena historia policial, la investigación criminal se desarrolla llena de suspense y acción. Poco a poco van apareciendo elementos que relacionan los crímenes con sucesos del pasado, de manera que es inevitable revisar aquellos oscuros hechos e intentar esclarecer el papel que jugó cada uno y repartir culpas y responsabilidades. Pero cuenta mucho más. En los seis capítulos que dura la primera temporada, tiene la habilidad de introducir otros temas a través de múltiples personajes, familias y subtramas diversas. En el ámbito local, habla de la fractura social y del precio personal y familiar que se pagó por los enfrentamientos entre esquiroles y huelguistas en un sistema que estaba sentenciado a muerte. No hay nada más fácil que sembrar el odio y la escisión en una comunidad. Reconstruir, pacificar y tender puentes es otra historia. En un enfoque más universal trata otros asuntos como la difícil convivencia familiar y adaptación intergeneracional en el estilo de vida actual (y me imagino que también en cualquiera del pasado o del futuro) “Deberíamos haber hablado más, aunque eso sí que da miedo porque no sabemos”. O el inevitable ajuste de cuentas con la vida que, quien más, quien menos, se ve obligado a hacer a determinada edad. Dos detalles remarcables: el error que lleva a la solución de una de las cuestiones es ingeniosísimo y salva con gracia la inevitable referencia a Robin Hood. Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 19 de mayo de 2023

Caballos lentos


CABALLOS LENTOS Esta serie británica dirigida por James Hawes y Jeremy Lovering es una fiel adaptación de las maravillosas novelas de Mick Herron, que representan una renovación del género de espías. Recogen la tradición de las magníficas historias de John Le Carré –por cierto, mencionan a Smiley en un capítulo de la serie– con nuevas tramas acordes a los conflictos y medios actuales. En la jerga británica del contraespionaje, los caballos lentos son agentes del MI5 que por algún motivo están medio apartados. A veces, por un fallo imperdonable en alguna operación, otras, por algún vicio incompatible con su labor de espías (alcoholismo, etc...). En lugar de despedirlos los destierran a la Ciénaga, que es la oficina más cutre que en el mundo ha existido, gobernada por Jackson Lamb (Gary Oldman) un agente veterano repulsivo en todas sus facetas, incluida la voz en la versión doblada al español. La contraposición a la Ciénaga es el mundo triunfador que encarna la agente Diana Taverner, “segunda mesa”, interpretada magistralmente por Kristin Scott Thomas, y su ultramoderno y bien equipado edificio en Regent´s Park. La rivalidad Taverner contra Lamb se repite en el siguiente escalón de la jerarquía entre James Web (Freddie Fox), un triunfador que recuerda un poco a Draco Malfoy, y el agente reprobado River Cartwright (Jack Lowden). Los dos son brillantes cachorros de la alta sociedad en el comienzo de sus prometedoras carreras, pero, a raíz de un incidente que los involucra a ambos, Carwright acaba castigado a la Ciénaga mientras Web sigue su camino ascendente hacia el éxito. River Cartwright es el protagonista de la serie. Debe su nombre a la etapa hippie de su madre, en constante rebeldía contra su propio padre: una leyenda del espionaje. El joven Cartwright adora a su abuelo y se ve a sí mismo siguiendo sus pasos y convirtiéndose en un gran agente, por lo que no se resigna cuando lo apartan y a lo largo de la saga hace todo lo posible para recuperar su estatus. En la primera temporada, basada en la novela CABALLOS LENTOS, la acción arranca con el secuestro de un estudiante musulmán a manos de un grupo británico de ultraderecha xenófobo e islamófobo. Aunque la misión de los caballos lentos es no hacer absolutamente nada, se ven involucrados de lleno en el caso y no tendrán otra opción que recuperar sus antiguas habilidades para el espionaje. La trama es compleja, ágil, inteligente y tiene giros sorprendentes. En la segunda temporada, basada en la novela LEONES MUERTOS, se resucitan fantasmas enterrados de la guerra fría, con más peso para los agentes veteranos y las viejas historias de la lucha contra la KGB en los tiempos del telón de acero. Se despiertan las “cigarras”, no revelo qué o quiénes son. Se descubren destellos el pasado brillante de Lamb y de la, en apariencia, anodina agente Catherine Standish (Saskia Reeves). Standish recuerda a aquellas humildes mujeres oficinistas a las que recurría Smiley cuando necesitaba recordar un nombre o una fecha, porque, en realidad, eran auténticas computadoras humanas con todos los datos en su cabeza. Esta segunda temporada es tan buena como la primera o mejor, ya que añade esa vuelta a los escenarios clásicos del espionaje con una trama completamente actual. Por último, elogiar también que cada temporada se base en una novela: se nota que son historias completas de principio a fin, y no esos añadidos para estirar el número de temporadas que suelen resultar tan decepcionantes. La tercera, basada en el libro TIGRES DE VERDAD ya está lista, pero no se ha emitido. Esperamos impacientes. Almudena Fernández Ostolaza

