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viernes, 10 de junio de 2016

"Mientras agonizo", de William Faulkner: una novela coral tremenda

 http://www.anagrama-ed.es/titulo/PN_447


Título: Mientras agonizo
Autor: William Faulkner
Editorial: Anagrama
Género: novela contemporánea, experimental
Páginas: 248
Publicación: 2008
ISBN: 9788433973207

 Es un orgullo presentar la versión definitiva de "Mientras agonizo", fijada en 1985, a partir de las galeradas originales, compulsadas con el manuscrito autógrafo y la copia mecanografiada por el propio autor. Quinta novela de William Faulkner, "Mientras agonizo" es una de sus obras maestras y uno de los libros por los que sentía más aprecio. Lo escribió, según él mismo explicaba, en seis frenéticas semanas, de madrugada, mientras trabajaba como bombero y vigilante nocturno de la central eléctrica de la universidad de Mississippi. Relata la peripecia de una familia de blancos pobres, los Bundren, que recorren los parajes rurales del Sur con el cadáver de la esposa y madre en un ataúd para enterrarla en una parcela de su propiedad. Esta aventura tragicómica, en la que se entremezcla un humor de tintes ácidos con la más arrolladora desolación, está narrada mediante una sucesión de monólogos interiores de los diversos personajes: el patriarca familiar, los hijos y la propia muerta, que habla al lector desde «el otro lado», desde el más allá. Y en este viaje con ecos grotescos de la Odisea homérica y de episodios bíblicos, Faulkner introduce los temas y obsesiones que fecundan su literatura: la decadencia del Sur, el viaje iniciático, la culpa que atormenta a los personajes, la transgresión y su castigo, el peso opresivo del pasado.
   William Faulkner era otro de mis grandes débitos literarios. ¡Menos mal que Carmen y amig@s me va ayudando a ponerme en paz con los grandes escritores que en el mundo han sido! 
     He de decir que leer Mientras agonizo (publicada originalmente en 1930) no ha sido una tarea fácil. No lo es, al principio de la novela, porque cuesta seguir el hilo y saber quién habla y sobre quién habla. Porque la novela se construye sobre un buen puñado de fragmentos (monólogos interiores y algo de narración) de varios de los protagonistas de la obra que nos van contando lo que va ocurriendo desde su personal punto de vista. En total, son 15 los narradores, así que, ya digo, hay que superar, en primer lugar, la extrañeza que puede provocar un texto como este y el estilo en el que está contado (e, incluso, la sordidez y la crudeza de lo que se cuenta) y, en segundo lugar, la confusión de no saber quién habla ni qué pinta en el relato.
    Pero, aunque cuesta, me ha gustado mucho esta técnica porque es como cuando llegas a una familia extraña de buenas a primeras y tienes que aprender a situar quién es cada uno y cómo es. Y no hay nadie que te lo cuente, tienes que ir deduciendo su personalidad de cómo habla, de lo que dice y de lo que los demás van dejando entrever sobre él.
   Así, poco a poco, el lector va completando el puzle que forma la familia Bundren, una familia peculiar de la que acabamos descubriendo sus dinámicas, sus comportamientos, sus taras (no me atrevo a decir sus virtudes, porque en general toda la novela es sórdida y bastante tremenda), sus afectos y sus secretos.
   Los Bundren realizarán un viaje largo, lleno de contratiempos y hasta de frustraciones, que conecta con el tópico literario del viaje del héroe y con el género épico y la novela de aventuras pero que está envuelto en profunda modernidad, tanto por el enfoque de lo narrado (aquí hay pocos heroísmos, hay más sensación de fracaso, de falta de honestidad, de egoísmo) como por la forma: al final, esos 59 capítulos y esos 15 narradores nos permiten adentrarnos en la historia de manera muy impresionista, a golpe de pensamientos, de escenas sueltas, de recuerdos del pasado, de flashes de un futuro incierto y del polvo del camino.
    Una novela, pues, coral en todos los sentidos (no solo porque haya muchos personajes sino porque sus voces son el único asidero del lector para amarrar la historia), profunda, sórdida y escrita con técnicas literarias que me han cautivado. Así que, sin duda, repetiré con Faulkner.  
     Nos seguimos leyendo.
   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto 100 libros: 32/100
  •  Reto Genérico: 22 (2/3 familiares)/40
  •  Reto Olvidados: 10
  •  Reto Leemos en Digital: 9/12

domingo, 28 de junio de 2015

"Yo maté a Kennedy", de Manuel Vázquez Montalbán: la experimental presentación de Pepe Carvalho

http://www.planetadelibros.com/yo-mate-a-kennedy-libro-8789.html


Título: Yo maté a Kennedy
Autor: Manuel Vázquez Montalbán
Editorial: Planeta
Género: novela policíaca, experimental
Páginas: 182
Publicación: 1972
ISBN: 978-84-08-05030-8

