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lunes, 23 de diciembre de 2013

"La mujer de mi vida", de Nicolas Barreau: cuando la vida se te convierte en novela

http://planetadelibros.com/la-mujer-de-mi-vida-libro-115347.html










Ficha técnica:


Título: La mujer de mi vida       Autor: Nicolas Barreau         Editorial: Espasa       Género: novela romántica Páginas: 176   Publicación:  26/11/2013              ISBN:  978-84-670-4006-7

Sinopsis (editorial):


  «Hoy he visto a la mujer de mi vida. Estaba sentada en mi café favorito. Por desgracia, no estaba sola. Un tipo condenadamente atractivo estaba a su lado y cogía su mano. Pero, de repente, ocurrió algo. La mujer de mi vida se levantó para ir al baño y a la vuelta me guiñó un ojo y me dio su tarjeta». ¿Por qué no va a ocurrir en la vida real lo que alguien se ha inventado para escribirlo en un libro? Un jueves de abril completamente normal se convierte en el jueves más importante de su vida para el librero protagonista de esta deliciosa novela. A veces, los milagros existen y se llaman amor.
  A veces, la vida se convierte en una novela. Y otras veces, una novela parece la vida misma. Este libro vira más hacia el primer camino que hacia el segundo, pero recubriendo toda la historia que cuenta con la pátina de la vida cotidiana.
   Esa vida cotidiana queda aquí representada por Antoine, un librero al que su día a día se le vuelve novela un buen día en una cafetería. Allí descubre a la mujer de su vida y comienza una frenética carrera por París en busca de esa quimera: la de conseguir al amor de su vida. Barreau vuelve, pues, a ofrecer a sus lectores más incondicionales una historia sazonada con los mismos ingredientes que tan bien maneja: París, el amor, una mujer (bella), algo rojo y la persecución amorosa que se convierte también en persecución física, con un Antoine corriendo como un loco de acá para allá. De hecho, toda la acción transcurre en poco más de 24 horas: de este modo, Barreau concentra la historia e instala en el lector la sensación de apremio del propio Antoine. Resultado: el libro se lee en muy poco tiempo. Entre el volumen reducido de la novela, la acción que no cesa y las carreras del protagonista el libro se convierte en un no parar que lleva al lector de un sitio a otro sin dar tregua.
    Ese ritmo trepidante tiene elementos positivos y negativos. Entre los primeros, que la novela no decae, que se lee en un santiamén, que contagia la excitación y el nerviosismo interior del protagonista y que cuadra muy bien con la visión de ese amor imprevisto que todo lo cambia, como la fuerte ráfaga que arrastra un montón de hojas y deja al descubierto el tesoro que alguien dejó olvidado en plena calle. Entre los negativos, que no hay lugar para la reflexión, ni para el protagonista ni para el lector.
    Barreau nos presenta (y nos hace sentir) el apremio de ese tipo de amor loco que te hace olvidar tu trabajo, tus amigos, tus obligaciones, el ritmo del mundo y los horarios para centrarte solo en su consecución. Un amor que no sé si se corresponde mucho con la realidad pero que, como bien dice el librero al comienzo del libro, sí que habita en el cine y en las novelas. Un amor que, en el fondo, puede tener una lectura metafórica: sigue tus instintos, escucha a tu corazón, haz caso a tus pálpitos, encuentra un sueño que perseguir y lucha por él hasta que caiga rendido en tus brazos.
    Más allá de la historia y de la visión del amor que nos presenta el autor, me ha gustado mucho la reflexión que plantea sobre qué es la literatura y qué nos hace sentir, sobre si la literatura nos ayuda a comprender y sentir la vida o si es el lugar en el que refugiamos cuando nuestra vida no es lo que quisiéramos. Me hubiera encantado que hubiera más pedacitos de esta reflexión en la novela pero, tristemente, se agotan en las primeras páginas, más allá de la metáfora sobre la vida convertida en novela que nos presenta en su trama.
    Barreau nos ofrece, pues, una obra que solo él podría firmar, con su estilo, con su color fetiche, con su ciudad mágica como escenario, con su ritmo trepidante y con esa historia que cabalga a lomos del mito eterno del amor todopoderoso que te da la vida a la vuelta como si fuera un calcetín.
    Nos seguimos leyendo.   


Agradezco a Espasa el envío de este ejemplar.

   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto Porque sí: 5/5          

miércoles, 4 de diciembre de 2013

"Mientras pueda pensarte", de Inma Chacón: literatura de vida y de denuncia

http://www.planetadelibros.com/mientras-pueda-pensarte-libro-113110.html

Ficha técnica:


Título: Mientras pueda pensarte       Autora: Inma Chacón Editorial: Planeta                Género: novela contemporánea Páginas: 352                       Publicación:  8/10/2013              ISBN:  978-84-08-11989-0

Sinopsis (editorial):


