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miércoles, 18 de octubre de 2017

"La película de la vida", de Maite Carranza: la crisis vivida por los niños

  Conocí a Maite Carranza gracias a una novela que me encantó (El fruto del baobab) y después descubrí que tiene una amplísima producción en novelas infantiles y juveniles. Así que aproveché esta que reseñé para Anika entre Libros para descubrir su otra faceta literaria. Y tampoco me ha decepcionado. En absoluto.
https://es.literaturasm.com/libro/pelicula-de-vida#gref

Título: La película de la vida
Título Original: (La pel.lícula de la vida, 2017)
Autores: Maite Carranza, Iratxe López de Munáin
Editorial: SM Colección: Barco de Vapor,Serie Roja

Copyright:
© Maite Carranza, 2017
© Ilustraciones: Iratxe López de Munáin, 2017
© Ediciones SM, 2017
Traducción: Maite Carranza
Ilustraciones: Color
Edición: 1ª Edición: Abril 2017
ISBN: 9788467592702
Tapa: Blanda
Etiquetas: familia, amistad, superación, cine, crisis financiera, marginación, libros ilustrados, libros premiados, literatura española, realismo, 10 años, 11 años, 12 años, 13 años, literatura infantil, pobreza, colegio, depresión, crecimiento, desahucios, multiculturalidad, madres e hijos, hermanos, optimismo
Nº de páginas: 208


Argumento:

Olivia ve cómo su vida se desmorona cuando la crisis económica se ceba con ella y su familia. Así, comprobará lo fácil que es perder lo que uno daba por seguro (la casa, el colegio, los amigos y hasta la atención y los cuidados de una madre) y descubrirá que en los peores momentos toca empezar de cero pero seguir remando.
Eso sí, nunca se está solo en el camino y siempre hay alguien dispuesto a echarnos una mano, si somos capaces de pedirlo y de aceptarlo.


Opinión:

