El año pasado decidí felicitar la Navidad en el blog mediante un relato que me hubiera marcado, uno de esos relatos que son de lectura rápida y que ayudan a tomar el tono exacto del ambiente que, de manera súbita, cobra vida durante estos días. El elegido fue Un recuerdo navideño, de Truman Capote. El texto de Capote es agridulce y por esta razón y por mor del contraste, este año volvemos a la infancia de la mano de uno de los mayores poetas del siglo XX, Dylan Thomas, también partiendo de lo que somos ahora para redescubrir lo que éramos aunque esta vez en un tono igual de nostálgico aunque menos dramático que el del año pasado.
"Por aquellos años, las Navidades se parecían tanto unas a otras en aquel remoto pueblo pesquero, Navidades carentes de todo sonido excepto del murmullo de voces distantes, que sigo oyendo algunas veces antes de dormir, que nunca consigo recordar si estuvo nevando durante seis días con sus noches cuando yo tenía doce años, o si nevó doce noches o doce días cuando tenía seis"
"Vi, sentí, oí...", Dylan Thomas se deshace en percepciones para evocar el recuerdo de uno de los días de Navidad de su infancia. Si bien la mayor parte de la obra del autor es poesía, también escribió varios relatos y es éste uno de los más célebres. Un día de Navidad en el que un niño en un pequeño pueblo de Gales desmenuza con sus sentidos lo que acontece alrededor. Un pueblo lleno de gatos, de aromas de comida festiva, de carteros con la nariz roja de hacer la ronda bajo el frío y con la sonrisa esperanzadora de que merezca la pena por los aguinaldos, jóvenes que pasean bajo la nieve, incidentes domésticos que parecen querer luchar contra el estado de buena disposición que nos suele embriagar por estas fechas.
Dylan Thomas habla en pasado, evocando, haciendo poesía en prosa a través de descripciones, de percepciones interiorizadas y transmitidas de forma personal que despiertan en el lector una respuesta procedente de su propia experiencia. Al cerrar el libro, con una sonrisa, pensaremos que ya no es igual, quizás porque los tiempos han cambiado, o más probablemente porque ya no somos niños. Gracias a la genialidad de Dylan se nos permite reavivar la llama de lo que fue y calentarnos a la lumbre del recuerdo. ¡Feliz Navidad!