 «No sé quién soy.» A los cuarenta años, Carlos, un publicista de éxito, descubre que quienes creía que eran sus padres no lo son. Él fue dado en adopción de forma ilegal con la complicidad de un médico, una monja y un taxista. Cuarenta años antes, en una casa cuna de Valladolid, María Dolores, una joven soltera, da a luz un bebé. A las pocas horas del alumbramiento, le comunican que el niño ha muerto de una extraña infección. Pero algo en su interior le dice que las cosas no son lo que parecen.
   Inma Chacón nos habla del sentido del título en la cita previa al comienzo de la historia. Es un verso de Ángel Campos Pámpanos que dice así "Mientras pueda pensarte/no habrá olvido". En realidad, el libro acaba y empieza igual, porque esos dos versos son el broche final de los agradecimientos. Quizá por eso se quedan dentro del lector. Y quizá por eso causan la sensación que me han producido a mí: apela directamente a mi corazón, me pone en el lugar de las víctimas de este atroz engaño que ha sido el robo y compra de bebés y me ayuda a entender la llama de la esperanza que permitió sobrevivir a padres y madres mientras buscaban a sus hijos y a hijos que buscaban a sus progenitores biológicos durante el largo camino, repleto de baches burocráticos, pozos sin fondo, destrucción de pruebas y tramas y conspiraciones que lo único que pretenden es que esta tremendísima estafa global no salga a la luz.
    "Mientras pueda pensarte no habrá olvido" o alguna frase similar debe de haber sido el mantra al que muchos afectados se hayan agarrado durante años como a un tablón en medio del mar para no ahogarse en las aguas oscuras y profundas de la extorsión, de la mentira, de la incertidumbre, de la incomprensión, de la certeza que inunda tu corazón en contra de toda lógica. Y eso es una de las cosas que más me ha gustado de este libro: que además de contarte una historia (interesante) es capaz de meterte en la piel de quienes han pasado por ello. Aunque solo sea durante unas horas, o durante unos días, o durante un segundo... pero por un momento de mi vida he sido capaz de sentir lo que deben de sentir ellos cada día. Es cierto (ya lo dije cuando reseñé Entra en mi vida) que este es un tema que me toca la fibra de manera especial y que quizá la enorme empatía que he sentido por los personajes y por todos aquellos a quienes sirven de metáfora, de representación literaria de una realidad que nunca debió existir, se deba a mi propia predisposición a sentirme así. Pero yo creo que es fácil que cualquiera pueda compartir mis sensaciones, independientemente de su grado de implicación en el tema.

UN NOVELA HISTÓRICA QUE SE CONVIERTE EN THRILLER

   Digo una historia interesante porque creo que la intriga está muy bien planificada en la novela. En la primera parte (no habla de las partes externas de la obra, sino de la percepción que causa al leerla), la intriga se construye a través de la presentación de los hechos y los personajes mediante una técnica narrativa que va atrapando al lector: Inma Chacón descoloca los hitos de la historia y los va presentando sin orden cronológico, viajando en el tiempo por la Historia de España, presentando los sucesos que llevarán a la situación actual. Esta estructura fragmentaria doblega al tiempo y lo hace saltar en pedazos, llevando al lector de un punto cronológico a otro sin aparente orden.
   La autora retrotrae su historia hasta los coletazos finales de la República y el inicio de la Guerra Civil, con lo que una parte de la obra se convierte en una suerte de novela histórica que retrata cómo era la sociedad de la época. Este viaje tan lejano en el tiempo provoca dos sensaciones diferentes en el lector. Por un lado, hace que se plantee la cuestión de si en otro lugar, con otro régimen político y otras circunstancias sociales hubiera sido posible una trama tan horrenda como la que vamos descubriendo sobre el robo de bebés masivo y global en toda España. Y, por otro lado, esboza la reflexión sobre las consecuencias de todo acto, sobre la repercusión que todas las decisiones que tomamos y los hechos que nos suceden tienen en el futuro. En este sentido, Mientras pueda pensarte me ha recordado mucho a Cielos de barro, de su hermana Dulce, por ese análisis de unos hechos pasados y su repercusión en el presente. 
  Finalmente, la recreación de hechos ficticios que pudieron perfectamente tener lugar en la España de los años 30 y las referencias históricas reales, tanto de aquella época como de esta (los atentados de Atocha, las elecciones del 14-M) crean de una forma muy natural un vínculo entre vidas e Historia y dejan en el lector la sensación de que formamos parte de la Historia, queramos o no, y de que la Historia forma parte de nosotros, por mucho que reneguemos de ella.
   Esta novela hasta cierto punto histórica da un giro radical a medida que avanzamos en su lectura hasta convertirse en un thriller trepidante en su tramo final. La complicación de la trama, algunos giros inesperados y los cabos que se van atando convierten a Mientras pueda pensarte en una narración tremendamente ágil, casi un page-turner, en la que hay que estar muy atenta a todo lo que se dice porque es fácil perderse en la maraña que Chacón crea para el lector.
    

  JUEGO DE TIEMPOS, JUEGO DE VOCES


  Ese constante viaje en el tiempo que nos propone la autora se completa con un juego de voces narrativas muy interesante. El primer capítulo nos mete de lleno en la historia con la confesión, en primera persona, de un Carlos que, a sus cuarenta años, no sabe quién es. Él es uno de esos niños robados que siempre ha sospechado sobre su filiación biológica por el mero hecho de que es un pelirrojo entre morenos. 
   Tras este primer episodio, escucharemos su voz en otros muchos momentos de la novela, aunque el grueso de la historia está narrada a través de una tercera persona omnisciente que va presentando a los personajes, descubriendo hechos y dosificando la intriga hasta su resolución final.
   Pero a estas dos voces, Chacón une una tercera muy peculiar: la de María Dolores, la madre que en la novela busca a aquel hijo sobre cuya toquilla bordó las iniciales C.G., el Carlos del presente, en su lucha judicial por descubrir la verdad. Al comienzo de la obra, María Dolores habla con un juez que sí le responde, que le pide pruebas, que se agarra a la burocracia para frenar los apasionados argumentos de la mujer sobre ese hijo que le dijeron que había muerto pero que ella sabe vivo. A medida que avanza la obra, sin embargo, ese diálogo se quedará mudo de una parte: la angustia y la vida de María Dolores comenzarán a llenarlo todo, convirtiendo el diálogo en un monólogo dramático y lleno de sentimiento en el que la mujer irá contando cómo sucedieron los hechos y las averiguaciones que ha ido haciendo a lo largo de los años. Este silencio del juez me parece muy significativo porque creo que habla del silencio judicial, del poder de la burocracia, de esa oscuridad espesa y carente de humanidad que impera en los organismos y las instituciones y que siempre acaba poniéndose en contra de la víctima. Para mí, ese silencio es una crítica no solo a quienes han sabido lo que ocurría y no han dicho nada sino también a quienes ni se han molestado en poner en marcha las investigaciones que hubieran conducido a la verdad hace mucho tiempo.
   Este vehemente monólogo de María Dolores ante la justicia también me ha recordado mucho a Cielos de barro. Mientras oía a la María Dolores de Inma no he podido evitar que mi cabeza se acordara del Antonio de Dulce, tanto por su manera sencilla de expresarse como por ese diálogo incompleto, en el caso de Antonio frente al inspector de policía que no aparece en la novela y en el de María Dolores frente a esa justicia que tampoco da una respuesta dentro del texto.
   Y he encontrado otro punto de conexión entre Cielos de barro y Mientras pueda pensarte: el magnífico retrato de la España rural y de quienes no suelen poblar ni las páginas de la Historia ni las de las novelas. Si Dulce refleja el día a día de la zona extremeña, Inma nos habla de las costumbres castellanas relacionadas con la producción vinícola y revive para el lector ese mundo regido por las cosechas y los santos más que por el calendario y las horas. Y entre ambos entornos rurales, una conexión más: los odios y enfrentamientos sociales e ideológicos que dieron lugar a la Guerra Civil y que continuaron después. Mucho después.  

