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viernes, 31 de enero de 2025

El 47

Hace algunos años iba al cine semanalmente, incluso había semanas en que iba dos o tres veces. Es más, en la buena época de estudiante, esa que es cuando eres joven pero andas con poca pasta en el bolsillo, habíamos hecho malabares para ajustar dos pelis en sesiones seguidas para salir del multicine y volver a entrar para la siguiente proyección. Es una pena que eso esté cambiando y nos volvamos ermitaños en nuestra casa con la tele de pago, entre otras cosas porque cada vez hay menos cines y, si tienes suerte de tener uno cercano sólo dan mierdas y mierdas en 3D. En fin, dejemos los lamentos de la generación X para otro rato. Esta es la última peli que vi en un cine.

Venía yo a hablarles de una peli con orgullo de barrio humilde. De ella me habló un día, subiendo a casa en el bus de mi barrio, precisamente, mi tutora de 8º de EGB (segundo de la ESO para la gente joven) que venía de verla y me contaba que seguía aún pensando en ella porque, explicaba, que aquella Barcelona chabolista la conoció cuando era muy cría. Eso aún me dio más ganas de ir al cine y a la semana, me planté allá.




Biopic.


Suele ser muy arriesgado contar una historia basada en la realidad, sobre todo cuando cuenta una historia, digamos, colectiva, aunque se centre mayoritariamente en un personaje, que es el caso del chófer del autobús 47, Manolo Vital, interpretado por Eduard Fernández, que ha tenido un año de éxitos con esta peli y con Marco, de la que nos habló hace unas semanas La mona Jacinta. El 47 es la victoria pírrica de un barrio, la Torre del Baró, que queda de espaldas a la ciudad de Barcelona, en un terreno de difícil urbanización.

Lo primero que nos cuentan es que este barrio se construyó de manera humilde, por las noches, intentando tener un techo antes de que salga el sol para que los guardias no lo derriben todo siguiendo las ordenanzas. Y es que machacar a los inmigrantes y a los que no tienen cómo pagarse una casa no es nada nuevo.

Una peli colectiva


Poco a poco el barrio se urbaniza, pero no por deber municipal, sino por el afán de sus vecinos. Viven en la punta de una montaña y de espaldas a la ciudad. Son término municipal de la ciudad condal pero están abandonados. No tienen infraestructura municipal ni servicios. Y hay que subir una montaña para ir a dormir a casa. Y pasan los años, y el señor Vital inicia los trámites para pedir una línea de bus. La escena de la burocracia es fantástica. El ninguneo y la displicencia del concejal de turno (Pequeño papelito de David Verdaguer) no le dejan a ese vecino otra opción que secuestrar un autobús para probar que hasta la Torre del Baró es posible hacer llegar el servicio público. Siendo chófer del TMB (Transport metropolità de Barcelona) es fácil robar "material de oficina".

Foto del rodaje. David Verdaguer haciendo un papel de burócrata displicente y Carlos Cuevas de...¿Se supone que es Maragall?


La gent del barri

La peli deja un sabor agridulce. Consiguen hacer subir el bus, pero sigue pesando ese miedo a la autoridad punitiva (La policía) que tienen los desheredados de la tierra. La peli deja ver lo que era la Barcelona de los 50, de los 60, de los 70...Esos miles de inmigrantes del sur que vienen a buscarse la vida porque, por miles de razones, no tienen con qué comer en su lugar de origen. Vital lo explica con el reloj de su padre, lo único que le queda de él. Clase obrera, despojada de todo, sin derecho a vivir por ser perdedor.


Trabajador y luchador en esos años de reconversión.


Vital es viudo y tiene una hija pequeña. La niña se cría entre el vecindario mientras construyen furtivamente sus chabolas nocturnas. Hay gente de corazón como Carme (Clara Segura) una monja catalana que se dedica a echar una mano esas noches, dando de comer a los atareados albañiles furtivos. Carme es esa figura femenina anónima que ha hecho tanto por el barrio. Es la que enseña, aparte del idioma de la tierra, a leer y a escribir, a sumar, restar, multiplicar y dividir a niños, niñas e incluso adultos; sobre todo, adultas. Carme es ese entusiasmo obrero y cristiano que luchó por la gente (Y perdió a partir de la muerte de Juan XXIII). Carme, como tantos otros, colgó los hábitos.

Manolo y Carme.


Y luego están otros vecinos, como Felipín, que se convierte en el panadero del barrio. (Ya está bien que Salva Reina haga un papel alejado de la comedia), o Antonio, ese vecino que siempre nos disputará algo, aunque acabe arrimando el hombro, que hace eternas las asambleas o reuniones de vecinos.