 Maite Carranza ganó en 2016 el premio El Vaixell de Vapor con esta novela cruda y realista pero tan necesaria como verdadera. Una novela que ahonda en lo fácil que es perder lo que consideramos seguro y en cómo hacer frente a la adversidad.
  Una de las cosas que más me ha gustado de cómo la autora afronta el tema de la crisis económica que alcanzó su punto más crítico hace unos años es la franqueza con la que lo hace. A veces los adultos sobreprotegemos a los más pequeños y tratamos por todos los medios de ocultarles una realidad que está ahí y que, por desgracia, en ocasiones se nos cae encima como una losa. Es lo que hace la madre de la novela al principio: inventa juegos con los que justificar ante sus hijos que les han cortado la luz o que no tiene dinero para ir pagando las facturas.
  No digo que esas ficciones no sean necesarias en determinadas edades (y, de hecho, Carranza aborda este tema también de forma magistral gracias a los dos hijos protagonistas, Olivia y Tim, de edades bien diferentes). De hecho, el optimismo que es capaz de mostrar la madre es tan fascinante como el del protagonista de "La vida es bella", que sabe sacar fuerzas de flaqueza para que su hijo (sus hijos, en esta novela) mantenga una normalidad que está lejos de ser real. Pero también es verdad que Olivia sospecha y que se siente hasta ofendida cuando descubre la verdad; que ese optimismo termina pasando factura a una madre que acaba con una depresión aguda; y que esa forma de entender la vida (junto con el orgullo o la inconsciencia) también hacen que sea vea sola y desprotegida cuando si hubiera pedido ayuda podría haber conseguido algo de apoyo.
  Y ese es, precisamente, uno de los mayores dramas que aborda la novela y que me ha gustado que se ponga delante de los ojos de los niños: en las buenas, siempre hay gente a nuestro alrededor pero es en las malas cuando vemos quién vale realmente la pena, quiénes son nuestros amigos de verdad y quiénes son las personas que nos quieren incondicionalmente.
  En este sentido, también me ha gustado mucho todo lo que cuenta Maite Carranza sobre la nueva vida a la que deberán adaptarse Olivia y su hermano Tim tras el desahucio: vivir en una casa ocupada, en un barrio de mala fama y acudir a un colegio considerado de peor categoría. Sin embargo, en ese entorno hostil y rechazable desde la altura moral que parecen tener (o parece que tenemos) quienes poseemos lo fundamental, Olivia encontrará personas desinteresadas que les ayudarán solo porque ellos también fueron ayudados en su momento, en una cadena de solidaridad y bonhomía que parece perderse en cuanto empezamos a cubrir nuestras necesidades vitales y vamos teniendo algo que proteger (nuestra casa, nuestro coche, nuestras posesiones...).
  De igual modo, me ha encantado cómo Olivia se hace responsable de lo que ocurre a su alrededor y, aunque se ve obligada a crecer de repente (¡y cuántas veces ocurre eso en la vida real!), saca fuerza de flaqueza y logra sacar a su familia adelante. Además, también me ha parecido muy tierno a la vez que muy real el guiño sobre cómo los hijos imitan (o aprenden de forma inconsciente) las actitudes y formas de comportamiento de sus padres. Así, cuando ella se ve en la obligación de tirar del carro, sigue la senda que abrió su madre para evitar sufrimiento a su hermano y se inventa la ficción de que todo lo que está ocurriendo forma parte de una película de la que ellos son los protagonistas (de ahí el título).
  Narrada, además, con un pulso que atrapa desde el primer momento y combinando las reflexiones de Olivia con la crudeza de la realidad que está viviendo, la novela ahonda en muchos temas interesantes tanto para los lectores jóvenes como para los adultos y me parece muy recomendable para hablar con ellos, así que puede ser una buena propuesta para trabajar en clase o en un club de lectura.
  En definitiva, Maite Carranza nos ofrece una novela certera y verosímil que ahonda en la realidad que han tenido que vivir muchas familias en los últimos años, por mucho que en ocasiones no hayamos querido verla. Una realidad cruda y dolorosa de la que, sin embargo, siempre se puede sacar algo positivo.
    Enlace a la reseña original.
   Nos seguimos leyendo.

lunes, 5 de octubre de 2015

"Deriva", de Emilio Casado: interesante exploración de una propuesta singular para salir de la crisis



Título: Deriva
Autor: Emilio Casado
Editorial: autopublicado
Género: novela, thriller
Páginas: 710
Publicación: 2015


