Ficha técnica:
Título: Los colores de una vida gris Autora: Pilar Muñoz Álamo Editorial: Amazon Género: novela contemporánea Páginas: 522 Publicación: 4/4/2014 ASIN: B00JGB5R20
Sinopsis (editorial):
Cinco amigas. Un juego. Cinco razones ocultas para participar. Y un destino truncado. ¿O tal vez no? Cinco amigas de elevado status social y económico deciden secundar el juego aberrante e inmoral propuesto por una de ellas en estado de embriaguez, en el que aflora con fuerza su más primitivo deseo de venganza. Sus vidas acomodadas y su carencia de escrúpulos, junto a diversas razones de índole personal, las incitan a continuar hasta el final, observando cómo el destino de una de ellas experimenta un giro radical que la aboca a un futuro de consecuencias imprevisibles colmado de obstáculos que nunca creyó tener que afrontar, y bajo la sombra de una amenaza cuyo origen desconoce. Un destino truncado para una mente vacía. Una vida inmersa en un nuevo mundo gris. ¿O tal vez no? Eso, además de ella, deberás decirlo TÚ. Intriga. Suspense. Emoción. Sentimiento. Reflexión. Una historia profunda que te enganchará y no te permitirá abandonarla hasta el final.
A veces me pregunto hasta dónde puede llegar el ser humano. Leyendo esta novela creo que Pilar Muñoz también se lo debió de preguntar y ha tratado de indagar, desde la literatura, en el comportamiento de las personas, en sus límites o en su falta de ellos. Al fin y al cabo, para eso está la literatura: para profundizar, para ensayar, para utilizar las historias como un laboratorio del que puede salir la verdad o, al menos, una aproximación a ella. O una posibilidad. Tan válida como otra cualquiera.
Es cierto que Muñoz parte de una idea descabellada y que, leída en una novela, puede resultar poco verosímil. Quizá por desconocimiento de una clase social. O porque una jamás haría algo así. Pero no se puede descartar tan fácilmente que haya gente que sea capaz de hacerlo. Se ven tantas cosas por el mundo... A los lectores más realistas quizá les cueste entrar en esa situación pero, si partimos de la idea de que una novela lanza un gran "¿y si...?" al lector, quizá les costaría menos si en vez de pensar "y si alguien hiciera esto, ¿qué ocurriría?" se preguntaran "¿y si hubiera alguien capaz de esto?".
Antes de llegar a ese clímax de la novela, a ese eje que marca el rumbo de la trama, la autora nos ha presentado a un grupo de mujeres y a un colectivo con el que se hace muy difícil empatizar. Es verdad que algunas cargan con problemas que las podrían hacer más cercanas, pero su frivolidad y su frialdad, su obsesión por el dinero y por mantener su status a costa de lo que sea (incluso de su propia dignidad, por no hablar de la felicidad, un concepto que parece evaporarse cuando lo que está en juego es un altísimo poder adquisitivo) las mantienen al otro lado de una frontera imaginaria que no he sido capaz de cruzar para empatizar con ellas. Por lo menos, en la primera parte.
Y hablo de la primera parte porque esta novela está estructurada en tres partes externas que se corresponde con tres giros internos. Coinciden, por lo tanto, contenido y forma y ayudan a potenciar la sensación de intriga y de evento importante que siente el lector al final de cada una de ellas.
Me ha gustado esta división en partes y, sobre todo, que la autora haya decido cambiar la voz narrativa en ellas. Así, la primera y la última están narradas en una tercera omnisciente que da muchos detalles, que se encuentra muy cerca de los personajes pero que nos mantiene un tanto alejados de ellos, lo que potencia esa sensación de distanciamiento de la que hablaba antes. O sea que, una vez más, la forma va en beneficio del contenido. La segunda parte, en cambio, está narrada en primera persona por Olga, que se erige entonces en gran protagonista de la novela, se separa del grupo (vuelvo a insistir, tanto en la estructura literaria como en lo que ocurre dentro de la historia) y nos cuenta su odisea personal, su viaje hacia la vida real, hacia el crecimiento como persona y hacia la felicidad de cada día con sus propias palabras, con sus propios ojos, con sus sentimientos. Este acercamiento al personaje de Olga a través de la persona narrativa empleada, unido a la evolución que experimenta, la acerca al lector, que comienza a sentirla próxima, que empieza a empatizar con sus problemas, a sufrir con sus cuitas, a sentirse orgulloso de su proceso de maduración y hasta, diría yo, a perdonarla por su gran error.
Aunque no es fácil. No es fácil perdonar ni digerir las ganas que tienen algunos (muchos) de los personajes de erigirse en dioses que decidan los designios de otros. Personajes que manipulan, conspiran o utilizan todo lo que está al alcance de su mano por cambiar el rumbo de otras vidas. ¿Y por qué?, te preguntes, quizá. Pues cada uno tiene sus motivos (o cree tenerlos) pero tal vez ni aún explicándolos consigas entenderlos. "Hay gente 'pa tó'", como cuentan que dijo un torero sobre Ortega y Gasset. Lástima que existan personas como algunos de esos personajes.
Pilar Muñoz crea dos mundos totalmente opuestos (maniqueos, en algunos momentos o en algún sentido) que conviven como el agua y el aceite: se tocan, en parte, porque ambos habitan el mismo mundo, pero no se mezclan, no se rozan, no empatizan, no viven-con los otros. Excepto por la gotita de aceite que se hunde en el agua que es Olga: la gotita que se mezcló y que demostró que uno puede cambiar la sustancia de la que está hecha, si las circunstancias así lo exigen.
