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lunes, 16 de marzo de 2015

10:04, de Ben Lerner

"El arte debe ofrecer algo más que desespero estilizado"

"¿Por qué reproducirse si crees que el mundo está acabando?"

"Porque el mundo siempre se está acabando para cada uno de nosotros y si empezamos a abandonar las posibilidades de la experiencia, entonces nadie estaría dispuesto a asumir ninguno de los riesgos que tengan que ver con el amor"

"Me proyectaré en diversos futuros simultáneamente" debería haber dicho "un leve estremecimiento en mi mano; me abriré paso de la ironía a la sinceridad en la ciudad zozobrante,  un aspirante Whitman de tipo vulnerable"

"Lo que parecía en principio como el único mundo se convirtió en una posibilidad entre muchas"



Cabe esperar críticas muy polarizadas sobre el nuevo libro de Ben Lerner, ya, tras la publicación de Saliendo de la estación de Atocha, novela en la que un joven estudiante americano narra sus aventuras como estudiante en la capital de España, la crítica y los lectores parecían no encontrar un punto medio de acuerdo sobre las pretensiones literarias o el estilo de Ben Lerner.

10:04 es diferente de su anterior obra, es un tipo de meditación poética  que roza el planteamineto distópico, metaficción analítica  que alterna tonos de ironía y reflexión, cómicos y existencialistas, encarnados en el personaje protagonista.

Poco importa la trama aunque en líneas generales se sitúa en Nueva York,  espacio y tiempo a punto de ser asolados por las inclemencias meteorológicas: la narración se extiende durante el periodo entre dos huracanes. Hay cierto tono apocalíptico que eleva a la máxima potencia la actitud ante la vida al conversar al calor de una habitación caldeada mientras el viento y la lluvia baten los cristales, hay un "¿qué hay ahí fuera? ¿qué habrá después? ¿qué somos ahora? ¿qué quedará?

El protagonista es un escritor al que le han diagnosticado una enfermedad coronaria crónica que cambia su postura ante la vida al descubrir que "su aorta puede explotar en cualquier momento". El cambio, lejos de producirse de manera drástica va acuciándose mediante la autoconsciencia, mediante la reflexión sobre el lugar que ocupamos y sobre cierta idea de trascendencia terrenal. Decide, en consecuencia, tener un hijo con su mejor amiga, un antiguo amor platónico, mediante inseminación artificial.

Lo más interesante es, sin duda, la relación que se establece entre vida y arte y de cómo de la vida y sus misterios, desde el origen, flujo y final puede surgir el arte mediante la mera observación o actitud contemplativa o mediante las sorpresas que la providencia nos tiene reservadas. De esta relación que establece el escritor y  animado por su editor, el escritor, aparte de llevar a cabo prácticas poco ortodoxas, decide llevar su propia vida a la trama de su próxima novela,  es de aquí donde surge la insólita metaficción que nos ofrece Lerner en esta obra. Inventa una nueva enfermedad y cambia el nombre de los personajes y de ahí surge una subtrama, el escritor se autodenomina "el autor" y da consecución a una historia real publicada por Lerner en The New Yorker llamada "The Golden Vanity"

La autorreferencia no es la única de las referencias. Ya el título apunta a la película "Regreso al futuro" y con una intencion clara a descubrir por el lector y clave para entender qué siente el personaje, la hora del reloj, las 10:04 aparece de forma reiterada así como una serie de notas culturales que contextualizan la novela.

Vida y arte o como la vida se transforma en arte o cuanto de arte hay por extraer de la vida. Las conversaciones del escritor con su editor dan pie a reflexiones sobre la adulteración del arte con propósitos comerciales pero tanto el escritor como su personaje parecen querer aferrarse a la vida, escuchan al editor pero mantienen las miras en un horizonte borroso que alberga lo que realmente buscan. La creación artística se equipara así al calor de la habitación que da cobijo a la crudeza de la intemperie y, "a riesgo de que la aorta estalle", el escritor la buscará.

Un libro magnífico que juega con el lector, con los tiempos, con los planos, en el que la realidad salta a la ficción y la ficción a la realidad, con tonos irónicos y reflexivos en un lenguaje- no olvidemos que Ben Lerner es poeta- lleno de matices, de detalles que nos sitúa frente a  la inminencia de la vida, a la de nuestros anhelos, equiparándolos en un tono existencialista que no peca de demasiada gravedad sino que más bien despierta los sentidos e invita a una toma de conciencia provocada por una narración singular que invita a albergarse entre cuatro paredes y tomar perspectiva mientras la tormenta se desata en el exterior.