Y, cómo no, la policía (¿Por qué Vicente Romero se pasa la vida haciendo de madero?) esa policía prepotente, a favor de los ricos, aunque pertenezca a la clase trabajadora, que desprecia a sus iguales, aunque sea tan emigrado como ellos.


Y en este universo que recuerda a una favela, donde creció toda una generación de barceloneses trabajadores, se cuenta una pequeña historia llena de orgullo y dignidad, con ciertas dosis de ironía y de resiliencia.

viernes, 29 de noviembre de 2024

Rapa (Serie, 2022-2024)

Me da un poquito de lástima hablar de series para televisión. Las series están viviendo una edad de oro gracias a los canales de pago y se consiguen buenas producciones. También malas, todo hay que decirlo, pero es que si se produce a gran escala, sale de todo: Bueno, malo y regular. El canal de la compañía telefónica privatizada de España sacó hace poco la tercera y última temporada de una serie bien llevada por sus dos actores principales. 

Primera temporada.


La serie en cuestión es Rapa y está ambientada al norte de la provincia coruñesa. Los actores principales se convierten en una especie de pareja detectivesca, aunque el personaje que encarna Javier Cámara, Tomás Hernández, se encuentra con una víctima de asesinato en medio de la montaña. Tomás es un profesor de instituto al que le han diagnosticado una enfermedad neurológica degenerativa. Como testigo del crimen es interrogado por la agente Estévez de la guardia civil (Mónica López). Entre ambos surgirá una gran amistad que se mantendrá a lo largo de las temporadas.


Tercera temporada.

No os pienso destripar las temporadas, sólo deciros que de las tres que se han realizado, la última me parece la mejor. El personaje de Tomás es un papel que Javier Cámara borda, como suele hacer. Un tipo extremadamente inteligente, mordaz y malhumorado que afronta lo que le queda de vida entreteniéndose en encontrar pistas que aclaren los crímenes en los que trabaja la agente Hernández que se debate entre ayudar a su amigo y procurar que no meta las narices en sus tareas policiales.

Bellos paisajes y drama.


Aparte de los personajes que pivotan en las tres temporadas, en cada una de ellas hay un crimen, unos sospechosos y/o víctimas que se ven envueltos en sendos dramas. El resultado final es entretenido, convincente y sobrio.

Para los que aún no la hayan descubierto y se pirren por las series policíacas y los impresionantes paisajes de Galicia.

viernes, 11 de octubre de 2024

Die Welle (La Ola, 2008)

 No sé quién fue el artista que la programó, pero el mismo día que la AfD (Alternative für Deutschland), un partido nazi, ganó en Turingia y casi en la baja Sajonia (Länder alemanes, que son algo más que nuestras comunidades autónomas), en uno de esos canales dedicados a poner cine, difundieron "la ola", (Die Welle), esa peli alemana de 2008 que dejó impactada a la gente en los cines, y yo me la volví a tragar entera.

Cooomoo Una ooooolaaaaaa...


No es que sea un peliculón, pero tiene cierto atractivo por la historia que cuenta, y aunque es, quizá demasiado moralizante, con su fanático desquiciado y todo, hace pensar, que es de lo que se trata. Cuando la vi estrenada en el cine yo ya era una adulta, pero estoy convencida que es el tipo de peli que te ponen en clase de ética o filosofía o lo que sea que dan los niños ahora en "bachi", y ojalá que en la ESO.  Mi profe de la optativa nos puso "yo, Cristina F" (Una peli brutal sobre la juventud y las drogas) y dos buenas pelis sobre el ambiente dictatorial del cono sur latinoamericano impuesto marcialmente por ese "amigo de los niños", pero, sobre todo, de los militares torturadores que fue Henry Kissinger. Nos proyectaron "Missing, desaparecido" y "la noche de los lápices". Eso te hace abrir los ojos al cine y al ambiente que te rodea.

Rainer, el profe "enrollao".

Volviendo a "La Ola". La peli nos enseña a Rainer, el profe del instituto de bachillerato enrollado. Treintañero, informal, que escucha punk y vive en una barcaza con su novia, también profesora. Es la semana de proyectos del gymnasium (Los alemanes le llaman "guimnasium", ge suave,  a la enseñanza secundaria). Él quiere dar clase de anarquismo, pero se lo ha pedido otro profe con pinta de oficinista (americana  y corbata) así que le toca dar autocracia. No le hace ni pizca de gracia, porque va en contra de sus ideas presumiblemente izquierdistas, pero ahí va.

