Porque así, "dinosaurio del
cine", se autodefinió Fritz Lang, director de "Deseos humanos",
en una larga entrevista que mantuvo con Jean-Luc Godard, en 1964, para el
programa de televisión “Cineastas de nuestro tiempo” y que se tituló
precisamente “El dinosaurio y él bebé” (Godard, 40 años más joven que Lang, que
tenía entonces 74, era el bebé)
Durante la entrevista, Lang y
Godard, unidos por la mutua admiración (Lang incluso realizó un cameo en
"El desprecio", de Godard), comentan sus particulares concepciones del
cine. En un momento de la conversación, el austriaco explica sobre un papel
como concibe una escena, como pretende controlar todos los aspectos del rodaje,
sin dejar margen alguno para la improvisación (al contrario que Godard). Por
ello le gustaba rodar en estudios, no en exteriores, y repetir las tomas
cuantas veces creyera oportuno.
En realidad, Fritz Lang fue
perfeccionista y exigente hasta la obsesión, lo que causaba grandes problemas
en los rodajes. El productor Walter Wanger dijo sobre Lang: "El tiempo que
se tomaba y los problemas que creaba superaban todo lo imaginable”. Por su
parte, Spencer Tracy se enfrentó duramente al director, durante el rodaje de
“Furia”, porque Lang se oponía que el equipo parase incluso para comer.
Pero gracias a ello sus películas
transmiten una innegable sensación de perfección; nada en ellas es superfluo,
nada en ellas es gratuito. Lang pretendía con sus obras entretener al
espectador, pero también hacerlo pensar y, con su precisión de reloj suizo bien
engrasado, sus películas consiguen ambos objetivos.
Una de esas obras de factura
perfecta es “Deseos humanos” (1954), que al igual que "Perversidad"
(1945) es un remake de una película de Jean Renoir. Se basa, como la francesa, en una novela de Émile Zola “La bestia humana”
(1890), la decimoséptima de la serie de veinte con la que Zola, bajo el título
genérico de "Les Rougon-Macquart", retrató cinco generaciones de la
sociedad francesa.
Zola
y Lang, dos genios, cada uno en su género, tuvieron en común el empeño por retratar minuciosamente la condición humana. Pero con diferencias
sustanciales entre ellos. Zola incidía en la bestialidad existente en esa condición.
A Lang le interesaba, esencialmente, la fragilidad que en ella había: una mala
decisión, un encuentro infortunado, pueden destruir en segundos lo que somos o lo
que creíamos ser. Esta es una constante en la obra de Lang, que se observa en
películas como “La mujer del cuadro”, “Perversidad” o la misma "Deseos
humanos".
Lang,
formado como arquitecto y pintor, se había consagrado ya como director en la
Alemania de los años 20 y había iniciado la
década de los treinta con la estremecedora “M, el vampiro de Düsseldorf”, su
primera película sonora. Pero, el 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado
Canciller de Alemania y esto tuvo consecuencias contradictorias para Lang; por
una parte los nazis prohibieron su película “El testamento del Dr. Mabuse” y,
por otra, Joseph Goebbels, el ministro nazi de Propaganda, le ofreció la
dirección de la UFA, la todopoderosa compañía de producción cinematográfica
estatal.
Lang
dio una versión, probablemente mitificada, de su entrevista con Goebbels, según
la cual habría rechazado el cargo alegando que su madre era judía, a lo que el
nazi le habría contestado: "Nosotros decidimos quién es ario y quién
no". Según Lang, esa misma noche habría huido a Francia.
La
realidad es que el director no era un opositor tan significado al régimen nazi como
luego manifestó y que no huyó de Alemania la misma noche de la entrevista con
Goebbels, sino tres meses más tarde, impulsado, además de por las justas prevenciones
que los nazis le causaban, por el deseo de probar fortuna en Hollywood.
Tras
un año en Paris, se marchó a Estados Unidos, donde inicio una nueva etapa en su
carrera, en la que logró conjugar sus raíces expresionistas alemanas con el
realismo clásico norteamericano (camino que ya había iniciado en M) en una
serie de títulos entre los que destacan varios del género negro.
"Deseos
humanos" es una de las grandes películas con las que culminó Lang su etapa
estadounidense. Como pareja protagonista eligió a Glenn Ford y Gloria Grahame,
igual que en "Los sobornados", rodada un año antes (los mismo había hecho en "Perversidad", donde también repitió el trio protagonista de
"La mujer del cuadro"). Inicialmente, se había pensado en Rita
Hayworth (la gran partenaire de Ford en Gilda, de 1946) como protagonista femenina, pero finalmente la Columbia optó por
Gloria Grahame, deseosa de aprovechar el tirón que habían demostrado Ford y
Grahame en ”Los sobornados”.
