Ficha técnica:
Título: El laberinto de la Atlántida Autor: Álvaro Bermejo Editorial: Algaida Género: novela, thriller histórico Páginas: 656
Publicación: Febrero 2013 ISBN: 978-84-9877-860-1
Sinopsis (editorial):
¿Qué buscaban los ejércitos del Tercer Reich en Creta? ¿Por qué ha desaparecido de nuestro mundo el legendario Oricalco de los atlantes? ¿Existió realmente el Rayo de Poseidón, ese catalizador de energía de magnitudes devastadoras que provocó el final de la Atlántida? Víctor Barrantes llegó a la Isla del Laberinto en plena guerra mundial. Una mujer lo estaba esperando para mostrarle a través de sus besos un laberinto aún más trastornador: como el rey Minos y su fabuloso Minotauro, como el enigmático Príncipe de los Lirios, como Fedra y Ariadna, los viejos dioses siguen encarnándose en las gentes de Creta sin que tengan conciencia de esta posesión. El mito revive una y otra vez, hasta el fin de los tiempos. Tras el éxito de El Evangelio del Tíbet, Álvaro Bermejo nos propone un nuevo thriller arqueológico centrado en una historia apasionante. La clave del Apocalipsis está cifrada en una Cabeza de Poder. Pero entre la guerra y la pasión un misterio se abre a otro misterio. En El laberinto de la Atlántida nos esperan los dioses terribles que fuimos. Sólo ellos saben que aquello que sucedió ayer puede volver a suceder mañana.
El laberinto de la Atlántida ha sido, para mí, un libro de contrastes. Hay cosas que me han gustado mucho y otras que no tanto. Así que iré desgranando y justificando unas y otras, a ver si por el camino llego a un balance final satisfactorio.
En el lado positivo de la balanza he de situar la propia trama, las referencias mitológicas, filosóficas y literarias y la cuestión de fondo que plantea sobre la pervivencia de los mitos ancestrales.
En el lado negativo he de situar al protagonista (con el que me ha sido imposible empatizar), los altibajos en el ritmo, algún cambio narrativo que no acabo de entender y lo que yo creo que son anacronismos, para los que tampoco encuentro explicación. Vayamos por partes.
Me ha gustado mucho la trama y cómo está desarrollada: mediante dos tiempos y tipos de narración diferentes. Por un lado, el tiempo de Álvaro, el protagonista de la historia: mayo de 1968. Son las tres primeras palabras del libro, marcando la importancia de la fecha y, al mismo tiempo, dando a la narración un aire de diario hablado o, por lo menos, dirigido a una audiencia (oyente o lectora, a la que incluye en el texto a veces en plural, a veces en singular) a la que el narrador se dirige directamente en alguna ocasión con expresiones del tipo "¿Queréis que entre en detalles...?" o "Intenta imaginar...". Por otro lado estaría el tiempo de Víctor Barrantes, el espía cuyos diarios encuentra y lee Álvaro y en los que va encontrando las claves para resolver el enigma que dará un giro a su vida. En ellos, Barrantes cuenta las aventuras que corrió durante el final de la II Guerra Mundial y su relación con los nazis y, en particular, con los que buscaban el Rayo de Poseidón en la isla de Creta. A pesar de los altibajos en el ritmo narrativo, la trama me ha parecido interesante y atractiva. Todo este afán de revivir los pasos de Barrantes y encontrar los enigmas secretos de Creta y la Atlántida me han fascinado y creo que son el tesoro de esta novela. Efectivamente, es un thriller arqueológico, como dicen desde la editorial, porque rastrea en los vestigios del pasado (aun del pasado más remoto) para encontrar las claves del presente y, por extensión, del futuro.
En este sentido, la trama novelesca y ese clima de thriller arqueológico se sustentan en la mejor parte (para mí, obviamente) de la novela: las miles de referencias literarias, filosóficas y mitológicas que contiene. Referencias que, por otra parte, dan lugar a otro de los grandes puntos a favor de la novela (insisto, para mí): la trasposición de los mitos en seres reales, la propuesta del autor sobre la pervivencia real de los mitos más ancestrales, la reencarnación de seres míticos de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Una reencarnación que, en ocasiones (o, mejor, en ciertos personajes) es real pero que, en otros casos, es meramente metafórica, literaria. En cualquiera de los dos casos, creo que el esfuerzo por imprimir características míticas a seres de carne y hueso me ha parecido un juego literario muy interesante y que retoma una de las cuestiones más antiguas de la investigación mitológica: ¿los mitos son creaciones literarias puras o recrean un pasado mitificado por el paso de los siglos? En definitiva: ¿la mitología es historia o literatura? La propuesta o la respuesta de Bermejo en este sentido me ha resultado interesante porque ahonda, además, en la pervivencia de tales mitos, en que forman parte de lo que somos, en que están tan vivos que siguen entre nosotros.