Por otro lado están los alumnos. La peli se centra en unos pocos como Marco (El Wofgang de Sense 8 de las hermanas Wachowski), joven deportista criado en familia desestructurada. Juega al waterpolo en el equipo del insti y es el novio de Karo, una chica acostumbrada a liderar; Lisa, su amiga, siempre a la sombra; Sinan, el deportista sin mucho interés por los estudios que es de familia turca .También están otros chicos como el rico, el matón y, por supuesto, el chico marginado.

Sinan, el deportista, ayuda a su ahora amigo Tim, el marginado.

Es natural que la peli la rodaran los alemanes. Llevan 70 años con la culpabilidad de la segunda guerra mundial a cuestas...Hasta ahora, visto el auge ultraderechista. No conozco alemán de cierta edad que no se sienta culpable por pertenecer al país que aupó a los nazis. Sin embargo me hace cierta gracia la ignorancia y el descaro del mundo y del chaval de familia turca, Sinan, cuando están hablando de esta vergüenza alemana y el muy imbécil dice que a él no le toca porque es turco. Porque, claro, ni su puta madre sabe que Turquía (Si Alemania sigue siendo el III reich, Turquía me vale como Imperio Otomano) asesinó a cientos de miles de armenios hace un siglo en lo que se llamó el genocidio armenio, que es ignorado por la ONU, por el mundo en general y por Turquía que prohíbe decir o publicar nada en su país sobre eso y se cabrea mucho si alguien lo suelta por ahí. Hay que tener cara, pero volvamos al tema.

En unos pocos días, la clase que imparte el señor Wenger, porque ya ha dejado de ser el enrollado e informal Rainer, se transforma. Se respira un ambiente de unión y camaradería entre los compañeros, que deciden vestir igual, que nunca se había dado. La mayoría se entusiasma y se emborracha del ambiente fraternal que desprende el grupo que asiste a clase del señor Rainer. Los hay disidentes, claro, y eso empieza a afectar a las relaciones entre los alumnos y, definitivamente, todo el mundo. Una semana lectiva, que son cinco días, lo transforman todo, incluso a Rainer, que tarda en darse cuenta de las dimensiones que su clase de autocracia ha adoptado. Final impactante.

De rojo, un blanco perfecto.


La peli se limita a dar pinceladas de las casuísticas que se pueden dar en los miembros de una sociedad cerrada destinada a ser una élite social y/o política y no ahonda más. Eso se lo deja al espectador para que lo rumie una vez vista la cinta.

Tim es un chaval sin aptitudes sociales, pero la Ola lo transforma.


Por cierto, la peli está basada en un libro que recoge un experimento escolar realizado en el Palo Alto californiano de los años 60 que tuvo, por lo que se comenta, un desenlace que cercenaron de golpe ante las dimensiones que estaba tomando el dichoso "experimento".  Si no la habéis visto, tal y como está el mundo últimamente, es más que recomendable. En caso de que sí la hayáis visto, me remito a la misma recomendación, porque sigue dando para reflexionar.


Que el cine os haga libres;

Juli Gan

viernes, 17 de mayo de 2024

Adiós, muchachos (1987)

 A esta peli le tengo un cariño especial. La primera vez que la vi cursaba yo la secundaria. En aquella adolescencia miraba con especial interés la historia de un escolar y su particular mundo. A pesar del título de la cinta, no tiene nada que ver con el famoso tango de Gardel.

Cartel de la peli

Como anunciaba en el párrafo anterior, la peli cuenta la historia de Julien Quentin (Quentin es el apellido), un adolescente de familia burguesa que vuelve con  fastidio al colegio religioso después de las vacaciones. Es la época de la Francia ocupada por los nazis, en los años 40. Los Quentin envían  a sus dos hijos al internado católico para alejarlos de la guerra. Julien es el pequeño y tiene una relación muy cercana a su madre, tanto que le pide a esta una y otra vez quedarse con ella en la ciudad.

El Frío que dan todas las pelis que reflejan los años de las guerras.

Allá entre curas y compañeros de pupitre Quentin es el chaval listo que lee novelas mientras los maestros dan la lección. Un buen día el padre Jean, el rector de la institución, llega con unos nuevos alumnos, entre ellos, Jean Bonnet, un chico inteligente y serio que se convierte en algo así como "rival intelectual" de Julien. 

Recoge, Bonnet, que te vas con los del casco.