viernes, 24 de marzo de 2023

Causa propia

CAUSA PROPIA “La vida es lo que cada uno hace con lo que puede” Hoy traigo una serie policiaca portuguesa, dirigida por Joáo Nuno Pinto, que encaja en mi subgénero favorito: el judicial. Y si la protagoniza una mujer, mejor todavía. ¿Quién no recuerda la maravillosa Hierro, con Candela Peña? En este caso también trata de una jueza de una pequeña localidad donde se descubre en un parque el cadáver de un muchacho, André, alumno del instituto. El crimen provoca la consiguiente alarma social, repulsa y revuelo mediático, pero además el proceso se complica al ser el hijo de la jueza compañero del chico asesinado. La protagonista, la jueza Ana Martins, interpretada por Margarida Vila-Nova, es fascinante. La serie muestra su faceta como jurista, algo idealista pero práctica y con una conciencia implacable. Además del proceso principal, se intercalan fragmentos de otros juicios que dan una visión más completa de su quehacer cotidiano y permiten reconocerla como una de esas personas en las que el sentido del deber prima sobre cualquier otra consideración, que se esfuerza por llegar a la verdad y por cumplir su función con independencia y objetividad: “Me gusta pensar que soy alguien que siempre intentó hacer lo correcto o lo menos equivocado”. También la vemos en su faceta de madre, tan relevante o más que la anterior. Se trata de una madre divorciada, que además de llevar el peso de la crianza de sus hijos tiene que soportar lecciones y reproches de un ex que ni sabe ser padre ni pierde su valioso tiempo en intentarlo, pero esto no la distrae de su propio camino: ella hace todo lo que puede lo mejor que puede, sin distraerse en medir culpas o responsabilidades, ni en reivindicar si su situación es justa o injusta, aunque lo piense en algunos momentos, –sí, consigue transmitir lo que piensa–. Y, por último, y un poco residual porque le queda poco tiempo, también la vemos en su faceta como mujer a secas. El resto del reparto está a la altura: el exmarido insufrible, Vítor, es Ivo Canelas, un fiscal preocupado en exclusiva por su imagen de cara a una futura carrera política; los hijos David y Clara, interpretados por Alfonso Laginha y Silvia Chiloa, como buenos adolescentes tienen secretos y son exigentes con su madre, aunque también están unidos a ella y le demuestran cariño; el policía investigador Mario es Nuno Lopes, un policía sexi y sensible a la vez, (que, en mi opinión, pierde muchos puntos por desahogar sus penas en el Club Morita); y también resultan muy convincentes las abogadas Elisa y Joana, representadas por María Rueff y Ana Valentim, así como el resto de actores y actrices de dan vida al fiscal, los otros jueces y abogados, los chicos del instituto, etc,... Me han gustado especialmente las interpretaciones de la policía investigadora María, Catarina Wallenstein, capaz de intimidar solo con la mirada, y de la novia de David, Inés, la joven Margarida Caldeira, que borda el papel de tímida, dulce e inteligente. Como adorno, también es un acierto la elección de los títulos de los capítulos, que son aforismos jurídicos clásicos, que con su solemnidad son muy representativos del impacto que el contacto con la justicia provoca en las vidas de los ciudadanos: “Hágase la justicia aunque el mundo perezca”. Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 10 de febrero de 2023

