Ficha técnica:
Título: Susana y los viejos Autor: Marta Sanz
Editorial: Destino Género: novela Páginas: 300
Publicación: 07/02/2006 ISBN: 978-84-233-3815-3
Sinopsis (editorial):
Susana y los viejos describe un microcosmos familiar que muta,
se radicaliza y puede llegar a quebrarse. Amores y desamores, pasiones y
odios marcan un juego de espejos en el que la autora pone de manifiesto
la frágil frontera de las convenciones y entra de lleno en las
confrontaciones generacionales, sexuales y de clase. Una reflexión sobre
la cobardía y contra la idea de que el amor es blandenguería o
renuncia.
Una novela coral que se vertebra en torno a tres
generaciones de hombres y mujeres. Mujeres que los hombres de sus vidas
sólo saben ver a través del filtro de un estereotipo al que estas
mujeres no se ciñen: son libres, racionales y extremadamente
civilizadas, tanto que, para sobrevivir, han de comportarse a veces de
un modo salvaje que rechaza los paños calientes y el lavado de
cicatrices.
Este es uno de esos libros que ponen a prueba tus límites casi a cada página. Marta Sanz juega con la tolerancia del lector para hablarle de muchas de las cosas de las que no solemos hablar, de las que nos ocultamos a nosotros mismos, de esas en las que no queremos ni pensar. Y lo hace desde la primera página, momento en el que nos muestra a una Clara voyeur por casualidad que descubre a la geriatra Susana manteniendo relaciones sexuales con el abuelo Felipe. Marta Sanz describe sin tapujos ese encuentro, sin obviar las referencias que pueden resultar más desagradables o más sorprendentes o más chocantes. Es más, como la Susana a la que la vejez, lejos de desagradar, excita, la autora se recrea a lo largo de la obra en las descripciones sobre los efectos que la edad y/o la enfermedad causan en los cuerpos.
Con crudeza, sin eufemismos ni poesía, Sanz ahonda en la parte más despreciada (que no despreciable) del ser humano, en eso que obviamos, la que escondemos, la que tratamos de ignorar: la enfermedad, la vejez, la decrepitud, la muerte, la agonía, el suicidio... Todos esos momentos en los que el cuerpo no es más que organismo animal y olvida cualquier tipo de civilización. Utilizando un lenguaje explícito, en muchas ocasiones procaz, la autora pone ante unos ojos que cerramos con demasiada frecuencia la realidad de la vejez y la enfermedad e invita a la reflexión sobre la doble moral que mantenemos al respecto, sobre todo cuando la vejez o la enfermedad tocan a quienes tenemos cerca.
Clara es la cuidadora de Felipe, un anciano que su familia cree empeñado en no morirse. Su decrepitud, sus carnes fofas, su dentadura, sus pliegues, sus flatulencias, sus ruiditos, su inmovilidad, su incapacidad para hablar, sus manías... resultan molestas para una familia que, con la excusa del "es que yo no puedo verlo así", delega su cuidado, su atención y el cariño que merece en manos de Clara y, poco después, de los profesionales de una residencia geriátrica, un aparca-viejos, un aparca-moribundos, un lugar en el que encerrar bajo llave todo aquello que no queremos ver.
La falta de eufemismos, la elección de unos personajes que tienen poca cabida en el cine o la literatura y ese lenguaje directo y provocador forman parte de las señas de la autora casi tanto como la inclusión de juegos del lenguaje y de imágenes inusuales, asociaciones novedosas o paráfrasis sorprendentes (como ese "yo te bautizo en el nombre de Metro Golden Meyer") que cumplen también la labor de descolocar al lector.
El cine, la música, la mitología, la pintura y la propia literatura se convierten en continuos elementos referenciales para el texto de Sanz que, en muchos casos, obliga al lector a conocer la fuente de esa referencia para captar el sentido de lo que quiere decir, para entender la ironía o el juego metaliterario o meta-artístico que propone.
Sinceramente, no creo que sea una novela que vaya a gustar a un gran número de lectores. Es más, no creo que esté escrita para gustar, sino para mostrar la realidad que muchas veces nos hurtamos a nosotros mismos. Por eso, y pese a que cuenta con el aval de haber sido Finalista de los Premios Nadal de 2006, no me atrevo a recomendar su lectura a casi nadie. Es una lectura demasiado descarnada, demasiado realista, demasiado crítica, demasiado desnuda, demasiado sincera como para cargar con la responsabilidad de ganar un lector para ella. No puedo decir que me haya gustado, porque en ocasiones (ya digo) resulta hasta desagradable (consciente y provocadoramente desagradable), pero me ha hecho pensar. Y, siempre lo digo, para mí eso es más que suficiente.
Nos seguimos leyendo.