Situaba en el lado negativo al protagonista de la novela. Me ha sido imposible empatizar con él. A pesar de que, como buena novela de iniciación que es, su carácter evoluciona, Álvaro me sigue pareciendo un poco prepotente, algo inconstante (excepto en su obsesión con Víctor Barrantes) y bastante esnob. Y, sin embargo, le llueven las conquistas amorosas. Tendrá algún atractivo oculto que no se deja ver en lo que piensa o cuenta. Su narración está plagada de anglicismos y expresiones en inglés (con las que, supongo, quiere mostrar su espíritu cosmopolita y su formación académica internacional) y de (demasiadas, creo yo) referencias explícitas a marcas (Pontiac, Speedo, Opium, Versace...). Quizá sea una manera de aligerar su erudición, de quitar peso al bagaje literario y mitológico de este hombre/enciclopedia con unos toques de frivolidad o de superficialidad o de modernidad. No lo sé, pero el caso es que no me ha acabado de convencer. Sobre todo porque, durante la lectura, tuve la impresión de que muchas de esas referencias eran anacrónicas, que ni Versace, ni el Volkswagen Golf ni los Village People existían a finales de los 60 (obviamente él se ha documentado más que yo pero, hasta donde yo he podido averiguar, mis primeras impresiones eran ciertas y son productos de los 70. Pero si alguien tiene una explicación, estaré eternamente agradecida de que la comparta conmigo, porque llevo dándole vueltas a esto durante la lectura pero también después). No le he encontrado explicación y, por tanto, me descoloca. Como tampoco encuentro causa lógica a que algunos párrafos estén narrados en presente ("Mayo de 1968. No, no estoy en París...") y el resto en pasado. A estos puntos negativos hay que sumar una lista (para mí) siempre demasiado larga de erratas: desde repeticiones de palabras hasta un Brián así, con acento, pasando por un "Toyota pin-up" (página 469) que (y lo digo desde mi ignorancia total y desinterés absoluto por los coches y por las chicas pin-up) supongo que será "pick-up" (y si estoy equivocada, espero que alguien me corrija) o errores en el entrecomillado cuando entra y sale de la lectura de los diarios de Barrantes.
En definitiva, que tiene mucho de positivo pero también bastante de lo que para mí son puntos negativos y que, puesto que esta es la primera novela suya a la que me acerco, espero a leer otra obra de Álvaro Bermejo antes de formarme un juicio sobre el autor. Nos seguimos leyendo.
Agradezco a Algaida que me haya enviado este ejemplar.En el lado positivo de la balanza he de situar la propia trama, las referencias mitológicas, filosóficas y literarias y la cuestión de fondo que plantea sobre la pervivencia de los mitos ancestrales.
En el lado negativo he de situar al protagonista (con el que me ha sido imposible empatizar), los altibajos en el ritmo, algún cambio narrativo que no acabo de entender y lo que yo creo que son anacronismos, para los que tampoco encuentro explicación. Vayamos por partes.
Me ha gustado mucho la trama y cómo está desarrollada: mediante dos tiempos y tipos de narración diferentes. Por un lado, el tiempo de Álvaro, el protagonista de la historia: mayo de 1968. Son las tres primeras palabras del libro, marcando la importancia de la fecha y, al mismo tiempo, dando a la narración un aire de diario hablado o, por lo menos, dirigido a una audiencia (oyente o lectora, a la que incluye en el texto a veces en plural, a veces en singular) a la que el narrador se dirige directamente en alguna ocasión con expresiones del tipo "¿Queréis que entre en detalles...?" o "Intenta imaginar...". Por otro lado estaría el tiempo de Víctor Barrantes, el espía cuyos diarios encuentra y lee Álvaro y en los que va encontrando las claves para resolver el enigma que dará un giro a su vida. En ellos, Barrantes cuenta las aventuras que corrió durante el final de la II Guerra Mundial y su relación con los nazis y, en particular, con los que buscaban el Rayo de Poseidón en la isla de Creta. A pesar de los altibajos en el ritmo narrativo, la trama me ha parecido interesante y atractiva. Todo este afán de revivir los pasos de Barrantes y encontrar los enigmas secretos de Creta y la Atlántida me han fascinado y creo que son el tesoro de esta novela. Efectivamente, es un thriller arqueológico, como dicen desde la editorial, porque rastrea en los vestigios del pasado (aun del pasado más remoto) para encontrar las claves del presente y, por extensión, del futuro.