  En Yo maté a Kennedy asistimos al nacimiento de Pepe Carvalho como personaje literario, en el marco de una novela que abrió espacios a la libertad de leer y escribir en España. Presentada como una aparente novela de aventuras, es un ajuste de cuentas a todos los tópicos que formaron parte de la educación moral, política, sentimental de los españoles progres. Aquí, Pepe Carvalho es un guardaespaldas de origen gallego que ha sido miembro del Partido Comunista de España y ahora lo es de la CIA.
   En todas las asignaturas que he estudiado sobre literatura contemporánea se habla de Manuel Vázquez Montalbán como el autor que dignificó la novela policíaca española, el autor que fue capaz de sacarla de la subliteratura para convertirla en un producto literario de primera calidad que, además, sirviera para analizar y criticar la sociedad en la que nace, en la que se mueve o la que refleja. Siendo una amante del género negro, policíaco o de suspense, está claro que tenía que conocer a Pepe Carvalho en algún momento y, una vez más, ha sido la Yincana Criminal de Kayena Negro sobre blanco y De tinta en vena la que me ha permitido sacar atrasos.
    También es verdad, lo confieso, que no esperaba encontrarme lo que me he encontrado en esta novela, la primera en la que aparece Carvalho. La culpa la tiene la ignorancia y mi manía de intentar llegar lo más limpia posible a los libros, sin saber demasiado de su propósito o contenido. Y así, no sabía que esta novela tiene un componente experimental muy muy importante. También es verdad que lo podía haber adivinado por su fecha de publicación, 1972, pero ni eso llegué a mirar antes de comenzar mi lectura.
     Y así fue cómo me vi inmersa en una novela en la que me costó entrar. Esperaba una trama policíaca al uso y lo que encontré fue una sucesión de párrafos reflexivos, algunos de ellos incluso casi casi enciclopédicos por la cantidad y la magnitud de los conceptos expuestos, que no sabía por dónde coger. ¿Será un prólogo a la historia? ¿Será una suerte de epílogo final que cierre el caso pero colocado al principio? Entonces fue cuando me vi obligada a investigar algo sobre la novela que estaba leyendo y me encontré con este artículo de Juan Diego Moya Bedoya que circula por la red y que me puso sobre la pista de qué era lo que estaba leyendo. Y así fue cómo cambié mi horizonte de expectativas respecto al libro (no era una novela negra al uso, era experimental y, por lo tanto, exigía de mí otro modo de lectura) y empecé a disfrutarlo.
     Así pues, lo que encontramos en esta novela es un monólogo del personaje central que poco nos cuenta sobre el asesinato de Kennedy (solo en la última parte de la obra, cuando los hechos se precipitan) y que nos habla (casi sin descanso) sobre la sociedad en la que está viviendo: la América de la década de los 60 y el entorno concreto del presidente estadounidense. Este monólogo, salpimentado con algún diálogo y una ligera dosis de acción, está lleno de ironía, incluso de sarcasmo, y de una crítica mordaz a esa sociedad, su idiosincrasia y su ideología.
    Y hablando de ideología: Vázquez Montalbán habla largo y tendido sobre ideologías, sobre todo de izquierdas, lo que supone no solo un análisis social, económico o incluso político de la realidad que refleja sino también una amplia variedad y cantidad de referencias a textos míticos sobre el mismo tema. De ahí que dijera antes que la novela me pareció un poco enciclopédica en algunos momentos.
    La voz del protagonista va mezclando teorías, realidad política histórica y memoria personal para mostrar un paisaje decadente, una perversión de los ideales o una libre interpretación de los mismos. Con este recurso literario, Vázquez Montalbán transmite una sensación de mezcolanza entre lo íntimo y lo público, lo personal y lo histórico, la teoría y la práctica, la realidad y la conciencia.
     En definitiva, Vázquez Montalbán nos propone una obra complicada, con mucha crítica y mucho sustrato y que se aproxima más a los parámetros de la novela experimental que a los de la novela negra. En cualquier caso, una novela curiosa de leer (aunque no recomendable para todos los lectores) y que me ha abierto el apetito de más Carvalho.
     Nos seguimos leyendo.