Julien, verdaderamente curioso, empieza a fijarse en su nuevo compañero de pupitre, que, además, duerme a su lado en el dormitorio comunal. Bonnet parece que esconda algo y Julien está en esa disyuntiva de querer ser su amigo, pero sin dejar de ser rival. No deja de ser un crío. Bonnet guarda algún secreto, como las velas (de sabbat), o su apellido real, que no es Bonnet sino Kippelstein. Así Julien y Bonnet se hacen amigos. Tocan el piano mientras todo el mundo está en el refugio por bombardeo. Julien hace que su madre invite a Bonnet a comer el día de las familias, pero también tiene goples de verdadero niñato como cuando pretende compartir foie gras de cerdo con él. Al final, por un chivatazo de un colaboracionista, personaje muy interesante de la peli, los niños judíos escondidos en el colegio y el rector, padre Jean son detenidos. De hecho, "adiós, muchachos" son las últimas palabras que el padre Jean les dedica a sus alumnos. "au revoir, les enfants" .

Despidiendo a su amigo que se va preso de los nazis


Louis Malle quiso rodar una historia basada en sus propias vivencias juveniles. La historia del joven sensible apegado a su madre en colegio religioso durante la guerra tiene tintes autobiográficos, como los tiene también "el soplo al corazón", la historia de un chaval redicho, amante del jazz y la literatura, muy cercano a su madre. 

Tentando a tu amigo para que te confiese su religión


También tiene cierta relación con esta peli, otra cinta anterior de Malle, "Lacombe Lucien", la historia de un joven pobre que se convierte en colaboracionista de los nazis hasta que conoce a una chica judía de la que se enamora. En "adiós muchachos", como antes he referido, hay un personaje llamado Joseph que es un pobre tullido que se dedica a servir mesas, ayudante de cocina o limpieza en el colegio, que es dardo de todas las burlas y humillaciones por parte de los escolares, aunque también se dedique a trapichear con las conservas que los desaprensivos de los escolares le venden. Esto hace que lo expulsen del colegio y que acabe haciendo de chivato para los nazis, siendo el desencadenante del fin de la historia. Quizá esta sea la subtrama más interesante de la cinta.

Quentin trapicheando con Joseph, el personaje más complejo de la peli.


Es larga tradición francesa de pelis de escolares, empezando por "cero en conducta", de Jean Vigo, del año 1933, "los 400 golpes" de Truffaut, "la guerra de los botones", las pelis de Louis Malle aquí mencionadas, "el soplo al corazón" o Adiós, muchachos", "hoy empieza todo", o "los chicos del coro", casi podría decirse que los franceses le tienen pillado el truco al cine escolar.


Juli Gan

sábado, 23 de marzo de 2024

Se les fue la mano, aunque sea de hierro

No quiero repetirme, pero lo debo hacer una vez más. En mis últimas contribuciones he venido hablando de las series para plataformas de televisión y su gran momento. Hay una especie de edad de oro de las series, pero eso también significa que, entre tanta producción, suela haber bastante ejemplar mediocre. Yo deseaba poder hablar aquí de una seria epatante, pero acabo de ¿consumir? algún que otro gato que me habían vendido como liebre.

Destaca el gris...En todo.


Cierta plataforma televisiva  ha estrenado, y publicitado, una serie de acción española, trufada de grandes nombres en su reparto. El tráiler es trepidante, pero la serie pierde gas desde el primer capítulo. La sinopsis es la siguiente: Joaquín Manchado, also known as "el manco" (Eduard Fernández) es un hombre hecho a sí mismo, como nos demuestran los recurrentes flashbacks, que es el que maneja a su antojo el puerto de Barcelona, tanto en negocios legales como ilegales. No pasa nada en su puerto que él no sepa. Su familia convive y trabaja con y para él, desde su hermano Román (Sergi López), sus hijos (Enric Auquer y Natalia de Molina) y su yerno (Jaime Lorente).

La serie lleva el nombre de su personaje, pero no el peso.


La trama es tan clásica que sabes lo que va a pasar y eso le quita interés. Cada personaje, masculino, por supuesto, ya que las tres o cuatro mujeres que tienen letra en la serie hay poca cosa que reseñar, y es que en este campo de nabos las mujeres no dejan de ser una mera comparsa y se limitan a ser: la hija del jefe (Natalia de Molina), la hija y hermana de un gángster mexicano (Giannina Fruttero),  la puta de lujo a la que babosea el hermano  gregario del jefazo (María Belmonte), una secundaria misteriosa que tiene alguna escena al final de la serie inacabada (Melina Matthews), o el papel que se queda a medias de personaje importante que hace su aparición con cuentagotas (Ana Torrent)

Sergi López hecho un cristo.