Me ha hecho pensar mucho esta historia que discurre a buen ritmo y que nos pone al borde de lo moralmente admisible. Son muchas las cuestiones que van apareciendo a lo largo de la novela y que van mordiendo la conciencia de uno, su modo de percibir la vida, su manera de entender a los demás, su forma de encarar el mundo. Probablemente, cada uno sacará sus propias conclusiones o buscará las respuestas que llenen el vacío creado por las preguntas que lanza Pilar Muñoz en la novela. Pero tengo la sensación de que esta novela puede cambiar nuestra propia visión del tiempo y el espacio que habitamos. Puede, tal vez, que el vacío que me han creado algunas situaciones, algunos personajes, algunas maneras de vivir (o hacer como que vives) la vida no vuelva a rellenarse jamás. Y para eso también sirve la literatura.
Nos seguimos leyendo. Es cierto que Muñoz parte de una idea descabellada y que, leída en una novela, puede resultar poco verosímil. Quizá por desconocimiento de una clase social. O porque una jamás haría algo así. Pero no se puede descartar tan fácilmente que haya gente que sea capaz de hacerlo. Se ven tantas cosas por el mundo... A los lectores más realistas quizá les cueste entrar en esa situación pero, si partimos de la idea de que una novela lanza un gran "¿y si...?" al lector, quizá les costaría menos si en vez de pensar "y si alguien hiciera esto, ¿qué ocurriría?" se preguntaran "¿y si hubiera alguien capaz de esto?".
Antes de llegar a ese clímax de la novela, a ese eje que marca el rumbo de la trama, la autora nos ha presentado a un grupo de mujeres y a un colectivo con el que se hace muy difícil empatizar. Es verdad que algunas cargan con problemas que las podrían hacer más cercanas, pero su frivolidad y su frialdad, su obsesión por el dinero y por mantener su status a costa de lo que sea (incluso de su propia dignidad, por no hablar de la felicidad, un concepto que parece evaporarse cuando lo que está en juego es un altísimo poder adquisitivo) las mantienen al otro lado de una frontera imaginaria que no he sido capaz de cruzar para empatizar con ellas. Por lo menos, en la primera parte.
Y hablo de la primera parte porque esta novela está estructurada en tres partes externas que se corresponde con tres giros internos. Coinciden, por lo tanto, contenido y forma y ayudan a potenciar la sensación de intriga y de evento importante que siente el lector al final de cada una de ellas.
Me ha gustado esta división en partes y, sobre todo, que la autora haya decido cambiar la voz narrativa en ellas. Así, la primera y la última están narradas en una tercera omnisciente que da muchos detalles, que se encuentra muy cerca de los personajes pero que nos mantiene un tanto alejados de ellos, lo que potencia esa sensación de distanciamiento de la que hablaba antes. O sea que, una vez más, la forma va en beneficio del contenido. La segunda parte, en cambio, está narrada en primera persona por Olga, que se erige entonces en gran protagonista de la novela, se separa del grupo (vuelvo a insistir, tanto en la estructura literaria como en lo que ocurre dentro de la historia) y nos cuenta su odisea personal, su viaje hacia la vida real, hacia el crecimiento como persona y hacia la felicidad de cada día con sus propias palabras, con sus propios ojos, con sus sentimientos. Este acercamiento al personaje de Olga a través de la persona narrativa empleada, unido a la evolución que experimenta, la acerca al lector, que comienza a sentirla próxima, que empieza a empatizar con sus problemas, a sufrir con sus cuitas, a sentirse orgulloso de su proceso de maduración y hasta, diría yo, a perdonarla por su gran error.
Aunque no es fácil. No es fácil perdonar ni digerir las ganas que tienen algunos (muchos) de los personajes de erigirse en dioses que decidan los designios de otros. Personajes que manipulan, conspiran o utilizan todo lo que está al alcance de su mano por cambiar el rumbo de otras vidas. ¿Y por qué?, te preguntes, quizá. Pues cada uno tiene sus motivos (o cree tenerlos) pero tal vez ni aún explicándolos consigas entenderlos. "Hay gente 'pa tó'", como cuentan que dijo un torero sobre Ortega y Gasset. Lástima que existan personas como algunos de esos personajes.
Pilar Muñoz crea dos mundos totalmente opuestos (maniqueos, en algunos momentos o en algún sentido) que conviven como el agua y el aceite: se tocan, en parte, porque ambos habitan el mismo mundo, pero no se mezclan, no se rozan, no empatizan, no viven-con los otros. Excepto por la gotita de aceite que se hunde en el agua que es Olga: la gotita que se mezcló y que demostró que uno puede cambiar la sustancia de la que está hecha, si las circunstancias así lo exigen.
Me ha hecho pensar mucho esta historia que discurre a buen ritmo y que nos pone al borde de lo moralmente admisible. Son muchas las cuestiones que van apareciendo a lo largo de la novela y que van mordiendo la conciencia de uno, su modo de percibir la vida, su manera de entender a los demás, su forma de encarar el mundo. Probablemente, cada uno sacará sus propias conclusiones o buscará las respuestas que llenen el vacío creado por las preguntas que lanza Pilar Muñoz en la novela. Pero tengo la sensación de que esta novela puede cambiar nuestra propia visión del tiempo y el espacio que habitamos. Puede, tal vez, que el vacío que me han creado algunas situaciones, algunos personajes, algunas maneras de vivir (o hacer como que vives) la vida no vuelva a rellenarse jamás. Y para eso también sirve la literatura.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto100 libros: 52/100
- Reto Genérico: 35 (2º autoeditado)/40
- Reto Autores noveles: 5