"Y aquí estoy
al máximo de mi belleza
aún en pie
con las manos manchadas de sangre"
"Hay dos en el ring.
Uno pesa cincuenta y siete quilogramos, mide un metro sesenta y cinco, tiene veintiseis años.
El otro no se sabe cuanto pesa, no importa cuánto mide, ya crecerá, no le han vendado las manos, se pone los guantes, salta sobre el ring.
Tiene nueve años"
"La abuela dice que saber entrar en una historia es una obra de arte, saber salir, una obra maestra"
Palermo. Capital de Sicilia. Cuna de la Mafia.Una isla apartada de la península con forma de bota por aguas mediterráneas. Vivir en Palermo implica saber nada como un hombre, vivir en Palermo significa saber pelear como un hombre. La carga de testosterona es alta. El protagonista, Davidú, de nueve años, sube al ring por primera vez cuando las hormonas aún no han hecho irrupción en su carácter. Huérfano de padre, se fija en su tío, Umbertino, un "hombre" viril que le va dando lecciones de vida a la vez que ocupa el lugar paterno, un exboxeador que entrena a jóvenes y que conoció glorias y derrotas en su pasado como pugilista. Un coming-of-age violento, masculino, que desprende sangre, sudor y lágrimas. Golpes en el costado, caras desfiguradas por el impacto de los guantes del adversario y, sin embargo, la prosa deriva en el opuesto: la ternura, la inocencia intrísenca de un niño y de cómo se va resquebrajando a fuerza de combates, a fuerza de dolor físico aunque también moral. Davidù conocerá los primeros aguijones del primer amor, del que se abraza a tientas por el camino de la inexperiencia.
No es la única línea argumental. Davidù vive con sus abuelos, con el abuelo Rosario y la abuela Prudenzia, el primero un prisionero superviviente de la Guerra Colonial en África, la segunda, una profesora que enseña a Davidù lecciones de vida en formas de fábula y declinaciones latinas. Un abuelo que, gracias a su tenacidad sobrevivió para disfrutar del calor de su vejez cuidando un pequeño huerto que mima con el cariño que se le dedica a los bienes más preciados.
Davidù y sus amigos de infancia pasarán por loa avatares de la vida, por las decepciones, por las formas más profundas de amistad. Davidù quiere ser un hombre, quiere ser grande, quiere ser el campeón de Italia y para ello se entrega en cuerpo y alma.
Lo más llamativo del libro es su carácter voluble, bien equilibrado entre la acción sobre el ring, el casi adoctrinamiento del "instinto asesino enseñado al macho" del que hablaba Oriana Fallacci y la inocencia de la infancia, el golpe bajo la mandíbula que supone el paso brusco a la adolescencia y a la madurez precoz. El autor ofrece dos ejemplos opuestos de este paso, el de Davidù, convertido en un joven fuerte y resoluto y el de su mejor amigo Gerrusso, que crece de repente tras una llamada de teléfono.
El escenario es una Palermo sucia, un lugar casi inhóspito al que hay que adaptarse. La novela abarca varias generaciones, empezando por el abuelo, siguiendo por el relato del que fue el padre de Davidù, un excelente boxeador a quien la providencia arrebató la vida y las experiencias del propio Davidù. Episodios violentos, sórdidos en la descripción de la vida en la isla a lo que también se contrapone el autor haciendo uso del humor. Davidù irá creciendo a golpes de puño y de vida, primeros amores, traiciones, mentiras y arrepentimiento en el aprendizaje hacia ser un "hombre".