Tuya

“Porque, en definitiva, y por más que a una le pese, a toda mujer, en algún momento, le meten los cuernos. Es como la menopausia, puede tardar más o menos, pero ninguna se salva. Lo que pasa es que hay algunas que nunca se enteran. Y esas la pasan mejor, porque para ellas la vida sigue igual”. Es la filosofía de la protagonista de “Tuya”, interpretada por Andrea Pietra, alma indiscutible de esta película argentina dirigida por Edgardo González Amer en 2015, basada en la novela homónima de la genial Claudia Piñeiro, que vuelve a la actualidad por la reciente publicación de la segunda parte de la novela: “El tiempo de las moscas”. Inés es una mujer tradicional, ama de casa de clase media-alta en permanente conflicto con su hija adolescente, que un buen día descubre que su marido le es infiel y prefiere no preguntarle nada por temor a que le suceda como a su madre: “Porque ella lo veía medio raro a papá y un día fue y le preguntó: “¿Te pasa algo, Roberto?” Y él le dijo: “¡Sí, me pasa que no te soporto más!” Ahí mismo se fue dando un portazo y no lo volvimos a ver”. Inés tiene un peculiar sentido del bien y del mal. Es capaz de cualquier cosa para defender su matrimonio, que para ella es su estatus y su identidad (en el fondo, no parece que el hombre le importe mucho). Y su rasgo más característico, que la hace única y muy divertida, es la conversación permanente que mantiene consigo misma con una lógica tan aplastante como adaptada a sus intereses: “empecé a revisarle los bolsillos, a abrirle la correspondencia, a controlarle la agenda, a escuchar del otro teléfono cuando él hablaba. Todo ese tipo de cosas que haría cualquier mujer en un caso como este”. Además, es una mujer resolutiva. Toma decisiones, segura de sí misma, y las ejecuta sin dudar: elimina pruebas de un crimen con la misma tranquilidad con la que pasa el aspirador por el salón de su casa u hornea un pastel.
El resto de los personajes son Ernesto, el marido (Jorge Marrale); Alicia, la secretaria (Ana Celentano); Charo, la sobrina de la secretaria (Juana Viale), y, con un reconocimiento especial, Lali, la hija, brillantemente interpretada por Malena Sánchez. Aunque la película es una adaptación muy fiel de la novela, creo que el humor es mucho más evidente en el libro. Y es que uno de los motivos que me llevan a recomendarla es, precisamente, mi admiración por la escritora argentina Claudia Piñeiro, novelista, dramaturga y guionista galardonada con prestigiosos premios nacionales e internacionales. Otras de sus obras que también han sido llevadas a la pantalla son “Las viudas de los jueves”, “Betibú” y “Las grietas de Jara”, y es cocreadora junto a Marcelo Piñeyro de la serie de Netflix “El reino Vacío”. Como mencionaba al principio, ahora acaba de publicar “El tiempo de las moscas”, donde nos encontramos a Inés, quince años después, con una vida muy distinta en un mundo diferente que trata de entender y adaptar a su particular manera de ver las cosas. Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 9 de diciembre de 2022

Calderero, sastre,soldado, espía

Esta serie, producida por la BBC en los 70, sigue siendo una joya. Está basada en una novela del mago del espionaje John le Carré, El topo –que también inspiró la película homónima de 2011– y cuenta con un reparto de excepción con Alex Guinness, como protagonista, a la cabeza. En plena guerra fría, Control, todopoderoso número uno del MI6, encarga al veterano Jim Prideaux una misión tan secreta que no debe enterarse nadie en el “Circus” (nombre familiar de la institución). Viajará a Checoslovaquia donde un oficial del ejército checo, resentido contra la invasión rusa, está dispuesto a revelar la identidad del topo de la KGB infiltrado en las filas británicas. Control pide a Prideaux una sola palabra entre estas cinco: TINKER, TAILOR, SOLDIER, POORMAN o BEGGARMAN. Los nombres en clave de los cinco sospechosos. ¿Quiénes son? Percy Alleline, TINKER, director de operaciones. Bill Haydon, TAILOR, jefe de personal. Roy Bland, SOLDIER, jefe de operaciones del telón de acero. Toby Esterhase, POORMAN, jefe de los “faroleros” (encargados de tareas de vigilancia y grabaciones). Y Georges Smiley, BEGGARMAN, mano derecha de Control (ni la serie ni las novelas lo dicen claramente, pero parece que Smiley era el número dos). En suma, la cúpula del Circus, después del propio Control. Por circunstancias que es mejor no contar, Smiley, apartado del servicio, tendrá que continuar la búsqueda iniciada por Control, con la ayuda del fiel Peter Guillam. Mientras, los otros cuatro sospechosos triunfan a los ojos del gobierno con su propio topo muy cercano Karla, –cabeza de la KGB–: un agente doble cuyo nombre en clave es Merlín. Desde el punto de vista formal, se compone de escenas muy largas de extensos diálogos, descripciones y profusión de datos y personajes con un estilo muy fiel a la novela. La complejidad del argumento y el suspense mantienen la tensión, la sensación como espectador es que no hay que dejar escapar nada: cualquier palabra, o incluso gesto, por inocente que parezca puede ser clave. Si desarrollo de la trama es apasionante, algunos adornos muy cuidados también lo son. Lealtades y traiciones forman el nudo central del espionaje y se tratan a fondo como merecen, pero también se presta atención a las meras fricciones entre los personajes: Esterhase no llega a ser aceptado por sus colegas más clasistas por su origen húngaro; las aventuras amorosas de Ann, esposa de Smiley, son siempre una fuente de problemas. Y, por supuesto, las artimañas de espías. Jim Prideaux, retirado del espionaje y reciclado en maestro de una escuela de chicos, convierte al joven inseguro Jumbo en su mejor guardaespaldas sin que el propio muchacho se dé cuenta. “Jumbo, eres el mejor. Nadie sabe observar como tú”. O las artes de Peter Guillam para sacar documentos del edificio del Circus. Por último, siendo excelente la interpretación de todos los actores y actrices, principales y secundarios, me gustaría destacar a Alec Guinness como Smiley: Guinness es Smiley. En una entrevista, John le Carré explica que era una opción tan buena que parecía imposible. Relata cómo vio maravillado la transformación del actor en espía veterano, haciendo suyos los gestos que se intuyen al personaje de la novela e imitando los del propio le Carré. La serie tiene una segunda temporada, tan magnífica como la primera, La gente de Smiley, la lucha contra Karla sigue...