Así que entre explosiones, tiros, sangre, palizas, puñaladas literales y de las figuradas, también, flashbacks fallidos que intentan explicar el por qué de la violenta situación actual, ambas tan falsas como una sonrisa de vendedor profesional, la serie va perdiendo fuelle. 

Las subtramas no están demasiado logradas. Chino Darín en plan ONG.


Hablando de flashbacks, sitúan los inicios del imperio del joven advenedizo que será "mano de hierro" en un puerto de Barcelona irreal que convierte a los estibadores en mafiosos que viven en una especie de gueto chabolista (Que quieren hacer pasar por lo que fue can Túnis, actual zona donde se aposenta "Mercabarna"). Entiendo que quieran mostrar un pasado oscuro y peligroso de un puerto corrompido, pero es que no da el pego.

Sicarios mexicanos, bueno, Raúl Briones, sí, su hermana, Giannona Fruttero es de bastabte más al sur.


En resumidas cuentas. Hay un conflicto con un cargamento que entra a puerto en el que se ven envueltos el mafioso local que tiene untado al picoleto que comanda el cuartel (Se agradece ver a Salva Reina en un registro que no es el habitual), a los mafiosos italianos, a los sicarios mexicanos (Aunque la peligrosa mexicana sea chilena) y a los arribistas que quieren dar el golpe de su vida. Nada demasiado original, que, además cumple con la estafa, no ya de dejar algún cabo suelto para una segunda parte, sino de no resolver absolutamente nada dejando muy descaradamente todo inacabado, lo cual es indignante. 


viernes, 9 de febrero de 2024

Las Brigadas del Tigre, serie de televisión.

 Estamos en la época dorada de las series para formato televisivo y en ese maremágnum de géneros y subgéneros encontramos las series de detectives. Antiguamente destacaba la figura de un sólo detective, sagaz y brillante. En los ochenta empezaron a entrar las parejas de policía y más tarde lo hicieron los equipos. Esas series con un buen puñado de personajes, cada uno con su subtrama. Los norteamericanos coparon las cadenas de televisión con personajes como Colombo, Kojak, Mike Hammer o Jessica Fletcher, primero y luego sus Starsky y Hutch, sus Cagney y Lacey o su Miami Vice.


Pero Europa no se queda atrás. Quizá impelida por su profusión de narrativa policíaca hemos tenido desde monsieur Poirot, Miss Marple, personajes de Agatha Christie, o el padre Brown, de Chesterton, ambos autores británicos, a las series televisivas basadas en personajes literarios del continente europeo, como el caso del comisario Montalbano, y que tanto éxito tuvo su reposición en La 2 el verano pasado, teniendo en cuenta que la serie es más vieja que los teléfonos con rueda para marcar, lo cual tiene gracia. Leí una vez que su autor, Andrea Camilleri, bautizó a su personaje Montalbano en memoria de Vázquez Montalbán, autor, a su vez de personajes como Pepe Carvalho. 


Los polis de la Belle Epoque

Italia también es la cuna de la serie del comisario veneciano Brunetti, aunque su autora sea la norteamericana Donna Leon, y, en España hace nada se emitió la serie de esa autora ficticia tres-en-uno que es Carmen Mola sobre la policía Elena Blanco, por no recordar el estropicio que le hicieron al personaje barcelonés de Alicia Giménez Bartlett, llamada Petra Delicado, convirtiéndola en una inspectora de policía encarnada por Ana Belén paseándose por Madrid seguida del subinspector Garzón, que lejos de ser un hombre prejublilado se había convertido en un treintañero Santiago Segura. Todo un despropósito. 

Cierto es que salen pocas mujeres. 

Los franceses no han sido menos, claro está, y nos han ofrecido innumerables ejemplos de sus detectives tanto de pasado literario como los creados para la pantalla. Da igual si es Maigret, Navarro, Candice Renoir o Bright Minds, con su mujer policía de mundo y su brillante colaboradora autista. Desde luego, los franceses saben hacer buenas historias para cine o televisión. Casi se podría decir que por algo inventaron el cine, si me permitís la gracia.


El comisario Valentin y su bigote a la moda (Jean-Claude Bouillon)

Pero estoy saliéndome del tema de hoy porque esto iba de serie de policías, concretamente una serie de policías francesa que cumple 50 años del inicio de su emisión y que narraba con bastante talento y buen gusto en la ambientación a esa Francia de la belle epoque. La serie se titulaba “las brigadas del tigre” y cuenta la historia de una pequeña brigada de policía recién creada en los albores del siglo XX para combatir el crimen de una manera metódica y moderna.


