"Estoy citada. El jueves a la diez en punto. Cada vez me citan más a menudo. El martes a las diez en punto. Miércoles o lunes, como si los años fueran una semana. Ya me sorprende que, después del verano tardío, pronto sea otra vez invierno.
En el camino al tranvía cuelgan otra vez los arbustos con las bayas blancas entre las vallas. Como botones de nácar que estuvieran cosidos por debajo, quizás hasta dentro de la tierra. O como diminutos panecillos. Para las cabezas blancas de pájaros de pico curvo son demasiado pequeñas esas bayas blancas. Pese a lo cual debo pensar en cabezas blancas de pájaros, y eso produce vértigo. Mejor pienso en manchas de nieve en la hierba, aunque ahí uno se pierde, y pensar en tiza adormece.
El tranvía no tiene horarios fijo. Me parece que está llegando, si no es el susurro de los álamos de hoja dura. Ya esta aquí, hoy quiere llevarme enseguida."
Salir, escapar, huir, respirar fuera de dos puntos, de un recorrido en el que ni la partida ni el destino permite la plena oxigenación de los pulmones. Dos puntos de dos caminos paralelos: el primero, físico, del inhóspito hogar a una fría oficina; el segundo temporal; de un pasado desesperanzado después de un intento de mejora a un presente inalterable, estancado, en el que cualquier expectativa de cambio es una promesa de aire puro. ¿Qué no haríamos ante la amenaza de asfixia?
Opresión en el pecho, en el país bajo el régimen tiránico de Ceaușescu, una joven que trabaja en una fábrica de ropa que será exportada cose mensajes para que así lleguen al exterior del país, ese es su crimen. El camino que debe recorrer acaba en una oficina en la que un funcionario del estado déspota que representa el régimen la presionará y le oprimirá las vísceras con las tenazas del miedo. Durante el trayecto, la joven, con el fuerte presentimiento de que este interrogatorio será peor que los precedentes, rememora su vida, la de los que conoce, piensa en el "hoy", en el "ahora" sin futuro y desea con todas sus fuerzas no haberse encontrado a sí misma en ese "hoy", en ese "ahora". Reflexiona sobre la esperanza que un día hubo de huir, de un sueño de libertad frustrado y observa los objetos, a los demás, a lo que la rodea; todo es símbolo de la miseria y del totalitarismo en el que vive inmersa. Vivir con miedo es vivir a medias o no terminar de morir, la libertad es el único remedio revitalizante capaz de completar la vida, sin embargo, un paso en falso capaz de consumar la muerte.
El realismo exacerbado prima en esta obra de la genial escritora procedente del Banato rumano durante el régimen de Ceaușescu en el que el lirismo que define su estilo desciende un grado para dar paso a un grito desesperado de libertad. El simbolismo habitual de la autora sigue estando presente, sobre todo en las evocaciones que se van entrelazando con el presente a modo de recuerdos y observaciones que reproducen el fluir natural del pensamiento. Junto a La bestia del corazón y los relatos recopilados en En tierras bajas, Hoy hubiera preferido no encontrarme a mí misma es un testimonio realista y crudo narrado en el estilo personalísimo y magistral de una de las mejores autoras de los últimos tiempos.