12 de agosto de 2013

Eso no es lo que yo quise decir (1)

Puede afirmarse que el modo en que Freud leyó a Hoffmann ha influido en los escritores mucho más que la obra del propio Hoffmann. Cómo alguien lee a otro: en eso consiste el historial clínico de la literatura. Las afinidades entre escritores y psicoanalistas parecen tan significativas como los rechazos de Chesterton, Lawrence, Borges o Nabokov. Resulta difícil resistir la tentación de interpretar estos últimos como perfectos ejercicios de negación o resistencia a la terapia. Sea cual sea el caso, por medio de su neurosis hermenéutica, el psicoanálisis tiene potencialmente la razón. Ahí radica su fuerza pero también su incansable duda. En eso se asemeja a la ficción, vampira del conflicto que padece. «Los escritores han sentido siempre», sostiene Piglia en uno de sus grandes ensayos, «que el psicoanálisis hablaba de algo que ellos conocían y sobre lo cual era mejor mantenerse callado». Esa pronunciación de lo invisible que mueve al personaje, ese afán por delatar la trastienda del conflicto novelístico, está quizás en el origen del fastidio gremial que el psicoanálisis ha generado en ciertos escritores. Pero el psicoanálisis ejerce también de legitimador teórico del drama narrativo, convocando «una épica de la subjetividad, una versión violenta y oscura del pasado personal». El psicoanálisis fundaría entonces el relato del relato oculto. Su metanovela. Las tensiones entre ambos campos las sintetizó Mailer cuando declaró sobre los hipsters: «al haber convertido su experiencia inconsciente en conocimiento consciente, han alterado el foco del deseo». Esta pequeña observación daría para un tratado entero sobre la ocultación del erotismo y la mostración de la pornografía. La novela clásica es al psicoanálisis lo que el erotismo al hardcore.

29 de julio de 2013

Patria madre

Mi madre nació en la Argentina y murió en España. Por eso su patria es de frontera: está justo en el mar. Ahí andan todavía sus cenizas nadadoras.

22 de julio de 2013

Llamadas a Bolaño (y 4)

Legible como testamento, jocosa y seriamente dedicado a su hepatólogo, el ensayo “Literatura + enfermedad = enfermedad” despliega un zapping ácido por la poesía francesa, la literatura de viajes, las consultas médicas y las ganas de follar (verbo ibérico que a Bolaño le encantaba, acaso por su fricación tan a lo fuck). Estas veinte sobrecogedoras páginas hablan de la escritura como conversación con la muerte, como lucha desde el centro del propio malestar. La conclusión sería que ninguna literatura, incluida la maldita, enferma a nadie. Sino que más bien vive en nuestras enfermedades, síntoma y fruto del afán por sobrevivir. Bolaño vivió durante bastantes años despidiéndose como un moribundo. También trabajó así: con la furia de las últimas oportunidades, con la melancolía vitalista de los enfermos graves. A lo mejor eso es lo que habría que hacer. Escribir siempre como moribundos. Moribundos con salud.

19 de julio de 2013

Llamadas a Bolaño (3)

Retengo, me retienen imágenes que iluminan su obra. El vuelo vil de los halcones por los claustros, el sótano de Nocturno de Chile. El viaje en automóvil a través de la noche, el siniestro diálogo de los agentes en Llamadas telefónicas. La escritura del aeroplano, tan bella como atroz, en el cielo de Estrella distante. La detestable poeta argentina con que se inicia La literatura nazi en América, la habitación de Poe que ella se afana en reproducir. El hospital oblicuo y vallejiano de Monsieur Pain, su sala de cine en blanco y negro. La apoteosis vacía, la llegada al desierto en Los detectives salvajes. ¿A qué desierto irán a parar los escritores que se marchan dejando un libro inconcluso? Cierto día, Bolaño me habló por teléfono de un novelón de mil páginas en el cual llevaba tiempo trabajando. Un libro, explicó angustiado, «tan largo como Las mil y una noches». Se me ocurrió sugerirle que lo terminase en la página 1001, cosa que por supuesto no hizo. En un momento de la conversación, Bolaño dijo que quizá debería abandonar esa novela. Desconociendo su verdadero estado de salud, le pregunté por qué. Su única respuesta fue: «Porque no soy Tolstói».