viernes, 28 de octubre de 2022

The Split

Hablando de ficción, si hay algo mejor que un drama judicial, es un drama judicial con personajes de carne y hueso. Es lo que ofrece la serie británica The Split (separación), creada por la prestigiosa dramaturga y guionista Abi Morgan (The Hour, River, Sufragistas...). Aunque resulten fascinantes series como The Good Wife o la maravillosa Ally Mc Beal en las que los juristas pertenecen a una élite sofisticada e inalcanzable, esta saga sobre una familia de abogadas matrimonialistas, se distingue por la verosimilitud de sus protagonistas. La sensación de que quizá podrías conocer a alguna de ellas por algún asunto legal o simplemente por haber coincidido en una reunión del colegio de tus hijos. El personaje central es la hermana mayor, Hanna Stern, quien al principio de la primera temporada sorprende a todos –y desencadena la tormenta– con una drástica decisión (no revelaré cuál). Interpretada por la actriz Nicola Walker, Hanna es una persona comedida que aparentemente siempre hace lo correcto, casada con otro abogado y madre de tres hijos. Una mujer tan carismática dentro de su contención que cae bien incluso cuando se equivoca. Como es habitual en las series de abogados, en la trama se entremezclan tres hilos: el de los sucesivos clientes que acuden al despacho, el que se enfoca en el propio bufete con sus rivalidades, desafíos e incluso traiciones, y, por último, el que sigue la vida personal y familiar de las abogadas, que es el que tiene mayor peso y nos permite conocer las complejidades de la relación de Hanna con su madre, Ruth, y sus dos hermanas Nina y Rose. Déborah Findlay da vida a Ruth Defoe, la matriarca del clan. Su fuerte personalidad es casi inevitable. A mi modo de ver, lidera la familia y el despacho con una rigidez que admite poca discusión porque tiene que liderar la familia y el despacho. Sucede con ella igual que con Hanna, no cae en el estereotipo, sino que afloran sus razones y, puntualmente, algunos matices inesperados muy enriquecedores. La hermana mediana, Nina Defoe, está encarnada por la actriz Annabel Scholey. Podría parecer que de las cuatro protagonistas es el personaje menos relevante, pero, creo que, en realidad, eso es un logro, un éxito de su papel de “segundona”. Su lugar es el segundo plano: sin alcanzar la perfección de su hermana mayor ni el espíritu libre de la pequeña, y, por supuesto, a las órdenes de su madre. Con una historia sentimental no muy afortunada y algunos problemas muy bien apuntados, la veo como un personaje no explotado del todo. Creo que en temporadas futuras su trayectoria podría dar mucho juego. Por último, Fiona Butonn interpreta el papel de Rose Defoe. La hermana pequeña no es abogada. Se mueve entre la dulzura y la ingenuidad, el encanto y el optimismo. Cree en la bondad y no acepta injusticias de ninguna clase, pero sin interesarse por algo tan aburrido como el derecho. Como comentaron las actrices en una entrevista, es una serie que habla de la familia y las relaciones familiares, quizá más que de asuntos legales, con el trasfondo de la separación que define el contexto de toda la saga: la de los padres muchos años atrás, cuando las tres hermanas eran todavía pequeñas. La gestión de divorcio por la experta matrimonialista, con sus aciertos y sus errores, será la clave que definirá su futuro mucho más allá de lo que todas ellas son capaces de asimilar. Almudena Fernández Ostolaza