  El ministro de Economía ha sido asesinado a la salida de su hotel. Uno de los periódicos más importantes del país recibe el anónimo del justiciero que se apunta esta muerte, prometiendo un político muerto cada semana que pase sin que el gobierno enderece el rumbo. Las ejecuciones de cargos electos se entretejen con las reacciones oficiales y con el creciente nivel de crispación en las calles. Los ciudadanos han perdido la esperanza y viven en el pozo de la denuncia y de la queja continua. Todos menos uno. El Killer está seguro de haber dado con la solución: Su padre le regaló un rifle y él sabe cómo usarlo
  No son pocos los autores que han utilizado la actual crisis económica (y social) para proponer cuestiones para la reflexión en novelas contextualizadas en estos años. Pienso, por ejemplo, en Caos absoluto, de Armando Rodera, novela que, además, tiene bastantes puntos en común con esta que ahora reseño y que incide, como la de Rodera, en una reacción violenta contra lo que está pasando.
     Casado elige una narración coral para contarnos esta historia construida a base de muchos personajes. Hay algunos centrales, uno que podríamos considerar principal, El Killer, cuya voz oímos en primera persona, frente a la tercera persona omnisciente de los demás (aunque en determinados momentos, en algunos capítulos, ciertos personajes también nos hablan en primera persona). Y hay otros que son poco más que el decorado en el que todos ellos se mueven. Novela coral y polifónica, por tanto, que nos presenta una variedad de situaciones, de personalidades, de reacciones y de maneras de encarar los problemas derivados de la actual coyuntura social y económica.
    Divido en cuatro partes de desigual duración, Casado explora la hipótesis de la reacción violenta contra lo que está ocurriendo (la corrupción, los recortes, la hipocresía de la clase política...) a través de una serie de personajes que, sin ser malos ni violentos, en un momento dado actúan contra lo aceptado socialmente. La impresión final es la de una sociedad demasiado complaciente, poco involucrada frente a un individuo que decide tomar las riendas de una revuelta contra los políticos, a los que cree responsables de esta situación. 
    El autor plantea la reflexión y permite que el lector vaya tejiendo sus propias conclusiones, argumentos y contraargumentos a la pregunta que plantea el subtítulo de la obra: ¿y si la violencia fuera el camino?
     A pesar excelente planteamiento de base y a la acertada estructura de la novela, creo que le sobran algunas páginas (hay pasajes que se repiten, demasiadas explicaciones, en ocasiones) y algunos personajes o, por lo menos, muchos de los detalles que se nos da de personajes meramente testimoniales, lo que hace que el número de páginas sea considerable.
     No obstante, el resultado final es una obra que se lee muy bien, a pesar de sus más de 700 páginas, escrita con un estilo ágil y directo (aunque tiene algunas erratas) y, lo más importante, capaz de plantear un buen puñado de reflexiones sobre por qué hemos llegado a dónde estamos y qué podemos hacer para salir de esta situación.
     Nos seguimos leyendo.

lunes, 24 de agosto de 2015

"El ángel caído", de Amelia Noguera: una profunda reflexión sobre la humanidad en la sociedad de hoy en día

Y en agosto...


Título: El ángel caído
Autora: Amelia Noguera
Editorial: Amazon
Género: novela contemporánea, thriller emocional
Páginas: 169
Publicación: 1/7/2015
  • ASIN: B010SIN00K