17 de julio de 2013

Llamadas a Bolaño (2)

Si tuviera que destacar alguno de los dones de Bolaño, creo que elegiría la desesperación. Bolaño no narraba historias: las necesitaba. Su escritura tiene una cualidad profundamente agónica. Quizá por eso conmueve tanto, hable de enciclopedias o crímenes, de sexo o metonimias. La narrativa contemporánea, observa en La literatura nazi en América, tiende a la falta de compasión, a la incapacidad «de comprender el dolor y por lo tanto de crear personajes». Bolaño desnuda de golpe la intimidad de sus personajes, mientras estos parecen discurrir sobre pormenores literarios. Su metaliteratura es una maniobra emotiva: nada consta como dato cultural en sus textos, todo está en estertor. El resumen de esta actitud podemos encontrarlo en “Otro cuento ruso”, cuya anécdota transcurre durante la Segunda Guerra Mundial. Sangrando por la boca, con la lengua brutalmente retorcida por unas tenazas, un soldado sevillano intenta gritar coño. Pero emite unos sonidos que sus torturadores interpretan como Kunst. Es decir, arte en alemán. De esta manera «la palabra coño, metamorfoseada en la palabra arte», le salva la vida.

15 de julio de 2013

Llamadas a Bolaño (1)

Hoy se cumplen diez años sin Bolaño. O con él de otra manera. A Bolaño le divertía la idea de esfumarse, de dar plantones públicos en los momentos más inesperados. Su obra está poblada de fugitivos que convierten la huida en una forma de peregrinación literaria. En 2666, Beno von Archimboldi es una ausencia rastreada durante un millar de páginas. En Los detectives salvajes, incluso antes de lanzarse a vagar por el mundo, Belano y Lima pasan su juventud desapareciendo de Ciudad de México. Los real visceralistas son prófugos de su propia obra. Cierto día Bolaño me telefoneó desde su casa en Blanes y me pidió que le leyera en voz alta una noticia sobre la Feria del Libro de Buenos Aires. Al buscar el diario, me topé con una foto enorme de su cara. La noticia anunciaba la presencia de Bolaño en Argentina. «¿Qué te parece?», dijo Bolaño ahuecando la ronquera, «¿ves?, ahora estoy aquí y no estoy allá, ahora no estoy aquí y estoy allá, ahora no estoy aquí ni tampoco allá, esto es una grabación, adiós, me largo, este mensaje se autodestruirá en cinco segundos, cuatro, tres, dos, uno…». Y la comunicación se cortó.

14 de julio de 2013

Anatomía del Señor Respuesta (y 2)

Si el Estado financió todas las travesías del Señor Respuesta sin detallar cuáles fueron por actividades privadas, tampoco ha explicado por qué nuestro estadista cruzaba el charco hasta con nueve escoltas, y elegía hoteles de lujo en vez de recurrir a las embajadas para economizar los gastos de hospedaje. Curiosamente, durante aquellos viajes personales al extranjero, Aznar se dedicaba a criticar al Gobierno que le costeaba todos sus gastos con dinero público. Es decir, con el dinero de esos mismos impuestos que ahora él nos propone bajar. En una patriótica entrevista que concedió hace poco, el señor Respuesta lanzó un warning muy de su estilo: «A mí, lecciones de lealtad, cero». De lealtad, no sé. Pero alguna que otra lección de aritmética tampoco le vendría mal. Así podría explicarnos mejor cómo maneja sus números. O cómo en su flamante propuesta de reforma fiscal, realizando un ejercicio de eufemismo que merecería de paso unas cuantas lecciones de lingüística, nos sugiere «impulsar un uso más intenso de las tasas y precios públicos ligados a la prestación tanto de servicios generales (transportes, infraestructuras, educación superior) como de servicios de ámbito local (basuras, saneamiento, depuración de aguas)». Si no he entendido mal, y aún retengo algo de mis pobres estudios de Lengua y Matemáticas en la enseñanza pública, lo que el Señor Respuesta nos propone es algo así como una regla de tres inversa: el dinero público es a mis viajes privados, lo que los recortes públicos serán a los servicios que tú tengas que pagar. Con estadistas así, ¿para qué necesitamos a la troika? Como muy bien diría una esposa escarmentada: cuidado con los ex.

