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viernes, 9 de febrero de 2024

Las Brigadas del Tigre, serie de televisión.

 Estamos en la época dorada de las series para formato televisivo y en ese maremágnum de géneros y subgéneros encontramos las series de detectives. Antiguamente destacaba la figura de un sólo detective, sagaz y brillante. En los ochenta empezaron a entrar las parejas de policía y más tarde lo hicieron los equipos. Esas series con un buen puñado de personajes, cada uno con su subtrama. Los norteamericanos coparon las cadenas de televisión con personajes como Colombo, Kojak, Mike Hammer o Jessica Fletcher, primero y luego sus Starsky y Hutch, sus Cagney y Lacey o su Miami Vice.


Pero Europa no se queda atrás. Quizá impelida por su profusión de narrativa policíaca hemos tenido desde monsieur Poirot, Miss Marple, personajes de Agatha Christie, o el padre Brown, de Chesterton, ambos autores británicos, a las series televisivas basadas en personajes literarios del continente europeo, como el caso del comisario Montalbano, y que tanto éxito tuvo su reposición en La 2 el verano pasado, teniendo en cuenta que la serie es más vieja que los teléfonos con rueda para marcar, lo cual tiene gracia. Leí una vez que su autor, Andrea Camilleri, bautizó a su personaje Montalbano en memoria de Vázquez Montalbán, autor, a su vez de personajes como Pepe Carvalho. 


Los polis de la Belle Epoque

Italia también es la cuna de la serie del comisario veneciano Brunetti, aunque su autora sea la norteamericana Donna Leon, y, en España hace nada se emitió la serie de esa autora ficticia tres-en-uno que es Carmen Mola sobre la policía Elena Blanco, por no recordar el estropicio que le hicieron al personaje barcelonés de Alicia Giménez Bartlett, llamada Petra Delicado, convirtiéndola en una inspectora de policía encarnada por Ana Belén paseándose por Madrid seguida del subinspector Garzón, que lejos de ser un hombre prejublilado se había convertido en un treintañero Santiago Segura. Todo un despropósito. 

Cierto es que salen pocas mujeres. 

Los franceses no han sido menos, claro está, y nos han ofrecido innumerables ejemplos de sus detectives tanto de pasado literario como los creados para la pantalla. Da igual si es Maigret, Navarro, Candice Renoir o Bright Minds, con su mujer policía de mundo y su brillante colaboradora autista. Desde luego, los franceses saben hacer buenas historias para cine o televisión. Casi se podría decir que por algo inventaron el cine, si me permitís la gracia.


El comisario Valentin y su bigote a la moda (Jean-Claude Bouillon)

Pero estoy saliéndome del tema de hoy porque esto iba de serie de policías, concretamente una serie de policías francesa que cumple 50 años del inicio de su emisión y que narraba con bastante talento y buen gusto en la ambientación a esa Francia de la belle epoque. La serie se titulaba “las brigadas del tigre” y cuenta la historia de una pequeña brigada de policía recién creada en los albores del siglo XX para combatir el crimen de una manera metódica y moderna.


A principios del siglo XX, Georges Clemenceau, apodado “el tigre” accede al ministerio de interior galo y, aparte de reprimir con saña a los obreros socialistas, crea, entre otras cosas, a la primera brigada policial especializada en homicidios. A estas brigadas se las llamó “las brigadas del tigre” porque el tigre era Clemenceau.

Brigadas creadas también para cargarse el movimiento obrero


Basándose en este grupo policial, el cineasta de origen ruso Victor Vicas, rodó entre 1974 y 1983 la serie llamada “las brigadas del tigre”. El pequeño grupo de policías se dedica a investigar crímenes y está conformado por el comisario Paul Valentin (Jean Claude Bouillon), el inspector Gustave Pujol (Jean Paul Tribaut) y el inspector Marcel Terrasson (Pierre Maguelon). Todos con bigote y cabeza cubierta por gorra o bombín, conduciendo esos primeros automóviles descapotables con radios en las ruedas.

El inspector Pujol (Jean-Paul Tribaut)

Las seis temporadas están divididas en dos épocas. Las cuatro primeras narran investigaciones entre 1907 hasta antes de la primera guerra mundial y las dos últimas se sitúan pasada la contienda bélica, hacia 1919. El comisario jefe Faivre ha muerto en la guerra y el el jefe de la brigada, comisario Valentin, ha perdido hasta el bigote.

El inspector Terrasson (Pierre Maguelon) con lo último en telefonía.


Era una serie muy bien ambientada en la que, justo antes de empezar el capítulo, ponían en antecedentes al espectador. Sobre qué era “la mano negra” (Un grupo anarquista activo en los inicios de la lucha obrera), sobre el incipiente tráfico de narcóticos, etcétera. 

Por la ropa, esta escena es de las últimas temporadas ya ambientadas en los locos años 20.

A principios del siglo XXI, justo antes del centenario de la creación de las brigadas de Clemenceau, los franceses estrenaron una película de unas dos horas protagonizada por los mismos personajes: Valentin, Pujol y Terrasson. No he visto la peli pero guardo un buen recuerdo de la serie, aunque hace más de treinta años que la vi.

Juli Gan.



viernes, 4 de marzo de 2016

Borgen

¿Ya te gustaban las series cuando no era cool que te gustaran las series?

¿Disfrutabas con Urgencias, Sexo en Nueva York o Friends, aunque no lo habrías confesado en público ni bajo torturas? ¿La ficción televisiva ha formado parte desde siempre de tu colección de placeres culpables?