  Fran es inspector de policía de la Brigada antisistema. Su mujer, Andrea, le ha abandonado y él se ha quedado con su hija Alicia, aún una niña. Ambos se esfuerzan por acostumbrarse a vivir como ella ha decidido, sin escuchar cada día su voz. 
  Héctor es un joven escultor licenciado en Bellas Artes que se gana la vida como vigilante de seguridad en el banco en el que trabaja su padre. A través de las redes sociales, contactó con un grupúsculo terrorista del Estado Islámico, y él y su novia, Irene, una bailarina en paro que estudia su segunda carrera en la Universidad, planean un atentado como lobos solitarios, que les servirá a los dos para demostrarse a sí mismos que podrán seguir adelante con su lucha: la misma en todo el mundo, la lucha por recuperar lo que otros, ávidos de riqueza y de poder, les han robado a su generación y a las que les seguirán. 
 Quieren ser héroes, héroes que recobren para todos la libertad que creen haber perdido. 
  Pero el mal y el bien son máscaras de la misma faz de Satán y Fran y Héctor se verán obligados a mirarse el uno en el espejo del otro. Como el Ángel Caído, la estatua negra del demonio, ambos caerán en el abismo, y el mal y el bien los rondará. Hasta que uno de ellos se imponga, como hace siempre, y la furia que despoja a los hombres de su humanidad y los convierte en cosas venza o sea vencida. 
  Este thriller emocional que podría estar ocurriendo ahora en cualquier gran capital del planeta nos presenta una historia atemporal, en la que las pasiones humanas se convierten sin remedio en las verdaderas protagonistas y las miserias o el amor de los demás, en la única redención. 
   Me gusta mucho la manera que tiene Amelia Noguera de ver el mundo. No siempre coincidimos en la interpretación de lo que ocurre en la realidad y de cómo lo refleja en las novelas (y baste como ejemplo el siempre respetuoso intercambio de opiniones que mantuvimos en los comentarios de la reseña de Prométeme que serás delfín) pero me gusta mucho que se arriesgue a levantar la voz ante lo que considera injusto o indigno en nuestra sociedad, que se arriesgue a meter el dedo en la llaga, que se arriesgue a poner al lector frente a una realidad o a una forma de pensar que no es la suya y que le haga reflexionar. No que trate de convencerle, sino animarle a ver el mundo con los ojos de otras personas, desde otros puntos de vista, con otras lentes.
    En esta novela, que participa en el II concurso de escritores de Amazon, lo ha vuelto a hacer. Noguera retoma la reflexión sobre nuestro presente (el presente más actual, el más cotidiano y, por lo tanto, el que puede levantar más ampollas porque aún está sin digerir, sin ser objeto de reflexión, solo de vida) para ofrecernos una historia controvertida. Una historia en la que no hay malos ni buenos, que reflexiona sobre la heterogeneidad del ser humano, sobre las múltiples formas de ver la vida y sobre las distintas maneras de actuar y reaccionar frente a la misma situación.
     "Thriller sentimental" llama Noguera a esta novela que tiene su dosis de intriga y, efectivamente, de thriller pero que está cuajada, sobre todo, de reflexión, de análisis de la realidad, del reflejo de nuestra sociedad y de la profundización en la esencia (o las esencias) del ser humano. 
   Noguera reflexiona sobre la bondad, el altruismo, la lucha por un mundo justo entendida desde una óptica muy personal, una óptica quizá equivocada; distinta a la del común de los mortales, como mínimo. Trae hasta su novela el reflejo de los movimientos más radicales, de los puntos de vista más exacerbados para que el lector piense en sus principios y en sus formas de actuar y sea capaz de ponerse en el lugar de otro, no para juzgarle, sino para comprenderle, para entender sus razones, para conocerle. Algo que, en ocasiones, parece difícil en este mundo de individualidades en el que todos queremos o creemos tener la razón.
   Uno de los elementos que más me ha gustado de la novela es el juego de relaciones que se establece entre los personajes, no solo entre los principales, que van centrando el foco del narrador en capítulos alternos, sino entre una pequeña sociedad de secundarios muy peculiares cuyas acciones van teniendo consecuencias, afectando a los demás. Noguera teje, pues, una telaraña de relaciones que muestra los hilos invisibles que todos mantenemos con todos y que muestra cómo todo lo hacemos tiene consecuencias y cómo nos afectan las decisiones y acciones de los demás.
    Sobre la sociedad en declive que retrata, llena de personajes hasta cierto punto enajenados, rotos, heridos, abatidos por una situación general o un suceso personal en concreto, planea la pregunta acerca de quién está cuerdo y quién está loco. ¿Todos? ¿Ninguno? Noguera fuerza al lector a reflexionar sobre el estado mental al que nos ha llevado un contexto general de crisis que nos ha afectado (y mucho) de forma personal, que no es solo una coyuntura social sino que tiene ejemplos e historias particulares en cada uno de nosotros. Aunque no todos los vivamos del mismo modo. Aunque no todos nos hundamos en una depresión, o se despierte nuestro yo más violento, o queramos mostrar que otro mundo es posible con la fuerza de nuestra propia determinación, aun a costa de unos "daños colaterales" no esperados que, sin embargo, terminan por minar esa determinación. Y, al final, surge una de las ideas de fondo de la novela: todos somos ángeles caídos, ángeles que se caen y son expulsados del paraíso en algún momento. Lo importante, como dice Ana, uno de los personajes más bondadosos de la novela, es volver a levantarse.
    Así pues, Noguera vuelve a proponernos una feroz crítica social del momento en el que vivimos con la intención de que abramos los ojos, que veamos puntos de vista muy diferentes a los nuestros, que empaticemos, que nos demos cuenta de que nuestras obras (y nuestras omisiones) tienen consecuencias para los demás. Una profunda reflexión que, como siempre, transcurre en una novela con un buen tempo, que cuenta una historia (o dos, o tres...) francamente interesante y a la que saca mucho jugo y escrita con un estilo aparentemente sencillo pero trabajado y medido. Puro estilo Amelia Noguera.
     Nos seguimos leyendo.


