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lunes, 24 de septiembre de 2012

Ferdydurke, de Witold Gombrowicz

Traducción recomendada
"Y justo como había hecho antes, durante la hora del almuerzo, volvió a insinuar el problema de la inocencia a los formalistas, a los que tanto  había indignado, a los que había incrementado la inmadurez cien veces y con los que estaba ahora discutiendo sobre mis piernas modernas. Y ahí estaba yo escuchando con entusiasmo- relacionaba las pantorrillas de mis piernas con las de la nueva generación-¡llegando a sentir la crueldad de los jóvenes hacia las pantorrillas viejas! Había también un tipo de camadería de piernas con la Colegiala, además de una connivencia clandestina y voluptuosa, y el patriotismo de piernas, y el descaro de las piernas jóvenes, y el orgullo de la sangre joven en la pantorrilla de la pierna y un culto a la pantorrilla de la pierna  y..¡oh! ¡qué parte del cuerpo tan diabólica!"

¿Extraño? Puede. ¿Desconcertante? Mucho ¿Caótico? Increíblemente pero esperad, todo encaja en una lógica algo lunática. El fragmento señalado es prototípico de lo que encontramos en el célebre libro de Witold Gombrowicz pero si nos paramos a leerlo y a disfrutarlo descubriremos que el caos es una forma nueva de expresión, vanguardista e innovadora y muy personal y sobretodo poseedora de un sentido del humor absurdo y sagaz, durante décadas intraducible, durante años incomprendido pero absolutamente imprescindible para los lectores más admiradores del Modernismo.

Le debo a Roberto Bolaño el empujón final que me lanzó a esta novela que llevaba años esperando su turno en la estantería. No pude evitar sacarla y ponerla en un lugar más accesible para futuras lecturas al leer la mención que hace el escritor chileno a la obra en su lista de autores modernistas en Los detectives salvajes. Esto es lo que encontré:

Joseph Kowalski es un hombre solitario en la treintena que, de repente, durante el transcurso de una agónica noche, se encuentra rejuvenecido y "empequeñecido" hasta equipararse físicamente con un adolescente de unos dieciséis o diecisiete años. La primera consecuencia de este extraordinario acontecimiento es su vuelta al colegio, donde será tutelado por Pimko, un excéntrico profesor y donde pronto descubrirá que sus compañeros poseen unas características fuera de lo común ante las que Kowalski no sabrá muy bien cómo actuar. Será testigo de una batalla de muecas- habéis leído bien- a vida o muerte en las que los rivales encarnarán, uno a la inmadurez y su insolencia y el otro a la madurez y sus cambio inherentes: la batalla de muecas es una metáfora que induce a pensar en una violación, un episodio despiadado, contado con un gran sentido del humor llegando a altísimas cotas de lo absurdo. Interrumpiendo esta cruenta batalla, de la que se escindirán consecuencias, Pimko nos introduce a un nuevo escenario al transladar a Kowalski a un lugar nuevo habitado por otros jóvenes entre los que se encuentra a Zutka, la Colegiala, una bella joven con la que Kowalski redescubrirá el amor y la pasión- una pequeña advertencia es de rigor- los capítulos pertenecientes a esta parte, a pesar de tratar el tema del corazón, presenta situaciones tan absurdas y surrealistas como el anterior, tónica recurrente, además, en todo el libro. La tercera parte se centra en la búsqueda del hombre común, por lo tanto es de contenido muy existencial, Kowalski y su compañero Polilla, huirán para buscarlo y acabarán rescatados de todos sus contratiempos por la tía de Kowalski, que entre otras cosas, no reparará en el cambio de aspecto de su sobrino.

Existencialismo, amor, el verdadero yo, el retrato de la sociedad de la época, los cambios consustanciales con la llegada de la madurez y el abandono de la niñes y de la adolescencia, filosofía pura, eso sí, con un gran sentido del humor y aún hay más: el libro presenta dos interrupciones, puntos de vista del propio autor, que nos ofrece sus cavilaciones sobre dos temas ajenos a la trama: en la primera, Filifor forrado de niño, el autor medita y ataca sin piedad a la mediocridad en el arte con un incisivo énfasis en las obras literarias; al leerlo nos damos cuenta de que esta crítica sigue vigente; y Filimor forrado de niño en la que ataca a las obras maestras , a la pretenciosidad y al supuesto carácter del escritor que produce obras de este calibre. Un cita llamativa, autocrítica y genial podría ser:

"¡Genial! He escrito una obra estúpida pero no he firmado un contrato con nadie que me obligue a escribir algo únicamente sabio y perfecto. Le di alas a mi estupidez y aquí estoy... renacido."

Witold Gombrowicz (1904-1969)
Tuve la suerte de disfrutar de una maravillosa edición con un prólogo escrito por Susan Sontag en el que la escritora mostraba su satisfacción por haber podido leer una traducción de calidad. No ha sido siempre así, la obra era intraducible por la cantidad de neologismos y vocabulario propio que presenta, que el lector adoptará y hará suyo y que es imprescindible para la comprensión de la obra, (un ejemplo son algunas partes del cuerpo, mencionadas siempre bajo  términos a priori incomprensibles) y por el personalísimo estilo al usar el lenguaje y los juegos de palabras.

Leed Ferdydurke, lo recomiendo sin vacilaciones, penetrad en ese caos, en esa maraña que se va desliando hasta acogeros en un viaje en algo parecido a un espectáculo circense de payasos, con lágrimas absurdas, con risas absurdas, cargado de reflexiones profundas que en apariencia no son tomadas en serio ni por el propio autor, a medio camino siempre entre lo surrealista y lo cómico, que confluyen en el asombro y las risas que el libro provocará desde la primera frase hasta la última, que  os puedo garantizar que no olvidaréis jamás.