Título: Querido Diego, te abraza Quiela
Autora: Elena Poniatowska
Editorial: Impedimenta
Género: novela corta, histórica, intimista, epistolar
Páginas: 96
Publicación: enero 2014
ISBN: 978-84-15979-20-3
Octubre de 1921. Angelina Beloff, pintora rusa exiliada en París, envía una carta tras otra a su amado Diego Rivera, su compañero desde hace diez años, que la ha dejado abandonada y se ha marchado a México sin ella. Angelina, a quien Diego se dirige con el diminutivo de Quiela, fue la primera esposa del muralista mexicano y una excelente pintora, eclipsada por el genio de su marido. Su relación, marcada por la pobreza y por la tiranía de Rivera, fue tormentosa, y la adoración de Quiela, incondicional. Brutal, ególatra, irresistible, Rivera se nos dibuja como un monstruo que hace su voluntad en el arte y el amor. «Ella me dio todo lo que una mujer puede dar a un hombre», diría Rivera. «En cambio, recibió de mí todo el dolor en el corazón y la miseria que un hombre puede causarle a una mujer.»
Hay libros que son como un grito desgarrado. Libros que guardan tantos sentimientos en su interior que estos te van golpeando a medida que vas leyendo hasta casi dejarte K.O. Libros que te desgarran, libros apasionados que te desvelan amores casi enfermizos y vidas echadas a perder por el poder de una pasión sin control, desmedida, arrasadora. Como la que vivió Angelina Beloff, Quiela, por su Diego, el pintor mexicano Diego Rivera.
Quien más y quien menos ya sabe cómo se las gastaba Rivera con las mujeres. Yo ya le conocía, entre otros productos culturales, por el Diario de Frida Khalo del que ya he hablado en mi blog y esta novela corta no ha hecho más que confirmar la imagen de este hombre mujeriego, egoísta, egolátra y brutal de la que también se hace eco Poniatowska.
Rivera es, aquí, la pared contra la que choca el impotente y apasionado discurso de una Quiela abandona por un Diego que no se digna ni a contestar sus cartas. Y al lector le duele esa indiferencia total ante unas cartas que supuran amor como una herida infectada, con un pus espeso y apasionado que no hace más que implorar la vuelta del pintor.
Corta pero tremendamente intensa es esta nouvelle que nos habla de relaciones tóxicas y de dependencia pero, también, de una frialdad casi inhumana, al tiempo que nos permite conocer las fases del genio creativo y la relación entre la faceta artística de los dos protagonistas principales con el resto de parcelas de su vida.
Poco más se puede decir de esta novela que es una experiencia que hay que vivir. Eso sí, una experiencia de la que es imposible salir indemne: Poniatowska no solo se mete en la piel de Quiela y recrea de forma magistral los sentimientos que pudo tener la primera esposa de Diego Rivera sino que va más a allá y consigue que el lector también se vista con su piel, con su ropa, con sus experiencias y, sobre todo, con su desgarro, su impotencia y ese amor que no sirve para nada.
La autora, premio Cervantes 2013, era una de mis grandes pendientes y ahora que he probado su prosa, sé que volveré a caer en ella inevitablemente, como las moscas en la miel, porque me ha encantado este primer, corto, fugaz pero intensísimo contacto.
Nos seguimos leyendo.
Quien más y quien menos ya sabe cómo se las gastaba Rivera con las mujeres. Yo ya le conocía, entre otros productos culturales, por el Diario de Frida Khalo del que ya he hablado en mi blog y esta novela corta no ha hecho más que confirmar la imagen de este hombre mujeriego, egoísta, egolátra y brutal de la que también se hace eco Poniatowska.
Rivera es, aquí, la pared contra la que choca el impotente y apasionado discurso de una Quiela abandona por un Diego que no se digna ni a contestar sus cartas. Y al lector le duele esa indiferencia total ante unas cartas que supuran amor como una herida infectada, con un pus espeso y apasionado que no hace más que implorar la vuelta del pintor.
Corta pero tremendamente intensa es esta nouvelle que nos habla de relaciones tóxicas y de dependencia pero, también, de una frialdad casi inhumana, al tiempo que nos permite conocer las fases del genio creativo y la relación entre la faceta artística de los dos protagonistas principales con el resto de parcelas de su vida.
Poco más se puede decir de esta novela que es una experiencia que hay que vivir. Eso sí, una experiencia de la que es imposible salir indemne: Poniatowska no solo se mete en la piel de Quiela y recrea de forma magistral los sentimientos que pudo tener la primera esposa de Diego Rivera sino que va más a allá y consigue que el lector también se vista con su piel, con su ropa, con sus experiencias y, sobre todo, con su desgarro, su impotencia y ese amor que no sirve para nada.
La autora, premio Cervantes 2013, era una de mis grandes pendientes y ahora que he probado su prosa, sé que volveré a caer en ella inevitablemente, como las moscas en la miel, porque me ha encantado este primer, corto, fugaz pero intensísimo contacto.
Nos seguimos leyendo.
Aprovecho este último post del año para desearte lo mejor para 2016 y que nos sigamos leyendo, más y mejor, durante el próximo año.Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto Mujeres Laureadas: 5/5
- Reto Eternos Pendientes: 2/2