Glenn
Ford, en el cénit de su carrera, logró una gran interpretación como Jeff
Warren, el hombre sencillo que, tras tres años sirviendo en la Guerra de Corea,
regresa para reincorporarse a su trabajo como maquinista de ferrocarril, con la
única aspiración de "trabajar un poco, ir a pescar y, de vez en cuando,
salir una noche al cine"; un sencillo plan de vida que se frustrará al
enamorarse de Vicki, la mujer del brutal Buckley, un compañero de trabajo de Jeff.
El
personaje de Jeff Warren es el vehículo perfecto para que Lang exprese su idea
sobre la condición humana, sujeta a fuerzas y tensiones incontrolables que
pueden arrastrar a los seres humanos a los más oscuros abismos. Esas fuerzas
son las que median entre las imágenes iniciales de Warren, con la cara radiante
al volver a encontrase al frente de una locomotora, y el rostro sombrío que
muestra tras haberse embarcado en una sórdida relación adúltera tras un
encuentro casual con Vicki.
Gloria
Grahame está también magnífica en su papel de mujer fatal, víctima y verdugo,
no movida por la codicia o la ambición, sino por el desesperado deseo de
encontrar un “buen hombre”. La encarnación de este personaje, turbio en su
desamparo, fue una de las últimas grandes actuaciones de la Grahame que, por un
divorcio también bastante sórdido del director Nicholas Rey, unido a ciertos
problemas físicos, pronto se vio relegada a papeles televisivos, hasta su
temprana muerte a los 58 años.
Pero quizá la actuación más resaltable en esta película sea la de Broderick Crawford, el tercer vértice del triángulo amoroso, el marido de Vicki. Crawford, en el momento del rodaje de “Deseos humanos”, ya había conseguido un Óscar protagonizando “El político” (1949), de Robert Rossen, y triunfado con la estupenda comedia “Nacida Ayer”, de George Cukor (1950). En “Deseos humanos” su interpretación es memorable; consigue, con su rostro pétreo, transmitir todas las emociones de un ser humano degrado por los celos enloquecidos, el amor desesperado y el asesinato.
Pero quizá la actuación más resaltable en esta película sea la de Broderick Crawford, el tercer vértice del triángulo amoroso, el marido de Vicki. Crawford, en el momento del rodaje de “Deseos humanos”, ya había conseguido un Óscar protagonizando “El político” (1949), de Robert Rossen, y triunfado con la estupenda comedia “Nacida Ayer”, de George Cukor (1950). En “Deseos humanos” su interpretación es memorable; consigue, con su rostro pétreo, transmitir todas las emociones de un ser humano degrado por los celos enloquecidos, el amor desesperado y el asesinato.
Y, como telón de fondo, un elemento
omnipresente en la película: el tren. El tren como escenario de encuentros y
asesinatos (por esto último, ninguna de las grandes compañías de ferrocarriles permitió que se rodará en
sus instalaciones), parado o en movimiento… Y también sus túneles y vías, como
metáforas del oscuro destino que puede caer abruptamente sobre los seres
humanos.
Magnífica película de luces y
sombras, entendidas tanto en el aspecto moral como en el de la iluminación.
Toda la acción transcurre bajo una luz sabiamente utilizada, como era lógico en
un maestro formado en el cine expresionista alemán, que sabía utilizar
perfectamente las luces y claroscuros a su conveniencia (por ejemplo, el rostro
fuertemente iluminado de Vicki mientras le sugiere a su amante, en la sombra,
que asesine a su marido).
La película de Lang, aunque se base
en ellas, apenas mantiene similitudes con la película de Renoir y, menos aún, con
la crudísima novela original, que tiene una trama más compleja y unos personajes
que, prácticamente todos, son "bestias humanas" a las que sólo guían los deseos más abyectos. Lang, con la
gran colaboración de Alfred Hayes como guionista, logró depurar la historia original
para hacerla aceptable a la censura estadounidense (al Código Hays) y conseguir
que el espectador se pudiera identificar y conmover con los personajes,
especialmente con el de Glenn Ford (tan lejos del personaje interpretado por
Jean Gabin en la película de Renoir y del psicópata Jacques Lantier de Zola).
En definitiva, transcurridos más de
cuarenta años de su muerte, Lang, el viejo dinosaurio, a través de sus grandes
películas, sigue hollando la historia cinematográfica con la inmensa fuerza a la que su genio siempre le ha dado derecho.
Yolanda Noir