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16 de febrero de 2018

Fractura, 4 (Mariela)


Si lo pensás, la primera imagen de la bomba atómica que te viene a la cabeza no son sus víctimas. Es el hongo. Ves antes la explosión que todos sus muertos. ¿No es el colmo de la desaparición? Por eso mismo los supervivientes, se diesen cuenta o no, ya eran rebeldes. No les hacía falta ningún comportamiento heroico. Su simple existencia era contestataria, porque no estaban previstos. En eso consistía para mí lo político de Yoshie. Él militaba porque estaba vivo.


[de la nueva novela Fractura (Alfaguara). Más información, aquí.]

30 de octubre de 2015

De pies y manos


No entiendo nada,
voy viviendo de oído.
A cierto ritmo la cojera es virtud.
Pie mío, no te espantes,
esta bifurcación es tuya.

Quisiera lo contrario: así razono.
Cada vez que reitero
me sorprendo a propósito,
como hacen los niños.

El puñado de sal,
eso teme la mano
cuando evita la praxis.
Si me toco en tu nombre
revoluciono el tacto.
























(poema inédito aparecido en el nuevo número de la revista Opticks Magazine. Ilustración del artista Mikko.)

26 de diciembre de 2014

Talento para perder (5)

Cuando mis padres me anunciaron que nos íbamos del país, lo primero que hice fue elegir los libros que me llevaría y ponerme a grabar goles de Boca. En una nueva ironía xeneize, mi equipo al fin había empezado a ganar y ahora resultaba que tenía que irme. Apenas me había dado tiempo a disfrutar de dos copas sudamericanas y de la fugaz dupla Latorre-Batistuta. Mi deseo era mostrarle mi equipo argentino a mi primo español, seguidor del Real Madrid y admirador de la Quinta del Buitre. En cuanto aterrizamos en España con mis padres y mi hermano (a quien había convertido a la fe xeneize), me apresuré a extraer mi equipaje de goles. Le había ponderado mucho aquellas imágenes a mi primo, glosándolas con todo lujo de adornos y exageraciones. Nos sentamos en el sofá emocionados, dispuestos a contemplar la mayor belleza futbolística de Latinoamérica. No podría describir mi espanto al comprobar que el formato en que había grabado todas aquellas cintas era absolutamente incompatible con el formato español. Lo único que apareció en la pantalla fueron rayas grises, figuras fantasmales y voces deformadas. Como de otro mundo.

24 de diciembre de 2014

Talento para perder (3)

Como en mi casa el fútbol no se consideraba algo interesante, y ya no digamos merecedor de esa atención ritual que yo le prestaba cada domingo, pronto adquirí la hermética costumbre de encerrarme en el baño a escuchar los partidos de Boca. En un tiempo con escasas emisiones en directo, a años luz de los canales digitales, la radio era nuestros ojos. También un desafío de imaginación aplicada y apreciación lingüística: si no había exactitud en la narración, el partido se emborronaba, perdía foco. Aunque me declaro adicto a los partidos televisados, por radio se alcanza un prodigioso vínculo entre estímulo verbal y producción de imágenes. A mejores palabras, mayor caudal de visualización. Por radio, entonces, yo escuchaba y veía a Boca. Para poder concentrarme en cada movimiento imaginado, para entregarme sin distracciones al gozo y al sufrimiento, justo antes del silbato inicial corría al baño y me recostaba en la bañera vacía. Apoyaba la radio en el borde, la ponía a todo volumen y me dejaba envolver por el sobresalto de los ecos. Así la narración, las voces, los goles se multiplicaban a mi alrededor, convirtiendo las paredes del baño en una pequeña cancha flotante. Ahí, a bordo de mi bañera xeneize, naufragando en dirección a la Bombonera, escuché los tres goles de Independiente que nos impidieron salir campeones el año en que Menotti trató de reflotar a Boca.