viernes, 16 de septiembre de 2022

INTIMIDAD

INTIMIDAD Solo se me ocurren razones para ver esta serie, escrita por Verónica Fernández y Laura sarmiento, y dirigida por Jorge Torregrossa García, Ben Gutteridge, Marta Font y Koldo Almandoz. La primera es la combinación de suspense y emoción. Engancha desde el primer capítulo en el que plantea las historias paralelas de dos mujeres muy diferentes entre sí. Por una parte, Itziar Ituño da vida a Malen, una concejala con opciones para convertirse en la futura alcaldesa de Bilbao, con lo que conlleva de fama, estatus social y nivel económico; y, por otra, Verónica Echegui encarna a Anne, una mujer anónima, operaria en una fábrica, que tras varios fracasos sentimentales está al fin ilusionada en su relación con un hombre al que quiere y valora. Las vidas de las dos se van a pique cuando sufren un brutal ataque contra su intimidad al hacerse públicas fotos e imágenes de contenido sexual. En la trama política sobre la carrera por la alcaldía destaca la extraordinaria verosimilitud de los personajes con sus zancadillas, alianzas estratégicas y traiciones. Viene adornada con un vestuario de ensueño de la protagonista y una ambientación preciosa en escenarios muy bien escogidos que muestran Bilbao como es: una ciudad atractiva y singular. La historia de la joven anónima, Anne, –también con una ambientación excelente– revela tal sin sentido que resulta sobrecogedora. Le puede suceder a cualquiera: no es necesario tener grandes enemigos para que tu vida se convierta en un infierno; y lo que es peor, tampoco es necesario que todo tu entorno quiera lastimarte, basta con que no piensen para que tu vida se convierta en un infierno. Y es que, en mi opinión, el tratamiento de los delitos contra la intimidad es fabuloso. Muestra como estos crímenes tienen la fuerza de golpear a la víctima cientos de veces, una por cada persona que reacciona, ya sea de su entorno o desconocida. Por eso es tan importante que se explique que la reacción más habitual cuando al alguien le llegan estas imágenes –verlas– causa dolor. Y que se explique que la víctima no tiene la culpa: es la víctima, con independencia de cómo, dónde, cuándo y con quién se lo monte, porque todo eso no le interesa más que a ella; por eso lo llamamos intimidad. Solo quien roba la intimidad de otra persona publicando, difundiendo, viendo, reenviando, comentando... comete la agresión. Otro acierto es la voz interior de varios personajes. Esa voz que explicita emociones y pensamientos no tan fáciles de plasmar exclusivamente en imágenes, que, por supuesto, ayuda a comprender sus sentimientos y que viene al caso totalmente en una serie que trata sobre la intimidad. Los personajes que más he disfrutado, además de las protagonistas, son los que muestran sus ambigüedades y contradicciones: el marido y la hija de Malen y la hermana de Anne. No tienen las cosas claras. Aman, pero sufren. Sienten una rabia tremenda. Intentan salvarse. Tardan en comprender. Reacciones reales que, más allá del nudo central de las agresiones, plantean un mundo de relaciones nuevas y cambiantes... ¿Qué vale en la pareja hoy?, ¿pactos que deben mantenerse en secreto? Adolescentes, ¿violencia, bulling, redes…? Maternidad, paternidad, ¿qué pasa cuando no se habla de las cosas? Relaciones de dependencia, parejas tóxicas, ¿tener pareja porque es lo normal? Da una pista la frase que le dice Malen a su marido en algún capítulo: “Es muy sexi que seas tan buen tío”. Almudena Fernández Ostolaza.