martes, 5 de marzo de 2013

Cristina Fallarás presenta su novela más impúdica, "Últimos días en el Puesto del Este", en la que vuelca su rabia y su desesperanza


Pablo Mazo, Cristina Fallarás y Darío Adanti, en la presentación del libro
     Últimos días en el Puesto del Este está escrito con el corazón. Con el corazón... y con las entrañas. Y con ese lugar oscuro del alma en el que habitan la ira, la soledad extrema, la desesperanza, la nada absoluta. Es una novela corta, pero intensa. Escrita con sentimientos desbordados, con extrema pasión. Pero viendo cómo habla de ella su autora, Cristina Fallarás, es difícil creer que esta mujer, esta fuerza de la naturaleza, haga algo sin poner la vida en ello. Sus palabras, sus gestos, los movimientos de su manos, su voz, la fuerza con la que sacude esa melena tan viva como su arrolladora personalidad no pueden por menos que arrastrarte, dejarte boquiabierta, llevarte a su terreno. Ella misma lo explica: la novela tiene un tono arrebatado, porque no se puede escribir de otra manera.
    Así me sucedió a mí en la presentación de la reedición de esta obra que ganó el XLII premio Ciudad de Barbastro de novela corta. Una novela que fue escrita en noviembre de 2010, cuando ya no me quedaba nada y le dije a mi pareja: a partir de ahora, la carne es para los niños. Ganar el premio era la única manera de obtener algunos ingresos así que se encerró a escribir con desesperación, casi febrilmente, ahogada por un mar de sentimientos (de ira, de impotencia, de rabia, de soledad, de desolación...) y condensando todo lo que quería transmitir en el puñado de folios máximo requerido por las bases del certamen.
La autora leyó algunos fragmentos 

