Título: Reencuentro
Autor: Fred Ulhman
Editorial: Tusquets
Género: novela corta, histórica
Páginas: 128
Publicación: 01/01/1987
ISBN: 978-84-7223-241-9
Dos jóvenes de dieciséis años son compañeros de clase en la misma selecta escuela de enseñanza media. Hans es judío y Konradin, un rico aristócrata miembro de una de las más antiguas familias de Europa. Entre los dos surge una intensa amistad y se vuelven inseparables. Un año después, todo habrá terminado entre ellos. Estamos en la Alemania de 1933, y, tras el ascenso de Hitler al poder, Konradin entra a formar parte de la fuerzas armadas nazis mientras Hans parte hacia el exilio. Tan sólo muchos años después, instalado ya en Estados Unidos, donde intenta olvidar el siniestro episodio que los separó amargamente, y en principio para siempre, «reencuentra» Hans, en cierto modo, al amigo perdido. Esta pequeña obra maestra resurge hoy con la misma capacidad de conmover que cuando se publicó por primera vez en 1960. Su repentino e inesperado enorme éxito le ha merecido ser finalmente traducido y leído en el mundo entero.
¡Cuánto me gustan las novelas que no son lo que parecen! Esas que parece que están contando una cosa y, en realidad, te están queriendo decir otra. O esas en las que el final cambia la perspectiva de todo lo leído, o de una parte. O de un personaje. O de una historia. Esta es una de esas novelas. Es corta y certera y tiene un final tan impactante que no he podido dejar de compararla con un flechazo: raudo y directo al corazón.
Llegué a ella gracias a Alejandra, mi bibliotecaria de cabecera, tras preguntarle por un libro cuyo autor tuviera un apellido que empezara por U (una de las letras que más me cuesta encontrar siempre para el Reto Autores de la A la Z; elegir a Unamuno todos los años... no es plan). "¿Que no has leído a Ulhman??!!!", me dijo, sorprendida. "Pues tienes que hacerlo. Ya verás". Y ya he visto. ¡Vaya si he visto!
La narración en primera persona nos va descubriendo el universo de Hans, un judío alemán, en la Alemania de 1933. Tímido y reservado, Hans no tiene muchos amigos así que cuando llega Konradin, nuevo en la escuela y casi tan apocado como él, ve en él la posibilidad de hacer un amigo. Y así es. La primera parte de esta corta novela nos descubriendo la relación que irá naciendo entre ambos. A base de retazos y de episodios, Hans nos va contando los encuentros (y algunos desencuentros) con su nuevo amigo.
La segunda parte, sin alejarse de lo personal, de la intrahistoria de los dos amigos, abre la puerta a la Historia con mayúsculas. Y, así, el ambiente prebélico, la ideología nazi, la incredulidad de los judíos ante lo que estaba por venir... se va colando en las páginas de la novela, llenándola de un contenido bien diferente.
Finalmente, hay una tercera parte, muy breve, que casi funciona como epílogo, en el que Hans cierra la historia, años después, y nos desvela el final de muchos de sus amigos, la trayectoria de sus padres y, claro está, la de él mismo. Y en ese cierre, concretamente, en la última frase (así que no te aconsejo que la leas si eres de los que le echa un ojo al último párrafo de un libro cuando lo está leyendo) está el dardo, la flecha, el puñal que se clava en el corazón y en la conciencia y que le da un nuevo sentido a lo leído.
Me ha encantado el ritmo de la novela, suave y lento, como si no pasara nada, y ese final que rompe toda la percepción que el lector tenía de ella. El autor consigue que te confíes en esa historia de amistad que avanza al mismo ritmo pausado que la propia narración y, aunque el título (ese reencuentro que va pesando en la historia como una losa, porque no sabes cuándo, ni dónde, ni en qué condiciones se va a producir, a pesar de que intuyes que tendrá lugar y que será importante porque, si no, ¿a qué viene el título de la novela?) va condicionando de alguna manera la lectura, no te prepara para lo que llegará al final. Así que la sorpresa y, diría yo, la conciencia, la reflexión, la hora de las preguntas y de las respuestas del propio lector, se abren justo cuando se cierra el libro.
Esto no quiere decir que no haya reflexión a lo largo de sus páginas. El lector, conocedor de la historia (o, mejor dicho, de la Historia), va hilando sus propias sensaciones y pensamientos a medida que va leyendo las vivencias (tan normales, tan alejadas de los titulares, tan humanas) de los personajes. Pero el narrador (y, por lo tanto, el autor) no siembran la lectura de comentarios ni de reflexiones a posteriori, como sí ocurre en otras novelas. Esos comentarios tipo "no sabía que aquella amistad cambiaría su vida para siempre", que pretenden fomentar la intriga pero que a veces llegan a ser agotadores, no aparecen aquí. Y, la verdad, creo que no los necesita. Creo que Ulhman considera que el lector es lo suficientemente inteligente como para ver esos comentarios que podrían haber estado donde no hay más que narración e argumento.
