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lunes, 15 de abril de 2013

Nosotros los animales, de Justin Torres

"Golpeábamos y seguíamos golpeando: nos estaba permitido ser lo que éramos-pequeños animales asustados y vengativos, abalanzándonos sobre lo que necesitábamos"

Brooklyn. Década de los ochenta. Una familia de inmigrantes puertorriqueños: tres hermanos, Manny, Joel y supuestamente el alter ego del autor, sin nombre en la novela, juegan, se ensucian pelean, tienen hambre y reclaman la comida entre gruñidos a golpe de cubierto en la mesa. El padre, ausente y violento, aparece y desaparece con la misma frecuencia con la que cambia su humor de solícito a violento. La madre, disfuncional y depresiva con ganas de alzar el vuelo sin saber hacia donde, con ganas de quedarse, sin saber por qué.

El lado más salvaje queda al descubierto, en los adultos de forma vehemente y sin máscaras, en los niños oculto por la inocencia de la edad más tierna, la más visceral, la que nos hace movernos por el instinto de supervivencia, por el de la ley del más fuerte.

La infancia como una bola de fuego candente y compacta que responde al estímulo del recuerdo, al periodo anterior a la fría hoja de acero que corta un segundo cordón umbilical y que nos aboca sin remedio a la edad adulta en la que ya comprendemos, en la que modificamos nuestra conducta, en la que dejamos atrás una época en la que el salvajismo se nos permite antes de que un golpe asestado por el padre y que no se llega del todo a entender difumine la inocencia, antes de que presenciar un acercamiento íntimo y animal entre los padres tome un significado y nos empuje al otro lado del acero.

Justin Torres se sirve de imágenes para escribir una novela similar a un álbum de recuerdos en la que un título, rara vez más de dos o tres palabras, evoca un recuerdo de infancia narrado por él mismo que culmina con la aceptación y la comprensión otorgada por el paso de los años. El texto en primera persona simula un acercamiento a la bola de fuego y al calor que desprende al tocarla con el recuerdo para terminar con la perspectiva del adulto que experimentó los episodios, que los deglute y asimila sin olvidar un intenso sabor amargo. El paso a la narración en tercera persona, en capítulos introducidos por partes del día da un giro inesperado a la trama que culmina con un magnífico epílogo muy revelador.

Justin Torres
Se trata de una novela que trata el paso de la niñez a la edad adulta con crudeza sin estar desprovista de un estilo poético, casi lírico en ocasiones que, sin ser demasiado recurrentes, proveen al texto de una intensidad a ambos planos bastante notable. Una novela corta, de nos más de unas 150 páginas que va directa al grano presentando una realidad a pedazos aleatorios que representan el modo en el que nuestra memoria elige recuerdos determinados, una novela que no dudaré en recomendar y que ciertamente volveré a leer cuando se extinga el efecto de su intensidad.