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jueves, 5 de julio de 2012

Hijas de Eva, hijas de Lilith: la sutil diferencia

Antonio recuerda perfectamente cómo y cuándo conoció a la que tiempo después sería su mujer. Mi mujer, no, me rectifica. Mi compañera, dice. Porque Manuela ha sido eso, mi compañera. Mi amor, mi amante, mi amiga. (El rayo dormido. Carmen Amoraga)
    Cada vez aprecio más el matiz que diferencia al hombre que llama a su esposa compañera del que habla de ella como "mi mujer". Intuyo que la mayoría de los que se incluyen en el segundo grupo lo hacen por costumbre, por uso social. Pero los que frenan la costumbre y se imponen un cambio en su lenguaje, los que piensan antes de decir si la mujer con la que comparten la vida es su posesión o si camina a su lado, sí que lo hacen conscientemente, a sabiendas, deliberadamente. De ahí su valor. Son capaces de pensar antes de hablar, de examinar sus sentimientos y de admitir una igualdad absoluta, más allá del sexismo del lenguaje.
Foto de npiggy2
    Porque no me parece lo mismo que te digan que eres hija de Eva o que te confirmen que eres sucesora de Lilith; que te hagan creer que saliste de la costilla de un hombre o que te igualen en el material y la forma de creación. Es un matiz muy sutil, pero cada vez estoy más convencida de que encierra una gran diferencia. Una no se puede sentir de igual manera si le cuentan que primero fue otro y que de ese otro la crearon a ella que si le dicen que ambos fueron creados en igualdad; si tu pareja te trata como a su mujer, o sea, como a un objeto de su posesión (máxime cuando él no es tu hombre, a lo sumo, es tu marido) que si te trata como a una compañera, una cómplice de vida, elegida conscientemente para compartir un proyecto vital juntos. Es una sutil diferencia que encierra, en el fondo, una forma de sumisión, de dominación. 
    Y nada más lejos del amor que la sumisión y la dominación. El amor es un compromiso mutuo de comprensión, sostén, respeto, cariño, cuidado y resolución de problemas y conflictos. No es un intercambio amor por protección, amor por sexo, sexo por seguridad, seguridad por servicios. Nadie posee a nadie, por mucho que algunas canciones y determinadas películas nos hagan creer lo contrario. La posesión no es amor. Sí lo es la confianza, la complicidad, la lealtad.
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
(Te quiero. Mario Benedetti)
    Hay mil expresiones cotidianas que encierran esa sumisión, mil productos culturales y sociales que la afianzan cada día. Lo que me parece más grave es que lo tengamos tan interiorizado que no nos demos ni cuenta. Habrá quien quiera quitarle importancia... pero para mí la tiene. Y mucha. Por eso prefiero cantar a grito pelado canciones como Hija de Lilith, de Ismael Serrano o Lilith, de Pedro Guerra cuando voy en el coche. Y me gusta aún más cantarlas con mi hija.
No te trajo a este mundo
la costilla de un hombre.
No dio vida a tu barro
el aliento de dioses.
Tú has nacido del vientre
de una mujer despierta
que navega en el tiempo
dando a luz primaveras.
(Hija de Lilith. Ismael Serrano) seguir leyendo
    Brindo por los hombres que también captan la sutil diferencia.
    Nos seguimos leyendo.
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