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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Desgracia, de J.M Coetzee

Hace apenas unos meses y con ocasión de la lectura conjunta que se originó en el Café Literario sobre la novela de Roger Smith Diablos de Polvo, algunos compañeros nos sentimos motivados a descubrir otra vertiente de la realidad de Sudáfrica así como a la que es, probablemente, la figura literaria más relevante de este país : J.M Coetzee. La novela que elegimos fue Desgracia, premio Booker en 1999.

"Pero la verdad, él lo sabe, es totalmente diferente. El placer por vivir se había apagado. Como una hoja en un arroyo, como una hoja al viento había empezado a flotar hacia su fin. Ahora lo ve claro y lo llena de ...(la palabra no lo abandona) desespero. La savia de la vida está dejando su cuerpo y el desespero está tomando su lugar, un desespero que es como el gas, inodoro, insípido y sin nutrientes. Se aspira y los miembros se relajan,  deja de preocuparse incluso en el momento en que el acero toma contacto con la garganta"

Este párrafo introductorio resalta, en gran medida, la personalidad del personaje alrededor del cuál gira la trama de Desgracia.
David Lurie es un profesor divorciado en su madurez que va tomando conciencia de los cambios que van acontenciendo en su vida, ya no es aquel hombre seductor cuyo porte facilitaba relacionarse con mujeres y ahora recurre a prostitutas para satisfacer sus instintos, su potencial intelectual no se ve debidamente explotado en el trabajo de docente que desempeña y que no le aporta más que tedio además de una terrible sensación de rutina y tiene un proyecto literario anodino sobre la vida de Lord Byron con el que llena su tiempo libre pero del que sabe que no sacará provecho alguno. Todo parece cambiar cuando entra en escena Melanie, una de sus jóvenes estudiantes con la que mantiene relaciones sexuales. Lejos de dejarse llevar por ilusiones amorosas, David experimenta nuevas sensaciones ya perdidas que lo hacen querer seguir la relación con Melanie hasta que todo se ve truncado cuando el instituto en el que enseña debe tomar una decisión: saben de la relación entre el profesor y la alumna y deben actuar. David se encuentra entre la espada y la pared, debe disculparse para conservar su trabajo pero su moral no se lo permite y decide dimitir. Se traslada al territorio rural donde vive su hija Lucy. Tras la cordialidad inicial de rigor después de no haberse visto durante mucho tiempo, viejas heridas empiezan a resurgir, David no llega a compartir o a comprender el estilo de vida de Lucy, que mantiene una relación homosexual y vive sola y apartada en una granja, la situación es insostenible hasta que son víctimas de un ataque despiadado en el que, además de las consecuencias imaginables, una desgracia de mayor calibre hará a padre e hija replantearse los esquemas de su relación y los forzará a depender de los agresores.

Es fácil empatizar con David Lurie, su existencia vacua, los errores que comete y su decisión de adoptar una postura pragmática ante la vida, carente de artificios en la que los sentimientos y la implicación se petrifican lo convierten en un personaje, de cierto modo, cercano, incluso común, sobretodo cuando su tendencia se contrapone a la imagen exterior que ofrece, mucho más sólida y menos vulnerable.

J.M Coetzee (1940), doble premio Booker
por Vida y época de Michale K (1983) y
Desgracia (1999) y galardonado con el
premio Nobel de Literatura en 2003.
Otro tema tratado que sirve como escenario y como sustento del nudo de la trama es el que refiere las consecuencias del apartheid. El ataque perpetrado en la granja es llevado a cabo por hombres de raza negra, que más tarde, intentarán someter a los protagonistas a su voluntad mediante el chantaje y la amenaza. Coetzee muestra aquí la impotencia del hombre blanco ante el nuevo poder esgrimido por la raza negra y el odio recalcitrante de ésta debido a la opresión sufrida en el pasado.

Una de las novelas más reveladoras e impactantes que he leído este año, la prosa de Coetzee, directa y punzante, transparente, y el relato en tercera persona parecen concordar con David Lurie proporcionando distanciamiento y pragmatismo aunque dejando una sensación de amargura y desespero, como se ve en el párrafo introductorio, que tarda en diluirse. Es, sin duda, una obra que recomendaría, siempre advirtiendo que toca una fibra sensible por dentro, la que activa nuestro desespero y nuestros sentimientos de impotencia.


Opinión de @Offuscatio
Opinión de Marilú CuEnTaLiBrOs