    Últimos días en el Puesto del Este no habla de la crisis. No aparecen ni Rajoy, ni Bárcenas... ni nadie con nombres y apellidos. Aparecen, eso sí, unos perros, explica Fallarás, quien añade que por aquella época aún no había entrado en la vorágine de lucha política y social en la que sí está ahora, así que todo lo sugerido está mucho más poetizado, mucho más estilizado. Esta novela corta cuenta la historia de La Polaca, una mujer que vive con sus hijos en un lugar sitiado. Junto a ellos, un pequeño grupo de residentes cada vez más enfrentados, con todas las miserias humanas presentes en cualquier colectivo. Cuando te sitian, no hace falta que te maten. Ya se matan los de dentro solos, enfatiza la autora, queriendo mostrar la soledad radical de la situación en la que se encuentra la protagonista.
    Una protagonista que no se llama Cristina pero que podía hacerlo. Es una novela profundamente impúdica, en la que me muestro a lo bestia, afirma Fallarás. Y lo hace de una manera muy lírica pero que encierra una crítica social hecha desde lo íntimo. Es una construcción literaria de lo que estamos viviendo, una gran metáfora sobre la situación en la que nos encontramos: ahora mismo todos estamos sitiados. Somos una sociedad fracasada, un grupo humano miserable, criticaba la autora. Y lo más sorprendente, o doloroso, o triste es que, tal y como destacó el editor de la obra, Pablo Mazo, tiene una dimensión visionaria: escrita en 2010, habla de lo que está ocurriendo ahora, de la crisis extrema que estamos viviendo. Está escrita contra el fanatismo, habla de la miseria moral que deja la pobreza a su paso. Está escrita desde la rabia, desde una indignación muy particular, muy característica de Cristina, señaló Mazo quien hizo referencia a las circunstancias de la reedición de la novela, después de que cerrara la editorial que la publicó con anterioridad. Pienso mucho en esa gente que se hubiera alegrado de que este libro hubiera sido guillotinado, hubiera desaparecido (tal y como ocurre con los libros publicados por editoriales que cierran), manifestó, sintiéndose feliz por haber podido lanzar una nueva edición de esta novela, de esta narración del desamparo.
    Cuando te quedas sin nada, cuando te quedas en los huesos, de repente se te hace visible lo esencial, explicaba Fallarás tratando de hacer comprender la actitud de La Polaca y de describir sus propios sentimientos ante su situación personal. La desposesión tiene algo de desesperanza pero también de liberación: ya no te queda nada, no tienes nada por lo que luchar. Es lo que me ocurrió a mí cuando me llegó la orden desahucio. 'Que se lo lleven, que se lo lleven todo', pensé. Ya he luchado suficiente, no puedo luchar más. Ya no me queda nada, compartía con los presentes. E ironizaba: yo fui una pionera de la crisis. A mí me echaron en el 2008, embarazada de ocho meses.
Adanti compartió sus impresiones sobre la obra
    Con testimonios como éste, era imposible que los asistentes a la presentación de la novela (celebrada el jueves 21 de febrero, en la librería Burma de Madrid) no sintieran el corazón en un puño. Yo, por lo menos, viví y bebí todas sus palabras con una mezcla de estupefacción y admiración. La misma admiración que mostraba en su intervención el ilustrador Darío Adanti, quien adelantó que lo que está pasando en el libro es la actualidad pero sin el maquillaje de la actualidad. Adanti halagó el ritmo maravilloso de la obra y la mezcla de géneros, asegurando que tiene un toque de literatura lationoamericana de experimentación, de los años 70; también de literatura antiutópica y de literatura contemporánea.
    La única novela no negra de Cristinas Fallarás, escrita en unas circunstancias personales brutales, como ella misma reconoce, es una obra costumbrista, pero del presente, tal y como la definió Adanti. Una obra profundamente  crítica, que es un puro estado de ánimo y que pretende ahondar no sólo en la vivencia de la pérdida total sino también en la nostalgia que siente quien lo tenía todo, quien era inmensamente rico y no lo sabía. Una novela en palabras de Adanti, tan humana que sientes una empatía particular, pero que te destroza.
    Nos seguimos leyendo.

La presentación tuvo lugar en la librería Burma de Madrid




martes, 29 de enero de 2013

¿Qué quiero ser de mayor?

Foto: photoraidz
“Sin trabajo, toda la vida se pudre, pero cuando el trabajo no tiene alma, la vida se tensa y se muere” (Albert Camus, citado por Roman Krznaric en Cómo encontrar un trabajo satisfactorio)