24 de junio de 2014

Lo que Messi no es (1)

A los espectadores con más apetito de leyenda que de análisis, Messi les propina (aunque él no lo imagine) un jeroglífico ideológico. Una contradicción que apenas encuentra precedentes en la historia futbolera: el desconcierto de un genio que no es un líder. Que no puede ni quiere serlo. El sensacionalismo contemporáneo tiende a exigir a los genios que sobreactúen sus cualidades. Que las aderecen con cierta dosis de teatralidad. El lenguaje no verbal de Messi (del verbal ya ni hablemos) resulta en cambio hermético. Quizá sólo Zidane transmitió ese distanciamiento introvertido. Pero, por su demarcación, intervenía de manera más constante en el juego. Y tenía algo de lo que Messi parece carecer: una rabia oculta debajo de la atonía, una irascibilidad repentina que, tanto en la selección francesa como en el Real Madrid, emergía ocasionalmente ante las adversidades. La inevitable autoridad que Messi ha terminado ejerciendo en el Barcelona o la selección argentina no parece consecuencia de una vocación de mando, sino del rendimiento en la cancha. De la productividad ensimismada de sus goles y la brutal frecuencia de sus récords. Esa autoridad ha llegado de hecho con un cierto retraso con respecto a sus méritos. Cualquier otro jugador superlativo, llámese Maradona, Ronaldinho o Cristiano, habría conseguido adueñarse de su equipo con mayor rapidez. No me engaño con la fábula pueril de que Messi es tan humilde que desprecia el poder. Quienes sostienen semejante idea subestiman a su interlocutor y, sobre todo, al poder. Pienso más bien que a Messi le interesa un tipo específico de poder: el de jugar como le da la gana sin que nadie le pida explicaciones. Desde su estatus de estrella, no parece esperar tanto que los demás hagan lo que él dice, como que los demás le permitan hacer lo que a él le da la gana. Así como Maradona se comportaba como una especie de líder sindical (con todas las contradicciones y demagogias del cargo), así como Pelé o Platini prefirieron convertirse en altos ejecutivos, o así como Zidane fue una suerte de silencioso guía estético, Messi sólo parece cómodo con una radical libertad individual. Anarquista sin teoría, más que imponer su ley, elude la ley ajena.

25 de abril de 2014

Cabeza con dos cielos


© Antonio Arabesco



Toda cabeza está rodeada por dos cielos. Uno es el de los pájaros, con sus alturas lisas y su gramática móvil. Los pájaros anidan por azar en la cabeza. Más tarde, cuando crían reflexiones, emigran al lugar donde el concepto se evapora. El segundo es el cielo caminante: ese que, ocupando el área donde un pie se convierte en decisión, crece en forma de halo y contagia de asombro el casillero racional. Otra clase de aves se quedan a vivir en la cabeza. Más grávidas. Implícitas. Su color se gradúa según lo que recuerdan. ¿Cuánta intemperie hay en la curiosidad? ¿Quién mira irse a quién? Revolotean en bandada las preguntas.


[poema para la exposición Mediterráneo, del fotógrafo Antonio Arabesco, que se inaugura hoy en Granada a las 20 hs. Carmen de la Victoria, sala Aljibe. 25 de abril al 23 de mayo, 17.30-20.30 hs.]

17 de diciembre de 2013

Idiomas que quisiéramos hablar



LAS COSAS QUE NO HACEMOS 

Me gusta que no hagamos las cosas que no hacemos. Me gustan nuestros planes al despertar, cuando el día se sube a nuestra cama como un gato de luz, y que no realizamos porque nos levantamos tarde por haberlos imaginado tanto. Me gusta la cosquilla que insinúan en nuestros músculos los ejercicios que enumeramos sin practicar, los gimnasios a los que nunca vamos, los hábitos saludables que invocamos como si, deseándolos, su resplandor alcanzase nuestros cuerpos. Me gustan las guías de viaje que hojeas con esa atención que tanto te admiro, y cuyos monumentos, calles y museos no llegamos a pisar, fascinados frente a un café con leche. Me gustan los restaurantes a los que no acudimos, las luces de sus velas, el sabor por venir de sus platos. Me gusta cómo queda nuestra casa cuando la describimos con reformas, sus sorprendentes muebles, su ausencia de paredes, sus colores atrevidos. Me gustan las lenguas que quisiéramos hablar y soñamos con aprender el año próximo, mientras nos sonreímos bajo la ducha. Escucho de tus labios esos dulces idiomas hipotéticos, sus palabras me llenan de razones. Me gustan todos los propósitos, declarados o secretos, que incumplimos juntos. Eso es lo que prefiero de compartir la vida. La maravilla abierta en otra parte. Las cosas que no hacemos. 

