"Caigo sobre las espinas de la vida, sangro.¿Y luego? Caigo sobre las espinas de la vida. ¿Y después? me acuesto con una mujer, me tomo unas cortas vacaciones y poco después vuelvo a caer sobre las mismas espinas sintiendo recompensa en el dolor o sufriendo en la alegría-¿quién sabe cuál es la mezcla? [..] ¿No hay nada más entre el nacimiento y la muerte de lo que saco de esta perversidad? ¿Solo un balance favorable de emociones ingobernables? ¿No hay libertad? ¿Sólo hay impulsos? ¿Y qué queda de todo lo bueno que hay en mi corazón? ¿Significa algo?¿Es sólo una broma?¿Una falsa esperanza que hace sentir al hombre la ilusión del mérito? Y así sigue esforzándose pero todo lo que hay de bueno no es falso, sé que no lo es. Lo juro"
"Estoy dispuesto a abrir mi corazón sin recrearme en el dolor y no necesito doctrina o teología del sufrimiento para ello. Nos gustas demasiados los apocalipsis y las éticas de crisis y los extremismos floridos con su lenguaje apasionante. Discúlpenme pero yo no, ya tengo toda la monstruosidad que necesito"
Moses Herzog es un judío americano en plena crisis de mediana edad. Acercándose a los cincuenta el balance de su vida se presenta desfavorable: sus sueños literarios se ven irrealizados, su trabajo como profesor no le satisface y su segundo divorcio ha sido consecuencia de un plan humillante de su exmujer para vivir con su amante en el hogar familiar y blindar las posibilidades legales de Herzog para actuar contra ella. Herzog está perdido a pesar de haber conocido a la mujer perfecta con la que teme comprometerse.
Esta es la trama central, a muy grandes rasgos, de la gran novela de Saul Bellow, premio Pulitzer y Nobel de Literatura en 1976. Un solo personaje en retroceso existencial que pretende gritar su dolor pero es acallado por las convenciones ¿Cómo gritar en silencio? Herzog buscará dentro de sí mismo las respuestas, intentará resarcirse y consolarse, sosegarse mediante cartas que nunca envía, cartas en las que expresa sus desilusiones, frustraciones y en las que intenta cambiar de ruta hacia un destino que lo redima. La mayor parte de estas cartas son mentales y presentan desde la exposición de ideas filosóficas de figuras como Nietzsche, Spinoza o Heidegger hasta el duelo dialéctico en el que Herzog participa con voz de lamento. Resulta llamativo comprobar que la frecuencia de las cartas es mayor en la primera mitad del libro y va disminuyendo a medida que Herzog va tomando las riendas de su vida.
Herzog tendrá problemas para conciliar lo cóncavo y lo convexo, la ataraxia en la que se ha acomodado con una toma de acción inminente que lo sitúe en un terreno llano y por ello actuará con una indiferencia indolente que le sirve de escudo pero que sangra por dentro, su despertar será gradual, insólito hasta para él mismo.
Como advertencia a lectores potenciales, la recomendación o incitación a leerla viene implícita en el tono de la reseña, debo decir que quizás cuesta empatizar con Herzog que parece hacerse borroso en compañía de unos personajes secundarios que brillan con luz propia, que actúan para bien o para mal mientras Herzog se deja arrastrar a la deriva, hará sentir al lector el impulso de hacerlo despertar, hacer que mire alrededor, parecerá un esfuerzo en vano, habrá que dejar que siga su propio ritmo. Como nota anexa cabe destacar que existen numerosas coincidencias en las vidas de Moses Herzog y el propio Saul Bellow, ambos judíos norteamericanos descendientes de una familia de inmigrantes que lucha por hacerse un hueco en la sociedad americana. No sorprende que el libro contenga elementos formales que lo clasifican en la categoría de literatura judía, no en vano, el prólogo de la edición americana está escrito por Philip Roth y es fácil observar semejanzas entre la novela y Pastoral americana aún siendo las historias muy diferentes. Sin duda, uno de los libros del año del que extraje más pasajes subrayados que de ningún otro a los que vuelvo periódicamente, sirva esto de recomendación encarecida.