   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto Libros Olvidados: 5 
  •  Reto Autores de la A a la Z: V 19/25

martes, 9 de septiembre de 2014

"Ulises", de James Joyce: colocando al lector en el centro del laberinto

http://www.catedra.com/fichaGeneral/ficha.php?obrcod=1145774&web=01


Título: Ulises

Autor: James Joyce
Editorial: Cátedra
Género: novela experimental
Páginas: 1.104
Publicación: Julio 2005
ISBN:  978-84-376-1725-1

  El título evoca al protagonista de la Odisea de Homero, cuyo hilo argumental es seguido por Joyce con un sentido irónico y burlesco. Esta nueva odisea está protagonizada por un hombre de clase media, Leopold Bloom, que tiene que afrontar asuntos problemáticos relacionados con la familia, la Iglesia y el Estado a lo largo de 24 horas que dura el relato. Uno de los mayores logros de la novela es el monólogo interior, tanto del personaje central (al estilo del examen de conciencia jesuítico) como de su esposa, Molly Bloom. Obra fundamental de la literatura universal, considerada obra maestra y genial, constantemente citada y admirada como obra de referencia por todos los escritores. Se publicó por primera vez en París en 1922.
   Hay quien solo ve la relación entre la Odisea y el Ulises en el título y quien ha descubierto en ella una serie de paralelismos que unen irremediablemente a una y a otra (también hay quien cree que no hay tal relación y que todo son inventos de la crítica o que forma parte del peculiar humor de Joyce). Yo no soy quien para quitar o poner la razón a nadie pero sí he notado, mientras leía Ulises, una relación fundamental entre ambas: yo misma me he sentido como Odiseo en cada capítulo, porque cada uno de ellos es una aventura nueva capaz de sorprenderte y una nueva prueba que superar.
    Porque sí, es lo primero que hay que decir: leer Ulises no es nada fácil. Nada de nada. Yo me he sentido desesperada en muchas ocasiones y he probado ediciones diferentes (la que tenía en casa, una que encontré por internet y la de la biblioteca de Azuqueca) hasta que encontré la definitiva, la de Cátedra, que ofrece una traducción, un estudio introductorio y una lectura/interpretación de cada capítulo que me han ayudado mucho en mi odisea particular. Me hubiera sido imposible seguir el hilo de la historia sin las explicaciones que incluye, porque es muy fácil perderse, no saber de qué te está hablando, no identificar a la inmensa cantidad de personajes que van a apareciendo a lo largo de la novela y he de decir que Francisco García Tortosa (editor y traductor, junto con María Luisa Venegas) ha sido mi cicerone en esta aventura, mi Virgilio particular, capaz de guiarme a través del infierno (por supuesto, vaya desde aquí mi agradecimiento eterno).
   Así que sí, Ulises se parece a la Odisea (gracias a unas equivalencias que García Tortosa explica con tanta claridad como acierto) pero también me ha recordado al laberinto del Minotauro. Sin el hilo de Ariadna que ha supuesto para mí la introducción de la edición que he leído no hubiera conseguido salir de él, encontrar un orden al aparente (o, quizá, no tan aparente) caos que propone Joyce en su novela. Un caos que yo justifico a través de tres elementos: la infinidad de referencias de todo tipo que podemos encontrar, la variedad en cada capítulo y la experimentalidad del conjunto.


REFERENCIAS


  Las referencias de todo tipo y condición son uno de los grandes embrollos de esta novela. Hay referencias literarias, musicales, históricas...; referencias citadas y referencias en forma de estructuras o imitación de estilo; referencias a la propia obra del autor y hasta referencias a sí mismo y sus experiencias personales, todo ello aderezado con un peculiar sentido del humor. Resultado: es fácil no entender nada de lo que estás leyendo. 
   Yo necesité a mi Virgilio particular para poner un poco de luz en esta oscuridad y, aun así, hay pasajes que no he acabado de aprehender del todo. Ulises es un mundo en sí mismo y Joyce una enciclopedia andante (o escribiente) que pone en jaque al lector más formado. No digamos ya a mí misma.
   Creo que esta es una de las razones por las que la novela ha sido tan criticada: porque resulta indescifrable y hasta con ayuda es fácil que no acabes de entender algunos guiños, algunos giros, algunas referencias. Es una obra difícil de leer, no nos engañemos. No nos propone un viaje delicioso, interesante y atractivo, sino que nos pone a prueba, como al más valiente de los héroes clásicos, y uno no siempre está convencido de salir victorioso. Ni siquiera el hecho de acabar la novela me ha provocado una sensación de victoria.
   Porque a todo lo que acabo de decir sobre las referencias hay que añadir lo que García Tortosa explica en la introducción sobre la forma de escribir de Joyce: una sucesión de notas en papeles de colores que acaban convirtiéndose en uno o varios borradores que son corregidos hasta en varias ocasiones para dar lugar a una copia en limpio mecanografiada que, no obstante, volverá a ser revisada, corregida, ampliada o amputada, según el criterio del autor. Y si a todo esto se añaden sus problemas de visión, que le dificultaban la labor de entender lo que él mismo había escrito... en fin. Pero no acaba ahí la cosa, según mi Virgilio particular, hasta cambió la novela una vez publicada, de manera que hay pequeñas diferencias dependiendo de la edición que manejes (quizá de ahí vengan los problemas que te he comentado antes). 
    Resumiendo: que es muy difícil entender a Joyce, que la lectura de su novela se hace extremadamente ardua y que no puede uno enfrentarse a su Ulises esperando una historia con una presentación, un nudo y un desenlace sin más. Seguro que ya has visto este meme por internet: tiene, obviamente, su punto humorístico pero, como toda broma que se precie, tiene su parte de verdad. Y no hay más que decir.


