Título: El nombre propio de la felicidad
Autora: María Jeunet
Editorial: Planeta
Género: novela contemporánea, romántica, feelgood
Páginas: 368
Publicación: 31/05/2016
ISBN: 978-84-08-15640-6
Mientras Nico, antaño un joven escritor de éxito, trata de arreglar la vida de los que le rodean, la suya va cayendo en un pozo del que cada día le resulta más difícil salir: hace años que no escribe, acaba de mudarse a una polvorienta buhardilla parisina y para conseguir un dinero extra trabaja en el metro de París.
Sus inesperados nuevos amigos y el dibujo abandonado por una chica misteriosa en los túneles del metro serán los detonantes para que Nico decida, por fin, dejar de preocuparse por el bienestar de los demás y acometa la tarea de su vida: alcanzar su propia felicidad.
El nombre propio de la felicidad es un cuento de hadas contemporáneo con un protagonista honesto, inocente y optimista que adorarás desde la primera página.
Mira que me gusta a mí poco leer la sinopsis pero creo que en este caso tiene más razón que un santo: El nombre propio de la felicidad es un cuento de hadas contemporáneo. Y para adultos, añado (o, bueno, también para jóvenes). Tiene una magia y una esperanza en la vida y sus vericuetos que entronca con los cuentos de hadas en los que, aunque haya baches por el camino, todo acaba bien. Por eso, y sin saber mucho del subgénero, creo que esta novela puede incluirse en eso que se ha dado en llamar feelgood y del que tanto sabe Mónica Serendipia. La premisa principal es hacer sentir bien al lector y María Jeunet lo consigue desde el principio hasta el fin.
Para que te hagas una idea de cómo es este libro, yo tenía todo el rato en la cabeza a Amelie Poulain, no sé si por la ambientación parisina, porque es una de mis películas favoritas o porque, en el fondo, Nico y Amelie son el mismo tipo de persona (esas ganas de ayudar a los demás, de rodearse de felicidad, aunque sea ajena...). Y porque la trama, vista en su conjunto, también se le parece mucho.
Y también tenía en la cabeza a Nicolas Barreau, por el toque romántico (muy romántico) y por el protagonismo absoluto de un París que recorremos, vivimos y sentimos. Aunque he encontrado aquí lo que no encontré en el autor francés: más profundidad, historias que no suenen a lo de siempre, algo más que amor, personajes llenos y auténticos.
Con lo dicho hasta ahora ya te habrás dado cuenta de que me ha sentado muy bien este manjar que nos ofrece Jeunet. Y que conste que la referencia culinaria no es gratuita: los dulces y la comida son una constante en la novela gracias a los padres de Nico y a Carol, su gran amiga. Pero lo bueno de la autora salmantina es que no se queda en meras referencias: cuidado con esta novela si estás en plena operación biquini, porque te darán ganas de salir corriendo una y otra vez a buscar algo tan maravilloso como lo que sale de las manos de Carol (y casi todo dulce, no te digo más). La subtrama gastronómica tiene un peso importante en la trama y le sienta muy bien al conjunto general pero, además, creo que tiene un poder de sugerencia a nivel inconsciente: he tenido la sensación de que el hecho de citar cosas dulces ha logrado que sintiera aún más en el paladar la dulzura de la propia historia. No sé cómo explicarlo. Es como si al citar los pasteles, cruasanes y demás delicias que salen de las manos de Carol te dieras cuenta de lo algodonosa que es la historia en sí misma, lo dulce que es todo lo que se cuenta.
Hay otro factor que, para mí, actúa en este mismo nivel, no sé si inconsciente o subconsciente pero, desde luego sí subjetivo y evocativo: los cuentos infantiles. Nico es autor de un cuento infantil que, en su momento, tuvo muchísimo éxito pero que ahora no encuentra la inspiración para su próxima obra. Afortunadamente, acabará encontrando ese hilo que tire de él para crear una nueva historia y ese proceso está muy bien narrado en el libro y, además, transmite toda la magia del cuento que el protagonista está escribiendo. Así que toda la subtrama que tiene que ver con la nueva obra de Nico también permite que el lector vea la magia que tiene la novela de Jeunet.
Y no menos magia tiene el pueblo que la autora nos presenta. Mont des Fleurs es un entorno idílico (esas ventanas de colores... ¡Madre mía! ¿Cómo no anhelar vivir en un sitio así?) que se completa con un paisaje humano no menos delicioso. Tanto el pueblo en sí como sus vecinos hacen de este enclave un locus amoenus clásico que refuerza la magia de la historia y el mensaje final de la novela: tan importante es querer como dejarse querer, hay que pensar en los demás y también en uno mismo, hay que intentar que todos a tu alrededor sean felices y ayudarles a superar los momentos más bajos. Empezando por ti mismo.
Toda la obra es, pues, un canto a la bonhomía, al respeto a los demás, al intentar ponérselo fácil al de al lado, al cariño, al amor, a la familia y a la amistad. No es que todo lo que ocurra sea bueno (hay baches verdaderamente graves en la novela y dan lugar a subtramas muy interesantes que le siente muy bien a la novela porque sacan el foco de la mera historia de amor de Nico y nos hablan de mucho más, dan mucha profundidad al obra) pero el conjunto final transmite felicidad y ternura a partes iguales. Y lo mejor: sin que la novela resulte recargada, almibarada, hueca e insustancial. Creo que Jeunet logra el equilibrio que también se logra en Amelie. Y no me parece que sea fácil.