Pues me juego el cuello a que te va a gustar Borgen, porque es una serie como las de antes, de corte clásico, con unos poquitos escenarios (política, medios y hogar), que acaban haciéndose familiares, y situaciones repetitivas (desayunos en la cocina, ruedas de prensa, reuniones de gabinete…), historias claras, que no simplonas, sin vueltas de tuerca en el guión, sin filigranas narrativas, sin personajes extremos, con conspiraciones creíbles y  tramas de asuntos cotidianos (falta de tiempo, divorcio, conciliación familiar, las mujeres en los círculos del poder, la lealtad, el amor maduro…) y políticos (cuotas femeninas en empresas, intervenciones militares, reformas sanitarias, ecotasas…).


Cuando la realidad imita a la ficción


El castillo de Chirstianborg, en Copenhague (es.wikipedia.org)

Borgen (“el castillo”) es el nombre abreviado y popular del castillo de Christiansborg de Copenhague, sede de los tres poderes del estado danés, donde se encuentra la oficina del primer ministro. En la pantalla, de una manera rocambolesca y televisiva, contra toda expectativa, como corresponde a un buen guión, llega al cargo de primera ministra Birgitte Nyborg en septiembre de 2010, cuando empezó a emitirse Borgen en Dinamarca.

Poco más de un año después, el 3 de octubre de 2011, llegó al cargo, pero de verdad, Helle Throning-Schmidt, como Nyborg madre de dos hijos y de una línea política asimilable; llega también al poder de una manera bastante parecida a la de la ficción, con un gobierno de coalición fragilísimo, cogido con pinzas. Sabed que en Dinamarca no ha ganado un partido por mayoría desde 1909.

Borgen, producida por la televisión pública danesa, es muy danesa y a la vez muy universal. Por eso ha sido un exitazo en cuarenta países y por eso una productora americana (NBC) y otra española (New Atlantis, de Ernesto Sáenz de Buruaga) han comprado los derechos para hacer sendas versiones locales. La americana parece que se titulará The Goverment;  ¿vamos pensando en el título para España? ¿Qué os parece Moncloa?


“Me había prometido no mentir en mis cien primeros días de gobierno”

Borgen comienza con una cita de Maquiavelo y su protagonista, la primera ministra danesa Birgitte Nyborg, suelta perlas como la del título. Podría interpretarse como toda una señal del tono global de la serie, pero no es para tanto. No esperes encontrar en esta serie danesa de 3 temporadas y 30 episodios el cinismo y la abyección de House of Cards, a pesar de ciertos momentos verdaderamente ácidos. Borgen es más El ala oeste de la Casa Blanca, más idealista, más reconocible, más emocional, pero sin pizca de edulcorante.

También tiene Borgen, por supuesto, algo de The Good Wife, con ese jefe de prensa tan a lo Eli Gold. Qué sería de las series políticas sin los asesores de prensa o estrategas de campaña, esos seres diabólicos, sin escrúpulos, tan tan tan profesionales, que dan tantísimo juego narrativo.

También es Borgen algo francesa, pues me recuerda a la vida política francesa real, con altibajos continuos en las relaciones entre política y periodismo. Una recomendación frívola: si un día no tenéis otra cosa mejor que hacer, mirad cuántos políticos franceses tienen parejas periodistas; y digo políticos y periodistas, no políticas y “periodistos”.


Lo que siempre sospeché

Borgen cuenta de las mujeres y los hombres políticos, sus cónyuges y sus familias cosas que yo siempre había imaginado pero nadie me había corroborado, cosas que no se dicen en público y que van en el lado oscuro de las vidas de gentes que no son héroes ni semidioses ni sobrehumanos, sino frágiles y miserables como tú y como yo.

Así, tras la cita de Maquiavelo que abre la serie, esta salta a continuación a la sala de maquillaje de una cadena televisiva. La protagonista, Birgitte Nyborg, todavía candidata a primera ministra y en la recta final de la campaña electoral, se prepara para una entrevista. La acompaña su jefe de prensa, quien le dice a la maquilladora: “Que no parezca que no ha dormido en quince días”.

En esos comienzos es todavía primer ministro de Dinamarca Lars Hesselboe, del Partido Liberal, que cae política y popularmente con todo el equipo por culpa de un episodio en el que se ve envuelta su esposa, una mujer desequilibrada que trata desesperadamente de llamar la atención de su marido.
Sin salir de la primera temporada, cuando Birgitte Nyborg ya es primera ministra, su compañero de partido y ministro de Economía Bent Sejrø pronuncia estas terribles palabras: “Defendemos un modelo de vida en el que las parejas concilian su vida profesional con la familiar, trabajan y cuidan a partes iguales, pero, en realidad, los matrimonios de Borgen solo funcionan cuando uno de los dos se dedica a la casa y a la familia”.

En fin, lo que os decía, lo que siempre sospeché: candidatos exhaustos y empastillados,  esposas locas de abandono y soledad y cónyuges que sacrifican vidas enteras por el proyecto del otro. Tan duro como verdadero.


Momento cumbre

Una de las cosas que más me gustan de Borgen es cómo retrata el poder con imágenes, con hechos, sin grandilocuencia, sin soflamas ni discursos. De manera que, puesta a elegir un momento culminante, me quedo con una escena de la primera temporada en la que dos machos alfa se ausentan de una fiesta, se apartan a un rincón para charlar sin que los oiga nadie, en privado.
Con traje y corbata ambos, salen a un jardín a fumar auténticos habanos de Cuba, a beber auténtico champán francés y a mear en cualquier sitio, porque ellos pueden; y ahí mismo, medio borrachos, conspiran y deciden en un momentito, como quien no quiere la cosa, el futuro del gobierno de Dinamarca.


Prefiero no seguir pensando en esto y no sacar consecuencias. Disfrutad de la serie. Si podéis.