MUCHOS TEMAS SOBRE LOS QUE PENSAR


   Inma Chacón plantea a lo largo de la novela muchos temas sobre los que pensar. Además de lo ya comentado sobre los niños robados y ¡comprados!, ojo, como si fueran de mercadillo, añade el terror que produce el poder corruptor del dinero o aquellos que creen tener un poder absoluto, bien por causas militares, o políticas, o ideológicas o religiosas. Cuanto más leo, menos comprendo qué tenía en la cabeza quienes urdieron estas redes o formaron parte de ellas. No concibo un corazón tan frío ni un bolsillo tan codicioso como para perpetrar semejantes engaños, como para robar identidades, como para destruir vidas enteras. La literatura ayuda a entender la vida pero sigo sin poder imaginarme el color tan negro de las entrañas de quienes cometieron tales abusos.
    De igual modo, también queda patente en la novela la reflexión sobre los abusos de la guerra y el franquismo, el gusto por la dominación, vejación y humillación de los otros, la división que crean las ideologías extremas o el sinsentido de la rigidez de algunas instituciones.
    Mucho más sutiles son otras reflexiones que también quisiera destacar, como el poder que otorgamos al destino o a nuestra propia fuerza para cambiarlo (Carlos habla mucho sobre el ser humano hecho a sí mismo y también hay un juego precioso sobre lo que nos determinan o no nuestros propios nombres) o la fuerza inmensa de las corazonadas, los pálpitos, las cosas que aprehendemos no con nuestra cabeza, sino con nuestro corazón y nuestras entrañas. Y, por supuesto, toda la reflexión sobre la maternidad y su vertiente más animal, más instintiva.
     En definitiva, que Mientras pueda pensarte es una novela que me ha enamorado por su estilo, por su pulso narrativo, por la historia que cuenta y por lo mucho que me ha dejado de ella dentro, por todas las reflexiones que he hecho al hilo de lo que me ha ido sugiriendo y que ya forman parte de mí. Si es verdad que la literatura es aquello que te queda dentro cuando se cierra un libro, está claro que esta novela es alta literatura. Literatura de vida y de denuncia, de tramas y personas, de reflexiones y sugerencias, de argumentos y personas.
    Nos seguimos leyendo.   


   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto Porque sí: 4/5     

miércoles, 30 de octubre de 2013

"Azul Vermeer", de Mar Mella: una fantástica novela construida a base de personajes, historia, documentación, pulso y estilo

 

Ficha técnica:


Título: Azul Vermeer            Autora: Mar Mella         Editorial: MR            Género: novela        Páginas: 448
Publicación:  02/10/2013    ISBN: 978-84-270-4068-7

Sinopsis (editorial):


  1675. Delft, Países Bajos
«—El panadero no nos fiará más. Ha accedido a llevarse el cuadro que queda en el estudio para terminar de saldar nuestra cuenta. Llevamos casi dos años sin pagarle.
—¿No podías haber buscado otra solución? —La boca de su madre se contrajo en una mueca—. Ya le has entregado uno y sabes que ese lienzo era uno de sus favoritos. Él habría hecho cualquier cosa antes de verlo colgado en la pared del salón de un…
—Si hubiera hecho lo suficiente, no me vería obligada a tener que hacerlo yo ahora.»

Actualidad

Marta Miralles, una brillante restauradora de pintura flamenca, accede a restaurar un antiguo lienzo sin catalogar perteneciente a la familia Medraño, propietaria de una de las casas de subastas más prestigiosas de Europa. Cuando Marta acepta el encargo, vuelve a reencontrarse con algunos de los fantasmas de su pasado, como Javier, su primer amor, y Paddy, el hombre del que estuvo enamorada la mayor parte de su vida. Pronto, la vida de todos terminará por fundirse con la historia de ese misterioso lienzo y con la obsesión de Marta por el famoso maestro Vermeer y su obra…
 Azul Vermeer nos adentra con pulso magistral en el desconocido mundo del arte y los coleccionistas privados, en las intrigas que se esconden tras las galerías más prestigiosas y en el submundo que oculta el mercado negro de obras sin catalogar. Una cautivadora novela que te hará amar el arte y los colores.
  Normalmente, cuando uno lee un libro, va conociendo progresivamente a todos los personajes, sobre todo, al o a los principales. Sin embargo, tras cerrar Azul Vermeer, una tiene la sensación de que no conoce a Marta Miralles, con la que lleva compartiendo 448 páginas de su vida. Y, después del punto final, siento que, en realidad, no sabría definirla, no sabría decir cómo es, no podría retratarla, sobre todo moralmente. Ocurre muchas veces en la vida real pero no tantas en la vida literaria, así que me parece prodigiosa la capacidad de Mar Mella para echar capas y capas de pintura sobre la personalidad de Marta (curioso, me acabo de dar cuenta de la coincidencia de siglas entre la autora y la protagonista) hasta volverla totalmente opaca, impenetrable. Muchos otros personajes hablan de esa enigmática personalidad, de ese muro tras el que Marta se oculta, de lo equívoca que resulta la primera sensación que reciben cuando la conocen, de lo diferente que es su imagen externa de su entrega y su capacidad de trabajo... Nadie la conoce, ni dentro ni fuera del libro. Quizá solo Mar Mella. Habrá que preguntárselo.
   Cimentada en este personaje atípico, la autora construye una historia que te atrapa a pesar de no tener grandes giros (aunque alguno hay, por supuesto) ni estar volviéndote loco todo el rato. Mella dosifica la información que va ofreciendo al lector de manera extraordinaria, manteniendo su interés y permitiendo que los jarros de agua fría caigan sobre su cabeza cuando y donde menos lo esperaba. Junto al personaje de Marta, la estructura de la obra es, pues, para mí otro de los grandes logros de esta novela, primera de la autora. El libro está dividido en cuatro partes, cada una titulada con un color, y tras la imagen gráfica que separa cada una de ellas, la voz narradora (siempre en tercera persona omnisciente) centra su atención en un personaje diferente, todos importantes para la historia: Johannes, Emilia, Ruud y Lola. A partir de ahí, continúa la historia de Marta, siguiendo una numeración correlativa, a pesar de la inserción de estos capítulos que añaden detalles a la historia principal y que se desarrollan en épocas históricas anteriores al presente narrativo.
   Aunque los capítulos en los que el narrador se centra en Marta aparecen numerados de forma correlativa, como digo, no hay una presentación lineal, cronológica, de los hechos que tienen que ver con ella. Hay muchos saltos temporales que añaden emoción a una historia ya de por sí interesante, de ahí que crea que la estructura potencia la emoción y la intriga del propio argumento.