(Celebrando la edición argentina de Hacerse el muerto. Más sobre el libro, aquí. Otros cuentometrajes argentinos: El fusilado y Un suicida risueño.)

3 de octubre de 2013

Narrador torcido


© Daniel Mordzinski

Si el tamaño es cuestión de perspectiva, ¿la perspectiva en qué se apoya? La línea recta opera como un énfasis: le da raíl al discurso. Subraya una intención y disimula sus fracasos. La línea irregular, en cambio, esa que trepa, duda terrenalmente, se dobla y termina cayendo, registra a la manera de un sismógrafo cada intento interrumpido, cada opinión que muda. Un narrador mira el paisaje como el posible borrador de una escena que lo contiene. Escucha lo que dijeron otros hace miles de páginas, relee el viento sur, desconfía de la red del cielo, deja un hueco a su izquierda por si alguien contesta. Y se pone a sí mismo finalmente en perspectiva: un testigo minúsculo cuya desproporción está en la altura de su vértigo.


[Nueva pieza del proyecto fotográfico-poético Cuerpos extraños, en colaboración con Daniel Mordzinski. En la imagen, Sergio Ramírez. Otras entregas, aquí: Alberto Barrera TyszkaPola Oloixarac y autorretrato.]

12 de julio de 2013

Anatomía del Señor Respuesta (1)

Inquieto por la decadencia de España sin él, el ex estadista Aznar insiste últimamente en recordarnos su cara y sus caretas. Bien nos consta que Bush, en aquel rancho donde los zapatos eran más altos que las mesas, lo llamaba Anser. Tampoco era mal nombre, porque Anser suena a answer, y hoy Aznar viene teniendo respuesta para todo: la crisis, el paro, las relaciones internacionales, la reforma fiscal. Hasta para la burbuja inmobiliaria que, con fervoroso patriotismo, él mismo se encargó de inflar. El señor Respuesta, como todos los ex salvadores, resulta prodigiosamente eficaz cuando gobierna de manera imaginaria. No hay nada como aprender del desastre propio. Más impropio, no obstante, le ha quedado el bigote, sumido en tiempos de recorte. El bigote del señor Aznar ha dejado de pertenecerle, como si se lo hubieran privatizado o tuviese problemas de déficit. El cabello, eso sí, continúa en su puesto. Firme, inalterable. Pelo en forma de dogma. La ideología empieza en la cabeza, y sin duda el señor Respuesta piensa con el pelo. Observando sus imágenes recientes, da la impresión de que le cae holgado el traje, a lo Camps. Como si la ex presidencia le quedara grande. Incluso la corbata le queda un poco más larga. Como si le pesase. Como si de esa corbata pendieran las armas de destrucción masiva, el 11-M, su despedida en falso, la medalla del Congreso de Estados Unidos, la ley del suelo, la trama Gürtel y demás complementos de moda. No sabemos por qué hay serias contradicciones entre las declaraciones tributarias de la FAES y las facturas de las empresas Gürtel que contrató la propia fundación. Lo que sí sabemos es que la firma patrimonial de Aznar ingresó por sus actividades privadas casi un millón de euros en apenas dos años. Al parecer, el anterior Gobierno financió con dinero público los viajes del Señor Respuesta al extranjero, sin especificar si fueron por compromisos privados y remunerados. Quizá se trató de pequeños estímulos para un joven emprendedor, de esos que tanto abundan en esta España que nos han dejado las corbatas, los oráculos y los tecnócratas.

