Vengo hoy a hablaros de una serie británica, de la BBC, y de solo tres temporadas, lo cual es un dato importante para gentes vagas, como yo, a las que les da pereza hacer frente con retraso a más de cien episodios. No es el caso. The Split es asumible. Solo tres temporadas y, según he leído, parece ser que no tendrá ninguna más. Hay quien opina que la tercera y última no está a la altura de las otras dos, pero servidora de ustedes discrepa un tanto.
Bueno,
os voy contando. Por empezar por el título, os diré que split significa ‘ruptura’. Pero no sé por qué lo digo, pues seguro
que cualquiera de mi público lector sabe más inglés que yo.
El núcleo
protagonista es una familia londinense de abogadas matrimonialistas: una madre
y tres hijas.
La
mayor de las hijas, la prota más prota, se llama Hannah, en un clarísimo
homenaje a Hannah y sus hermanas; de
hecho, The Split tiene bastantes ingredientes del universo de Woody Allen. Trata
de una familia acomodada y poderosa que habita el centro de una gran ciudad y
mantiene unas relaciones familiares y sociales en las que todo el mundo engaña
a todo el mundo, todo el mundo esconde secretos y pretende difuminar un pasado,
si no turbio, al menos sí azaroso.
El glamur,
las clases altas londinenses, los modelitos caros, los tacones y los elegantes
despachos de abogados de alto standing y las tramas de líos amorosos (luego os
cuento) nos llevan sin remedio a acordarnos de The Good Wife y The Good Fight,
pero con la sobriedad y la dramaturgia de las producciones británicas, alejadas
por lo general de los retorcimientos de guion más típicos de los
norteamericanos. Tampoco es que en The Split resulten necesarios: los divorcios
en las clases adineradas tienen mucha literatura; una ruptura millonaria trae
mucha cola y los guionistas lo saben, como saben que, cuando se mezclan
trabajo, negocios y familia, algo estalla siempre.
Os
adelanto un poco el argumento. Hanna Stern (interpretada por Nicola Walker) está
en una fase delicada de su vida. Acaba de dejar el despacho de abogados
familiar, dirigido por su madre y especializado en divorcios, para fichar por
otro de más relumbrón de la city. Además, su padre, que las abandonó (a Hannah,
a su madre y a sus otras dos hermanas) cuando eran pequeñas para fugarse a
Nueva York con la niñera, infinitamente más joven, por supuesto, regresa a
Londres y no precisamente para pedir perdón, sino para reclamar la mitad de la
empresa familiar.
Por si
fuera poco, en el despacho nuevo Hanna se reencuentra con un antiguo novio que
parece no haberla olvidado. Y la relación con su marido no pasa por su mejor
momento.
Todos
esos detalles se nos van revelando a poquitines, en retazos de conversaciones,
en frases que se dejan caer como si nada y hacen que a menudo te preguntes ¿he oído bien?, ¿ha dicho lo que creo que ha dicho?
El
resultado es un melodrama a veces intensito, tan intensito que hay quien lo
califica de culebrón, pero con el acierto de invertir ciertos estereotipos de
género. Se nota en eso la mano de la guionista Abi Morgan, que firmó La dama de hierro, Shame y Sufragistas; está
acostumbrada, pues, a que los personajes femeninos conduzcan el carro de la
ficción.
Hablando
de personajes femeninos, una de las críticas más repetidas contra The Split es
que las tres hermanas protagonistas son demasiado arquetípicas. Y un poco
verdad sí es esto. Hannah, la mayor, es la mujer aparentemente perfecta (un
matrimonio duradero, tres hijos, un buenísimo currículum profesional…) que luego
muestra raptos inesperados de vulnerabilidad, fragilidad y desequilibrio.
Nina, la mediana, es la, de entrada, alocada, pero que va tomando decisiones
que la hacen desembocar en lo presuntamente maduro y convencional. Y Rose, la
pequeña, es la protegida de todas que no sabe qué hacer con su vida personal ni
profesional y va dando tumbos de extremo a extremo.
¿Un
poco prototípico todo? Pues sí, pero he de deciros que este esquema en
principio simplón mejora con la técnica de la que antes os hablaba, de ir
revelando detalles aclaradores, con un guion muy ágil y unas interpretaciones a
la altura de lo que se espera de los británicos.
¿Estáis
de acuerdo conmigo? Ya me contaréis. Recibid un saludo de vuestra amiga