Es una lástima que no hayamos tomado la decisión de escribir un blog desde el momento en que tomamos conciencia de nuestros intereses artísticos. Empezamos casi todos en un punto en el que mucho de lo que nos ha apasionado, marcado e incluso forjado como las personas que somos hoy no aparezca reflejado en un espacio que compartimos con nuestros similares. Difícil ponerle remedio, solo nos queda paliar lagunas con relecturas y revisionados, no es suficiente pero es menos que nada. La segunda película que os traigo hoy es un ejemplo.
Como novedad me he propuesto dos cosas:
-Aprovechar las columnas laterales del blog como mi amiga Laura, aunque iré poco a poco
-Contestar a todos los comentarios.
Empezamos.
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Empezamos.
גט, המשפט של ויויאן אמסלם Gett, el divorcio de Viviane Amsalem, de Ronit y Shlomi Elkabetz (8/10)
Desde que la película fue nominada a los Globos de Oro y después de la repercusión mediática que obtuvo fueron muchos los que me preguntaron sobre la verosimilitud del argumento. Más que un comentario sobre la película, dejaré unas notas culturales para responder a las preguntas de quien me siga y haya preguntado y para que sirva de guía a quien esté interesado.
Es la tercera parte de una trilogía que camina por sí sola. No es necesario ver las dos anteriores aunque sí ayudaría a comprender parte de la trama.
Viviane Amsalem, una israelí de extracción marroquí y observante decide separarse de su esposo pero él se niega en rotundo a concederle lo que llamarnos el גט - el divorcio o repudio. Sí, según la ley judía solo el marido puede "repudiar a la mujer en caso de querer disolver el matrimonio. La mujer tiene derecho a recurrir al rabinato para que fuerce al hombre a concederlo en un rito que creo que no conocéis pero que es denigrante para la mujer. La película se centra en estos juicios, en el rabinato intentando forzar el "get" de un matrimonio que parece perfecto y en la negativa del marido a concederlo.
Hay dos preguntas que me han hecho muchas veces : ¿puede ocurrir esto en el moderno estado de Israel? La respuesta es SÍ.
¿Ocurre en la práctica? La respuesta es NO. La gran mayoría de israelíes son ateos, agnósticos o lo que denominamos -masortim- tradicionales. No siguen a rajatabla los preceptos religiosos y por consiguiente se evita el matrimonio religioso. El Estado de Israel reconoce el matrimonio civil y es por esto que la gran mayoría de israelíes que se casan lo hacen en una embajada o en la cercana Chipre.Hay un desfase absoluto entre estado y religión y es ahí hacia donde apunta la magnífica Ronit Elkabetz. Un Estado que reconoce el matrimonio civil, el matrimonio homosexual y las parejas de hecho no puede estar coartado por la ortodoxia obsoleta del rabinato y los valores de este no deben afectar hasta este punto a quien decida llevar una vida religiosa.
El grito de Viviane Amsalem en la voz de la magnífica interpretación que ofrece la misma Ronit Elkabetz se extiende más allá de los límites del caso en el que se ve inmersa, es este punto el más universal del film, se trata de un grito al libre albedrío en todos los aspectos de la vida.
Cierto es que existen ciertos detalles visuales que resaltan a ojos de un judío y que pasan desapercibidos ante los "gentiles": el cambio de vestimenta a lo largo del fin, la manera de dirigirse al tribunal, los argumentos de los testigos, quien tenga dudas que pregunte, yo me quedo con lo más universal que ofrece el film y que trasciende todos estos pormenores: mi vida es mía en toda tierra, en todo espacio, en cada momento sea cual sea mi condición.
Ikiru, Vivir, de Akira Kurosawa (9/10)
Si, un revisionado, uno de esos de los que os hablaba en la introducción. Una joya del cine por tantos motivos. La trama se resume de manera fácil. De nuevo un "qué" fácil frente a un "cómo" soberbio.
Watanabe, un funcionario público de cierta edad está tan inmerso en su rutina laboral diaria que no percibe el paso del tiempo y lo vacía que está su vida. Pasa horas y horas clasificando archivos en una oficina pública a la que llegan quejas de todo tipo y en la que solo se oye un murmullo y la risa alocada de una joven alegre. Un día, tras sentir unos extraños síntomas decide ir al médico y es diagnosticado de gripe. Ya advertido de antemano por un paciente en la sala de espera de que gripe puede significar cáncer en una escena que me costó comprender por el desfase cultural pero que luego me ha servido para entender ciertas posturas eufemísticas ante la tragedia a la que tienen tendencia los japoneses, Watanabe se ve abocado al fin de sus días, le queda poco tiempo y siente como va cayendo dentro de su propio vacío existencial. La reacción es inmediata: agarrarse con las uñas a los últimos días de vida para colmar el vacío, para, después de casi sesenta años vivir.
Watanabe establece una relación de amistad con la joven risueña de la oficina que pronto se sentirá angustiada por percibir cómo Watanabe parece estar extrayéndole vida. El magnífico actor, Takashi Shimura, en su resignación, vista a través de sus ojos permanentemente vidriosos espera el momento en que su vida, aunque sea por un solo instante, cobre sentido.