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10 de febrero de 2012

De justicia (2)

Haciendo un esfuerzo de ecuanimidad, uno puede asumir las complejidades del conflicto jurídico, y hasta filosófico, que plantea la sentencia contra el juez Garzón. Es decir, hasta qué punto un fin noble (combatir la corrupción política, acabar con los delitos institucionales) justifica los medios empleados (escuchas ilegales, irregularidades en el procedimiento). Y me parece sano que una democracia regrese siempre a esa pregunta. El problema es que este exquisito celo por los derechos de los acusados se haya aplicado tan a rajatabla, oh casualidad, con poderosos políticos y ricos empresarios. Nos cuesta imaginar semejante rigor para velar por reos menos influyentes. El resultado es que los probables corruptos quedan libres, y quien los acusaba es castigado. Cuando justicia y sentido común parecen oponerse tan frontalmente, la sociedad que legitima a esa justicia debilita sus convicciones. Más allá del destino de Garzón, que es árbol y no bosque: ¿acaso nadie va a investigar, con los medios judiciales apropiados, lo que él estaba investigando? Desde esta decisión del Tribunal Supremo, el PP ya no tiene mayoría absoluta, sino suprema. Quizá por eso la flamante tesis doctoral del ex reo Camps se titule Propuestas para la reforma del sistema electoral.

6 de febrero de 2012

De justicia

Cuando un juez se convierte en una de las personas más célebres de un país, es que su tarea estaba demasiado pendiente. Lo que haga España con él será un autorretrato.

18 de abril de 2011

Estéril necesaria

De paso por el querido Perú, todo el mundo habla y me habla de las próximas elecciones presidenciales, que concluirán con Ollanta Humala o Keiko Fujimori en el poder. Casi sin excepción, cada peruano con quien converso se lo plantea como una disyuntiva entre una opción muy mala y una opción terrible. Lo único que varía es el orden de los factores: unos temen más el regreso de la corrupción fujimorista, otros la implantación de un populismo militarizado. Desde luego, ambos candidatos pueden presumir de un pasado lamentable. Humala participó en un intento de golpe de Estado junto con su hermano, Fujimori es la hija de un ex presidente condenado por crímenes contra la humanidad. Más allá de discutir cuál de los dos candidatos sería menos dañino para el país, cabría preguntarse hasta cuándo la democracia latinoamericana seguirá dependiendo de líderes militares y oligarquías familiares. Mientras tanto, al otro lado del charco, el juez Garzón es juzgado antes que los propios crímenes y sobornos que investigaba. La palabra democracia nunca ha sido tan estéril, tan necesaria.