“Juguemos a las adivinanzas, si no acertáis antes de que diga la palabra killiecrankie pagaréis una prenda”. (Murdoch Glourie)
La película que os traigo hoy es una de esas películas que me impactaron cuando era una niña pequeña. Es una película antigua, tan antigua que estaba en los cines el año que estalló la guerra civil española. Una película sonora filmada por un famoso director francés que hizo sus pinitos fantásticos en el cine mudo y que, estando la cosa tan mala en Europa, aterrizó en EEUU donde rodó amables comedias románticas con toque fantástico como me casé con una bruja donde Veronica Lake brilla con su flequillo ladeado.
Cartel de la época de la guerra civil española.
Una producción de Alexander Korda.
La peli de hoy es el fantasma va al oeste (1935), amable comedia fantástico-romántica realizada en el Reino Unido antes de la segunda guerra mundial bajo la producción del húngaro Alexander Korda, que con el sello London Films realizó abundante número de largometrajes, como por ejemplo la vida privada de Enrique VIII, la vida privada de don Juan o las cuatro plumas, dirigida por su hermano Zoltan Korda. Durante el periplo de la guerra mundial, Korda marcha a los EEUU donde acaba la producción el ladrón de Bagdad, interrumpida por el conflicto y financia la joya de la comedia antifascista ser y no ser, del hilarante Ernest Lubitch. De vuelta a Reino Unido, Korda es recordado por la siempre inquietante pero excelente el tercer hombre, dirigida por Carol Reed. Pero volvamos a la amable el fantasma va al oeste.
Murdoch Glourie (Robert Donat) siempre entre féminas.
Sinopsis.
Escocia, siglo XVIII, el joven Murdoch Glourie es un apuesto joven más interesado en las mozas que en la guerra, los Mac Laggen aprovechan esta afición del joven Glourie para insultarlo, y así, durante la batalla con los ingleses, la riña de los dos clanes hace que Murdoch acabe falleciendo por fuego amigo. Su padre, enfadado, lo condena a vagar eternamente por el castillo Glourie hasta que encuentre a un Mac Laggen que se coma sus palabras. Han pasado 200 años y al desvencijado castillo Glourie llega la joven rica americana Peggy Martin deseando hablar con el dueño del castillo, Donald Glourie. Donald es un joven noble arruinado que pone en venta su castillo, comprado por los ricos americanos para llevárselo piedra a piedra a Florida. El Fantasma, aparecido en la bodega del barco, entre las piedras desmontadas de lo que fue su hogar no entiende nada, pero su aparición crea una conmoción ente los pasajeros, cosa que propiciará otra serie de aventuras.
La guerra contra los ingleses
René Clair y el género fantástico:
René Clair era un fan declarado de su antecesor Georges Méliès, aquél que en su viaje a la luna hizo aterrizar un cohete en el ojo del pobre astro. Entusiasta de los efectos de cámara, como se puede comprobar en su film mudo entr’acte, con música de Erik Satie, aprovechó sus técnicas para rodar escenas fantásticas en la época en que los efectos especiales y los trucajes no podían soñar con los ordenadores ni las gráficas digitales.
Efectos muy conseguidos para la época
Durante la segunda incursión en el cine sonoro, René Clair, allá por 1931, rodó Viva la libertad, una película que narraba la deshumanización de la era industrial contando con ironía como el trabajo en cadena esclaviza. Financiada por una productora alemana, la peli, rodada cinco años antes que Tiempos modernos de Chaplin, Goebbles, ministro nazi de propaganda, se dedicó a lanzar acusaciones de plagio sobre la peli norteamericana del inglés, cosa que a Clair, admirador del cómico inglés, intentó desmentir, no pasando a mayores.
Se vende castillo
Clair aceptó el ofrecimiento de Korda para rodar algunas pelis en Reino Unido con desigual acierto. El fantasma va al oeste sí que tiene éxito, pero luego, después de algún otro fracaso vuelve a Francia justo cuando estalla la segunda guerra mundial y acaba huyendo a EEUU, para recalar en Hollywood, donde dirige exitosos films, siendo, quizá, me casé con una bruja, todo un hito de la comedia romántico-fantástica que ensalzara a Veronica Lake .
La rica americana y el arruinado Glourie del siglo XX
Los actores van al oeste:
El actor principal, con dos papeles, además, es Robert Donat, un británico ganador de un óscar por Adiós mr. Chips (1939), el año en que estaban nominados Clark Gable por lo que el viento se llevó, James Stewart por caballero sin espada o Lawrence Olivier por Cumbres borrascosas. Provisto de una dicción exquisita digna de un lord, cincelada a base de mucho esfuerzo para curar su tartamudez infantil, y de una prestancia atractiva, este actor era el indicado para llevar a cabo papeles de galán. En la cinta que nos ocupa, desempeña el papel del fantasma Murdoch y de su descendiente Donald. El uno, muy atrevido con las mujeres, el otro, más bien tímido. Donat, por aquella misma época, venía de rodar los 39 escalones de Hitchcock.
¿Un fantasma? ¿Me tomas el pelo, chaval?
El papel de la rica heredera de la cadena de ultramarinos, Peggy Martin, lo desempeña con frescura Jean Parker, que fue una actriz que durante los años de la guerra protagonizó, por decir algo, porque las pelis siempre eran para hombres y ella era “la chica”, pelis de ambiente bélico, ya fuera por tierra, mar o aire. Una vez acabada la contienda, sus trabajos se orientaron a ese filón fílmico de los cincuenta que fueron el western. Las únicas pelis en las que fue protagonista absoluta fueron en la detective Kitty O’Day y las aventuras de Kitty O’Day, donde desempeña el papel de una secretaria de detective que, por accidente, se convierte en detective ocasional.
Baile de disfraces en 1ª clase del transatlántico que va a América, el sr. Martin, de torero, el sr. Bigelow, de medieval, Donald, de etiqueta.
Como secundarios en esta peli nos encontramos a Eugene Pallette, que hace del sr. Martin, padre de Peggy, y rico dueño de una cadena de supermercados que quiere sacar tajada de la existencia del fantasma, Ralph Bunker, el sr. Bigelow, otro rico dueño de supermercados de la competencia y, en un papel mínimo, pero brillante a la gran Elsa Lanchester, la novia de Frankenstein , haciendo de suspicaz espiritista.
Elsa Lanchester no cree en el fantasma comprado por el sr. Martin
La peli denota frescura y cuenta una divertida historia en la que el humor siempre se halla en abundancia. Retrata a los escoceses como amantes del whisky y a los norteamericanos como nuevos ricos que van a Europa en busca de un poco de rancio abolengo que comprar con su reciente opulencia. Las escenas sobre el avistamiento de fantasmas en el barco y los cruces de declaraciones entre políticos británicos y norteamericanos se cuentan con gracia. A pesar de su antigüedad no ha perdido el encanto.
Y por si os pica la curiosidad:
Juli Gan.