Mostrando entradas con la etiqueta Edward G. Robinson. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Edward G. Robinson. Mostrar todas las entradas

viernes, 6 de julio de 2018

Cayo Largo


Si la cabeza dice una cosa y tu vida dice otra, la cabeza siempre pierde (Frank McCloud, en Cayo Largo).

El último refugio, de Raoul Walsh (1941), fue el primer papel como protagonista de Humphrey Bogart. Durante el rodaje, Bogart trabó una gran amistad con el guionista de la película, John Huston, que perduró hasta la muerte del actor. Cuando Huston tuvo, también en 1941, la oportunidad de dirigir su primera película, El halcón maltés, influyó para que el papel principal fuera para su amigo. Con esa película, Bogart y Huston iniciaron una fructífera colaboración profesional que proporcionó importantes éxitos a ambos.

Cayo Largo (1948) fue la cuarta película que rodaron juntos, después de El halcón (1941), Across the Pacific (1942) y El tesoro de Sierra Madre (1948) y antes de la Reina de África (1951) y La burla del Diablo (1954).

También fue la cuarta y última película que John Huston rodó para la Warner y la cuarta y última que rodaron juntos Bogart y Bacall.

Aunque no tiene el toque de genialidad e innovación de La jungla de asfalto (1950), la gran aportación de Huston al género negro, Cayo Largo es una excelente película que parte de un recurso tradicional del género: la toma de rehenes. Sin embargo, quien lea las memorias de Huston (A libro abierto) advertirá que el director habla de ella sin especial aprecio, más bien con una cierta displicencia. Huston explicaba las razones de este desapego de la siguiente manera:

«Yo había decidido que mi próxima película, Cayo Largo, sería la última para la Warner Brothers. No sólo estaba enojado porque en 1946 Jack Warner se había negado a permitirme dirigir una película basada en la obra de O’Neill A Moon for the Misbegotten, sino que estaba insatisfecho con el estudio en general…».

Lo cierto es que cuando la Warner le pidió al director, nada más acabar el rodaje de El tesoro de Sierra Madre, que hiciera el guion, con la colaboración de Richard Brooks, y dirigiera la adaptación cinematográfica de una obra de teatro  de Maxwell Anderson, el proyecto no le atrajo.

Brooks, finalmente, convenció a Huston del potencial que podría tener la historia si se le introducía algunos cambios: el protagonista dejaba de ser un ex combatiente de la Guerra Civil española y pasaba a ser un desencantado veterano de la Segunda Guerra Mundial y los jugadores de la obra de teatro se convertían en un peligrosísimo grupo de mafiosos dirigidos por Johnny Rocco (Edward G. Robinson).

Pero, además de su desencanto con la Warner, otros factores pesaban en el ánimo de Huston en la época en que rodó Cayo Largo.

El 27 de septiembre de 1947, el Comité presidido por J. Parnell Thomas había enviado citaciones a testigos vinculados al mundo cinematográfico para que fueran a declarar a Washington sobre presuntas actividades antiamericanas. Huston, ante esta situación, montó en cólera y se convirtió en uno de los promotores del Comité pro Primera Enmienda, que agrupaba a gente como el matrimonio Bogart-Bacall, Burt Lancaster, Billy Wilder, Edward G. Robinson, etc.

Ni las campañas publicitarias ni los manifiestos firmados por el Comité pro Primera Enmienda consiguieron detener a Parnell, así que Howard Hughes fletó un avión para que los afines a ese Comité pudieran ir a Washington, el 26 de octubre de 1947 (entre ellos los Bogart) a manifestarse contra la actuación del Comité Parnell.

De los testigos llamados a declarar, 11 se negaron a hacerlo y fueron acusados de desacato. Pero, además de los problemas legales, esos Díez de Hollywood (el undécimo, el poeta alemán Bertolt Brecht huyó de Estados Unidos) fueron incluidos por los Estudios cinematográficos en una lista negra que los desterraba de Hollywood.