jueves, 2 de junio de 2022

La amiga estupenda

“Prométeme que siempre vas a seguir estudiando. Tienes que hacerlo porque tú eres mi amiga genial”. Un suburbio en las afueras de Nápoles, años 50. Dos niñas, Lila Cerullo y Elena Greco, se intercambian sus muñecas. Lila, retadora, provoca que las muñecas caigan a un sótano. Para recuperarlas no tienen más opción que visitar al ogro, don Achille. El miedo se intuye en varios planos: una sombra gigante que agarra a su víctima, una mano deforme que pasa junto a Lila... Pero, en realidad, don Achille no es un ogro, sino el cacique que controla y aterroriza a todo el barrio. Así comienza una historia de amistad que perdura a lo largo de varias décadas.
Lila es más inteligente y brillante que Elena, y lo sabe. Además, Lila es seductora, desafiante, envidiosa y cruel. Elena es la versión moderada de Lila. Un poco menos lista, un poco menos guapa. Suple a base de esfuerzo la mente privilegiada de su amiga, a la que admira como a un ídolo. Daría lo que fuera por ser como ella. Pero también es más juiciosa, más reflexiva, más práctica. Vive sin grandes dramas y, paso a paso, conseguirá salir por sí misma de la miseria de ese barrio, que, en realidad, es el tercer protagonista de la historia. Un barrio, separado del mundo por un túnel bajo la vía del tren, en el que impera la pobreza y mandan dos familias que rivalizan en el empeño de obligar a todos a doblegarse a sus deseos. Dentro de las casas mandan los maridos: autoritarios, violentos en ocasiones y desesperados por tratar de ofrecer a sus mujeres e hijos lo más básico. Una sociedad en la que las mujeres no tienen voz ni opinión, ni mas futuro que buscar un “buen marido”. A lo largo de los capítulos de esta superproducción de la RAI –a la altura de otras recientes superproducciones como The Crown, por citar algún título– el personaje de Elena va narrando el día a día de la gente de su barrio: los grandes acontecimientos señalados y públicos, sean bodas o atentados, y los de alcance más íntimo, ya que también presta atención a sus emociones y sentimientos. Con la ayuda de la extraordinaria percepción de Lila, va comprendiendo y desvelando quiénes manejan los hilos, quiénes cumplen con su papel sin darse cuenta y quiénes se someten a su pesar, porque no tienen más remedio. Cuenta, en definitiva, a base de pequeños sucesos, la historia reciente de Italia: los enfrentamientos entre obreros y patrones, la lucha entre fascistas y comunistas, la mafia, el movimiento feminista, el terrorismo... Y, todavía más, es una maravillosa defensa de la cultura como escapatoria a un destino miserable. El ingenuo plan de las niñas de escribir un libro precioso para ganar mucho dinero y la rivalidad entre ellas les empuja a leer, a tratar de saber más, de aprender más...
Basada en la fascinante saga del mismo título de la escritora Elena Ferrante, cada temporada abarca una de las novelas, cuatro en total, aunque hasta la fecha solo se han estrenado tres temporadas. La participación de la propia novelista como guionista se aprecia en el respeto hacia la versión original de los libros tanto en argumento y contenido como en la extraordinaria calidad de la narración y su tono íntimo y aparentemente sencillo. Comenzando por la dirección de Saverio Costanzo, todos sus componentes destacan por su enorme calidad: no solo es magnífica la interpretación de las protagonistas, las niñas Elisa del Genio y Ludovica Nasti y las jóvenes Margherita Mazzucco y Gaia Girace, que dan vida a Elena y Lila en sus diferentes edades, sino la de todo el extenso reparto de actores y actrices que parecen tener en todo momento el tono medido y exacto para dar autenticidad los personajes; la música, tanto la original como la selección de temas de la época, resulta evocadora y cargada de emoción; ambientación, vestuario y caracterización no podrían ser más acertadas. Solo puedo terminar esta reseña deseando que pronto se estrene la cuarta temporada y, puestos a soñar aunque creo que es imposible, una quinta novela, o más... Almudena Fernández Ostolaza.

viernes, 22 de abril de 2022

Cuatro horas en el Capitolio

 


Este documental, dirigido por Jamie Roberts, muestra el asalto al Capitolio por los seguidores de Trump, el 6 de enero de 2021, con el fin de impedir la certificación oficial del resultado de las elecciones y la designación de Joe Biden como nuevo presidente.

La película recoge parte del discurso que Trump pronunció ese mediodía en un acto multitudinario en el Mall (a 2,5 km de distancia del Capitolio). Dirigiéndose a miles de personas llegadas de todas partes del país, insistió en acusar a los demócratas de robarle las elecciones. El presidente derrotado, legítimamente derrotado por las urnas, dijo: “...Nunca nos rendiremos. Nunca cederemos. Ni hablar: uno no cede si ha habido robo... Ahora le toca al Congreso lidiar con este indignante asalto a la democracia y después nos manifestaremos, y yo estaré con vosotros hasta el Capitolio...Nunca recuperaréis nuestro país siendo unos débiles. Debéis mostrar fortaleza... Lucharemos...Y si no os empeñáis a fondo vais a perder este país...”

Como dice uno de los manifestantes entrevistados: “Todos los ingredientes estaban ahí para lo que pasó”.

Ya antes de que comenzara el discurso, un numeroso grupo de seguidores concentrado en el cercano monumento a Washington emprendía la marcha hacia el Capitolio. Entre sus consignas,  “¿De quien son las calles? Nuestras”, “Somos la nueva policía” y “1776”, en alusión a la rebelión que provocó la independencia de Estados Unidos.

Sobre la una, los políticos celebraban la sesión de certificación bajo la dirección la presidenta de la cámara de representantes, Nancy Pelosi, ajenos a la batalla que comenzaba en el exterior: los manifestantes atacaban con cualquier objeto a la policía que, poco a poco, retrocedía, en evidente inferioridad. Hacia las dos, consiguieron entrar rompiendo los cristales de las ventanas. Sorprende la reacción de algunos de los asaltantes, en una situación de tal tensión, quedándose maravillados por lo bonito que es el edificio. Dos horas más tarde el número de manifestantes no paraba de crecer y otro grupo también logró acceder por otra entrada, tras una lucha cuerpo a cuerpo con los policías que la defendían.