Así pues, me ha encantado esta pequeña historia que es tan grande. Esta pequeña historia que parece inocente y no lo es en absoluto. Esta novela corta que humaniza una parte de la Historia y que nos habla de los seres pequeños, de las personas que protagonizaron sus capítulos (para bien y para mal) pero nunca serán recordados, que nunca aparecerán en las enciclopedias. Esos seres pequeñitos que vivieron y sintieron, que quisieron y que sufrieron.
Nos seguimos leyendo.
Llegué a ella gracias a Alejandra, mi bibliotecaria de cabecera, tras preguntarle por un libro cuyo autor tuviera un apellido que empezara por U (una de las letras que más me cuesta encontrar siempre para el Reto Autores de la A la Z; elegir a Unamuno todos los años... no es plan). "¿Que no has leído a Ulhman??!!!", me dijo, sorprendida. "Pues tienes que hacerlo. Ya verás". Y ya he visto. ¡Vaya si he visto!
La narración en primera persona nos va descubriendo el universo de Hans, un judío alemán, en la Alemania de 1933. Tímido y reservado, Hans no tiene muchos amigos así que cuando llega Konradin, nuevo en la escuela y casi tan apocado como él, ve en él la posibilidad de hacer un amigo. Y así es. La primera parte de esta corta novela nos descubriendo la relación que irá naciendo entre ambos. A base de retazos y de episodios, Hans nos va contando los encuentros (y algunos desencuentros) con su nuevo amigo.
La segunda parte, sin alejarse de lo personal, de la intrahistoria de los dos amigos, abre la puerta a la Historia con mayúsculas. Y, así, el ambiente prebélico, la ideología nazi, la incredulidad de los judíos ante lo que estaba por venir... se va colando en las páginas de la novela, llenándola de un contenido bien diferente.
Finalmente, hay una tercera parte, muy breve, que casi funciona como epílogo, en el que Hans cierra la historia, años después, y nos desvela el final de muchos de sus amigos, la trayectoria de sus padres y, claro está, la de él mismo. Y en ese cierre, concretamente, en la última frase (así que no te aconsejo que la leas si eres de los que le echa un ojo al último párrafo de un libro cuando lo está leyendo) está el dardo, la flecha, el puñal que se clava en el corazón y en la conciencia y que le da un nuevo sentido a lo leído.
Me ha encantado el ritmo de la novela, suave y lento, como si no pasara nada, y ese final que rompe toda la percepción que el lector tenía de ella. El autor consigue que te confíes en esa historia de amistad que avanza al mismo ritmo pausado que la propia narración y, aunque el título (ese reencuentro que va pesando en la historia como una losa, porque no sabes cuándo, ni dónde, ni en qué condiciones se va a producir, a pesar de que intuyes que tendrá lugar y que será importante porque, si no, ¿a qué viene el título de la novela?) va condicionando de alguna manera la lectura, no te prepara para lo que llegará al final. Así que la sorpresa y, diría yo, la conciencia, la reflexión, la hora de las preguntas y de las respuestas del propio lector, se abren justo cuando se cierra el libro.
Esto no quiere decir que no haya reflexión a lo largo de sus páginas. El lector, conocedor de la historia (o, mejor dicho, de la Historia), va hilando sus propias sensaciones y pensamientos a medida que va leyendo las vivencias (tan normales, tan alejadas de los titulares, tan humanas) de los personajes. Pero el narrador (y, por lo tanto, el autor) no siembran la lectura de comentarios ni de reflexiones a posteriori, como sí ocurre en otras novelas. Esos comentarios tipo "no sabía que aquella amistad cambiaría su vida para siempre", que pretenden fomentar la intriga pero que a veces llegan a ser agotadores, no aparecen aquí. Y, la verdad, creo que no los necesita. Creo que Ulhman considera que el lector es lo suficientemente inteligente como para ver esos comentarios que podrían haber estado donde no hay más que narración e argumento.
Así pues, me ha encantado esta pequeña historia que es tan grande. Esta pequeña historia que parece inocente y no lo es en absoluto. Esta novela corta que humaniza una parte de la Historia y que nos habla de los seres pequeños, de las personas que protagonizaron sus capítulos (para bien y para mal) pero nunca serán recordados, que nunca aparecerán en las enciclopedias. Esos seres pequeñitos que vivieron y sintieron, que quisieron y que sufrieron.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto Olvidados: 29
- Reto Autores de la A a la Z: U 25/26