EL MUNDO DEL ARTE


  Si nos centramos en el ambiente y el tema que envuelve la trama, he de decir que me ha encantado bucear en el mundo del arte: el de los pintores, por supuesto, pero también el de la restauración e, incluso, el eslabón de la venta, a través de las subastas. Gracias a todo lo que nos cuenta la autora, el lector puede hacerse una idea de cómo funcionan las cosas en la realidad, de sus luces y sus sombras, de sus éxitos y sus tejemanejes. 
   Me parece que toda la parte, digamos, teórica de la obra está muy bien integrada en la trama. Las explicaciones sobre pigmentos, subastas, métodos de trabajo y demás están perfectamente diluidas en los parlamentos de unos personajes que son expertos en la materia y, por lo tanto, no extraña que en un momento determinado expliquen distintos aspectos de la dimensión más documental de la obra.
   No sé si lo he dicho ya, pero soy una pintora frustrada. Siempre he sentido la necesidad de expresarme mediante la pintura pero jamás he llegado, ni siquiera, a aprender a coger un pincel. En mi cabeza veo imágenes y cuadros pero llega la hora de expresarlos y no, es imposible, mi mano no sigue a mi imaginación. Por eso me encantan los libros protagonizados por pintores (creo que ya lo comenté en la reseña de Habitaciones cerradas) y me parece que esta novela añade un plus al tema, abarcando otras áreas relacionadas con la pintura pero que marcan diferentes ámbitos, como el comercial o el de la conservación y recuperación de determinadas obras.

DETERMINISMO FAMILIAR


  Junto a la pintura en sí, hay un tema que subyace en la novela y que me ha interesado especialmente: el de las relaciones familiares. Dice Marta de sus padres que lo único que compartían era su "absoluta indiferencia hacia ella". Emilia, la madre de Javier, es un personaje brusco y envarado que parece querer más a los cuadros que a las personas, aunque eso no le impide venderlos al mejor postor. Miguel Medraño, padre de Javier, sabe que tampoco ha podido inculcar en su hijo ciertos valores que para él son determinantes para una persona. Y hay otros personajes secundarios que ejercen de padres o madres de manera poco convencional o que han sufrido los rigores de unos padres poco afectivos. 
   El único padre que parece saber lo que se hace es Ruud, pero sus métodos son cuestionados y la voz narradora nos hace pensar que son peculiares. Así pues, el catálogo de padres y madres que nos presenta Mar Mella lleva al lector a reflexionar sobre la responsabilidad de ser padres y las taras o defectos o rasgos del carácter que un determinado ejercicio de la paternidad provoca en quien o quienes lo sufren.
   En este sentido, al final el regusto amargo que te queda en la boca es el de un cierto determinismo familiar: nadie escapa de sus raíces, de su pasado, de las secuelas de una infancia infeliz.
   Creo que se nota lo que he disfrutado de esta novela y el subidón que me dejó al final no pude superarlo en varios días. Me parece una obra muy muy bien escrita, desarrollada con un pulso narrativo genial y una dosificación de la intriga que engrandece la historia que nos cuenta. Mella va soltando cabos a lo largo de la novela y los va recogiendo y atando a medida que el lector va avanzando en la obra para atarlos en un final tan coherente como inesperado. La autora va dando muchas pistas a lo largo de la obra aunque es fácil que el lector no siempre las interprete de la manera que conduce al final. Va dejando un caminito de migas de pan que conducen a una verdad final realmente sorprendente. Pulso, estilo, estructura, documentación, una buena historia de fondo y unos personajes bien construidos (hasta la opacidad es, en este caso, una cualidad de la autora) hacen de esta novela una de las mejores que he leído este año.
   Nos seguimos leyendo.      

      Agradezco a Martínez Roca el envío de este ejemplar.
    Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto Porque sí: 3/5

martes, 17 de septiembre de 2013

"La vida cuando era nuestra", de Marian Izaguirre: o la vida que un libro puede devolvernos


Ficha técnica:


Título: La vida cuando era nuestra                                    Autora: Marian Izaguirre               Editorial: Lumen         Género: novela, novela histórica, metaliteratura                     Páginas: 416
Publicación:  05/2013    ISBN: 9788426421807

Sinopsis (editorial):


 La historia de la amistad de dos mujeres, unidas por la trama de un libro.

