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viernes, 11 de marzo de 2022

And just like that


 A pesar de que hace solo unos pocos meses publicaba aquí mismo un artículo que daba cuenta de mi ilusión y mis ganas de ver este reboot, dada mi absoluta admiración por Sexo en Nueva York, la serie original, debo confesar que cuando comencé a verlo, me había olvidado bastante de la serie y solo guardaba frescos en el recuerdo los dos largometrajes estrenados desde que en 2004 dejara de emitirse la hasta entonces última temporada.

 

Por eso creía yo, bastante inconscientemente, que este reboot mantendría el tono de las pelis: más rosa, menos verde, menos negro, más frívolo, bastante más superficial, más de típica comedia romántica norteamericana.

 

Porque, a decir verdad, volviendo a la serie original, Sexo en Nueva York, he de decir que no era para nada una serie complaciente ni almibarada: tenía escenas duras y tocaba temas desagradables, como la enfermedad, el abandono, la pobreza… Todo envuelto en vestimentas de lujo, tacones y oropel, sí, pero quizás ese envoltorio rutilante solo acentuaba con mayor fuerza el contraste con la crudeza de lo tratado.

 

Y resulta que And just like that recupera ese tono correoso y descarnado y habla del dolor, de la enfermedad, el alcoholismo, la enemistad, el aburrimiento vital, la vejez, la muerte, las pérdidas que se nos acumulan en la vida, las decepciones… Tiene, de hecho, un comienzo desabrido, arriesgado, pero admirable, desde el punto de vista del guion, porque promete mucho: una línea argumental de peso y de largo alcance, ni más ni menos.

 

Y ya que he escrito la palabra decepción debo admitir que eso precisamente ha supuesto para mí este reboot: una pequeña decepción. No llegaré a escribir la palabra fracaso, como han hecho muchas plumas críticas, pero sí puedo hablar de decepción. Y lo lamento mucho.

 

Nada que objetar a lo que he expuesto antes: es bienvenido el tono bronco y amargo; pero hay mucho que no funciona. Las escenas son demasiado largas, los diálogos carecen de chispa, la trama no va a ninguna parte, los personajes secundarios no parecen cumplir ninguna función, excepto una a todas luces insuficiente: la de servir de contrapunto a las tres protagonistas.

 

Se aprecia el empeño por cerrar las bocas de quienes durante años se quejaron de la falta de diversidad de sus guiones. Se trata de suplir y se suple: los nuevos personajes no son blancos ni heterosexuales. Bien. Lo aplaudo. Pero no es suficiente; no está bien encajado narrativamente y la historia pierde dinamismo e ingenio.

 

Como os digo, de episodio en episodio transitaba yo de decepción en decepción, hasta llegar al último, y ahí cambió la cosa; ahí se recupera el mejor tono narrativo de la serie original y vuelven muchos de sus tópicos más celebrados: vuelve una pizca de humor negro, que siempre se agradece; vuelve París y su resignificación como ciudad de la soledad; y vuelve el asunto de la huida, del abadono en pos del amor, esa decisión que antaño tomaron Carrie y Samantha y que no les resultó nada bien; solo que ahora, para nuestra sorpresa, es Miranda la que se encuentra en esa tesitura.

 

Ya que he nombrado a Samantha, una de las grandes pérdidas sobre las que trata And just like that, es necesario decir que su ausencia planea sobre la trama durante todos los episodios hasta que en este final se abre una gran ventana de esperanza sobre su regreso.

 

Y así, como si nada, acaba el episodio con un invisible “continuará”, suena una optimista musiquilla final, se me pone una sonrisa bobalicona en la cara y me muero ya de las ganas de reencontrarme con estas chicas en una nueva temporada, que todavía, en el momento en el que escribo estas líneas, no se ha confirmado, aunque todo apunta a que vendrá, sobre todo tras comprobar que, a pesar de no haber sido recibida por la crítica precisamente con elogios, esta primera entrega de And just like that ha registrado en los Estados Unidos cifras estratosféricas de audiencia que han tenido consecuencias muy directas sobre las ventas de las marcas emplazadas.

 

Mientras tanto, amenizaré la espera con el documental de HBO Max sobre el rodaje. Con una hora de duración, incluye anécdotas de la filmación, entrevistas con el reparto y los guionistas y detalles sobre el vestuario, que, en esta entrega, al igual que en las anteriores y especialmente en la final, es deslumbrante.


Noemí Pastor