A principios del siglo XX, Georges Clemenceau, apodado “el tigre” accede al ministerio de interior galo y, aparte de reprimir con saña a los obreros socialistas, crea, entre otras cosas, a la primera brigada policial especializada en homicidios. A estas brigadas se las llamó “las brigadas del tigre” porque el tigre era Clemenceau.

Brigadas creadas también para cargarse el movimiento obrero


Basándose en este grupo policial, el cineasta de origen ruso Victor Vicas, rodó entre 1974 y 1983 la serie llamada “las brigadas del tigre”. El pequeño grupo de policías se dedica a investigar crímenes y está conformado por el comisario Paul Valentin (Jean Claude Bouillon), el inspector Gustave Pujol (Jean Paul Tribaut) y el inspector Marcel Terrasson (Pierre Maguelon). Todos con bigote y cabeza cubierta por gorra o bombín, conduciendo esos primeros automóviles descapotables con radios en las ruedas.

El inspector Pujol (Jean-Paul Tribaut)

Las seis temporadas están divididas en dos épocas. Las cuatro primeras narran investigaciones entre 1907 hasta antes de la primera guerra mundial y las dos últimas se sitúan pasada la contienda bélica, hacia 1919. El comisario jefe Faivre ha muerto en la guerra y el el jefe de la brigada, comisario Valentin, ha perdido hasta el bigote.

El inspector Terrasson (Pierre Maguelon) con lo último en telefonía.


Era una serie muy bien ambientada en la que, justo antes de empezar el capítulo, ponían en antecedentes al espectador. Sobre qué era “la mano negra” (Un grupo anarquista activo en los inicios de la lucha obrera), sobre el incipiente tráfico de narcóticos, etcétera. 

Por la ropa, esta escena es de las últimas temporadas ya ambientadas en los locos años 20.

A principios del siglo XXI, justo antes del centenario de la creación de las brigadas de Clemenceau, los franceses estrenaron una película de unas dos horas protagonizada por los mismos personajes: Valentin, Pujol y Terrasson. No he visto la peli pero guardo un buen recuerdo de la serie, aunque hace más de treinta años que la vi.

Juli Gan.



domingo, 3 de diciembre de 2023

Painkiller (Medicina letal)

 Como se indica al inicio de cada capítulo, “esta serie está basada en hechos reales” y quien os lo dice en cada uno de los seis capítulos es una persona damnificada por el mal que ha hecho el desaforado ánimo de lucro del avaricioso dueño de una farmacéutica. Medicina letal, en el original “Painkiller”, analgésico, literalmente “asesino del dolor”, porque en el inglés literal indica el doble sentido, es la serie de seis capítulos intensos que intentan condensar una historia de décadas lo mejor posible, dentro de lo que cabe y si el poder económico y político corrupto les deja.

Si tienes dolores, esto te cura...O no.

Por medio de la ayudante del fiscal Edie Flowers (Uzo Adouba, la famosa “ojos locos” Warren de “Orange is the new black”) se va narrando la historia de cómo el médico y magnate Richard Sackler, dueño de la farmacéutica Purdue, fabricó y comercializó un potente opiacio “Oxycontín” como si fuera un analgésico no adictivo, valiéndose de subterfugios y modalidades curiosas de persuasión.


Y si no se vende solo, ponemos rubias buenorras que vendan a los médicos presuntuosos.

Si habéis visto en los últimos tiempos la cantidad de zombies que la adicción al fentanilo está produciendo en los EEUU, la adicción a la oxicodona fue algo bastante similar creando adictos legales por receta médica, que, con el tiempo fueron enganchándose de una manera despiadada. Aparte de las vidas que destrozó a propios consumidores y a su entorno, las muertes por sobredosis se multiplicaron exponencialmente.

Edie Flowers se asusta cuando va a la morgue.

Aunque la serie no acaba de rematar, se agradece que intenten condensar toda la brutal historia, que se sucedió realmente a lo largo de décadas, en muy poco tiempo y con unos pocos personajes destacados. Si ya tenemos a Edie, ayudante del fiscal de Virginia Occidental, también destaca Matthew Broderick como el dueño del Oxycontín, o doctor Richard, y hasta West Dichovny, hija de nuestro detective paranormal favorito, que encarna a una joven y ambiciosa visitadora médica.