El documental narra lo que sucedió durante esas horas dentro y fuera del edificio. Los intentos desesperados de la policía por contener a una masa que les superaba por cientos, enfurecida y decidida a entrar por la fuerza. En el interior, los esfuerzos por proteger a congresistas, senadores y personal del Capitolio. Algunos llegaron a esconderse debajo de las mesas, en silencio, temiendo por su vida. Era especialmente delicada la situación del vicepresidente Pence –que no secundó a Trump en sus denuncias de fraude electoral y estaba dispuesto a verificar la certificación– y de Nancy Pelosi, a quienes los manifestantes iban buscando coreando sus nombres. El agente Eugene Goodman, que hoy es considerado un héroe, hizo de señuelo echando a correr para que los asaltantes le siguieran y consiguió alejarlos de la entrada del senado, lleno en aquel momento de políticos entre los que se encontraba Pence precisamente.

Es sorprendente la cantidad y calidad de los vídeos, en su mayoría grabados por los propios asaltantes con sus móviles. Si no fuera por la gravedad de los hechos, resulta hasta grotesca la cantidad de teléfonos que aparecen en algunos planos, comparable con la escena en la que se fuman unos canutos para vivir ese momento tan especial y también lo graban, claro. Otras imágenes son grabaciones de periodistas que estaban en el edificio y tomas del exterior de cadenas de televisión. Las escenas en directo se van alternando con entrevistas a algunos de los protagonistas grabadas después para el documental: policías, políticos, asistentes e, incluso, asaltantes.

La existencia de tal cantidad de imágenes permite que se muestre lo que sucedió sin añadir muchas explicaciones dejando al espectador formarse su propia opinión.

Hay muchas preguntas que son inevitables: la responsabilidad de la preparación y provocación del ataque; del peligro que corrieron cientos de personas y que se saldó con la vida de cinco de ellas y más de cien heridos; de la escasez de policías para el evento, cuando se sabía que podía ser muy conflictivo, y la lentitud de los refuerzos; de la tardanza de Trump en dirigirse a los asaltantes y pedirles que desistieran; y, por supuesto, de las consecuencias políticas que podrían haberse derivado si los asaltantes hubieran logrado su objetivo de impedir la certificación.  Las pruebas que se han ido conociendo a raíz de la detención de más de setecientos implicados y los primeros juicios que se están celebrando apuntan a que no fue una revuelta espontánea, sino que el asalto estaba mucho más planificado de lo que se ha pretendido aparentar.

Habiéndose dictado ya las primeras condenas, serán los tribunales los que tendrán que seguir esclareciendo todas esas responsabilidades.

 

Almudena Fernández Ostolaza

jueves, 3 de marzo de 2022

Los Testigos (miniserie)

“Todo recuerdo es falso. Experimentamos algo y unos segundos después empieza a cambiar. Pero, por muy falsos que sean los recuerdos, el dolor es real”. Así comienza Los testigos, serie alemana dirigida por Jörg Lühdorff, basada en los textos de la psicóloga germano-canadiense Julia Shaw, profesora universitaria y divulgadora científica especialista en criminalidad y falsos recuerdos. La actriz Alexandra María Lara da vida a la protagonista, Jasmin Braun, quien, al igual que Julia Shaw, es doctora en psicología especialista en la memoria. Inteligente y elegante. Tan brillante que algunas de sus intervenciones parecen casi mágicas, si bien, desde el primer capítulo no se esconden sus propias debilidades y carencias. La psicóloga es convocada de urgencia una noche para colaborar en la investigación por el secuestro de una niña de diez años, hija del ministro de interior y acepta el encargo a pesar de la hostilidad de la policía hacia ella, provocada por anteriores declaraciones como perito judicial en las que había denunciado prácticas policiales poco ortodoxas como guiar e influir en las declaraciones de ciertas víctimas. Centrándose en el secuestro de la pequeña, a la doctora Braun, en principio, solo le interesa un enfoque científico y aséptico de la evaluación de los recuerdos de los testigos. Su única intención es determinar la veracidad o falsedad de sus declaraciones mediante un análisis rigurosamente científico. A través de sus métodos de trabajo se muestran conceptos muy interesantes: el carácter multisensorial de los recuerdos, que le sirve tanto para invocarlos como para evaluar su veracidad; las conclusiones que se pueden extraer de la ausencia de recuerdos; la profusión de detalles provocada por el estrés y la segregación de cortisol al torrente sanguíneo; el bloqueo de la memoria que provocan el miedo y la culpa; los métodos para la inducción de falsos recuerdos, o la falsificación colectiva: “Si le das una explicación a personas en pánico, la aceptarán sin cuestionarla”. Formalmente, me ha parecido una serie muy teatral. En primer lugar, por el escenario, ya que transcurre en su mayor parte en una sala del Museo de Historia Natural de Berlín, en la que la psicóloga habla con los testigos, mientras la policía graba las conversaciones y observa desde fuera. No se omite el detalle de la doctora colocando los muebles adecuadamente para facilitar la conversación y la observación. También resulta teatral la sucesión de escenas dos a dos, casi en tiempo real. La evaluación de cada testigo requiere una conversación a solas. No se ven imágenes del secuestro, solo las declaraciones. La acción de la policía, que es prácticamente nula, queda en un segundo plano. Y, finalmente, teatral por la alta exigencia hacia el espectador de no cuestionar la verosimilitud: el pacto ficcional es más parecido al de una representación teatral que al de una serie policíaca. No entra dentro de lo habitual ni de la lógica que, ante el secuestro de la hija de un ministro, la principal actuación sea una intervención psicológica a cargo de una experta científica en quien la policía no confía; ahora bien, si como espectador se acepta que la investigación es así, la serie atrapa. (Es una cuestión paradójica ya que el tema principal es, junto a la veracidad de los recuerdos, el análisis de lo que creemos que es real y cómo nuestro cerebro nos engaña). Cabría cuestionar algunos personajes secundarios e hilos de la trama tan enrevesados que resultan difíciles de aceptar, pero se compensa con un suspense que no decae a lo largo de los capítulos, un ritmo rápido, giros sorprendentes y el gran acierto de evitar el maniqueísmo. En definitiva, es una serie que plantea más preguntas que respuestas. A mí me ha recordado la frase del gran novelista John Irving: “La memoria es un monstruo; tú olvidas, ella no. Simplemente archiva las cosas, te las guarda o te las esconde. Tu memoria evoca las cosas, tus recuerdos, con voluntad propia. Crees que tienes memoria, pero la memoria te tiene a ti”. Almudena Fernández Ostolaza. .