UN GÉNERO Y UN ESTILO PARA CADA CAPÍTULO


  A este caos desde el punto de vista del contenido hay que sumarle las variaciones que introduce en la forma. Cada capítulo es diferente: uno imita un estilo y una estructura periodística (con titulares y una forma de expresión más o menos objetiva), otro se asemeja a una novela sentimental, otro pretende transmitir la eufonía y el ritmo de la música, otro es puro teatro (tal cual, con parlamentos y acotaciones teatrales), otro es casi histórico, otro está escrito con un estilo ampuloso y grandilocuente, otro (justo al contrario) pretende evocar la torpeza del principiante y así hasta 18. Y justo el capítulo 18, el último, es uno de los más oscuros y uno de los más famosos: el monólogo interior de Molly Bloom, la esposa del protagonista. 
   Molly Bloom cierra la obra poniendo un contrapunto femenino a una novela en la que hemos escuchado, prioritariamente, voces masculinas, sobre todo la de su marido, Leopold Bloom. Pero oímos a Molly como, según el tópico, muchas veces escuchan los hombres a sus mujeres, con un galimatías de frases que a veces no tienen ni sentido, porque aparecen incompletas. Joyce pretende ser fiel a la forma en la que pensamos y transcribe, así, lo que podría ser una corriente de conciencia real: sin puntuación, con frases que quedan en suspenso, con pensamientos que colisionan y se interrumpen... Pura experimentación, puro juego literario, una joya de valor incalculable para los autores que ahondan en la psicología del ser humano y la trabajan en sus novelas. Pero 53 páginas muy complicadas de asumir para el lector. Sobre todo porque en ellas hay datos fundamentales para la obra, para entender a Leopold y su relación con su esposa (y, según García Tortosa, están llenas de referencias y símbolos relacionados con la propia vida de Joyce y sus creencias). O sea que hay que leerlas y leerlas con atención.
   Es arduo, ya lo he dicho, pero es impresionante descubrir cómo el mismo autor puede cambiar de registro, de estilo, de tema y de formato de un capítulo a otro. Auténticos ejercicios de estilo, puro trabajo literario.