En este sentido, la trama novelesca y ese clima de thriller arqueológico se sustentan en la mejor parte (para mí, obviamente) de la novela: las miles de referencias literarias, filosóficas y mitológicas que contiene. Referencias que, por otra parte, dan lugar a otro de los grandes puntos a favor de la novela (insisto, para mí): la trasposición de los mitos en seres reales, la propuesta del autor sobre la pervivencia real de los mitos más ancestrales, la reencarnación de seres míticos de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Una reencarnación que, en ocasiones (o, mejor, en ciertos personajes) es real pero que, en otros casos, es meramente metafórica, literaria. En cualquiera de los dos casos, creo que el esfuerzo por imprimir características míticas a seres de carne y hueso me ha parecido un juego literario muy interesante y que retoma una de las cuestiones más antiguas de la investigación mitológica: ¿los mitos son creaciones literarias puras o recrean un pasado mitificado por el paso de los siglos? En definitiva: ¿la mitología es historia o literatura? La propuesta o la respuesta de Bermejo en este sentido me ha resultado interesante porque ahonda, además, en la pervivencia de tales mitos, en que forman parte de lo que somos, en que están tan vivos que siguen entre nosotros.
Situaba en el lado negativo al protagonista de la novela. Me ha sido imposible empatizar con él. A pesar de que, como buena novela de iniciación que es, su carácter evoluciona, Álvaro me sigue pareciendo un poco prepotente, algo inconstante (excepto en su obsesión con Víctor Barrantes) y bastante esnob. Y, sin embargo, le llueven las conquistas amorosas. Tendrá algún atractivo oculto que no se deja ver en lo que piensa o cuenta. Su narración está plagada de anglicismos y expresiones en inglés (con las que, supongo, quiere mostrar su espíritu cosmopolita y su formación académica internacional) y de (demasiadas, creo yo) referencias explícitas a marcas (Pontiac, Speedo, Opium, Versace...). Quizá sea una manera de aligerar su erudición, de quitar peso al bagaje literario y mitológico de este hombre/enciclopedia con unos toques de frivolidad o de superficialidad o de modernidad. No lo sé, pero el caso es que no me ha acabado de convencer. Sobre todo porque, durante la lectura, tuve la impresión de que muchas de esas referencias eran anacrónicas, que ni Versace, ni el Volkswagen Golf ni los Village People existían a finales de los 60 (obviamente él se ha documentado más que yo pero, hasta donde yo he podido averiguar, mis primeras impresiones eran ciertas y son productos de los 70. Pero si alguien tiene una explicación, estaré eternamente agradecida de que la comparta conmigo, porque llevo dándole vueltas a esto durante la lectura pero también después). No le he encontrado explicación y, por tanto, me descoloca. Como tampoco encuentro causa lógica a que algunos párrafos estén narrados en presente ("Mayo de 1968. No, no estoy en París...") y el resto en pasado. A estos puntos negativos hay que sumar una lista (para mí) siempre demasiado larga de erratas: desde repeticiones de palabras hasta un Brián así, con acento, pasando por un "Toyota pin-up" (página 469) que (y lo digo desde mi ignorancia total y desinterés absoluto por los coches y por las chicas pin-up) supongo que será "pick-up" (y si estoy equivocada, espero que alguien me corrija) o errores en el entrecomillado cuando entra y sale de la lectura de los diarios de Barrantes.
En definitiva, que tiene mucho de positivo pero también bastante de lo que para mí son puntos negativos y que, puesto que esta es la primera novela suya a la que me acerco, espero a leer otra obra de Álvaro Bermejo antes de formarme un juicio sobre el autor. Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto 13.000 páginas: 656/13.000
- Reto Autores de la A a la Z: B
- Reto Genérico: 1/2 guerreros
- Desafío100 libros: 33/100
- Reto Sumando: 28/2013
- Reto Histórico: 5/5