Hoy recupero, de entre todas las reseñas que he ido escribiendo para Anika entre Libros, un clásico... pero clásico de verdad: La República de Platón. Era una de las lecturas obligatorias para una asignatura deel máster, teníamos que hacer un trabajo reflexivo sobre las organizaciones sociales y los grandes pensadores que habían aportado sus puntos de vista. Especialmente, teníamos que establecer un estudio comparativo entre La República y Utopía, de Tomas Moro. Me encantaron las lecturas (aunque este lo leí en la playa y los alemanes me miraban un poco raro) y me gustó mucho hacer el trabajo. Esta es mi impresión sobre una gran obra.
LA REPÚBLICA O EL ESTADO
(Πολιτεία, Politeia,395-370 a.C.)
Platon
Editorial Austral
Colección Clásica
© Miguel Candel, 2011
© Patricio de Azcárate Corral, 2011
© Austral, 2011
Traducción de Patricio de Azcárate Corral
1ª Edición, Mayo 2011
Género y tags: Ensayo, política, estado ideal, organización social, utopía, filosofía, Antigüedad clásica, literatura griega
ISBN: 9788467036589
432 Páginas
Argumento:
En La República,
una de sus obras más importantes, Platón expone la organización social y
política de lo que él considera que sería el Estado ideal. Partiendo
del análisis de qué es la justicia y quién es más feliz, si el hombre
justo o el injusto, Platón utiliza la clásica forma del diálogo para
desgranar todos los aspectos que contribuyen a instaurar un régimen
capaz de convertir a cualquier ciudad en la ciudad perfecta.
Opinión:
Son muchos los autores
que, desde una ideología u otra, en un momento histórico u otro, desde
una perspectiva social, política, económica, etc. han buscado el diseño
teórico de la ciudad perfecta. Una ciudad en la que reine la armonía,
cada uno ocupe su lugar y en la que todos puedan ser felices. Platón lo hizo en La República, una de sus obras más importantes, en la que esboza las pautas principales capaces de configurar el Estado ideal.
Nada escapa a la estructura social y
política diseñada por Platón. En los diez libros que desarrollan su
teoría sobre el Estado perfecto (la “ciudad saludable”, “ciudad feliz”, o
“ciudad dueña de sí misma”, tal y como las irá denominando a medida que
vaya avanzando su análisis), el filósofo va exponiendo la organización
de todos los aspectos relacionados con la distribución social y
política, la jerarquía de las ciencias, la configuración del sistema y
currículo educativo… A través de la forma literaria del diálogo,
conducido por Sócrates, Platón va dando forma a una ciudad en la que la
felicidad es el fin. Pero no se trata de una felicidad individual, o una
felicidad de todos y cada uno de los ciudadanos. Se trata de una
felicidad general, colectiva, en la que algunos tendrán que sacrificarse
por el bien de la comunidad.
Platón estructura la sociedad
dividiéndola en tres clases: los hombres de oro (los gobernantes), los
de plata (auxiliares) y los de bronce y hierro (artesanos, labradores…).
A pesar de la fuerte estratificación social, existe una cierta
permeabilidad que permite pasar de una clase a otra. Por eso, dice
Sócrates, los gobernantes tendrán que vigilar que si un niño con alma de
plata nace en una familia de bronce (por poner un ejemplo) sea
reconducido al lugar al que pertenece.
Para Platón, el gobierno de la ciudad ha
de quedar en manos de filósofos, quienes, por su formación, su
alejamiento de los vicios, su amor a la verdad y a la esencia de las
cosas y su eterno afán por aprender, pueden conducir de forma más
correcta los designios de los ciudadanos. Aun así, Platón advierte que
aquel filósofo que realmente lo sea, se negará, al menos en principio, a
verse relacionado con la política.
