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lunes, 17 de febrero de 2014

Glaciares, de Alexis M. Smith

“Es un extraño producto de enamoramiento, piensa, lo de contarle a alguien cosas prosaicas. Tomar conciencia de otra persona de repente te agudiza los sentidos, de modo que la atención se focaliza en las cosas pequeñas y el mundo parece ser más bello y complicado”.

"Quiere que él quiera mirarla"

"No perduramos, pensó. Al final, solo las historias sobreviven"

"Por monónoto y desagradecido que sea su trabajo a veces se alegra cuando piensa que que sus compañeros- unas doce personas encajadas en pequeñas oficinas en el sótano-todos disfrazados de geeks inofensivos podría estar dispuestos a salvar el mundo si fuera necesario"






He leído todo tipo de críticas sobre la novela debut de Alexis M. Smith, la mayoría de ellas apunta a una voluntad clara por parte de la autora  por complacer a cierto grupo de lectores con unos patrones temáticos determinados y muy a la moda, dejemos fuera las etiquetas. Los mismos críticos apoyan su opinión apuntando a cierta  simpleza narrativa en la exposición de ideas. No les puedo quitar la razón ni trataré de batallar en contra, solo cambiaré, casi sin querer, un término: simpleza por sencillez.  Y es que casi siempre la sencillez me parece toda una virtud. Si esto puede conducir a equívoco diré que una vez más ha sido el cómo más que el qué lo que me ha subyugado, cómo expresarse casi en silencio bajo el ruido que ahoga la voz. A veces, las tramas sencillas son un terreno fangoso que, al adentrarnos, nos pueden engullir en su profundidad oculta.

 Isabel es una joven nacida en Alaska y residente en Portland que conserva de su infancia una caja de recuerdos a los que asocia una idea, un sentimiento, portales a su mundo interior por el que deambula cuando el glaciar está a punto de derretirse bajo los efectos de los agentes externos. Tiene fijaciones- Amsterdam, la foto de un beso, un vestido y un joven compañero de trabajo por el que empieza a tener sentimientos.

Me sentí arrastrado, incluso identificado por las asociaciones de ideas. Lo que perduró del libro fue una imagen mental, la de alguien que asiste a lo que ocurre en el mundo con los ojos muy abiertos, ante la incertidumbre de lo que puede o no ocurrir, con miedo de interferir solo con respirar, refrenado por el miedo a actuar. Ese estado en el que uno mismo es lo estático ante una vorágine incontrolable a nuestro alrededor.

¿Recomendarla? Si esperáis la novela del año, no. Si esperáis una novela corta, muy bien escrita y cuyo punto fuerte radica en una serie de imágenes muy bien construidas sin el mínimo ápice de pretensión estilística y que deje un rastro de nostalgia por lo vivido y de lo que queda por vivir- o la idea de ello ¡adelante! Si sirve de algo mi opinión personal, aunque vaya directamente en contra de otras muchas, he disfrutado mucho de esta novela, mucho más de lo que pensaba.