UNA NOVELA NADA COMÚN


   A las complicaciones ya aludidas hay que sumar, también la oscuridad que añade el propio lenguaje que utiliza Joyce, los vocablos que selecciona para construir su Ulises. Hay palabras duras, palabras malsonantes, palabras antiguas, palabras cultísimas y/o poco frecuentes (el tercer capítulo, por poner un ejemplo, comienza así: "Ineluctable modalidad de lo visible: al menos eso si no más, pensado con los ojos"), palabras de la calle, palabras en latín, palabras extranjeras, palabras reales y palabras inventadas (verdidorada, patigorda, doncellablancura) . De ahí que García Tortosa dedique un epígrafe entero de su introducción a hablar de la traducción, ciertamente complicada (y doy fe, sobre todo viendo algunas de las primeras ediciones que manejé). Hay un capítulo, por ejemplo, en el que Joyce habla de la evolución de la lengua inglesa pero lo hace con cierta sorna (para que te hagas una idea, un poco como el arcaizante Quijote y el estilo de las novelas de caballería que él convierte en su manera habitual de hablar) pero también hay juegos de palabras y juegos fónicos que, según explica el editor, son difíciles de volcar al castellano. 
   Otro de los elementos que hace de esta una novela única es el narrador, si es que puede considerarse que hay un narrador de la historia. Es cierto que determinados pasajes están contados con una tercera persona omnisciente pero Bloom habla al lector sin avisar, en primera persona, sin transición con respecto a esa voz en tercera persona. Un narrador que también se pierde, por ejemplo, en el caso del capítulo teatral (que ocupa 200 páginas, o sea, casi casi casi una cuarta parte del total), o en el monólogo final de Molly Bloom. Además, hay quien piensa (soy de las que ha leído varios estudios antes, durante y después de Ulises, contraviniendo la recomendación del nieto de Joyce, que cree que es mejor enfrentarse a la novela de su abuelo sin condicionamiento alguno) que el cambio de estilo del que he hablado podría significar que un personaje diferente lleva la voz cantante en cada capítulo, con lo que quedaría abolido ese narrador omnisciente, sustituido por una voz distinta para cada pasaje de la novela. 
   Por si todo lo dicho hasta ahora no fuera suficiente, el texto en sí es bastante opaco, no es unívoco y da pie a múltiples interpretaciones, lo cual obliga al lector a completar el significado de lo escrito. Ya sabes que a mí me encanta completar el significado de lo que sea y que me involucren en la construcción de un libro pero me resulta difícil hacerlo cuando no me han dado las claves suficientes para descifrar (no puedo decir que de forma correcta pero, al menos, sí debería ser satisfactoria para mí) el texto cifrado que parece componer el Ulises.
   Y ahí no queda la cosa: en la búsqueda de esos significados, hay quien ve (o quizá debería decir: la mayoría ve) un paralelismo entre vida y obra, entre la trayectoria vital de Joyce y su Ulises. Así, Bloom vendría a ser un Joyce maduro frente a Stephen Dedalus, que podría asociarse con el Joyce joven. García Tortosa también ve, por ejemplo, muchas similitudes entre Molly Bloom y Nora, la esposa de Joyce. De este modo, se crea un juego de espejos que, nuevamente, complica la aprehensión global del texto y su significado (sobre todo para cualquier lector no experto en el autor).
    Así pues, podríamos concluir que la experimentalidad que se desarrolla a lo largo de toda la novela y que afecta a todos los niveles de la obra (estructura, estilo, narrador, personajes y, por supuesto, contenido) empaña el tema del que quería hablarnos Joyce y provoca que el lector se sienta perdido en no pocas ocasiones. Es cierto que he disfrutado del hiperrealismo de la obra, de esos cambios y de su originalidad, pero no me siento muy segura al hablar de cuál es el tema central de la novela. ¿El reflejo costumbrista de un modo de vida? ¿El puro alarde de la capacidad creativa de Joyce? ¿La convivencia en pareja? ¿El amor y la infidelidad? ¿La pequeñez del hombre frente a la enormidad del universo? ¿El papel de la religión en la vida del ser humano? ¿La influencia de la literatura en cada uno de nuestros días? ¿La búsqueda del sentido último de la vida, del fin de nuestra existencia? No sabría quedarme con uno solo. Ni me atrevería a ello.
   Tampoco me atrevo a recomendar a nadie la lectura de esta novela ni a puntuarla, puesto que no puedo hacer uso de la escala que utilizo para calibrar los libros que voy leyendo. Ulises es una novela totalmente diferente, un camino lleno de obstáculos, un alarde de virtuosismo, una clase magistral de escritura creativa, un compendio de ejemplos de un manual de Teoría de la Literatura. Ulises es, como dice García Tortosa, proteica (es decir, que cambia de formas o de ideas) y, añado yo usando las palabras que Saussure utilizaba para definir el lenguaje, heteróclita y multiforme. Efectivamente, un gran monstruo de la literatura. Creo que el más terrorífico de todos ellos.
     Nos seguimos leyendo.
   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  • Reto 100 libros: 78/100 
  • Reto Autores de la A a la Z: J
  • Reto Grandes Monstruos de la Literatura: 1/10 
  • Reto Eternamente pendientes: 2/10
  • Reto 12 meses 12 libros: 8/12

martes, 3 de junio de 2014

"Te quiero porque me das de comer", de David Llorente: una novela en la que cuesta entrar y de la que cuesta salir


http://www.alreveseditorial.com/fitxallibre.php?i=118

Ficha técnica: 


Título: Te quiero porque me das de comer   Autor: David Llorente  Editorial: Alrevés  Género: novela negra, thriller, experimental    Páginas: 320  Publicación:  Mayo 2014   ISBN: 978-84-15900-52-8

Sinopsis (editorial):


  La novela negra puede y debe romper algunos moldes: «Necesita dar un salto al vacío, y una extraña pirueta en el aire. El requisito es no tener ni vértigo ni miedo», dice David Llorente.
  No podemos estar más de acuerdo. La literatura noir necesita también de autores con propuestas atrevidas, arriesgadas y que miren el género negrocriminal desde nuevos puntos de vista.
  ¿Qué pasaría si la historia que se cuenta no es una sucesión de hechos consecutivos, sino simultáneos? La simultaneidad no parece patrimonio de la literatura, sino, más bien, de la pintura o del cine, pero si las palabras consiguen contravenir su propia naturaleza y transmitir esa sensación —la de que todo lo que sucede, sucede a la vez–, entonces surge un texto envolvente, casi tridimensional.
  Proponemos una lectura donde la brutalidad del asesino en serie se ve rodeada de una multitud de historias criminales que, al mismo tiempo que nacen, el narrador las hace desaparecer. No importa quién sea el criminal ni qué tipo de detective lleve a cabo la investigación. Lo que importa es que el asesino existe.