12 de julio de 2013

Anatomía del Señor Respuesta (1)

Inquieto por la decadencia de España sin él, el ex estadista Aznar insiste últimamente en recordarnos su cara y sus caretas. Bien nos consta que Bush, en aquel rancho donde los zapatos eran más altos que las mesas, lo llamaba Anser. Tampoco era mal nombre, porque Anser suena a answer, y hoy Aznar viene teniendo respuesta para todo: la crisis, el paro, las relaciones internacionales, la reforma fiscal. Hasta para la burbuja inmobiliaria que, con fervoroso patriotismo, él mismo se encargó de inflar. El señor Respuesta, como todos los ex salvadores, resulta prodigiosamente eficaz cuando gobierna de manera imaginaria. No hay nada como aprender del desastre propio. Más impropio, no obstante, le ha quedado el bigote, sumido en tiempos de recorte. El bigote del señor Aznar ha dejado de pertenecerle, como si se lo hubieran privatizado o tuviese problemas de déficit. El cabello, eso sí, continúa en su puesto. Firme, inalterable. Pelo en forma de dogma. La ideología empieza en la cabeza, y sin duda el señor Respuesta piensa con el pelo. Observando sus imágenes recientes, da la impresión de que le cae holgado el traje, a lo Camps. Como si la ex presidencia le quedara grande. Incluso la corbata le queda un poco más larga. Como si le pesase. Como si de esa corbata pendieran las armas de destrucción masiva, el 11-M, su despedida en falso, la medalla del Congreso de Estados Unidos, la ley del suelo, la trama Gürtel y demás complementos de moda. No sabemos por qué hay serias contradicciones entre las declaraciones tributarias de la FAES y las facturas de las empresas Gürtel que contrató la propia fundación. Lo que sí sabemos es que la firma patrimonial de Aznar ingresó por sus actividades privadas casi un millón de euros en apenas dos años. Al parecer, el anterior Gobierno financió con dinero público los viajes del Señor Respuesta al extranjero, sin especificar si fueron por compromisos privados y remunerados. Quizá se trató de pequeños estímulos para un joven emprendedor, de esos que tanto abundan en esta España que nos han dejado las corbatas, los oráculos y los tecnócratas.

4 de julio de 2013

Breve genealogía

Mi cuento preferido no existe, porque prefiero tantos que al final nunca sé cuál es mi preferencia. Después de semejante pleonasmo, me vienen de repente a la memoria tres ejemplos muy distintos: “Post Scriptum” de Juan José Arreola, “Vañka” de Anton Chéjov y “Gente así es la única que hay por aquí” de Lorrie Moore. El cuento de Arreola nos presenta a un suicida que aplaza su inminente disparo en la boca por culpa del rigor literario. Hasta que el personaje no encuentre la frase más indicada para su nota de despedida, no apretará al gatillo. Así es cómo el estilo te salva la vida. El cuento de Chéjov narra otra carta. La que el pequeño Vañka, Juancito en ruso, le escribe a su abuelo rogándole que venga a visitarlo. Su balbuceante misiva es introducida en un sobre en cuyo reverso el niño anota: «Para el abuelito, que está en la aldea». Después la deposita en el buzón del que nunca saldrá. ¿Quién no es un poco Vañka en su cabeza, escribiéndose cartas a uno mismo? Finalmente, el relato de Moore cuenta con brutal hondura la estancia de una madre en el más literal de los infiernos: la planta de oncología infantil. Si un bebé experimenta un sufrimiento anterior a lo verbal, aquí cada palabra remite a un sufrimiento quirúrgicamente nombrado. La voz de aquella madre supura la misma urgencia de quien tiene un arma en la boca. Y, ahora que lo pienso, se habría merecido proteger a un hijo como Vañka.