Solo le pongo una pega y es que me cansaron un poco las continuas prolepsis, las anticipaciones que continuamente hace Nico, narrador en primera persona de la historia. Creo que la autora abusa de ellas y que acaba por no funcionar tanto adelantar (o dejar entrever) sucesos que van a ocurrir. Pero me parece una pega poco importante para el conjunto de la obra.
En cambio, sí que me parece que funciona muy bien la narración en primera persona y ese "amigos" con el que Nico se dirige al lector. Me ha dado una impresión de cercanía e, incluso, de cariño por parte del personaje hacia el lector que me ha metido mucho en la historia. Y es que, viendo cómo es Nico y cómo trata a sus amigos... ¿quién no querría estar entre ellos?
Nos seguimos leyendo.
Gracias a Mundos de lectura por organizar el sorteo y lectura conjunta gracias a los que he leído esta novela y a la editorial, por enviármela.
Para que te hagas una idea de cómo es este libro, yo tenía todo el rato en la cabeza a Amelie Poulain, no sé si por la ambientación parisina, porque es una de mis películas favoritas o porque, en el fondo, Nico y Amelie son el mismo tipo de persona (esas ganas de ayudar a los demás, de rodearse de felicidad, aunque sea ajena...). Y porque la trama, vista en su conjunto, también se le parece mucho.
Y también tenía en la cabeza a Nicolas Barreau, por el toque romántico (muy romántico) y por el protagonismo absoluto de un París que recorremos, vivimos y sentimos. Aunque he encontrado aquí lo que no encontré en el autor francés: más profundidad, historias que no suenen a lo de siempre, algo más que amor, personajes llenos y auténticos.
Con lo dicho hasta ahora ya te habrás dado cuenta de que me ha sentado muy bien este manjar que nos ofrece Jeunet. Y que conste que la referencia culinaria no es gratuita: los dulces y la comida son una constante en la novela gracias a los padres de Nico y a Carol, su gran amiga. Pero lo bueno de la autora salmantina es que no se queda en meras referencias: cuidado con esta novela si estás en plena operación biquini, porque te darán ganas de salir corriendo una y otra vez a buscar algo tan maravilloso como lo que sale de las manos de Carol (y casi todo dulce, no te digo más). La subtrama gastronómica tiene un peso importante en la trama y le sienta muy bien al conjunto general pero, además, creo que tiene un poder de sugerencia a nivel inconsciente: he tenido la sensación de que el hecho de citar cosas dulces ha logrado que sintiera aún más en el paladar la dulzura de la propia historia. No sé cómo explicarlo. Es como si al citar los pasteles, cruasanes y demás delicias que salen de las manos de Carol te dieras cuenta de lo algodonosa que es la historia en sí misma, lo dulce que es todo lo que se cuenta.
Hay otro factor que, para mí, actúa en este mismo nivel, no sé si inconsciente o subconsciente pero, desde luego sí subjetivo y evocativo: los cuentos infantiles. Nico es autor de un cuento infantil que, en su momento, tuvo muchísimo éxito pero que ahora no encuentra la inspiración para su próxima obra. Afortunadamente, acabará encontrando ese hilo que tire de él para crear una nueva historia y ese proceso está muy bien narrado en el libro y, además, transmite toda la magia del cuento que el protagonista está escribiendo. Así que toda la subtrama que tiene que ver con la nueva obra de Nico también permite que el lector vea la magia que tiene la novela de Jeunet.
Y no menos magia tiene el pueblo que la autora nos presenta. Mont des Fleurs es un entorno idílico (esas ventanas de colores... ¡Madre mía! ¿Cómo no anhelar vivir en un sitio así?) que se completa con un paisaje humano no menos delicioso. Tanto el pueblo en sí como sus vecinos hacen de este enclave un locus amoenus clásico que refuerza la magia de la historia y el mensaje final de la novela: tan importante es querer como dejarse querer, hay que pensar en los demás y también en uno mismo, hay que intentar que todos a tu alrededor sean felices y ayudarles a superar los momentos más bajos. Empezando por ti mismo.
Toda la obra es, pues, un canto a la bonhomía, al respeto a los demás, al intentar ponérselo fácil al de al lado, al cariño, al amor, a la familia y a la amistad. No es que todo lo que ocurra sea bueno (hay baches verdaderamente graves en la novela y dan lugar a subtramas muy interesantes que le siente muy bien a la novela porque sacan el foco de la mera historia de amor de Nico y nos hablan de mucho más, dan mucha profundidad al obra) pero el conjunto final transmite felicidad y ternura a partes iguales. Y lo mejor: sin que la novela resulte recargada, almibarada, hueca e insustancial. Creo que Jeunet logra el equilibrio que también se logra en Amelie. Y no me parece que sea fácil.
Solo le pongo una pega y es que me cansaron un poco las continuas prolepsis, las anticipaciones que continuamente hace Nico, narrador en primera persona de la historia. Creo que la autora abusa de ellas y que acaba por no funcionar tanto adelantar (o dejar entrever) sucesos que van a ocurrir. Pero me parece una pega poco importante para el conjunto de la obra.
En cambio, sí que me parece que funciona muy bien la narración en primera persona y ese "amigos" con el que Nico se dirige al lector. Me ha dado una impresión de cercanía e, incluso, de cariño por parte del personaje hacia el lector que me ha metido mucho en la historia. Y es que, viendo cómo es Nico y cómo trata a sus amigos... ¿quién no querría estar entre ellos?
Nos seguimos leyendo.
Gracias a Mundos de lectura por organizar el sorteo y lectura conjunta gracias a los que he leído esta novela y a la editorial, por enviármela.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 100 libros: 63/100
- Reto Autores de la A a la Z: J 20/25