Glenn Close es Patty Hewes en "Daños y perjuicios" ("Damages")
(todofondosdeseries.com)
La moda de los malos y las malas
Antaño, por lo general, los protagonistas de las series televisivas eran gentes angelicales, ejemplares, heroicas, que rozaban la santidad. Las médicas y enfermeros de “Urgencias” se inmolaban por sus pacientes; Laura y Charles Ingalls rezumaban dulzura por todos sus poros; y Bill Cosby era el intachable pedagogo e irreprochable educador que todo el mundo quería tener como padre (eso en la ficción, claro, porque no hace falta que os recuerde nada sobre la verdadera vida del actor, ¿verdad?).
Pero luego, ¿qué pasó? Pues quizás que nos estomagamos con tanta azúcar y vino la moda de las y los protagonistas malvados. Afortunadamente.
Puede que el culmen lo alcanzara "House" y lo rematara Francis Underwood en "House of Cards", sin olvidar a toda esa cuadrilla de gentes perniciosas que acompañan a Alicia Florrick en "The Good Wife".
Mala requetemala
Y llegamos ya a la protagonista. No. Corrijo: más que protagonista, estrella indiscutible de “Daños y perjuicios” (en versión original "Damages" y en adelante DYP), la inefable e insustituible Patty Hewes, una tipa antipática, poderosa, dañiña, malvada y temible. Lista como un demonio. Para cuando tú vas, ella ya ha vuelto varias veces. Y es muy muy peligrosa. Más te vale no tenerla como enemiga; pero eso, claro, no dependerá nunca de ti.
Por eso no sorprende a nadie que los creadores de DYP, el trío de productores formado por Daniel Zelman y los hermanos Glenn y Todd A. Kessler, trío conocido como KZK, pensara inmediatamente en Glenn Close para el papel, pues la buena de Close ya tenía una trayectoria de mala firmemente labrada en “Atracción fatal”, “Las amistades peligrosas” y “The Shield”.
Por cierto, no puedo dejar de notar esta curiosidad: tres creadores, tres hombres, construyen una ficción protagonizada principalmente por mujeres poderosas; porque no os he dicho, que, además de la estrella Patty Hewes, la coprotagonista es la abogada Ellen Parsons, una tía también de armas tomar (y lo de las armas no es una expresión figurada). A estas se une en la segunda temporada una tercera abogada, Claire Maddox, y las tres van de capítulo en capítulo tejiendo alianzas y venganzas como en la mismita vida.
Rose Byrne es Ellen Parsons en DYP
(henry3-whatsthedeal.blogspot.com)
Patty Hewes, el personaje, fascina en la primera temporada; no tanto en la segunda. Los guionistas (en este equipo sí hay una o dos mujeres, según la temporada) quieren darle una dimensión más familiar, más “humana”, y lo estropean un poco. Parafraseando a Mae West podríamos decir que Patty Hewes, cuando es mala, es mejor.
(Casi) nadie inventa (casi) nada
Además de la protagonista demoníaca, DYP tiene ingredientes de muchas otras series. ¿En qué fue pionera y qué imitó? ¿Qué ha copiado y qué le han copiado? ¡Ummm! Son buenas preguntas. Para responderlas con rigor, debería cotejar concienzudamente fechas de emisión y producción, pero como este artículo no tiene pretensiones científicas, voy a confiarme a mi intuición.
DYP se rodó en Nueva York y en la ficción era Nueva York, como en “Sexo en Nueva York”. Esta parece una puntualización un poco tonta, pero debo recordaros que la inmensa mayoría de las series norteamericanas se ruedan en Los Ángeles, aunque la ficción de desarrolle en Albany o Cincinatti. Otra excepción es “The Good Wife”, que también se rueda en Nueva York (en Brooklyn, para ser exacta), aunque la ficción se desarrolla en Chicago.
Siguiendo la moda que instauraron las diferentes franquicias de CSI con The Who, los títulos de crédito de DYP también se amenizan con una pieza de pop rock, “When I Am Thtough With You”, de The VLA, que, la verdad sea dicha, cuando tienes que escucharla al principio y al final, episodio tras episodio, se hace demasiado estridente e incluso un poco cargante, cosa que no sucede con el excelso piano de “House of Cards”.
Y, a propósito de “House of Cards”, debo decir que sí imitó a DYP en las imágenes que adornan los títulos de crédito. DYP, según leo en su entrada en la Wikipedia en inglés, muestra esculturas callejeras de Nueva York, como “The Glory of Commerce”, que remata el edificio de la estación Grand Central Terminal; “Civic Fame”, en lo alto de un edificio consistorial de Manhattan; “Asia”, en la fachada de la Casa de Aduanas Alexander Hamilton; o el friso del edificio del Tribunal Supremo del Condado de Nueva York, que muestra una cita de George Washington: “Una correcta administración de justicia es el más firme pilar de un buen gobierno”.
Acabo con dos cositas más que tienen en común DYP y “The Good Wife”. Una, que ambas series reproducen un parecido ambiente en el que pugnan por el poder gentes de la política, la justicia, las grandes empresas (del ámbito de la energía, las finanzas, la tecnología), magnates, multimillonarios, abogadas despiadadas, políticas y políticos sin escrúpulos, asesores con piel de hiena, grandes profesionales de los medios… Una gozada, vamos.
Marcia Gay Harden es Claire Maddox en DYP
(news.directv.com)
Y dos: que ambas se inspiran en hechos reales, en acontecimientos de los gordos, de Estados Unidos, claro, de los que tienen eco en ámbitos políticos y mediáticos: el escándalo Enron, el caso Madof, Wikileaks... Y ambas lo hacen bien, porque disfrazan convenientemente los escándalos, lo suficiente como para que se reconozcan sin que se identifiquen del todo. Algo parecido quiso hacer “The Newsroom” y le salió mal.
La trama
Acabo esta reseñita con lo más característico de DYP: su trama, su narrativa no lineal, con saltos hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, sus giros inesperados, sus vueltas y retorcimientos de tuerca, presagios, posibilidades de hechos que puede que hayan sucedido y puede que no, maniobras de distracción, estrategias que conducen a falsas conclusiones, múltiples líneas argumentales y cabos deliberadamente sueltos que se retoman cuando al guión le conviene. En fin, que resulta todo muy entretenido y de verdad engancha.
Por ejemplo, en la primera temporada, desde el comienzo del episodio uno, ya sabemos qué pasará al final del número trece. La gracia está en descubrir cómo demonios llegamos hasta ahí. Zelman lo explica así [traduzco libremente de la Wikipedia]: “Desde el principio sabemos adónde nos dirigimos y vamos construyendo momentos que apuntalan la trama y conducen a ese final deseado, que tenemos siempre muy claro, aunque también dejamos espacio a la improvisación”.
En fin, zinéfilaz y zinéfiloz, teleadictas y teleadictos del planeta, me apuesto mis plantaciones de algodón a que, si veis la primera temporada, querréis ver la segunda. Y de las demás ya hablaremos. Os saluda cariñosamente vuestra amiga
Noemí Pastor