26 de junio de 2013

Poema de las dicciones

Magulladura, mela, eclíptico. ¡Son tantas las palabras que nunca voy a usar, que aguardan una boca disponible! Hurgón, dicterio, chifla. ¿Qué pasan a nombrar sin nadie que las diga? Antífona, estipendio, montaraz. Mi boca es herramienta de cierto balbuceo que empieza antes de mí. Alhorre, malandrín, quebrantaolas. No quisiera morirme sin lamer, una vez por lo menos, cada vocablo que riega la lengua. Girola, rantifuso, zascandil. Sería parecido a despedirse mudo. Balumba, matrería, dovelar. Y la mudez, a cierta edad lingüística, es todo lo contrario del silencio. Atarantar, ultílogo, soniche. El silencio, que tiene propiedad de balance, partitura en el coro. Poterna, tramontar y, sin duda, aldabón.

21 de junio de 2013

Plan B


BANCO: entidad que protege el porvenir de nuestras deudas.

BANDERA: trapo de bajo coste que tiene un alto precio.

BAÑO: biblioteca sin prestigio.

BASURA: quintaesencia.

BESO: palabra articulada simultáneamente entre dos hablantes.

BIOGRAFÍA: manera en la que alguien va muriéndose.

BÍPEDO: criatura que hubiera preferido volar.

BOLERO: alegría de llorar.

BOSQUE: estrategia de distracción del árbol.

BÚSQUEDA: hallazgo casual de otra cosa.


15 de junio de 2013

El marco

Hace poco viajé a Londres con mi padre, de quien he heredado las ausencias de su propio padre. Cuando pienso en mi abuelo, tiendo a experimentar cierta orfandad que no me pertenece. Como si me hubieran educado en un hueco. Mientras nos dirigimos en metro a Hampstead, le pregunto por la época en que mi madre y él vivieron separados. Me intriga ese lejano período porque apenas lo recuerdo. Con el paso de las estaciones, sin embargo, el discurso de mi padre se desvía una vez más hacia mi infancia, revisitando anécdotas que me cansan y enternecen a partes iguales. Lo más incómodo de que los padres narren en público nuestros orígenes no es ese impúdico entusiasmo con que nos describen tropezando, llorando u orinándonos, ni tampoco sus predecibles reiteraciones. Quizá lo inquietante sea que, mientras nuestro progenitor parece refrescarnos la memoria, lo que hace es reorientarla, modelarla, suscribirla. Apropiarse amorosamente de nuestra identidad remota. Mi padre rebobina mi vida mientras el metro va dejando cada estación atrás. Le acaricio la espalda, compruebo el parecido de nuestras caras y nos bajamos. Consultamos en un mapa la ubicación exacta de nuestro objetivo. Como es la primera vez que mi padre ve Londres, me toca hacer de guía. Eso invierte de algún modo nuestra edades. Recorremos las calles de Hampstead, sus jardines ensimismados. Después de un par de extravíos, localizamos al fin nuestra meta. Nos detenemos frente al portón claro con su gran ojo de buey. Mi padre lo contempla fascinado. Pero es lunes, y la casa de Freud está cerrada. Así que la merodeamos con la concentración de dos futuros asaltantes. Damos vueltas y vueltas alrededor de la casa, envolviendo el lugar que no hemos podido ver. Como poniéndole marco a un retrato vacío, mientras nos riega la elíptica lluvia.

