“Un buen libro debe ser simple. Y como Eva, debe provenir de algún lugar entre la segunda y la tercera costilla: debe haber un corazón latiendo en su interior"
A veces, los libros que relegamos a lecturas menores o que consideramos como de menor calibre esconden una agradable sorpresa que se nos va desvelando a medida que pasamos las páginas. La librería ambulante es un libro ligero, muy ameno, ideal para leer en una tarde, no es una lectura exigente pero la historia está muy bien relatada, tiene un tono costumbrista, alegre y simpático y numerosas citas que harán las delicias de muchos lectores.
"La última vez (un cliente) quería algo de Shakespeare pero no se lo di porque no lo vi preparado para leerlo"
Es en esencia un libro dedicado a los lectores, sea cual sea su nivel de experiencia y conocimiento literario, una oda al placer de la lectura y en ocasiones una crítica al mundo editorial que siguen vigentes hoy en día. En palabras de uno de los protagonistas: "Son casi increíble las estratagemas a las que descienden ciertos editores"
Helen McGill, mujer de edad madura se ocupa de una granja en la que vive con su hermano Andrew, un excéntrico escritor incipiente con una obsesión por la lectura un tanto desmedida que llega a conocer las mieles del éxito al publicar sus obras. Andrew se ausenta de la granja con frecuencia, dejando a Helen a cargo, hecho que provoca que Helen se plantee su vida. Un buen día, durante una de las ausencias de Andrew aparece el señor Miffin, propietario de una librería ambulante a la que llama Parnaso, que ha oído hablar de Andrew y de su voracidad lectora y que pretende venderle la librería con todo su contenido en libros además del perro y el caballo que lo acompañan de hogar en hogar por el sur de los Estados Unidos. Al señor Miffin le urge vender la librería pues pretende dedicarse a escribir un libro y Helen está cansada de su vida en la granja y quiere darle una lección a Andrew así que llegan a un acuerdo: Helen comprará la librería para darse a sí misma un cambio de vida y de paso para darle una lección a su hermano Andrew, este será el punto de partida de un sinfín de aventuras con las que los protagonistas se encontrarán por el camino.
Los personajes son caricaturescos, divertidos e incluso histriónicos y rozan el slapstick literario en muchas situaciones aunque esto no los hace carecer de profundidad, la novela es ágil y desenfadada y en muchos momentos es casi inevitable esbozar una sonrisa. El lector se sentirá muy identificado con algunas de las situaciones descritas y se reconocerá en muchas de las reflexiones.
No obstante, me gustaría hacer una pequeña advertencia a los lectores potenciales: la novela empieza con un pequeño prólogo en forma de carta, la remitente es Helen y el destinatario es el mismo Christopher Morley, autor del libro. Este prólogo desvela el final de la historia y por ello creo que no es conveniente leerlo al principio.
Dicho esto, recomendaría la novela a todos los lectores, a todo aquel que disfrute del placer de la lectura, a todo el que tenga claro que "un libro no es sólo papel y tinta sino toda una vida", puede que no sea el libro más relevante que hayamos leído pero merece la pena dedicarle una tarde, subirse al Parnaso, rodearse de libros y adentrarse en esta aventura que dejará, sin ninguna duda un grato recuerdo.
Christopher Morley, (1890-1957) fue un escritor, ensayista, poeta y periodista estadounidense que se inició en el mundo literario con La librería ambulante y que tuvo cierta relevancia en el panorama cultural de su país destacando por su sentido del humor y su uso de la ironía.