Glen (Taylor Kitsch), un damnificado.

Las historias que intenta encauzar Edie con su peculiar forma de contar las cosas la hacen entretenida aunque asusta, y mucho.

La farmacéutica tiene tal poder de persuasión...


viernes, 20 de octubre de 2023

Dos pelis sobre el conflicto en Palestina

La situación bélica actual de Oriente Próximo, o lo que es lo mismo, el poder de un Estado contra gentes indefensas, me ha traído a la memoria un par de películas sobre el conflicto que vi hace unos cuantos años, pero que hoy quiero acercar al blog para dar un enfoque de una historia, como la de David contra Goliat, en la que David no gana porque no puede ganar cuando Goliat, o lo que es lo mismo, el estado de Israel, tiene, aparte de la fortaleza física del gigante matón, al ejército, las armas más modernas, el ejército mejor provisto, el respaldo de la potencia mundial, un apoyo en pasta con el que Palestina no cuenta y, además, toda la prensa y los medios de información que no dudan en intoxicar y en hacer propaganda “goliatera” en detrimento de ese pastorcillo palestino que es David, que nunca será rey de Israel.


Hanna K. (1983)



Esta peli francoisraelí rodada por Costa- Gavras, director experto en tratar temas, digamos, históricos con gran sensibilidad social, como ya vimos en Missing (Desaparecido) sobre un periodista norteamericanoeliminado por el ejército chileno después de su golpe de Estadohace ahora 50 años (Os recomiendo el enlace), nos retrata en esta peli, rodada en inglés, (Enlace, aquí) la historia de Hanna Kaufman (Jill Clayburgh), una abogada israelí, hija de supervivientes de la soah que, actuando de oficio, debe representar a Salim, un detenido palestino, al que acusan de terrorismo por haber aparecido en un lugar concreto en el peor momento.


 

Detenido por ilegal, hecho pasar por terrorista.

La primera escena nos enseña una típica casa de campo palestina a la que, después de acabados los títulos de crédito, obligan a evacuar a sus moradores para dinamitarla. Es el ejército israelí el que lo hace. Están expandiendo sus dominios y toda esa gente estorba.


Expulsando, digo, evacuando a la población palestina.

Hanna tiene un romance con el fiscal del distrito (Gabriel Byrne) pero está casada con otro hombre, francés, con el que mantiene una buena relación y ello se ve cuando el francés viaja a Israel a visitarla.


El marido legítimo, francés católico, con el que sólo le queda la amistad.

 A todo esto viene a sumarse la relación con Salim (Mohammad Bakri), el palestino misterioso. Los israelíes lo detienen por haber inmigrado ilegalmente, todo y que puede demostrar que es nacido en Palestina y que puede probar, pues tiene documentos que lo acreditan, que hay una casa en un nuevo asentamiento de colonos israelíes que pertenece a su familia desde el siglo XIX. 


Salim (Mohammad Bakri) inmigrante ilegal en su tierra con derecho a...largarse.

Aquí la injusticia es que este señor va a la cárcel porque ha entrado ilegalmente en la tierra donde nació y vivió pero de la que no tiene pasaporte de ese estado nuevo fundado hace 35 años (Es 1983). Lo gracioso es que, ante esta situación tan chusca promovida por el nuevo Estado, proponen a Salim nacionalizarlo sudafricano para que pueda vivir, sin derechos, claro, en su tierra nativa.


Abogada y fiscal, Hanna y Joshua, una relación peligrosa.


Tampoco se reconoce su propiedad. Ese pueblo fue derruido, sus habitantes expulsados y los nuevos colonos, de origen ruso, por lo que parece, llaman a ese nuevo pueblo de otra manera. Pero la casa, existe y es un museo que se puede visitar.


Salim explica a Hanna qué pasa con los pueblos abandonadas y la gente expulsada para que vengan vecinos deseados por el Estado.

Por medio de la historia del triángulo amoroso, que realmente es un cuadrado, y sobre todo por los celos del fiscal sobre Salim, aprovecha su poder de miembro del Estado sobre un molesto inmigrante al que acusa de terrorismo para alejarlo de su obsesión amorosa, Hanna K. 


Cuadrado amoroso...Con odios incurables, también.

Por cierto, Mohhamad Bakri es un actor y director palestino-israelí, de estos que cuentan con la nacionalidad en regla, padre del también actor Saleh Bakri, actor de la peli "la banda nos visita" de la que hablamos hace unos meses.


Escenas diversas.