10 de junio de 2013

La crisis como patria

Una diferencia significativa entre Latinoamérica y Europa radica en la extensión de sus respectivas clases medias: factor que conviene tener en cuenta para no frivolizar en las comparaciones. Pero esta involutiva Europa tendría mucho que aprender de la otra orilla, si no fuese porque en general se limita a subestimarla políticamente o a colonizarla económicamente. Un ciudadano latinoamericano da por sentado que su país puede irse al carajo en cualquier momento. Como si la crisis fuese el campo de juego. Una patria en sí misma. El ciudadano europeo hoy tiende, en cambio, a quedarse perplejo o deprimirse frente a la crisis. Como si esta formara parte de algún inexplicable error de cálculo. A mediados del pasado siglo, el continente entero estaba devastado y sumido en la miseria. Si se salió de dos posguerras mundiales, debiera ser posible reconstruirse tras el bombardeo de la troika. Claro que, para eso, antes sería necesario reconocer lo demolido.

3 de junio de 2013

Disco duro

Hoy, en el instante previo al despertar, he creído distinguir entre los pliegues de mi mente algunos recuerdos perdidos, ideas que estuve a punto de tener, surcos de errores que voy a repetir, imágenes en fila con su nombre. ¿Y si toda la historia de la informática fuese un autorretrato destinado a obtener, literal, extrañísimo, un cerebro humano?

29 de mayo de 2013

Lugar

Después de una jornada de trabajo en una ciudad extranjera, en vez de regresar a mi provisional refugio, en lugar de volver a mi lugar, me sorprendo haciendo algo sigilosamente anómalo: me dirijo a otro hotel cercano al hotel donde me alojo, ceno con demora y me quedo leyendo en el lobby hasta muy tarde. Como mi comportamiento resulta absurdamente natural, nadie hace preguntas. Me dan las buenas noches y hasta me ofrecen té. Por un instante siento una desdibujada euforia que se parece al extravío, un extravío que se parece a la levedad. Intuyo entonces cierta lógica en este minúsculo desplazamiento. Como en una cadena migratoria, acabo de convertir mi anterior hotel en mi casa, y el siguiente hotel en un hotel. Quizá la hostelería sea eso: una mudanza de la perspectiva. La edificación de una distancia con respecto al hogar. Hay una especie de patria en la huida. Al final de esa huida, ahí, cruzando la frontera de sí mismo, alguien desnudo se da la bienvenida.

24 de mayo de 2013

El aguijón

Relacionarse con otros idiomas tiene cuando menos dos grandes utilidades. Una es comunicativa: entenderse con otros, multiplicar nuestra conversación con la realidad. La otra es introspectiva: cuestionar el habla materna. Desde una gramática lejana, es posible visualizar la potencial extranjería de la identidad propia. Asisto en Londres a una charla del traductor inglés de Ismail Kadare. Escuchándolo aprendo que la lengua albanesa tiene dos verbos distintos para morir. Uno se emplea para los animales en general. El otro se reserva exclusivamente para los seres humanos y las abejas. Me pregunto qué metáfora revolotea en semejante asociación. El aguijón, aquello que le otorga identidad a la abeja, es también su parte más mortal. La abeja sólo puede penetrar una vez el otro lado. Agónica, se realiza extinguiéndose. Debe de ser extraño ese último instante de su vuelo, cuando lo natural, lo más nativo en ella, se convierte en máxima distancia. La muerte es un idioma puntiagudo. Cuando aprende a hablarlo, su hablante queda en silencio.

20 de mayo de 2013

Another brick in the wall, 2

Durante la última movilización docente en España, asistimos a una guerra estadística que empieza a convertirse en táctica global. Como la información se propaga más rápido que el análisis, una mentira temprana produce el mismo efecto que un dato comprobado. Para los convocantes, la adhesión superó el 70 por ciento. Según el Ministerio de Educación, que acaba de impulsar la siniestra reforma educativa, el seguimiento alcanzó apenas un 20 por ciento. Los datos oficiales sobre la huelga general del año pasado aplicaron parecidas ecuaciones reductoras, y llegaron a retirarle un cero a cada manifestación. Estas alteraciones tienen más importancia de lo que parece. El número de personas que secunda una movilización supone una estadística políticamente tan significativa (y tan sujeta a estados de ánimo) como la cantidad de sufragios en una urna. ¿Qué pasaría si afirmáramos, por ejemplo, que en las últimas elecciones el PP no sumó diez millones de votos, sino sólo un millón? ¿O que, en vez de 186 diputados, en realidad obtuvo 18 o 19? Manipular las cifras de las iniciativas ciudadanas causa un daño igual de grave a la representatividad democrática. Claro que hay quien pretende limitar la democracia a votar y callar. No les demos el gusto.

