@Offuscatio tuvo la genial idea, hace unos meses, de adentrarse en la obra de Unica Zürn (1916-1970), poeta, pintora y autora alemana perteneciente al surrealismo cuya vida estuvo marcada por una profunda depresión que la llevó al suicidio y que fue la principal fuente inspiradora de su manifestación artística.
Su vida privada es de especial importancia para comprender su obra. Se casó con Erich Laupenmühlen, un hombre de negocios con el que tuvo dos hijos que fueron confiados a la custodia paterna debido a la fragilidad mental de Unica. Más tarde se casó con Hans Bellmer, después de haber trabajado para diversas publicaciones como escritora y es en este momento en el que entra en contacto con el círculo intelectual surrealista. Varios escritores, entre los que destaca Henri Michaux, se convertirán en amigos y referentes. Unica empezará la creación de sus famosos anagramas y de sus dibujos a tinta china incluso estando recluida en hospitales psiquiátricos, siendo Michaux quien le proporciona los materiales necesarios. Después de una hemiplejia incapacitante que sufre Bellmer, Unica publicará Primavera sombría y El hombre jazmín, las dos novelas de las que nos ocuparemos en esta reseña.
Primavera sombría (1969)
... o la muerte de un mundo en flor.
"Ella querría vivir siempre a la espera. Con un beso todo llegaría a su fin. Con un segundo beso todo se convertiría en una costumbre"
Una niña fascinada por su padre al que adora y descuidada por su madre a la que odia se enfrenta a las inseguridades de una adolescencia a punto de manifestarse. La figurita de marfil a ojos de su padre es frágil y vulnerable, insegura y temerosa aunque muy consciente del mundo que la rodea. La fascinación por las características atribuidas al género masculino, encarnadas en todos los hombres blancos- término que tomará su forma final en la novela El hombre jazmín- su padre, un profesor y en última instancia, un monitor de natación, la llevan a abstraerse en pensamientos que ella no llega a comprender pero que no puede evitar y que la van arrastrando hasta un punto culmen donde deberá tomar una decisión para que el objeto de su deseo, nunca materializado, no perezca . La abstracción la obliga a refugiarse en su propia imaginación para soportar su propia existencia, , "la impureza del pensamiento infantil" contrasta con los juegos inocentes propios de su edad y la niña sin nombre sigue caminando por una senda, descubriendo una primavera sombría en la que es capaz de percibir los campos en flor aceptando que "la vida sin la desgracia es insoportable" con una obsesión que nubla su mente: la preservación a toda costa de una pulsión interna que da sentido a su vida pero que no es capaz de abarcar con sus brazos.
El hombre jazmín (1971)
Unica Zürn se bifurca, se debate entre la locura y la cordura y se desmarca de su propio ser para ser vista por ella misma, primeramente desde una distancia, más tarde desde una cercanía sorprendente; un yo que observa a otro yo y que se va conjugando
"Nada puede ocurrirnos porque no podemos ocurrirnos a nosotros mismos"
El hombre jazmín es "la visión del amor", una bestia blanca, gigantesca de ojos muy azules que se va equiparando con muchos de los hombres trascendentales en la existencia de Zürn. El término que designa una alucinación recurrente de la autora enlaza a la perfección con los hombres objeto de fascinación de Primavera sombría, seres que significarán su salvación, su redención. En esta novela, totalmente autobiográfica conocemos el trascurso de los ingresos de Unica en clínicas psiquiátricas en las que experimentará vivencias que describirá con todo lujo de detalles. Quizás lo más fascinante del libro sea la total lucidez con la que está escrito, en pleno conocimiento de su enfermedad, relatando episodios sobre sus propias crisis y detallando los escenarios en los que ocurren con una perfección absoluta: así, aparecerán los lugares que la autora frecuentaba tanto en su país natal como en París (la calle Mouffetard...) Escrito en un tono místico, con referencias al Tai-Chi y a la´numerología con un sentido casi cabalístico, con un uso predominante de metáforas, Unica nos relata, de manera magistral y más madura estilísitcamente que en Primavera Sombría, el proceso de la espera, la espera de ese ser que la salvará, que le habla y que domina su voluntad. Un testimonio desgarrador sobre la locura, sobre la lucidez y la cordura, sobre una búsqueda infinita, representada por el número ocho y el devaneo entre la vida, representada por el número 9 (con la cabeza hacia arriba) y por la muerte, representada por el número 6 (con la cabeza hacia abajo). Binomios, dos en uno, la que ve y la que es vista, la lúcida y la presa de la locura, indisolubles, indistintos, imposibles de salvar.
Recomendar a una autora como Unica Zürn no es sencillo.Heterogénea en estilo a pesar de su corta trayectoria literaria, críptica y de perturbadora vehemencia nos encontramos ante una lectura compleja que se debe ir desgranando pero que, sin duda, merece el esfuerzo no sólo por el testimonio que ofrece sino por ser de esos libros que indagan en el ser causando que nos veamos a nosotros mismos en los destellos de un espejo del que quizás creemos conocer todos los reflejos.