   "Añoro la vida cuando era nuestra", comenta Lola mientras trastea en la cocina de su casa. Esa vida, que era tan suya y tan llena de ilusión, antes estaba hecha de libros y de charlas de café, de siestas lánguidas y de proyectos para construir un país, España, que aprendía paso a paso las reglas de la democracia. Pero llegó un día de 1936 en que vivir se convirtió en puro resistir, y ahora, quince años después, de todo aquello solo queda una pequeña tienda, una librería de viejo medio escondida en uno de los viejos barrios de Madrid, donde Lola y Matías, su marido, acuden cada mañana para vender novelitas románticas, clásicos olvidados y lápices de colores a quien se acerque.
   Es aquí, en ese lugar modesto, donde una tarde de 1951 Lola conocerá a Alice, una mujer que ha encontrado en los libros su razón de vivir. Siguiendo la mirada de Lola y Alice, viéndolas sentadas detrás del pobre mostrador y leyendo juntas el mismo libro, iremos lejos, hasta Inglaterra, y atrás en el tiempo, hacia principios del siglo XX, para conocer a una niña que creció preguntándose quiénes eran sus padres.
   La vida cuando era nuestra es un homenaje a la lectura, pero es sobre todo la historia de dos mujeres, una que poco sabe de la vida y otra que quizá sabe demasiado, aunque no pueda hablar. Entre estas miradas cómplices anda el talento de Marian Izaguirre.
   Hay libros por los que sientes un flechazo. Es puro amor a primera vista. Un título. Quizá un portada. Un argumento. Cada paso que das te enamora un poquito más de él. Y cuando por fin lo tienes en tus manos y lo abres... es casi casi como el primer beso. Hay veces, por supuesto, que el príncipe se convierte en rana y lo que prometía ser una feliz historia de amor es un pasatiempo sin más que poca huella dejará en tu corazón. Eso en el mejor de los casos. Pero a veces la promesa se cumple y ese amor a primera vista se convierte en una relación sólida. Y duradera. Porque sé que La vida cuando era nuestra se quedará en mi corazón durante mucho tiempo.
   Se quedarán conmigo esas dos mujeres, hechas de coraje y determinación, que han sabido echarse la vida a la espalda y cargar con ella con todas las consecuencias. Son dos mujeres diferentes pero parecidas. Son las dos protagonistas de la novela y cada una tiene una historia que contar. La de Alice/Rose se narra en primera persona y en de dos formas diferentes: una, directamente, en los capítulos que hablan de su vida en el Madrid de la posguerra, época en la que se desarrolla la línea argumental principal de la novela (aunque lo de principal me parece un poco exagerado: es la línea principal porque la otra se inserta en ella, pero el peso de la línea temporal más alejada de nosotros es mayor) y, la otra, a través de la novela dentro de la novela que da a esta obra su principal toque metaliterario, la novela que Alice y Lola leen y viven juntas, una narración que habla de la vida de Rose (quien oculta, en un primer momento, su nombre y la verdad de quien es a Lola, y se convierte así, por obra y gracia de la mentira, en Alice) durante su infancia, juventud y primeros años de la madurez, hasta 1939. La historia de Rose está llena de glamour, de viajes, de hogares en Francia e Inglaterra, de fiestas alegres, de escritores y artistas pero también tiene muertes, guerras, traiciones, mentiras, abandonos y envidias. Como cualquier vida que merezca no una sino dos novelas: la que protagoniza Rose y la que protagoniza Alice. Porque esta novela es, en realidad, como leer dos libros en uno.
   Por su parte, la historia de Lola está ubicada en esa España de posguerra en la que conoce a Alice. La vida de Lola no es fácil, traquetea entre la carestía propia de la época, la diferencia ideológica respecto a su familia, el aburrimiento de una etapa sin esperanza, la amenaza del pasado y un matrimonio republicano no reconocido por el Gobierno de Franco. En esa vida en blanco y negro que tan bien retrata (casi sin querer, sin explayarse en grandes detalles, solo con las pequeñas pinceladas con las que define el día a día de Lola) Marian Izaguirre, Alice será un rayo de sol, un fogonazo, una ráfaga de luz capaz de poner el color que le falta a sus días.
   Y esta novela también permanecerá en mí por Matías, el contrapunto masculino, el hombre dividido, el hombre rescatado, el hombre enamorado, el hombre capaz de vencer a una época gracias a los libros. Y al amor de una mujer.


DOS ÉPOCAS: UNA HISTORIA

 

