Mostrando entradas con la etiqueta Memoria de elefante. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Memoria de elefante. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de junio de 2013

Memoria de elefante, de António Lobo Antunes

"El agua de la ducha , al caer por sus hombros, se llevaba de la piel el sudor de la angustia de una desesperanza tenaz"

"[...] sentía que sus pies tocaban la oscuridad el mar, diferente de la oscuridad de la tierra por la inquietud rimada que lo agita."

"Desde el septiembre remoto del forceps que lo había expulsado de la paz de acuario uterina a la manera de quien arranca un diente sano de la comodidad de la encía"

"Te amo tanto que no sé amarte, amo tanto tu cuerpo y lo que en ti no es tu cuerpoi que no comprendo por qué nos perdemos si a cada paso te encuentro, si siempre albesarte besé más que la carne de que estás hecha, si nuestro matrimonio se consumió de juventud como otros de vejez, si después de ti mi soledad se acrecienta con tu olor, con el entusiasmo de tus proyectos y con la redondez de tus nalgas, si me sofoco con la ternura de la que no logro hablar, aquí, en este momento, amor, me despido y te llamo sabiendo que no vendrás y deseando que vengas del mismo modo que como dice Molero, un ciego espera los ojos que encargó por correo."

En Lisboa, a finales de los años 70, casi un lustro después de que la Revolución de los Claveles iniciara la integración de Portugal en un régimen democrático, un psiquiatra bate las alas y no puede volar. Siente el hastío recalcitrante y agotador de un trabajo que no le reporta ningún tipo de satisfacción y se ha separado de su esposa a la que sigue amando y de la que el recuerdo omnipresente  nubla la clarividencia de sus pensamientos día a día sumiéndolo en un estado de desespero pasivo, en un lamento vehemente y resignado que no le permite actuar.

El miedo a la acción no se manifiesta solamente en su incapacidad para recuperar un amor perdido; el psiquiatra experimenta pulsiones literarias que no se siente capaz de plasmar en papel por el miedo al fracaso, por el miedo a agotar la última esperanza de salvación que puede vislumbrar porque, una vez ésta agotada, no quedará más que la decepción irreparable de un intento fallido, el eco resonante del último cartucho agotado. No obstante, el psiquiatra sigue amando, el psiquiatra ve poesía en los momentos que llenan sus días, en las caras y actitudes de los enfermos a los que trata, en las calles y bares de Lisboa, en sus recuerdos de infancia y en el tono del cabello de sus dos hijas.

Es evidente que el psiquiatra es un alter ego del autor, António Lobo Antunes que se sirve de una especie de monólogo interno desarraigado del yo y traspuesto a una tercera persona, omnisciente, perceptiva y sensitiva como sólo el "yo" puede ser pero distanciándose para no dejarse arrastrar, para no dejarse abrasar, una especie de nostalgia del yo visto desde fuera. El discurso tomará la primera persona de manera excepcional en cartas de amor que tienen valor autónomo y dependiente del conjunto de la obra.

No existe una trama como tal, no existe una concatenación de hechos sino más bien un exabrupto, "un vómito" ,en palabras del autor, una bilis existencial que no puede ser contenida y que termina por anegar el ser manifestándose a gritos como única protesta sin llegar a la acción activa que remedie el daño, siempre anulada por el miedo. El Portugal colonial, las consecuencias del salazarismo en la sociedad portuguesa, la crítica no carente de cierto escarnio en ocasiones a ciertos estamentos sociales unidos a una prosa oscura, tortuosa, repleta de imágenes y de referencias literarias, del cine y de la música que van desde Charlie Parker hasta Fellini pasando por Dylan Thomas y especialmente por Chejov y "Las gaviotas" conforman el resto de la novela que tiene como peculiaridad estilística la relación de ciertos tipos de metáforas que se van incorporando al tono descriptivo del autor ganando en consistencia significativa: el "gas" o "lo gaseoso" y el color "amarillo" o "lo amarillento" para simbolixar lo decadente, algo que, personalmente, me ha recordado a Thomas Mann.

En esta ocasión debo advertir que no es una novela apta para todos los lectores; la prosa oscura y simbólica y a la vez personalísima del autor dota a la lectura de un ritmo pausado. Lobo Antunes es capaz de crear una imagen valiéndose de lo más prosaico y común elevándolo a la categoría de una metáfora de una belleza singular e innegable. El tono existencialista de la obra puede ser un obstáculo para los que no se sientan especialmente atraídos por este tipo de divagaciones, no hay trama de por sí. Sin embargo, los lectores más intimistas verán recompensado con creces el esfuerzo que supone adentrarse en estas páginas tan llenas de significado encontrando un monólogo expuesto de una manera tan personal que, en mi caso, han provocado que considere este libro como uno de los mejores que he leído en muchos años.