17 de mayo de 2013

Another brick in the wall, 1

Hace tres décadas tenía sentido entusiasmarse entonando The Wall, irresistible himno que merecería una relectura histórica. El mantra «¡Eh, profesores, dejen en paz a los chicos!» suena lejanísimo, por no decir trágicamente cómico. Desde el presente resulta difícil interpretar «No necesitamos educación, no necesitamos control del pensamiento» como otra cosa que una contradicción en los términos. Quizás hoy el abuelo Waters susurraría en alguna manifestación por la educación pública: «Profes, porfa, no dejen solos a nuestros chicos». Mientras tanto, al otro lado del aula, avanza la trituradora de ladrillos.

13 de mayo de 2013

Cirugía y secuestro

Más allá de los datos que sobresaltan diariamente a Grecia, Portugal, España o Italia, existe un problema de fondo: la absoluta falta de correspondencia entre las medidas y sus efectos. Ese es quizás el núcleo de la desesperanza. Si los devastadores recortes no mejoran las cifras, ¿qué sentido tiene seguir aplicándolos? La situación se parece cada vez más a un grupo de cirujanos dementes operando de urgencia a un cuerpo y midiendo los signos vitales en otro. En un atinado artículo, el filósofo Germán Cano se refiere al «secuestro tecnocrático» que paraliza a la sociedad europea. Secuestrar con bonos de deuda es lamentable. Financiar a tus secuestradores es incluso peor.

9 de mayo de 2013

Otra canción de luna


Dos, tres, cuatro
De todas formas el amor no se parece
para nada a la luna. Qué pesada,
la luna. Esa pasivo-agresiva
con un vestido caro. La misma que te topas
enfrente de tu puerta, a las 3 de la mañana,
lloriqueando, con 
«ganas de que hablemos».
La luna es problemática. No es capaz de apagarse, 
la princesa con bótox que en privado
adora hacer de loca de las fiestas.
¡Con cuánta indiferencia alborota la sangre
de su pecho y cojea descalza por la casa,
fumando! Después corta a mamá en pedacitos
con un hacha. La pobre chica ha estado

todo el día muriéndose de hambre, 
o bebiendo de más, o arañándose
la cara. Y va a sobrevivirnos
a todos, puta fresca,
nos va a sobrevivir a todos…
Y uno.


("Another moon song", poema original de Tiffany Atkinson. De su libro Catulla Et Al, Bloodaxe Books, 2011. Traducción de Andrés Neuman.)

6 de mayo de 2013

Contra la salvación

En su Manual de infractores, Caballero Bonald mira al cielo del suelo y anota: «Emigra la verdad como las aves». Menos atento a estas incertidumbres, el señor Wert, ministro -por así decirlo- de Cultura, declaró durante la entrega del Premio Cervantes que la poesía del autor nos «redime, salva y libera». Hay que tener talento, no sé muy bien de qué clase, para elogiar tan mal. Si algo logra la palabra poética en general, y la del premiado en particular, es minuciosamente lo contrario. Incomodar, implicar, sacudir. A algunos se les nota la ideología hasta cuando felicitan. Un poeta, a diferencia de un sacerdote, rara vez pretende salvarse. Más bien quiere entender por qué no hay salvación. Anticipándose al ministro, Caballero Bonald dejó dicho en Las horas muertas: «Juntas están mentiras y verdades/ en la contestación de cada día».