     Ayer escuchaba a Lucía hablar con una niña sobre su futuro. Era la típica conversación del "cuando sea mayor quiero ser...". No pude evitar pensar qué quería yo ser de mayor, qué soy... y qué quiero ser cuando siga creciendo.
    Lo malo y lo bueno de esta crisis que a muchos ya se nos hace demasiado larga es que nos ha obligado a reinventarnos... para bien o para mal. Hay sectores que han quedado tan tocados por la recesión (como el mío, el del periodismo), que sus trabajadores han tenido que echarle imaginación, o ganas, o valentía, o han tenido que renunciar a su vocación, a lo que querían ser, a lo que les gusta hacer para dedicarse a lo que puedan, a lo que les dé algo de dinero para sobrellevar el día a día. 
   Otros hemos tenido la suerte de poder aprovechar la ocasión para intentar, si no cambiar de profesión, sí, al menos, buscar nuevos caminos dentro de lo que nos apasiona. Yo he invertido los tres años que llevo en el paro en preparar unas oposiciones para Educación Secundaria, en hacer un máster en literatura y en ir completando mi formación con cursos sobre materias que siempre me han llamado la atención. Lo malo es que no parece que nada de lo que he hecho hasta ahora sirva para nada. Ya he ampliado tanto la búsqueda que con cualquier trabajo que tenga que ver con leer, escribir o dar clase me conformo. Pero ni por ésas.
   Siempre he creído que hay que trabajar en algo que te guste. Que trabajar ya es lo suficientemente duro como para que encima no te motive lo que haces. Hay gente que no opina igual, que separa a la perfección su trabajo de su vida y de sus gustos, y va a trabajar porque hay que hacerlo y punto, sin esperar que su empleo les satisfaga, les haga sentirse realizados, les apasione, les haga levantarse cada día con fuerzas renovadas, les involucre hasta olvidar otras facetas vitales. Después de tres años en el paro, confieso que a veces me gustaría ser así. A veces deseo poder tragarme la insatisfacción y lanzarme a realizar cualquier trabajo. Y, si esto sigue así, será lo que tenga que hacer. Hasta ahora he sido una privilegiada (y ya me da coraje tener que considerarme privilegiada por ello, pero así están las cosas) por poder formarme y esperar una oportunidad laboral que me pueda resultar satisfactoria, pero el tiempo va pasando y esa oportunidad no llega. Y en mi casa tenemos la mala costumbre de comer todos los días.
   Si soy sincera... he de confesar que me siento estafada. Estudia, me dijeron; y yo estudié. Esfuérzate para sacar buenas notas, para quedar por encima de la media; y yo lo hice. Trabaja, trabaja, trabaja, en tu sector, pero en lo que sea, da igual lo que cobres, lo que hagas, trabaja y gana experiencia, mete la cabeza, luego ya habrá tiempo de escalar; y yo lo hice. Sigue esforzándote, échale horas, ponle ilusión, implícate, demuestra lo que vales; y yo lo hice, poniendo mi trabajo por encima de otras muchas cosas. Y... ¿ahora qué? Sigue estudiando, sigue formándote, aprende idiomas, enriquece tu currículum, aprovecha el tiempo; y yo lo hago. Pero sigo sin alcanzar el objetivo que ya cumplí un día: meter la cabeza.
   A veces siento que he vuelto atrás en el tiempo. A veces me siento como si tuviera otra vez 22 años y estuviera buscando mi primera oportunidad. Sólo que ya no los tengo y cuento con un bagaje y unas cargas que no tenía entonces. A veces me siento encerrada, sin caminos, sin opciones. 
   "Escoger una profesión ya no es solo una decisión que tomamos -con frecuencia, horriblemente mal informados- cuando somos unos adolescentes llenos de granos, o unos veinteañeros asombrados. Hoy se ha convertido en un dilema al que nos enfrentamos repetidamente a lo largo de nuestra vida profesional", dice Roman Krznaric en Cómo encontrar un trabajo satisfactorio. Y creo que, por muy mal que vayan las cosas, tiene razón. Antes de la crisis, ya pensé en un cambio de orientación, de profesión. Pero al final el día a día te va absorbiendo y no tienes tiempo ni para plantearte un futuro más allá de la semana en la que estás viviendo. Ahora sí he tenido tiempo. Tiempo para pensar y para formarme. Ahora lo que me falta es experiencia y oportunidades. Pero sin oportunidades no hay experiencia y sin experiencia no hay oportunidades.
   Una de las frases que más he escuchado durante estos años es que las crisis son una oportunidad, que hay que tomárselo como una invitación al cambio, no como una ocasión para la pérdida. Lo creo y quiero hacer de ello una llave para mi vida futura. Sólo que, ahora mismo, creo que ya he perdido la perspectiva y no sé ni dónde está la cerradura para abrir esa puerta. ¿Qué quiero hacer? ¿Qué quiero ser de mayor? ¿Alguien tiene alguna pista?
    Nos seguimos leyendo.
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