viernes, 21 de enero de 2022

Luis Miguel: la serie


Confieso que no me habría acercado a esta serie de no ser por la recomendación de alguien con muy buen criterio. Antes de verla no estaba muy segura de quién era ni qué cantaba Luis Miguel, y lo poco que me sonaba, sinceramente, no me interesaba mucho; ahora reconozco que la recomendación fue acertada.

Nada que ver con el fenómeno fan. La serie –dirigida por Natalia Beristain y Humberto Hinojosa– atrapa desde el principio porque la biografía del protagonista es tan sorprendente y está tan bien contada que casi lo de menos es que sea cantante o famoso.

Y es que, en realidad, son muchas historias en una. La figura del padre, interpretado maravillosamente por Oscar Jaenada, daría por si sola para una serie. Es el típico vividor, con algún discreto éxito como cantante en el pasado, que ve el cielo abierto cuando descubre el talento de su hijo, y con una codicia desmedida y cero escrúpulos se dedica a explotarlo sin dudar en traspasar todos los límites para prosperar, todos.

La relación del cantante con su madre es distinta. Ella, mucho más juiciosa y sensata, intenta poner un poco de cordura en su vida, aunque con escaso éxito. En el centro del drama está la evolución del propio Luis Miguel, un niño prodigio que se convierte en ídolo en Latinoamérica. Aunque parece disfrutar de su don, su ritmo de vida y la fama arrasan su niñez y adolescencia, le alejan de sus hermanos y hacen imposibles sus relaciones de pareja. Su actitud de divo tampoco ayuda. Todo esto en un contexto de conciertos, giras, discos, grabaciones... aderezado con excesos, drogas, mentiras y traiciones.

Luis Miguel está interpretado por los actores Izan Llunas, Luis de la Rosa y Diego Boneta en las etapas de niño, adolescente y joven. Los tres no solo cantan y actúan de maravilla, sino que, además, tienen un increíble parecido físico con él. El resto del reparto, familiares, productores, amigos, novias, un agente del Mossad... están todos a la altura. Me ganó, por entrañable y extraño a la vez,  el personaje de Doc –hay que verla para entenderlo–.

La estructura narrativa es otro acierto. En cada capítulo dos líneas temporales paralelas contribuyen a crear expectación y suspense; pero, sobre todo, la dosificación de la información –cada vez un poquito más lejos y vuelta atrás, como en olas suaves– está tan bien medida que sabes antes de ver y, aun así, estás deseando ver para confirmar si es cierto.

Lo más insólito: la errática y estrafalaria investigación criminal, de la que por razones obvias no debo comentar nada.

La pregunta que me hacía, mientras no me cansaba de ver capítulo tras capítulo, era cómo es posible que el cantante haya podido autorizar (y producir) una biografía en la que sale tan mal parado, con sus luces y tantas sombras, por decirlo de una forma suave. Y para mi satisfacción, la serie da la respuesta.

 

Almudena Fernández