   La vida cuando era nuestra también se quedará en mí por la manera tan hábil de enlazar las dos historias que nos cuenta. Últimamente he leído muchas novelas que dividen el argumento en dos líneas temporales diferentes pero me parece que Marian Izaguirre lo hace de una manera original y muy muy romántica para todos los que amamos los libros: Rose deja el libro con sus memorias en la pequeña librería que regentan Lola y Matías. A Matías le gusta tanto que decide exponerlo en el escaparate abierto, para que la gente lo lea. Pero en la oscura calle del escaparate, casi tan oscura como la propia España de la época y la vida que viven Lola y Matías, nadie se detiene a dejarse seducir por sus palabras. Será la propia Rose, convertida en Alice, la que lea en libro. Bueno, en realidad, no lo lee: es Lola la que se lo lee en voz alta. Izaguirre introduce así varios elementos que me parecen dignos de mención: por una parte, ya lo he dicho, la segunda línea temporal de la novela; en segundo lugar, el elemento metaliterario del que hablaré a continuación; en tercer lugar, la excusa perfecta para que se fragüe una amistad cocinada al fuego lento que marca el pasar de las páginas de la vida de Rose y, finalmente, la varita mágica que lo cambiará todo, el toque del destino que hará que ni la vida de Rose ni la de Lola vuelvan a ser lo que eran.
    Cualquiera de las dos líneas temporales me parece interesante. Las dos desarrollan ideas atractivas, personajes bien definidos y tramas bien urdidas. Quizá la única pega para mí (y de ahí que le ponga cuatro estrellas -aunque deberían ser cuatro y media, la verdad- a esta novela y no cinco) sea que se demora en exceso con algunos detalles de la línea temporal de Rose y, al contrario, que me hubiera gustado profundizar un poco más en la línea de la España de posguerra. Pero, desde luego, es una opinión totalmente personal.
     Lo que sí me ha gustado, y mucho, es esa presencia constante de la muerte que nos habla de una época, un siglo lleno de guerras (desde la I Guerra Mundial que marcó a Rose hasta la Guerra Civil que rompió la vida de Lola y de Matías), de lo pronto que todo se acaba si uno no se da prisa en disfrutarlo. La muerte está presente en la novela de tres formas diferentes: a través de los relatos y personajes relacionados con la guerra, en ciertos personajes relevantes que fallecen por diferentes causas (la vida es una continua pérdida, que diría Rose) pero también, y esta es la que más me ha llamado la atención, la muerte está en la calle, en los comentarios de los vecinos, en los rumores de escalera, en la enfermedad, en la propia cama. Esa presencia constante de la muerte en una época como la España de posguerra habla sin decirlo de un régimen represivo, de una sociedad intolerante, de chivatos, de policías que se exceden en sus funciones y de milicianos que siguen matando cuando la guerra ya quemó su último cartucho. La muerte siempre presente. Casi tanto como la vida, aunque ya no sea nuestra, porque alguien se encargó de robárnosla, de desmigajarla pedacito a pedacito.
     La vida cuando era nuestra es una novela que se lee del tirón, con un estilo ágil pero que nos regala frases esplendorosas, llenas de luz y poesía, capaces de iluminar un capítulo entero. Reflexiones sobre la vida y sobre la literatura o la escritura que te dejan colgada durante unos segundos de las pocas palabras que han servido para encerrar tanta verdad. Tanta belleza.

METALITERATURA 

 

   Estas reflexiones son uno de los elementos metaliterarios de la novela, pero hay más y con ellos quiero cerrar esta reseña, haciendo hincapié en ellos porque son por supuesto, otra de las razones por las que este libro se quedará en mi corazón durante tiempo. Además, de esas reflexiones, el primero de esos factores metaliterarios es, como he dicho ya, el recurso de la novela dentro de la novela: ese libro que Rose dejará en la librería de Lola y Matías y que las dos mujeres leerán juntas, creando un halo de complicidad y entendimiento casi mágico.
   El segundo factor es esa pequeña librería que da pie a hablar, aunque sea de pasada, de censura, de libros prohibidos y de los hábitos de lectura de la posguerra: la compra-venta de libros usados y las novelas románticas y del oeste que eran cambiadas por otras cuando se acaban, principalmente.
    El tercer factor viene propiciado por la vida de Rose: una vida cosmopolita llena de glamour y fiestas en las que se codeaba con escritores y artistas, muchos de los cuales quedan velados por el anonimato que da el olvido. Otros muchos sí desfilan por las páginas de esta novela: Proust, Dorothy Parker, Emily Dickinson, Ezra Pound, Chéjov... También la profesión de su pareja, Henry, traductor y poeta, habla de libros, de técnicas de escritura, del trabajo relacionado con las palabras.
     Y el cuarto factor es la reflexión con la que me quedo de esta novela, el tesoro que guardaré de ella para siempre. Algo que yo ya sabía pero que me encanta descubrir en otros libros, en otras historias, en otras personas: la capacidad que tiene una simple novela para transformarlo todo, para cambiar tu vida.
   Nos seguimos leyendo.      
   
    Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Desafío100 libros: 95/100 
  •  Reto Autores de la A a la Z: 24/29
  •  Reto Porque sí: 2/5 

lunes, 2 de septiembre de 2013

"La verdad sobre el caso Harry Quebert", de Joël Dicker: un thriller para aprender sobre literatura





Ficha técnica:


Título: La verdad sobre el caso Harry Quebert                 Autor: Joël Dicker          Editorial: Alfaguara              Género: novela policíaca, thriller, metaliteratura            Páginas: 672
Publicación: 19/06/2013    ISBN: 9788420414836

Sinopsis (editorial):