La base de toda la felicidad social se
encuentra en la educación. Una buena educación evita un gran número de
leyes, puesto que es capaz de moldear hombres íntegros que saben cómo
deben actuar en cada momento. Por eso, Platón concede gran importancia
al diseño de los planes educativos, estableciendo claramente qué
disciplinas deben ser estudiadas y hasta configurando un calendario de
estudio en el que cada ciencia tiene su edad idónea para ser aprendida.
Así, por ejemplo, la dialéctica no debe ser enseñada hasta los 30 años.
Como norma general, la educación debe desarrollar el cuerpo y la mente,
de manera que la gimnasia y la música se convierten en dos áreas de
aprendizaje fundamentales. En cuanto al método pedagógico, Platón
apuesta por un enseñanza basada en el juego que ayude a los más pequeños
a formarse de una forma que resulte atractiva para ellos.
Para velar por el bien de toda la
sociedad, Platón establece una clase social diferente, objeto de amplio
estudio y debate durante la obra: los guardianes. Los guardianes pueden
ser hombres y mujeres (tras un largo intercambio de opiniones, Sócrates y
sus compañeros de diálogo llegan a la conclusión de que hombres y
mujeres sólo difieren que unos fecundan y otras alumbran), deben poseer
una amplia y específica formación (bien detallada en las páginas de la
obra), no poseen nada (abogando por un colectivismo que deroga la
propiedad privada y que evita cualquier tipo de conflicto en este
sentido –tanto la riqueza como la pobreza corrompen el alma humana,
sentencia Platón-), no pueden casarse (el matrimonio está prohibido
entre ellos, las mujeres y los niños también forman parte de ese
colectivismo, de tal forma que todos los niños son considerados hijos de
todos y a todos compete su educación, vigilancia y formación como
futuros guardianes) y su tarea fundamental será salvaguardar tanto la
ley como la costumbre. Para el filósofo griego será fundamental
preservar a los que sean genéticamente superiores. Por eso, aquellos
guardianes que demuestren más coraje y valía no sólo obtendrán
reconocimientos públicos sino que tendrán preferencia a la hora de
elegir pareja.
En la parte final de la obra, una vez
trazadas las pautas que darán lugar al Estado ideal, Platón analiza
otros regímenes políticos que no son sino una degradación de éste. Así,
ni la timocracia o timarquía (régimen de los ambiciosos), ni la
oligarquía (régimen de los ricos), ni la democracia, ni la tiranía
constituyen buenas organizaciones políticas. Para Platón, la libertad es
fuente de todo mal y no conduce más que a una esclavitud mayor. La
libertad lleva al libertinaje, a la anarquía, al desenfreno y a la
desvergüenza. Y es que, para el filósofo, todo lo que nace no puede por
menos que corromperse, por lo que será vital la vigilancia del Estado y
la organización milimétrica de sus componentes.
Como puede verse, buena parte de los grandes temas de Platón aparecen en La República,
obra de madurez del filósofo. Desde la relación de la justicia y la
felicidad; el bien, la belleza y la virtud y la oposición entre ciencia y
apariencia, hasta mitos tan conocidos como el de la caverna, la obra
compendia gran parte del saber platónico.
La detallada descripción de la
organización social y política del Estado ideal enlaza esta obra con la
literatura utópica, con la diferencia fundamental de que ésta no es una
novela, sino una obra filosófica con unos planteamientos ideológicos que
Platón consideraba debían hacerse realidad.
Desde la perspectiva que aporta el paso
del tiempo y la evolución histórica, política y social que hemos vivido
desde la Antigüedad griega, la obra de Platón no deja de sorprender.
Sorprende la vigencia de algunos de sus planteamientos casi tanto como
lo obsoleto de otros tantos. La esclavitud o la negación absoluta de la
libertad al ciudadano son propuestas intolerables en nuestra sociedad
actual. Y sin embargo, su análisis de los regímenes políticos no puede
poner menos de recordar, hoy, a tantas democracias que se hacen llamar
así pero que en realidad ocultan otros sistemas de organización, en los
que el dinero o la economía pesan más que las personas y su libertad.