  Max Luminaria era un chico muy callado. Sacó la mejor nota de selectividad de toda España y decidió estudiar Medicina. Una vez más, fue el mejor en los exámenes; el mejor en las prácticas y el mejor en el quirófano. Se lo rifaban todos los hospitales. No hubo cirujano más preciso ni vecino al que más quisieran los habitantes de Carabanchel. Lo saludaban por la calle. Le daban las gracias. Todos tenían a un familiar al que el doctor Maximiliano Luminaria había salvado la vida.
  Su vida, fuera del quirófano, era diferente, ¿o a lo mejor no? La realidad es que no podrás, nunca más, sentirte aliviado porque se haya descubierto al asesino, porque, querido lector, los asesinos caminan entre nosotros.
  "Es un libro diferente, que no va a gustar a todo el mundo", me dijeron desde la editorial cuando me propusieron participar en un "experimento" con esta novela. ¡Genial!, pensé para mí. Creo que ya te habrás dado cuenta de ello leyendo mis reseñas, pero lo voy a decir una vez más: me gustan los retos, me gustan las obras diferentes, me gusta que me sorprendan, que me saquen de lo esperado, de las plantillas con las que parecen estar hechos algunos libros últimamente. Así que te puedes imaginar lo que he disfrutado con Te quiero porque me das de comer.
    Efectivamente, esta novela no le gustará a todo el mundo. Es exigente, porque cuesta meterse en su trama y por la peculiar manera en la que está redactado. Es duro, porque las historias que cuenta hablan de delincuencia, de odio, de venganza, de falta de sentimientos... Aunque es tremendamente adictivo y esa peculiaridad en su escritura consigue que aumente la intriga y que el lector se mantenga pegado a las páginas, esperando más, deseando saber qué pasa con Max y con Marcelo y con Susana y con Casimiro y con... las decenas de personajes que van desfilando por sus páginas. Porque Te quiero porque me das de comer es una novela con tres protagonistas con más peso que los demás pero en la que aparecen muchísimos personajes. Es una novela que se parece a un barrio, a Carabanchel, en el que caben todos sus vecinos y todos tienen su minuto de gloria dentro de la novela.
    Esta es una de las peculiaridades de esta novela: el número de personajes y su poca importancia, en realidad, para la trama principal (si es que tomamos la historia de Max, el asesino en serie más prolífico e inteligente del mundo, como trama principal. La trama principal también podría ser, perfectamente, el retrato de un barrio en una década concreta de su historia). Te quiero porque me das de comer recuerda a La colmena y a su intento por captar el vaivén social de un barrio: de la gente que camina, de la que sale de casa, de la que juega al mus en el bar, de sus yonquis, su gimnasio, sus zonas oscuras... Todo cabe en una novela en la que el lector se siente como si estuviera sentado en un banco en la calle viendo la vida del barrio pasar. Con la ventaja de que el narrador se mete en sus casas y nos deja mirar en sus corazones. En unos corazones que laten y deslaten y, sobre todo, que sufren.   


UNA NOVELA SIN PUNTOS Y APARTE


    Al desconcierto que puede crear en el lector la suma de personajes y su aparición y desaparición a lo largo de la novela hay que añadir el que le puede sorprender nada más abrir el libro: ¿dónde están los párrafos? Llorente nos propone el desafío de escribir una novela sin puntos y aparte y con una tremenda sobreabundancia de signos de puntuación que, normalmente, sirve para explicar o aclarar algo, como los dos puntos y los paréntesis. Jugando con lo gramaticalmente correcto, el autor nos propone un texto corrido para cada capítulo en el que todo se mezcla: las tramas, las aclaraciones, los comentarios...
   La novela está narrada en una tercera persona omnisciente que se sitúa en lo alto del barrio y va deteniéndose en unos u otros personajes para contarnos sus cuitas. A veces hace comentarios generales sobre el sentir general del barrio como cuando dice "tiene de malo que en Carabanchel las historias no suelen acabar así: acaban con que el diagnóstico es cáncer: con que los gitanos te quitan las zapatillas nuevas: con que efectivamente tu marido está con otra más joven y más delgada".
    La abundantísima utilización de paréntesis crea una sensación muy curiosa en el lector: sirven para explicar pero también, a veces, matizan o incluso corrigen, con ese matiz, lo afirmado anteriormente. Al leer el libro he tenido la sensación de que esos paréntesis abrían realidades alternativas a la que está reflejando el narrador, como si el autor quisiera abrir la puerta a las múltiples interpretaciones o valoraciones que se pueden realizar de un mismo acto. A veces, añaden un toque de ironía o un contrapunto muy interesante.
   Mezcladas con esta voz narrativa principal aparecen otras dos voces que comentan lo que se va contando: una que cuenta (y que podría ser ese mismo narrador del que he hablado) y otra que pregunta, que pide explicaciones, que exige que retome la historia de uno de los personajes. Estos diálogos aparecen, por supuesto, sin signos de puntuación que los diferencien del resto del texto, de esta manera: "¿Le pasó algo a Telma Gras? No, nada. ¿Y por qué no quería contar este final?". Creo que estos diálogos ponen un poco de color a una narración tan peculiar, abren el número de voces narrativas, aligeran el flujo narrativo y sirven, en muchos casos, para cambiar de protagonista del foco del narrador. En un plano más metaliterario, me parece que la voz que pregunta ejerce de una suerte de Pepito Grillo del quehacer literario, porque cuestiona constantemente las razones del narrador para abandonar a un personaje en un determinado momento y exige que las historias tengan un final, si no definitivo, sí al menos que pueda servir para calmar las ansias del lector por poner un cierre a cada historia.
    Y junto a ese juego de voces aparece otra de las peculiaridades de la novela: la amalgama de noticias, fragmentos técnicos referidos a la criminología o la medicina, referencias a la actualidad política, literaria, televisiva, etc. O listas de ingredientes. O listas de medicamentos, o de efectos secundarios, o de síntomas. Son como pedazos de realidad (de la realidad histórica de los años 90) que se cuelan en la ficción que crea Llorente creando así un juego de espejos, haciendo que el lector se cuestione los límites entre nuestra realidad y la ficción literaria.