  Quién mató a Nola Kellergan es la gran incógnita a desvelar en este thriller incomparable cuya experiencia de lectura escapa a cualquier tentativa de descripción. Intentémoslo: una gran novela policiaca y romántica a tres tiempos −1975, 1998 y 2008− acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire. En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor −Harry Quebert, autor de una aclamada novela−, y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan. Poco después, Harry es arrestado, acusado de asesinato, al encontrarse el cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus comienza a investigar y a escribir un libro sobre el caso. Mientras intenta demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz. La verdad sólo llega al final de un largo, intrincado y apasionante recorrido.
   La verdad sobre el caso Harry Quebert es una de las novelas del verano, si es que no es LA novela del verano. Todo el mundo habla de ella, todo el mundo pregunta por ella, muchos me han consultado, antes de leerla, si merecía la pena comprarla o si es uno de esos best-seller que despiertan curiosidad y poco más. Si soy sincera, tanto alboroto había llamado mi atención pero no tenía intención de leerla tan pronto. Pero llegó Laky con una iniciativa que ha sido un éxito y que, según tengo entendido, tendrá continuidad y nos propuso una lectura simultánea comentada a través de Twitter con el hashtag #leemosjuntos... y una que no es de piedra acabó sucumbiendo.
   Ahora sí puedo contestar a las preguntas. ¿Es merecida su fama? Yo creo que sí. Me parece un libro muy bien estructurado (aunque luego le pondré una pega a la estructura), con vertiginosos giros en la trama y que mantiene el interés durante toda la lectura, aunque para mí no es un page-turner. He de confesar que a mí no me ha enganchado tanto como para no poder dejar de leerlo, pensar en la trama constantemente y fundirte con sus páginas como si no hubiera noche ni mañana. De hecho, me ha extrañado porque he tardado en leerlo más de lo normal (en mí, claro). Mantiene el interés pero no ha logrado que no quiera despegarme de él. Pero es mi experiencia, por supuesto; Twitter está lleno de comentarios que hablan de una adicción absoluta por el libro y cada vez son más las reseñas que hacen referencia a noches sin dormir por culpa de Dicker. 
    Respecto a otra de las preguntas recurrentes sobre el libro (¿merece la pena comprarlo?) respondería un sí sin ningún tipo de duda si eres de esas personas a las que les gusta la metaliteratura y, sobre todo, el proceso de escritura de una novela, porque de eso hay mucho (y muy interesante). Para mí, ha sido uno de los puntos más gratificantes del libro: el acercamiento a la vida de los escritores y a sus métodos creativos, la reflexión sobre el oficio de escritor, sobre el noble arte de juntar palabras y sobre lo que un libro puede causar en la vida del que lo escribe pero también de quien lo lee. Y, sobre todo, los consejos que abren cada capítulo, en los que Harry desgrana los secretos de la escritura para su aventajado alumno Marcus. Los secretos de la escritura... pero también los secretos de la vida porque al final si una conclusión se puede extraer de esta novela es que la vida es literatura y la literatura es una forma de comprender lo que va sucediendo en la vida.
    Pero la metaliteratura no está solo en el taller de escritura creativa que se esconde entre las páginas de esta novela. Hay infinidad de guiños a otras obras y situaciones literarias. Para descubrirlos es necesario conocer las obras a las que guiña el ojo Dicker en la novela, por lo que cada uno habrá visto unos u otros. Hay quien, por ejemplo, compara a Dicker con Philip Roth. Yo tengo una enorme deuda con el autor (tanto que me estoy ya planteando proponerme un reto para leer alguna de sus novelas el año que viene, porque esto hay que resolverlo pero ya), así que no puedo juzgar si tienen razón o no. Pero lo que sí he visto es un buen puñado de juegos intertextuales que relacionan este libro con otros que forman parte de la Historia de la literatura universal. El guiño a Lolita de Nabokov me parece muy visible, no solo por la chiquilla de quince años que hace enloquecer un hombre maduro (aunque, partiendo de ese cliché, Lolita y Nola en poco más se parecen), sino también, por ejemplo, en el recurso gráfico que utiliza Dicker, que también usó Nabokov en su día. En Lolita, Humbert Humbert paladea el nombre de su niña amada gracias al viaje que la lengua realiza al pronunciarlo, desde el centro del paladar hasta los dientes, en tres pasos: Lo-li-ta. Y así lo escribe Nabokov en la obra: "Lo-li-ta" (así aparece en el ejemplar que tengo en casa, publicada por Anagrama en 1999 en su duodécima edición; en otras ediciones he visto que aparece con punto en vez de con guiones). Al leer el obsesivo N-O-L-A de Harry Quebert no he podido evitar acordarme del Lo-li-ta de Nabokov, por lo que el vínculo entre Lolita y Nola ha quedado fijado en mí desde el principio de la novela. Además, creo que Dicker juega, en cierto sentido, con la mancillada reputación de Nola y lo que muchos han pensado de Lolita a lo largo de la Historia, fundiendo ambos personajes mucho más.
   Pero hay un momento en el que Nola me ha recordado mucho a Nora (más allá de la semejanza de ambos nombres), la mujer de James Joyce, entregada a la tarea de crear la atmósfera familiar perfecta para que el escritor dé lo mejor de sí mismo. Dicker se hace eco en esas escenas en las que Nola cuida de Harry mientras él escribe su novela de ese tópico de la mujer del escritor dedicada enteramente a él, un cliché bastante patriarcal que mistifica la figura del hombre escritor y rebaja la imagen de la esposa-ama de casa-ángel del hogar que no vive más que para complacer a su hombre. Justo andaba yo pensando en esto, cuando Mayte Esteban escribió en su muro de Facebook que se había tenido que exiliar a la cocina para escribir un rato y no he podido evitar comparar la mística del escritor frente a la realidad de la escritora. No quiero decir con esto que todos los escritores tengan a alguien a su servicio para cubrir hasta su última necesidad y que todas las escritoras escriban en la cocina. Solo digo que qué diferente es la imagen ideal del escritor respecto a lo que vive en su día a día real, en este caso, de algunas escritoras. 
     En cualquier caso, y volviendo a la abnegada Nola, el personaje, globalmente, no me ha parecido un cliché patriarcal, sino una niña enamorada que hace todo lo que sea posible para que su amado cumpla su sueño. En el fondo, de eso habla del libro: del amor, de lo que llegamos a hacer por amor, de lo que el amor hace que seamos, de la varita mágica que es, capaz de transformarnos por completo. La novela plantea una reflexión sobre la importancia del amor y su papel como motor de la vida (por cierto, que no he parado de preguntarme mientras leía todo lo que se decía sobre el amor qué hubiera ocurrido si esta novela la hubiera escrito una mujer) pero en el propio libro aparece también la visión más ácida de este siempre ennoblecido sentimiento, de la mística y la idealización que siempre le rodea: "¡El amor es un truco que se inventaron los hombres para no tener que lavarse la ropa!", le dice el editor a Marcus, poniéndonos a todos los pies en la tierra, como hace siempre.