Aunque Humphrey Bogart había participado en el viaje a Washington y contribuido económicamente a las campañas del Comité pro Primera Enmienda, en diciembre de 1947 el actor acabó cediendo a las presiones de la Warner y declarando ante la prensa,  que él era un americano no comunista, con lo que, de hecho, se retractaba de su viaje a Washington. Fue ferozmente criticado, incluso por la prensa. En Navidad, cuando vio a Huston le dijo «John, tienes que entender lo mucho que me presionaron». Huston se limitó a contestar: «Lo entiendo, chico».
Huston y Bogart, a pesar de todo, lograron mantener su amistad, un valor por el que ambos sentían inmenso respeto; pero es indudable que a Huston le dolió mucho la retractación de Bogart, como lo es también que Bogart se avergonzó profundamente de ella. Inmersos en estos sentimientos empezaron ambos a rodar Cayo Largo.

El rodaje se inició a principios de 1948, pero semanas antes  Huston, acompañado por Richard Brooks, había pasado una temporada en los cayos de Florida para escribir el guion en el ambiente real en el que se desarrollaba la acción (aunque la película se rodaría casi en su totalidad en el plató de la Warner Brothers  y en Florida sólo se rodaron planos generales).

Brooks era un guionista y escritor de talento, amigo personal del matrimonio Bogart. Lauren Bacall, en sus memorias (Por mí misma y un par de cosas más), lo describe así: «Era un tipo estupendo, de opiniones extremistas: se negaba a conducir un coche extranjero, tener piscina, llevar corbatas, mudarse a una casa más grande y, en general, a caer en la trampa de Hollywood. Bogie le había bautizado “El escritor enojado”»

Sobre su estancia en los cayos, donde les acompañaron sus respectivas mujeres, Huston comentó:

«Llegamos fuera de temporada y no había ningún sitio adecuado donde alojarnos, pero finalmente descubrimos un pequeño hotel que tenía un aspecto atractivo y convencimos a los dueños de que lo abrieran para nosotros antes de que empezara la temporada. Apenas habíamos empezado a trabajar cuando trajeron una mesa de dados, una ruleta y una mesa de blackjack. A partir de ese momento, cuando Dick y yo no estábamos escribiendo, yo estaba jugando»

Pero  Huston estaba en mala racha y cuando el crédito se le acabó, ya no pudo jugar y tuvo que dedicarse en serio a escribir el guion de Cayo Largo.

«Tal y como Brooks y yo lo escribimos, Cayo Largo tenía una línea dramática más fuerte que la obra de teatro original de Maxwell Anderson, escrita en la década de los treinta, y además la actualizamos. Las grandes esperanzas y el idealismo de los años de Roosevelt se iban desvaneciendo y el hampa representada por Edward G. Robinson y sus secuaces había entrado de nuevo en acción, aprovechándose de la apatía social. Convertimos esto en el tema de la película.»



Huston preñó el guion de alusiones ideológicas que no estaban en la obra teatral y que, claramente, derivaban de la situación política del momento, por ejemplo identificando a Rocco con posturas anticomunistas. Mientras que Bogart, el ex combatiente, se convertía en un antihéroe comido por las dudas que sólo mostraba su valor cuando no le quedaba más remedio; dudas que representaban de alguna manera el estado de ánimo por el que muchos pasaban en aquellos momentos de «caza de brujas». 

En realidad, la trama se centra, sobre todo, en las diferentes maneras en que los dos personajes principales (el veterano interpretado por Bogart y el gángster que encarna Robinson) afrontan el miedo y como el combatiente, desanimado y escéptico, se verá finalmente obligado  a adoptar una actitud moral aun a riesgo de su vida (a Bogart, este papel le permitió no encasillarse en los personajes de detectives duros que tanto éxito le habían dado en El halcón maltés y El sueño eterno).


Además del gran guion que escribieron Huston y Brooks, la película contó con un reparto excepcional: Edward G. Robinson, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Claire Trevor y Lionel Barrymore.

A Huston le hubiera gustado que Charles Boyer interpretara el personaje de Rocco, pero la Warner no aceptó y Huston optó por Robinson, del que contaba:

«Robinson aceptó el papel del gángster Johnny Rocco con cierta resistencia. Nunca le había gustado la imagen del gángster. Era como si él mismo hubiera sido realmente un gángster y estuviera ansioso por reformarse; puede que esta actitud mental fuera una de las razones que le impulsaban a coleccionar obras de arte. Creo que lo que más recuerda la mayoría de la gente de Cayo Largo es la escena de la presentación, con Eddie en la bañera con un puro en la boca. Parecía un crustáceo sin su concha.»