2 de mayo de 2013

El muro invisible

La desocupación es la primera tragedia. La degradación del trabajo, la segunda. En su afán por despedir a unos y precarizar a otros, la patronal y el Gobierno atentan contra el principio que permite que funcione todo el sistema, incluyendo la explotación misma: la recompensa al esfuerzo. Si a mayor esfuerzo no hay mejores resultados, la lógica laboral entera se viene abajo. Por eso no se está destruyendo empleo: se está destruyendo a los trabajadores. Cantó Pavese que trabajar cansa. Pero mucho más agota no encontrar trabajo. Es penoso haber llegado al punto de que el ciudadano medio esté deseando ser explotado, tener al menos la ocasión de someterse a un régimen injusto. Hemos vuelto al siglo 19 en plena era digital. Vivimos en dos siglos al mismo tiempo. Parecemos atrapados en una novela proletaria de HG Wells, donde la ciencia ficción es un contrato. Al escritor alemán Ingo Schulze, nacido al otro lado del Muro, le preguntaron una vez si lamentaba la extinción de su país natal. Schulze respondió que no le preocupaba la desaparición del Este sino la del Oeste, ya que que conceptos como libertad o democracia empezaban a convertirse en una entelequia. Ese muro invisible, ¿cómo se derriba?

23 de abril de 2013

La lectura como cuerpo




La palabra se estira con cada movimiento de quien lee. Doblándote subrayas la longitud del verbo. Cuando elevas el libro, la atención se sostiene igual que un músculo. Me tienta imaginar el personaje al que te abrazas, en cuáles adjetivos te detienes. Celebro tus rodeos de asombro o de preguntaQuién pudiera de ti recibir esos ojos con idéntica hondura. Eres lo que hace falta. Gramática en acción. Un cuerpo de sintaxis. Esa última línea donde se hacen un nudo temblor e inteligencia.

18 de abril de 2013

Patio de locos


¡escarabajo! insiste
el loco que se arrastra por el patio
pero nadie parece comprender
esa premonición (¿el narrador sabrá?)
todos miran al cielo con el labio colgando
otro loco se traga el sol y eructa
el doctor nube pasa
se interesa
¿y por qué escarabajo?
el profeta enfurece
hay cosas que se aplastan si se explican



(del nuevo poemario doble No sé por qué y Patio de locos, editorial Pre-Textos, 2013. Más información, aquí.)

15 de abril de 2013

No sé por qué


No sé por qué venero la pornografía
esta mansa costumbre del salvajismo ajeno
cuando contemplo el placer en los otros
mi parte fugitiva se complace
espiando al que no soy
fornicando sin mí
veo reflejos
perversiones caseras
feliz de estar aquí con nadie



(del nuevo poemario doble No sé por qué y Patio de locos, editorial Pre-Textos, 2013. Más información, aquí.)

12 de abril de 2013

El norte de los mapas es el ojo (y 2)

Más allá de sus altibajos, Mapa está plagada de aciertos cardinales. Acaso mejor narrador que escritor, Siminiani manipula el tiempo con delicioso pulso en esta ópera prima, convirtiendo en presente todo lo que toca. Su gracia es la reacción, los reflejos poéticos ante el azar. Entre Perec y Wenders, con una pizca de Jaime Rosales, el autor logra una especie de taller visual en marcha, donde ejercicio y epifanía se dan simultáneamente. Como una herramienta que tomara progresiva conciencia de su poder, la cámara se vuelve cada vez más libre, más capaz de extraviarse y expresarlo. Eso cuenta también Mapa: el incierto aprendizaje de una mirada. El protagonista secreto es el Otro, ese en el que nos transformamos al observarnos. Lo contemplado va generando su glosa, haciendo de la película una seductora neurosis, incapaz de capturar una imagen sin cuestionar al dueño del ojo. ¿Toda descripción desemboca en la introspección? Algo hay aquí de novela de misterio donde la incógnita es la propia identidad. El protagonista se marcha a la India para huir de sus circunstancias y, como es lógico, se tropieza consigo mismo. Lo que queda al final es una pensativa épica de la soledad. Todo el relato tiene la estructura de la creación en cualquier campo: la persecución del tema, el tanteo de una clave que se ignora. Esta búsqueda queda sintetizada en un plano memorable. Un corredor callejero mueve las piernas sin avanzar, esperando a que el semáforo se ponga al fin en verde. Siminiani no metaforiza, sale a buscar la metáfora. Va de caza al lenguaje. Quizá por eso viaja: para buscarle un escenario a su actitud. La película no cuenta una aventura, la aventura sucede porque se está contando. El único milagro consiste en sostener el estilo. Durante una de sus excursiones, Siminiani encuentra a un niño que salta una cuerda mientras le grita «¡Mira, mira!». El narrador obedece. Y enniñece con él. Y se hace un mejor viejo. El resto, por suerte, es cine.

