"Es hora de irse a dormir, Arrodillado al pie de la cama con la cabeza inclinada, las manos juntas, murmuro a voz baja mi oración. Tengo diez años. Después de un breve recuento de los pecados del día, dirijo a Dios, nuestro Creador todopoderoso una petición. Sabe que soy un asiduo de la misa, cuanto Lo quiero por encima de todo. Solo Le pido, sencillamente, Le ruego que provoque la muerte de mi padre, si puede ser, en un accidente de coche."
"Más tarde, al ver películas policíacas, odié siempre la tendencia de las víctimas a implorar la clemencia de los asesinos"
"Hay que olvidar para sobrevivir, retirar los recuerdos que impiden progresar"
"Como todos los autócratas, mi padre quería ser amado"
Hijo de un padre autoritario, racista, antisemita y fascista y de una madre doblegada al maltrato de su marido, Pascal Bruckner relata, en esta novela de iniciación, la única manera que tiene de matar al progenitor sin derramar una sola gota de sangre: convertirse en la derrota y fracaso de su padre. Bruckner convierte el asesinato del padre en un modus vivendi, en una prioridad que terminará por reencontrarlo consigo mismo y a metamorfosearse en el adulto y escritor que hoy es.
La presencia arrolladora del padre aliena todo cuanto le rodea, su ausencia se convierte en un respiro que vuelve a ser interrumpido a su retorno. Tras años de intensas plegarias, el niño, convertido en joven cae en el gris del agnosticismo y luego en el negro del ateísmo. Para salvarse tendrá que plantar cara o más bien dar la espalda.
Tras el capítulo introductorio, el joven entra en contacto con el mundo cultural, opuesto al fascismo y antisemitismo de su padre. Un nuevo mundo repleto de ilusiones se abre ante él, sus inquietudes intelectuales se desarrollarán impulsadas por las revoluciones sociales de Mayo del 68 y las lecturas existencialistas: Schopenhauer se convertirá en su lector de cabecera e influirá en la percepción del joven sobre las relaciones humanas, leerá En busca del tiempo perdido para contrariar a su padre, que comparte la opinión de Céline sobre los siete volúmenes escritos en "franco-yiddish" denostando así a Proust. A las lecturas antisemitas del padre de obras de Roger Peyrefitte, el hijo responderá con la lectura de Jankelevitch y con un lazo de amistad con Alain Finkilekraut, llegando a sentirse judío sin serlo en un intento inconsciente de alejarse del padre, de ser su opuesto, de reducir su luz.
El paso del tiempo es inexorable y el peso de la juventud pesa más que el de la vejez en la balanza de la vida. Lleno de vigor y conocimiento, el joven, convertido en escritor observará la decadencia del padre que se aferra a la vida atizando los sentimientos extremistas de su juventud. El joven no ve más que un intento vano, el de un viejo cetáceo varado en la orilla por volver a las aguas tumultuosas de un océano que ha quedado atrás.
La figura del padre se presenta como un muro infranqueable cuya sombra el hijo no soporta, quiere ver más allá, destruirlo piedra a piedra o al menos escalarlo. Será su bagaje intelectual opuesto quien ofrezca una escalera para trepar y poder ver así el otro lado, más tarde, serán los años los que harán menguar el muro hasta no ser necesario ni tan siquiera ponerse de puntillas para abordarlo.
Dos seres, padre e hijo, dos tipos de rabia, la del padre rebelada contra el mundo, la del hijo contenida contra el padre. Ambas omnipresentes, ambas en constante lucha de la que surge como fruto la personalidad, el carácter y la intelectualidad de Bruckner.