   Y hablando del editor Roy Barnaski, él y Bejamin Roth, el abogado, son dos de los personajes que más me han gustado, por el contrapunto ácido, sarcástico y realista que suponen. Ellos nos bajan de las nubes y nos muestran el mundo en toda su crudeza, sin colorantes ni conservantes. Una visión que contrasta con el idealismo de Harry y Marcus y que añade un punto divertido pero también reflexivo a la novela.
   También se convierte en contrapunto, aunque de modo muy diferente, la madre de Marcus y su obsesión por buscarle una buena esposa. Me ha parecido un personaje típico del chick-lit y me ha gustado verlo extrapolado al género policíaco y hasta cierto punto costumbrista que refleja esta novela. Es un personaje delirante, totalmente estrambótico, que me ha hecho soltar unas buenas carcajadas.
   Y es que, para mí, los personajes son lo mejor de la novela. La trama, ya lo he dicho, está muy bien construida, e incluye un buen número de giros argumentales que hicieron que cerrara el libro y me sintiera como si acabara de bajar de una montaña rusa. Porque también es verdad que algunos de esos giros están diseminados por toda la novela pero que muchos de ellos se concentran en los capítulos finales, y ahí está una de las pegas de las que hablaba antes. No es que el libro se me haya hecho aburrido pero sí ha habido un momento (demasiado prolongado, creo yo) en el que el autor se ha esforzado en llevar la trama por un camino que, a posteriori, se ve que es equivocado. ¿Para qué gastar tanta palabra entonces? ¿Para engañar al lector? ¡Pero si lo sabe hacer magistralmente sin gastar tanta tinta! ¡Entonces?? Pues no lo sé, la verdad. Otra de las pegas que le pongo, ya que estoy en ello, es todo lo que tiene que ver con Obama y las elecciones. Además de contextualizar el relato, ¿para qué sirve? No le he encontrado sentido a que hable tanto de las elecciones del 2008. ¿Alguien se lo ha encontrado?
   Como decía, estando la trama muy medida y sólidamente desarrollada (me ha encantado cómo ha ido tirando cabos a lo largo de la novela para luego ir recogiéndolos y atándolos al final), para mí lo mejor han sido los personajes. Y no solo por el rol que desempeñan, sino también por lo bien construidos que están y por cómo se definen a sí mismos a través de su lenguaje y sus expresiones (muy claro en el caso de Luther y muy significativo en el del sargento Gahalowood) y de sus acciones. Y me ha gustado mucho que todos tengan su cara amable y su lado oscuro, mostrando esa dualidad que todos llevamos dentro, seamos o no conscientes de ello.
   La forma de caracterizar a los personajes me ha hecho pensar mucho en mis asignaturas sobre Teoría de la Literatura y, en especial, sobre Narratología. Bueno, de hecho toda la novela ha sido para mí como una sucesión de ejemplos prácticos de mis apuntes. Y en esto quiero ver también un guiño metaliterario: es como si el autor hubiera estudiado Narratología y hubiera querido meter en el libro un ejemplo de cada término o elemento que haya encontrado en los manuales estudiados. Porque es que hay de todo: caracterización de personajes a través de diferentes vías (por lo que dicen, por lo que hacen, por lo que los demás nos cuentan de ellos...), hay cambios de focalización (el narrador en primera persona se transforma en tercera persona omnisciente cuando narra los acontecimientos del pasado), hay saltos temporales (las analepsis o flashbacks son parte fundamental de la trama, mezclados con la narración más cercana a nuestro tiempo pero también hay numerosas prolepsis o flashforwards, como esos momentos en los que Marcus adelanta "Ese fue el día en el que todo se torció" antes de contar por qué, por ejemplo) y hay un continuo juego con las reiteraciones. Mucha gente ha comentado en Twitter que ha acabado saturada por tantas repeticiones, sobre todo del adjetivo "formidable", pero creo que eso, por ejemplo, se explica en el propio libro: llena tu novela con una palabra y conseguirás que cada vez que el lector oiga esa palabra se acuerde de tu obra, le dice Harry a Marcus. Pero hay todo un juego de reiteración de narraciones que ya hemos leído que, en muchos casos, inciden en el aspecto metaliterario de la novela (el de la novela dentro de la novela o la novela que se va escribiendo a medida que leemos) pero que en otros actúan como recuerdo o aclaración de determinados pasajes. Es como si el autor encendiera la luz para revelarnos una escena en un momento determinado pero después, en el momento clave, en vez de una pequeña bombilla iluminase lo ocurrido con un potente foco que mostrase detalles ocultos y que permite al lector ver lo que hasta entonces había permanecido oculto. Dicker juega con la frecuencia narrativa (la periodicidad con la que aparecen los hechos en la narración) para mostrar otro de los recursos más típicos de la literatura: resaltar una acción o un grupo de acciones a través de la diferencia entre el número de veces que aparecen en la narración y el número de veces que ocurre en el relato cronológico de los hechos. Por ejemplo: a Nola solo la matan una vez, cronológicamente. Sin embargo, su asesinato se convierte, dentro del relato, en un elemento repetitivo, repasando los hechos una y otra vez, desde diferentes puntos de vista, a la luz de los detalles que distintos personajes van aportando a lo largo de la novela. Y así ocurre con otros muchos sucesos de la obra, como el maltrato de Nola o la paliza a Luther, por poner dos ejemplos muy claros. 
   He de confesar, pues, que, independientemente de la trama, que engancha por sí misma, he disfrutado muchísimo de la novela por toda la cantidad de guiños intertextuales (también me ha recordado a Sangre fría, de Truman Capote, que no lo he comentado hasta ahora y a una película de la que no hablaré porque supondría desvelar parte de la trama) y metaliterarios, además de las conexiones que he podido establecer entre mis apuntes y los ejemplos prácticos que presenta Dicker. Estoy pensando que quizá esa haya sido una de las razones por las que, como he dicho, he tardado más en leer esta novela de lo que es normal en mí: quizá he estado haciendo muchas conexiones dentro de mi cabeza y pensando en ellas, en vez de sumergirme en la trama y dejarme arrastrar por ella hasta el final.
   En cualquier caso, me ha parecido una novela muy bien escrita y, sobre todo, muy bien planificada, que habla del amor pero también de la amistad, de la camaradería, de la protección de los padres y la sabiduría de los mentores; de personas que te cambian la vida y de sucesos que trastocan todos los planes que uno ha hecho para sí mismo. En definitiva, una novela que incide en el aspecto caótico y arbitrario de la existencia, ese que convierte en impredecible el plan mejor trazado.
   Nos seguimos leyendo.      
      
    Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto Porque sí: 1/5
  •   Desafío100 libros: 89/100
  • Reto Negro y criminal: 12/15
  •  Reto Desafía tu estantería: 4/5
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