Robinson aceptó el papel porque estaba muy bien pagado, pero lo consideró como un paréntesis en el giro que había dado a su carrera tras interpretar a los personajes mucho más humanos, vulnerables y matizado que le habían encomendado Fritz Lang, en La mujer del cuadro y Perversidad, y Billy Wilder, en Perdición. A partir de esas interpretaciones huyó del personaje estereotipado de gángster que tanta fama le había dado desde que protagonizó Hampa dorada en 1931.

Bogart y Robinson habían hecho otras cuatro películas juntos anteriormente. Durante el rodaje de Cayo Largo, Robinson había iniciado ya su declive como gran figura, mientras que Bogart estaba en la cúspide.  En su autobiografía Robinson dice: “Recibí en el plató trato de estrella  porque Bogie insistió en ello”.

Si bien es verdad que la complicidad entre Bogart y Robinson (aunque sus agentes lucharon duramente por quién debía prevalecer en los títulos) fue una baza fundamental en la película, no lo es menos que el resto de los actores principales estuvo magnífico y que la película se benefició de la buena sintonía que reinó entre todos ellos; así lo contó Lauren Bacall en sus memorias:

«En Cayo Largo, Bogie y yo teníamos personajes serios, y con John al timón no cabía la posibilidad de negarse a interpretarlos a su modo. Tenía muchas  ganas de trabajar con él ya que mi carrera no estaba precisamente en un gran momento» (la Warner le había congelado el sueldo por negarse a interpretar Romanza en alta mar, que, finalmente, se convirtió en la gran oportunidad de Doris Day).

«Qué época tan espléndida fue aquella, había gente excelente que daba lo mejor de sí. Aunque se suponía que todos aquellos actores eran muy egocéntricos, no hubo un solo momento de incomodidad ni de lucha por destacar más que los demás. Y eso fue porque eran actores, no «estrellas». Eddie Robinson era un excelente actor y un hombre encantador y muy divertido, y Claire Trevor, una actriz maravillosa y toda una mujer. Lionel… era ante todo un actor como la copa de un pino».
Así como el personaje de Rocco se inspiraba claramente en el gángster Lucky Luciano, el personaje de Claire Trevor (la inolvidable Dallas de La diligencia) se inspiraba en la amante de ese mafioso, Gay Orlova, y con él Trevor hizo una interpretación tan buena que obtuvo el Óscar a la mejor actriz secundaria.

Efectivamente, la escena en que Rocco obliga a su alcoholizada amante a cantar a cambio de una copa, para negársela después, es de un impresionante sadismo. Huston consiguió que Trevor manifestará toda la desdicha e impotencia de su personaje, obligándola a cantar, a pesar de que no era buena cantante, una canción complicada sin ensayo previo.

Lionel Barrymore, en su personaje del anciano Temple, estuvo también magnífico; tanto que Huston opinaba que trabajar con él había sido lo mejor de hacer la película. Como Barrymore sufría una artritis que le condenaba a una silla de ruedas, su personaje se mueve igualmente en silla. Quienes trabajaron en la película recordaban sus maravillosas anécdotas familiares y su gran encanto personal.

Como detalle simpático, hay que mencionar que al barco en el que se rodó el final de la historia recibió el nombre de Santana, como el barco real de Bogart. El final en el barco fue tomado de la conclusión de Tener y no tener, de Ernest Hemingway, que no se había usado en su adaptación al cine. Y también se dotó al personaje de McCloud de un amor al mar paralelo al que el actor sentía en su vida real.

Dentro de esa inclusión de recuerdos personales, Huston hizo que McCloud y el joven Temple fueran compañeros en la batalla de San Pietro (Italia), donde él había rodado uno de sus documentales bélicos.

Para distanciarse del origen teatral del guion, Huston contrató como director de fotografía a Karl Freund, el innovador responsable de la fotografía de Metrópolis, que destacaba especialmente por su manera de desplazar rápidamente la cámara y su forma de iluminar las escenas. 

Brooks, que aspiraba a dirigir en un futuro, fue al rodaje todos los días y Huston, gustoso actuó como su mentor. Bacall señala en sus memorias que «Brooks le observaba con total atención -a Huston- en todo momento, ya que era su ídolo. Sin embargo, en genio de John era difícil de aprender, era algo innato».

