"Por eso, cuando vi la mesa de mármol de Jakob Mendel, aquella fuente de oráculos, vacía como una losa sepulcral, dormitando en aquella habitación, me sobrevino una especie de terror. Solo entonces, al cabo de los años comprendí cuánto es lo que desaparece con semejantes seres humanos. En primer lugar, porque todo lo que es único resulta día a día más valioso en un mundo como el nuestro, que de manera irremediable se va volviendo cada vez más uniforme. Y, además, llevado por un hondo presentimiento, el joven inexperto que fui había sentido un gran aprecio por Jakob Mendel. Gracias a él me había acercado por primera vez al enorme misterio de que todo lo que de extraordinario y mas poderoso se produce en nuestra existencia se logra solo a través de la concentración interior, a través de una monomanía sublime, sagradamente emparentada con la locura. Que una vida pura en el espíritu, una abstracción completa a partir de una única idea , aún pueda producirse hoy en día, un enajenamiento no menor que el de un yogui indio o el de un monje medieval en su celda, y además en un café iluminado con luz eléctrica y junto a una cabina de teléfono.
Viena. Albores de la Primera Guerra Mundial. En el café Glück se sienta a diario Jakob Mendel, un hombre de avanzada edad, menudo y callado. Extiende su universo entre los límites de una mesa en la que apoya los codos y sus libros y el resto del mundo queda fuera: las carcajadas de los que beben cerveza, el ruido de los que juegan al billar y la actividad diaria de un café del centro no interrumpen el ensimismamiento del hombrecillo que se esconde tras unas lentes que lo ciegan de lo exterior y que arrojan luz sobre lo interior. Muchos son los que se acercan a pedir consejo literario, estos son los únicos momentos en los que Mendel levanta la vista y responde con precisión recorriendo mentalmente catálogos de títulos y referencias bibliográficas.
Un día, la mesa de Mendel el de los libros aparece vacía, nadie sabe qué puede haber sido de quien durante años la ocupó. Varias hipótesis se afanan por esclarecer el misterio, apuntan a que Mendel es un inmigrante judío de Galizia, a los cambios acaecidos durante los cambios en tiempo de guerra a los que Mendel había permanecido ajeno y escudado por su única ocupación: la literatura.
Alguien se interesará por Mendel, alguien sabrá qué ha sido de él y contará entre sentimientos de miedo prudencial, admiración y cariño qué fue del hombre que ocupaba la mesa y detallará las razones por las que, aún al cabo de tantos años, Mendel sigue vivo en el recuerdo colectivo de los que alguna vez lo vieron sentado en el café
Una novela corta, un ejercicio de precisión tintada de sentimiento en la que Stefan Zweig logra crear en muy pocas páginas a un personaje complejo a la vez que denuncia las consecuencias de la guerra a nivel social y cultural. Destacan la intensidad e intención del relato además de las reflexiones sobre la concentración absoluta como método casi místico de abstracción productiva y la decadencia cultural y social que se autoinflige el ser humano priorizando consciente o inconscientemente valores vacuos. La figura de Mendel el de los libros despierta una empatía casi inmediata en el lector que lo abraza y ve, desde su mundo, lo absurdo del ser humano; el sentido común de Mendel es tan elemental y puro que derriba por su simpleza los argumentos sin sentido que esgrimen los culpables de su trágico destino. Un relato de lectura imprescindible.