"Un ser humano que pesa setenta quilos contiene entre otras cosas:
-Suficiente caliza para blanquear un corral
-Suficiente fósforo para hacer 2.200 cerillas
-Suficiente grasa para fabricar aproximadamente 70 pastillas de jabón
-Suficiente hierro para hacer un clavo de cinco centímetros
-Suficiente carbón como para hacer 9.000 puntas de lápices
-Una cucharada de magnesio
Peso más de setenta quilos. "
"Si el universo es efímero podemos sentir que la existencia humana no tiene sentido. ¿Para qué hacer algo? Por otro lado es tentador tratar sacarle el mayor provecho. De todas formas estoy aquí. La imaginación no sirve de nada cuando intento imaginar dónde estaría si no estuviera aquí"
Hace no mucho leía un artículo en The New Yorker sobre un ensayo escrito durante la República de Weimar por un buen hombre, un sociólogo que apuntaba premonitoriamente al centro de la diana de nuestro presente para denunciar nuestra predisposición a la conectividad: estamos perpetuamente receptivos a "lo nuevo" que caduca en instantes y que es reemplazado por algo "aún más nuevo". No tenemos tiempo de aburrirnos, al fin y al cabo, todos llevamos tecnología en los bolsillos, nos ciegan las luces de neón, nos ensordecen los anuncios a todo volumen, siempre en un tono que nos induce a consumir para realizarnos personal e incluso socialmente, a estar en un eterno estado estado de autoactualización. En breve, no disponemos de tiempo vacío y confundimos tiempo vacío con tiempo perdido. Una de las frases más reveladoras del ensayo da bastante que pensar "La gente que hoy en día tiene tiempo de aburrirse y todavía no se ha aburrido es tan aburrida como la gente que se las arregla para no aburrirse nunca" Resulta que quizás sería conveniente aburrirnos un poco más.
El protagonista de Naïf. Super se aburre, se aísla y pasa mucho tiempo consigo mismo. Su hermano mayor ha viajado al extranjero y le ha dejado vivir en su apartamento durante su ausencia. Pasa las horas pensando, sin saber qué hacer coge un libro de la estantería, un libro que habla sobre el universo, que expone diferentes teorías sobre su origen y su fin y va tomando consciencia de sí mismo, de su lugar en este caos que habitamos, hace listas, muchas, sobre cualquier banalidad que le pase por la mente, cualquier tema que lo ayude a conocerse y a dar sentido a la existencia. Para matar las horas jugará con una pelota roja, con un juego infantil de mesa y conversará con un niño de nueve años. La mayoría de personas que lo rodean no entiende bien su actitud, creen que pierde el tiempo, que piensa demasiado.Su hermano lo incita a salir de la coraza proponiéndole un viaje a Nueva York. Sin embargo, si prestamos atención, nos damos cuenta de que el protagonista vive, conoce a una joven, explora el mundo en actitud pasiva, simplemente se deja vivir.
Un libro que me entusiasmó por su trasfondo filosófico y existencial, muy accesible, un libro directo, está compuesto de un buen número de capítulos muy breves. Tiene un tono divertido, irónico, arranca sonrisas durante la lectura y por ello no puedo más que recomendarlo advirtiendo que mi entusiasmo supera con creces la propia calidad del libro pero confiando en que produzca el mismo efecto en quien lo lea.