UN BARRIO DESOLADOR


   Porque a veces resulta tristemente verdadero eso de que la realidad supera a la ficción. Leyendo la novela he tenido la sensación de que Llorente ha cogido los periódicos de los años en los que transcurre la novela, ha recortado frases y titulares y luego los ha ido pegando (dando cierta coherencia a las tramas pero sin orden ni concierto en otros momentos) hasta crear Te quiero porque me das de comer. Y, vistos así, todos juntos, los sucesos recogidos por los periódicos son tremendamente desoladores: robos, drogas, prostitución, venganzas, ataques de perros peligrosos, violencia machista, acoso escolar, asesinatos, fallecidas por abortos clandestinamente y mal practicados, mafias, pederastia, redes de extorsión de todo tipo...
    Llorente nos adentra en el Carabanchel de los 90 para hablarnos de su gente, de sus problemas y, sobre todo, de su delincuencia, que para eso es una novela negra. Una novela negra cuyo eje principal es, efectivamente, la trayectoria de un asesino especialmente prolífico y tan inteligente que la policía es incapaz de dar con él, de ni siquiera imaginarse quién puede ser el Asesino de la Moneda (cumpliendo la máxima de que el asesino puede ser cualquiera, quien menos te lo esperas o provocando la terrible reflexión de que podemos convivir con un asesino sin que ni tan siquiera lo sospechemos), pero que enreda en esa trama argumentos paralelos, simultáneos, que también se mueven en el oscuro mundo de la delincuencia, entendida en un sentido abarcador.
   Es tal el número de sucesos de todo tipo, de delitos de toda clase que quedan reflejados en la novela y es tal la cifra de delincuentes que, en un momento u otro, de una manera u otra, cometen algún tipo de falta, que al final te queda una tremenda sensación de decepción, de desesperanza, de falta de fe en el ser humano. No hay personajes buenos en esta novela. Quizá solo algunas víctimas. Todos los que hacen algo en este libro (los personajes activos, frente a esas víctimas que serían personajes pasivos) cometen algún acto moral o judicialmente reprobable durante sus páginas. 
    Al concentrar tantos hechos delictivos en una sola novela, en un solo barrio y al centrar el foco narrativo en tantos personajes con tantas sombras en su interior, la reflexión que surge en el lector es si cabe confiar en la bondad humana, si (efectivamente) el hombre es un lobo para el hombre y solo espera su oportunidad para clavar sus fauces en el de al lado, si todos llevamos un germen de maldad en nuestro interior que puede salir a flote si es suficientemente regado por las circunstancias.
    No puedo, por todo lo dicho, negar que Te quiero porque me das de comer me ha encantado. Que no es un libro que recomendaría a cualquiera o que regalaría con los ojos cerrados pero que a mí me ha dicho mucho, me ha hecho pensar mucho y me ha hecho disfrutar mucho con esos juegos o esas transgresiones literarios, gramaticales y expresivos que propone y con esa búsqueda de la simultaneidad que lleva a cabo. Una novela en la que cuesta casi tanto entrar como salir de ella, porque su propuesta es de las que dejan poso. A todos los niveles.
    Nos seguimos leyendo.  