Cayo Largo fue muy bien acogida por el público; pese a ello, los críticos dicen que no tiene la inspiración ni el ritmo de las películas más grandes de Huston y que resulta algo fría, aunque su técnica y su descripción de la violencia sean perfectas.

Es verdad que a Cayo Largo le falta la esplendorosa vitalidad de las mejores películas de Huston (El halcón maltés, El tesoro de Sierra Madre, La jungla de asfalto, La reina de África…), pero, aun así, es una gran película gracias a las estupendas interpretaciones de Robinson, Barrymore y Trevor; a la famosa, y real, química entre Bogart y Bacall y a sus, también, muy buenas actuaciones.
A pesar de lo muy desganado que Huston pudiera afrontar esta película, consiguió que un elenco de grandes actores se implicara al máximo en contarnos una buena historia en la que están presentes muchas de las facetas de la condición humana.

Curiosamente, esta película es una de las escasas excepciones en que Huston se permitió un final feliz (con la guinda de que al finalizar el rodaje, Bacall le anunció a Bogart que estaban esperando su primer hijo).

En definitiva, la ceremonia de los Óscar de 1949, en la que coincidieron en concurso El tesoro de Sierra Madre y Cayo Largo, fue una noche triunfal para John Huston: además del comentado Óscar de Claire Trevor, él se llevó la estatuilla al mejor director y guion por El tesoro de Sierra Madre y su padre, Walter Huston, la de mejor actor secundario por la misma película.

Yolanda Noir

 

 

 

viernes, 18 de diciembre de 2015

Todos eran mis hijos



Título en castellano Todos eran mis hijos
Título original All My Sons
Año 1948
Duración 95 min.
País Estados Unidos
Director Irving Reis
Guión Chester Erskine
Obra Arthur Miller
Música Leith Stevens
Fotografía Russell Metty
Productora Universal Pictures

Reparto
Edward G. Robinson, Burt Lancaster, Mady Christians, Louisa Horton, Howard Duff, Frank Conroy, Lloyd Gough, Arlene Francis

Sinopsis
Joe Keller es un exitoso hombre de negocios con un pasado que le atormenta y que repercute tanto en su vida como en la de su familia y amigos.


Se trata de la adaptación cinematográfica de la obra de teatro de Arthur Miller representada en Broadway en 1947, un año antes que la película de 1948. Como curiosidad es interesante saber que Miller se inspiró en una historia real de un hecho similar que fue publicado en la prensa de entonces.

El argumento de esta obra trajo una serie de problemas para su autor Arthur Miller ya que en ella se critica el  “sueño americano” lo que llevó a Miller ante el Comité de Actividades Antiamericanas en los años 50 después de que se estrenara la obra de teatro dirigida por el director Elia Kazan, testigo durante la época del “maccartismo” y la “caza de brujas”.


Confieso que tengo debilidad por el actor Edward G. Robinson (La mujer del cuadro, 1944), al que considero uno de los grandes puesto que interpreta perfectamente tanto papeles de hombre corriente y bueno como los de gángsters y aquí vuelve a realizar una gran interpretación como Joe Keller. Personaje que en un principio nos resulta “misterioso” puesto como espectadores desconocemos los hechos de los que hablan el resto de los personajes y que tuvieron repercusión en todo el pueblo. Según avanza la película nuestra visión de él va cambiando a medida que lo vamos conociendo.

También Burt Lancaster (Forajidos, 1946; Mesas separadas,1958) hace un buen trabajo. Él es Chris, el hijo de Joe que después de haber estado en la guerra comienza a preguntarse si lo que sabe sobre lo que le sucedió a su padre y a su familia es cierto o hay alguna parte que no conozca. Pretende seguir los pasos de su padre en la empresa y al mismo tiempo casarse con Ann Deveer (Louisa Horton) la que fuera la novia de su hermano, desaparecido durante la contienda e hija del socio de Joe, que se encuentra en prisión.


El personaje que pone el punto de inflexión y por culpa el cual la vida de los Keller empieza a cambiar es George Deveer (Howard Duff), hermano de Ann, que después de visitar a su padre en la cárcel duda de que realmente se culpable y es el que hace que Chris (Burt Lancaster) comience a hacerse preguntas sobre el pasado reciente de su familia.