Los limoneros (2008)


Veinticinco años separan a la primera peli de esta que narra la lucha de Salma Zidane, una viuda propietaria de un limonar que plantó su padre, principal fuente de recursos de su subsistencia, contra el ministro de defensa israelí que, vaya por Dios, qué mala suerte para ella, es su nuevo vecino.


Un día Salma se encuentra con que sus tierras son inaccesibles por orden del Estado.

La peli hablada principalmente en árabe y hebreo narra el proceso que sufre la pobre Salma (También llamada Um Nasser, ya que entre los árabes es común llamar a los padres y las madres algo así como progenitores del hijo y este se llama Nasser, es decir, “madre de Nasser”).


Los señores Navon son los vecinos que temen por su seguridad.

Salma recibe una carta en hebreo, idioma que no entiende, en el que le dicen que le van a talar los limoneros porque son un peligro para la seguridad de la vida de la familia del ministro de defensa, vecino suyo. Eso, sí, se puede felicitar porque va a cobrar indemnización, cosa que con la ley de intifada, el Estado israelí podría arrancárselos sin compensación alguna.


Salma entra ilegalmente en su limonar para regar, pero la pueden detener.

Salma acude a un joven abogado Ziad Daud para litigiar. Es, verdaderamente, una lucha de alguien insignificante contra el estado. La pobre Salma recibirá en su terca lucha por salvar sus limoneros legados por su padre, presiones, pero no solo del Estado israelí, que, de primeras le prohíbe acceder a su campo. Se lo vallan y le ponen un vigilante. También la autoridad nacional palestina le pone pegas, primero porque “hay cosas más importantes que tu pequeño campo” y segundo porque empiezan a ver con ojo moralizante la relación de ella, viuda, con el joven abogado.


Abú Hussam, Salma y Ziad Daud, el abogado, sorprendidos ante el despliegue militar.

El ministro de defensa, Israel Navon, es el típico político con cara para la prensa, pelín dictatorial con su esposa, e hipócrita de bandera cuando explica a la prensa que él estaba a favor de mantener los limoneros, o cuando dice que su padre le enseñó que “a los árboles había que tratarlos como a un ser humano y no tocarles ni un pelo”.


La esposa del ministro, Mira, empieza a comprender a su vecina. Intenta acercarse pero, resulta que en aras de la seguridad, el servicio secreto se lo prohíbe. La mujer del ministro es otra mujer dominada por el hombre, da igual si es judío o árabe.


La corte decide de manera un tanto salomónica, como no podía ser de otra manera en el estado confesional de Israel. Aunque la historia de los limoneros, gracias a la prensa, ya es algo que ha pasado de doméstico a internacional, la corte israelí no puede dar la razón a la dueña de los frutales a la que se le impide el acceso a ellos, ni siquiera para regarlos. Así que deciden hacerle cortar el 50% de ellos para ampliar la seguridad del vecino y ministro.


La gracia final es que la pobre Salma ha ganado bien poco, pero el abogado ahora trabaja para la autoridad nacional palestina, un salto cualitativo. El ministro, para su seguridad, ve cómo le plantan un muro de hormigón, justicia poética y su mujer decide abandonarlo.


Las vecinas, Salma y Mira, antes de la vista. Ellas llegan a comprenderse. El marido, no. (Por cierto, la foto es un descarte en la peli. No sale)


Ciertamente, hay más pelis sobre el eterno conflicto palestino-israelí que ya lleva 75 años de tensiones, pero estas son las que yo conozco y recomiendo ver. Las tenéis en el enlace en su versión original, antes de que Youtube o “quién sea” las borre.


Las similitudes de las pelis son, ciertamente, que en ambas existe el comodín del terrorismo para censurar legitimidades o detener a alguien, cosa que, por cierto, no hace sólo en estado de Israel. En ambas se deja ver qué estado es el que detenta la fuerza, esto es, el ejército. Y en ambas queda muy claro que, ante una situación en la que el ser insignificante me molesta, le mando al ejército a molestarle a su casa.


Obviamente, podéis estar de acuerdo o no, ahora bien, seguro que hay alguien -siempre lo hay- que no tolerará estas palabras aquí escritas. Antes de que opine lo que quiera quiero recordar que hablo de dos pelis que cuentan historias de ficción contextualizadas dentro de un conflicto extendido durante 75 años. Aparte de esto habría que repetir que son historias donde se narra la indefensión del débil frente al poderoso, y aquí ese David bíblico no tiene nada que hacer frente a Goliat con todos sus apoyos detrás.


Paz, salam, shalom.


Juli Gan.