   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  •  Reto100 libros: 49/100
  •  Reto Autores de la A a la Z: LL 
  •  Reto Negra y Criminal: 12/15

viernes, 29 de marzo de 2013

"Arcángeles", de Lourdes Ortiz: visiones sobre la España de los 80 a ritmo de videoclip




















Ficha técnica:


Título: Arcángeles              Autor: Lourdes Ortiz 
Editorial: Plaza y Janés                                          Género: novela, novela experimental          Páginas: 206 
Publicación:  1986    ISBN: 84-01-38070-7

Sinopsis (editorial):


   Arcángeles es una meditación sobre el tiempo que mira de nuevo con ironía y algo de desgarro hacia aquellos que, hace veinte años, fueron protagonistas de su época. Pero Arcángeles no es sólo esa meditación, a veces nostálgica, sobre la traición o la renuncia, o sobre el paso del tiempo, sino que es, sobre todo, un viaje de iniciación que se desarrolla simultáneamente en dos niveles: iniciación del joven Gabriel a través del conocimiento en un recorrido que sigue inevitablemente un itinerario de búsqueda y descenso a los infiernos así como recapitulación perpleja de la novelista que, convirtiéndose así en protagonista, narrada a su vez, acompaña a Gabriel en ese recorrido, mientras busca el modo de contar ese nuevo modo de ver. Gabriel nos da, de esta forma, una nueva perspectiva, agobiada por las imágenes agresivas y demasiado rápidas de los años ochenta, y hay algo de la estructura del vídeo-clip en ese agolpamiento de sensaciones y colores.
  Durante la década de los 80 la literatura española fue abandonando progresivamente la experimentalidad de los 70 y acomodándose a una forma de contar más canónica desde el punto de vista formal, más centrada en la reflexión y el análisis (ideológico, sentimental, político, social...) que en la innovación estética. No obstante, algunos autores escribieron novelas experimentales o con algún elemento transgresor. Algunos autores, como Lourdes Ortiz en este libro, aunaron ambas tendencias: reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos buscando formas narrativas diferentes.
    Externamente, Arcángeles está dividido en tres partes, de diferente extensión. La más amplia, la primera (que ocupa dos terceras partes del conjunto, aproximadamente), es la que mejor refleja esta combinación de tendencias. Existe un diálogo entre el protagonista, Gabriel, y la propia autora. Un diálogo que en ocasiones es real pero otras veces es solo literario y que incluye reflexiones sobre el devenir de la propia novela que estamos leyendo y hasta una entrevista en la que la autora desgrana su idea de la literatura, en un guiño metaliterario también muy frecuente en la época. Esta primera parte está construida a bases de imágenes muy rápidas, pinceladas literarias que nos van descubriendo diferentes aspectos de la sociedad española de los 80: la literatura, las drogas, la fiesta nocturna, la irreverencia y el afán de transgresión de la juventud, la homosexualidad, la ecología, el paro, el mundo universitario... La técnica que la autora pretende llevar hasta la literatura es la del videoclip: una sucesión de imágenes rápidas para dar una idea de conjunto global.
   Esas sugerencias están construidas a base de metáforas, imágenes poéticas, visiones surrealistas y referencias culturales de todo tipo (música, cine, literatura...). Sin olvidar, claro está, los guiños a la religión (empezando por el propio título de la obra y el nombre del protagonista) y la aparición de personajes de la mitología y la literatura clásica.
    La impresión que he sacado de esta primera parte es un poco dantesca: me ha dado la sensación que Lourdes Ortiz, como Virgilio, va llevando a Gabriel/Petrarca por diferentes escenarios cuya yuxtaposición configura una imagen global no del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, sino de la sociedad española de los 80.
    La segunda parte abandona esa atmósfera de irrealidad, de subjetividad, de abstracción, de viaje metafórico, para centrarse en la realidad de una serie de personajes de clase media-baja que luchan por salir adelante en una sociedad que no se lo pone fácil y que escenifican a la perfección el salto generacional que se produjo en la época, salto generacional potenciado aún más por el salto ideológico y político que tuvo lugar en España en las décadas de los 70 y los 80.
    En la última parte se funden las dos anteriores, ofreciendo una conclusión temática, de personajes y de reflexiones al conjunto de la novela. Una tercera parte que deja en la boca el regusto amargo de quienes esperaban más de los cambios que se produjeron en España, de quienes vivieron la parte menos idílica de esos cambios, de quienes sufrieron el paro, la renuncia a los sueños a cambio de un salario diario con el que sobrevivir, la amenaza de convertirse en una versión algo más moderna pero igual de desesperanzada de sus padres.
    Una obra, en definitiva, que sugiere más que cuenta, que hace pensar más que narra y que pone sobre el mantel una serie de cuestiones que protagonizaron una de las épocas más importantes de la Historia española más reciente.
     Nos seguimos leyendo.   

    He encontrado un artículo de El País con declaraciones en el que arroja algo de luz sobre sus intenciones al escribir esta obra. Lo enlazo por si te interesa.
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