"ni siquiera me siento melancólico, soy Titiro y solitario y me gustan los paisajes y los libros que no me distraen de mis pensamientos. Porque mi pensamiento es triste, es serio y cuando estoy con otros incluso sombrío. Mi pensamiento es lo que más amo de todo y es porque cuando lo atravieso busco sobre todo llanuras, estanques sin sonrisa, landas. Lo atravieso despacio" >>
"Cuando un filósofo responde, ya no comprendemos en absoluto lo que habíamos preguntado"
"La percepción comienza en el cambio de sensación"
"La aceptación del mal lo agrava, señores- se convierte en un vicio que empieza a deleitarnos"
Cierto es que el primer acercamiento a Gide con El inmoralista y con La Sinfonía Pastoral no estuvo a la altura de mis muy, lo confieso, altas expectativas. No sé muy bien qué me llevó a la lectura de Paludes, las sinopsis que encontraba hablaban sobre todo de una historia relacionada con el Titiro de las Bucólicas de Virgilio, lo cual es cierto pero hay mucho más en este librito, segundo en la bibliografía del autor, que referencias intelectuales que pueden parecer a priori densas o signos inequivocos de rasgos de estilo pretenciosos.
El protagonista del libro es un escritor sin nombre en plena creación de una suerte de diario, Paludes, que narra "la historia de un soltero que vive en una torre de la que no sale nunca" Poco más hace nuestro protagonista, además de reunirse con Angèle, que no ve sentido a la obra del escritor y relacionarse con la élite literaria del París de finales del siglo XIX.
Hay por lo tanto un fuerte contraste entre la contemplación bucólica del Titiro que habita la torre en la obra del escritor y sus encuentros mundanos con los intelectuales de la época. El escritor se bifurca, se vierte en reflexiones e ideas en su libro a la vez que intenta vincularse al entorno que por su posición le corresponde.
No ocurre demasiado más. La acción es casi inexistente porque esta antítesis representada en el escritor, el mundo frente a su obra, sirve de brillante sátira sobre las convenciones sociales y el mundo interior de quien, arrastrado por la ataraxia social, sigue escribiendo por tener algo que hacer, por crearse un propio mundo del que él mismo tiene las riendas, por alejarse de lo que se espera de él con una determinación que ni siquiera las duras críticas de Angèle lograrán quebrantar.
Monólogos interiores, diálogos que rozan lo cómico... una novela de contrastes escrita durante un periodo en el que Gide pasaba por una época depresiva. Parece como si el propio Gide intentara refugiarse en su escritor creado que a su vez se refugia en su torre, en su soledad, apartado de lo mundano.
Gide llega a la profundidad existencial mediante reflexiones que oscilan desde líneas narrativas que disertan sobre la insignificancia de la vida, las relaciones humanas o incluso la infidelidad entremezclando el tono introspectivo con diálogos de un humor agudo. Los diálogos entre Angèle y el protagonista en los que suele resurgir el pragmatismo inconsciente de Angèle, que el escritor no llega del todo a comprender, son el mejor ejemplo.
Gide llega a la profundidad existencial mediante reflexiones que oscilan desde líneas narrativas que disertan sobre la insignificancia de la vida, las relaciones humanas o incluso la infidelidad entremezclando el tono introspectivo con diálogos de un humor agudo. Los diálogos entre Angèle y el protagonista en los que suele resurgir el pragmatismo inconsciente de Angèle, que el escritor no llega del todo a comprender, son el mejor ejemplo.
Una novela corta, muy corta pero con mucho jugo, diferente a las otras dos que he leído del autor y que recomiendo muy encarecidamente por su originalidad.