El personaje más tierno y que más sufre es, como suele ocurrir, el de madre y esposa de Joe Keller, Kate (Mady Christians). Personaje angustiado por amor a su familia y por la esperanza de que su otro hijo desaparecido en la guerra regrese algún día. Es una mujer que inspira ternura y es el que más pena nos da.


He descubierto esta película hace poco y la he visto sin conocer apenas el argumento, algo que creo que es beneficioso para el espectador, por eso en la sinopsis no he escrito apenas nada sobre la trama, pero esta es mi propia opción personal, por supuesto.

El ir conociendo los hechos poco a poco, el ir haciendo conjeturas sobre aquello que les ha ocurrido a los personajes y que tiene tanta repercusión sobre todos, intensifica el drama y hace que nuestro punto de vista varíe.

Esta es mi recomendación de hoy. Si la seguís, espero que os guste.


viernes, 24 de abril de 2015

La mujer del cuadro

Dicen que se desea aquello que se ve habitualmente y no se puede tener. Pues bien, eso es exactamente lo que le ocurre a nuestro protagonista: está fascinado por el retrato de una mujer que ve a diario en un escaparate. Cada día, se detiene y lo contempla durante unos minutos.


Título en castellano La mujer del cuadro
Título original The Woman in the Window
Año 1944
Duración 99 minutos
País Estados Unidos
Director Fritz Lang
Guión Nunnally Johnson
Novela J.H. Wallis
Música Arthur Lange
Fotografía Milton Krasner
Productora International Pictures. Distribuida por RKO

Reparto
Edward G. Robinson, Joan Bennett, Raymond Massey, Edmund Breon, Dan Duryea, Thomas E. Jackson, Dorothy Peterson, Arthur Loft, Frank Dawson

Sinopsis
El profesor Wanley y sus amigos comienzan a obsesionarse con el retrato de una bella muchacha, que está expuesto en el escaparate contiguo al club en que se reúnen. Wanley conoce por casualidad a la mujer del retrato y acepta ir a su apartamento. Pero allí ocurrirá algo inesperado.


  
Maestro indiscutible, el director austríaco Fritz Lang desarrolló su excepcional carrera primero en Alemania (Metrópolis, 1927; M, el vampiro de Düsseldorf, 1931) y posteriormente en Estados Unidos (Perversidad, 1941; Los sobornados, 1953; Deseos humanos, 1954). En su etapa estadounidense encontramos el género policíaco y también la crítica social en la que ponía en tela de juicio algo que le llevó a ser investigado por el Comité sobre Actividades Antiamericanas.


Aunque La mujer del cuadro se asocia al género negro quizás se acerque más a la intriga a pesar de contar con esos claroscuros en el blanco y negro de entonces tan característicos del género y también un hombre bueno, enamorado de una mujer… bueno, una femme fatale. Un argumento –del que no comentaré nada- que nos va envolviendo a medida que se complica la trama y es capaz de engancharnos sin remedio.

Tengo predilección por el protagonista de esta película, el gran Edward G. Robinson que ha demostrado ser un gran actor en diferentes tipos de películas y personajes. Lo hemos visto como gangster en Cayo Largo (1948), jugador en El rey del juego (1965), en la comedia Millonario de ilusiones (1959), en el género épico Los diez mandamientos (1956), o como hombre corriente en Perversidad (1945), etc... Tiene un físico que sabe adaptar perfectamente al personaje y lograr toda esta variedad de personajes míticos. Puede ser duro pero también muy tierno.


La mujer del cuadro tiene el rostro de la actriz Joan Bennett (Perversidad, 1945; El padre de la novia, 1950), una mujer bella pero fría que tiene cautivado al protagonista aunque el apelativo clásico de femme fatale, desde mi punto de vista no es del todo aplicable a este personaje.

La película es muy interesante de principio a fin, pero me parecen especialmente interesantes aquellas conversaciones que tienen lugar en el club donde nuestro protagonista se reúne diariamente con sus amigos en donde casi más que meros testigos nos ponemos del lado de un punto de vista o de otro.

Para quien nunca haya visto La mujer del cuadro, que no se moleste en leer críticas u opiniones, que intente no saber nada de nada sobre la trama y que si le apetece disfrutar de todo un Clásico le haga un hueco para poder disfrutarla totalmente.