9 de abril de 2013

El norte de los mapas es el ojo (1)

Veo, espío Mapa, primer largometraje del talentoso León Siminiani. En ella se detecta un fenómeno habitual en la literatura, pero más bien infrecuente en el cine: la autoficción narrativa. La reflexión estética con los materiales de la experiencia inmediata. Quizá mi preferida en ese género, y también la más perfecta, sea Stories we tell de Sarah Polley. En el ámbito español se me ocurren los ejemplos paradigmáticos de En construcción, de José Luis Guerín, o El sol del membrillo, de Víctor Erice. Pero en aquellos casos el protagonista no era exactamente, como aquí, el narrador mismo. Su intimidad desorientada y fértil. Mapa es un autodocumental donde lo contemplado se propone retratar a su propio observador. Se trata, por lo tanto, de una indagación en la sustancia del cine. Todo empieza y termina en un viaje. Por supuesto, la ida difiere radicalmente de la vuelta: para eso se narra. Superados los primeros minutos, que se resienten de algún que otro cliché, la película de Siminiani se transforma en uno de los experimentos más originales, delicados y frescos que he visto últimamente en castellano. Si pienso en esta combinación de bajo presupuesto y alta creatividad, me vienen a la memoria la encantadora comedia mexicana Temporada de patos, la obra maestra uruguaya Whisky, la parábola argentina (y cortazariana) Buena Vida Deliveryel extraño documental Los rubios o esa inolvidable desolación guaraní que se titula La hamaca paraguaya. Quizás al cine español le haga bien asumir que, en vez de aspirar a una industria francesa con menos euros, existe otra puerta con más horizonte: aprender de Latinoamérica. Esa sería la diferencia entre seguir llorando y hacernos llorar.

5 de abril de 2013

Morir de risa

El novelista escocés Iain Banks cultiva la ciencia ficción y el humor negro. Ambas inclinaciones tienen su vocación visionaria. Banks acaba de firmar un memorable comunicado donde explica que sufre un cáncer terminal y que le quedan pocos meses de vida. Aún no sabe si llegará a tiempo de ver impreso su próximo libro, cuya publicación está prevista para este año. Permitiéndose un intraducible epigrama, el autor ha observado: «it looks like my latest novel will be my last». La novela se titula The Quarry. Que, entre otras opciones, podría traducirse como La víctima o La excavación. Muerto de risa, redivivo de miedo, Banks ha tenido la valentía de desdoblarse en ese futuro amigo suyo que asistirá a su entierro para contar chistes macabros. A su pareja Adele, inverosímil fundadora del festival de cine de terror Dead By Dawn, le propuso formalizar su relación. «Le pregunté», cuenta el novelista, «si me haría el honor de convertirse en mi viuda». Semejante declaración de humor se merece un amor póstumo.

1 de abril de 2013

10 metaforismos


1. El aforismo llega después y entonces se anticipa.

2. Todo matiz es concepto.

3. La paradoja proviene del temor al sinsentido.

4. Cambiar de tema puede ser revolucionario.

5. Las convicciones firmes alimentan el autoengaño.

6. No se observa para confirmar nuestras ideas, sino para desmentirlas.

7. La unidad está hecha de pedazos.

8. La verdad es algo que se roza.

9. Los escritores pasan la mitad de su vida recolectando palabras, y la otra mitad descartándolas.

10. Cada palabra vela.