Una lectura ligera, superficial o en la que falta el interés requerido puede provocar que el lector se lance a aseveraciones simplistas en las que solo destacarían los picos llamativos de la trama olvidándose de la planicie argumental que es donde a veces suceden los hechos, donde se encuentra la esencia.
La hoja plegada es sin duda uno de esos libros que apelan a la observación por parte del lector durante cada paso sobre la planicie, los picos argumentales se elevan de manera evidente y son insoslayables pero mirar a las alturas sin mirarse nunca a los pies puede hacer que tropecemos y nos quedemos con una sensación algo superficial de lo que verdaderamente encontramos.
Valga la introducción para destacar que en muchas reseñas se habla sin evasivas de un coming-of-age homosexual. No me atreveré a contradecir que los picos del paisaje den a pensar que de eso trata la novela aunque yo prefiero quedarme en la llanura.
Lymie, personaje trazado a pinceladas gruesas y acentuadas, es un joven de constitución y salud frágil, con gran potencial intelectual y escasas aptitudes atléticas. Huérfano de madre y víctima de un padre avasallador, cuando no ausente, no encuentra su lugar.
Spud, joven atlético, activo y popular vive arropado por su familia añorando su procedencia rural en la que se iba forjando como un joven sano y fuerte.
Una broma de Spud y del destino hace que el asustadizo Lymie pase a ser parte integrante de la familia de Spud, será bien recibido en casa de este, agasajado por sus padres y encontrará el significado de la palabra familia.
¿Cómo dos seres de naturaleza tan dispar llegan a hacerse amigos inseparable? El autor muestra el desarrollo vital de ambos hasta el momento en que deben mudarse a otro estado para proseguir con sus estudios. Lymie sigue siendo un joven desgarbado y desmañado mientras que Spud se ha convertido en un fornido boxeador popular en el edificio de estudiantes que habitan.
“Para
conocer la injusticia del mundo sólo hace falta un poco de experiencia.
Para aceptarla sin amargura o envidia se necesita casi la suma de toda
la sabiduría humana, cosa que Lymie Peters, a la edad de quince años, no
poseía. No pudo evitar darse cuenta de que la balanza de la suerte se
había inclinado considerablemente a favor de Spud, y sentirse agraviado
por ello. Pero lo que más le reconcomía era que Spud fuese, además, un
atleta nato y la encarnación del ideal con el que soñaba despierto a
menudo.”
La cita muestra la ambivalencia afectiva de Lymie con respecto a Spud: lo observa desde lejos, desde abajo, como si fuera un dios, como si quisiera ser él a la vez que disfruta de cada roce con su cuerpo, se esmera en curarle las manos después de un combate y espera con ansia el momento de dormir con él bajo las mismas sábanas. Existe una mezcla de absoluta devoción y entrega que Lymie sabe que no puede traspasar hasta que se interpone entre ellos una joven, hecho que desestabilizará dramáticamente a Lymie y lo llevará a tomar una decisión inesperada.
Por supuesto, se puede interpretar el amor de Lymie por Spud como una atracción homosexual irremediable y no correspondida, estos son los picos, amor desenfrenado, total entrega, pérdida del norte cuando quien deseas se aleja pero en la llanura hay bastante más que eso: la propia naturaleza del amor como sentimiento indefinible por la cognición, solo circunscrito por el plano empírico, por aquel que siente. El libro es, por lo tanto, una novela de iniciación que explora lugares recónditos del amor al que al propio autor, a pesar de forzarnos a elevar la vista a las alturas, no interesa ningún tipo de especificación.