3 de junio de 2013

Disco duro

Hoy, en el instante previo al despertar, he creído distinguir entre los pliegues de mi mente algunos recuerdos perdidos, ideas que estuve a punto de tener, surcos de errores que voy a repetir, imágenes en fila con su nombre. ¿Y si toda la historia de la informática fuese un autorretrato destinado a obtener, literal, extrañísimo, un cerebro humano?

23 de abril de 2013

La lectura como cuerpo




La palabra se estira con cada movimiento de quien lee. Doblándote subrayas la longitud del verbo. Cuando elevas el libro, la atención se sostiene igual que un músculo. Me tienta imaginar el personaje al que te abrazas, en cuáles adjetivos te detienes. Celebro tus rodeos de asombro o de preguntaQuién pudiera de ti recibir esos ojos con idéntica hondura. Eres lo que hace falta. Gramática en acción. Un cuerpo de sintaxis. Esa última línea donde se hacen un nudo temblor e inteligencia.

15 de abril de 2013

No sé por qué


No sé por qué venero la pornografía
esta mansa costumbre del salvajismo ajeno
cuando contemplo el placer en los otros
mi parte fugitiva se complace
espiando al que no soy
fornicando sin mí
veo reflejos
perversiones caseras
feliz de estar aquí con nadie



(del nuevo poemario doble No sé por qué y Patio de locos, editorial Pre-Textos, 2013. Más información, aquí.)

12 de abril de 2013

El norte de los mapas es el ojo (y 2)

Más allá de sus altibajos, Mapa está plagada de aciertos cardinales. Acaso mejor narrador que escritor, Siminiani manipula el tiempo con delicioso pulso en esta ópera prima, convirtiendo en presente todo lo que toca. Su gracia es la reacción, los reflejos poéticos ante el azar. Entre Perec y Wenders, con una pizca de Jaime Rosales, el autor logra una especie de taller visual en marcha, donde ejercicio y epifanía se dan simultáneamente. Como una herramienta que tomara progresiva conciencia de su poder, la cámara se vuelve cada vez más libre, más capaz de extraviarse y expresarlo. Eso cuenta también Mapa: el incierto aprendizaje de una mirada. El protagonista secreto es el Otro, ese en el que nos transformamos al observarnos. Lo contemplado va generando su glosa, haciendo de la película una seductora neurosis, incapaz de capturar una imagen sin cuestionar al dueño del ojo. ¿Toda descripción desemboca en la introspección? Algo hay aquí de novela de misterio donde la incógnita es la propia identidad. El protagonista se marcha a la India para huir de sus circunstancias y, como es lógico, se tropieza consigo mismo. Lo que queda al final es una pensativa épica de la soledad. Todo el relato tiene la estructura de la creación en cualquier campo: la persecución del tema, el tanteo de una clave que se ignora. Esta búsqueda queda sintetizada en un plano memorable. Un corredor callejero mueve las piernas sin avanzar, esperando a que el semáforo se ponga al fin en verde. Siminiani no metaforiza, sale a buscar la metáfora. Va de caza al lenguaje. Quizá por eso viaja: para buscarle un escenario a su actitud. La película no cuenta una aventura, la aventura sucede porque se está contando. El único milagro consiste en sostener el estilo. Durante una de sus excursiones, Siminiani encuentra a un niño que salta una cuerda mientras le grita «¡Mira, mira!». El narrador obedece. Y enniñece con él. Y se hace un mejor viejo. El resto, por suerte, es cine.

18 de marzo de 2013

Francamente Mordzinski

© Daniel Mordzinski. Buenos Aires, San Telmo, 2008.

Ese que se repliega, ovillado en su propio personaje, que recibe la luz no como epifanía sino como agresión, quizá porque las lámparas supuran la verdad o una mentira justa, ese que llega tarde a su origen fetal, que se palmea el hombro como susurrándose a sí mismo «duerme, duerme», que hunde su cabellera en la omisión, ese tan colorido en sus ropas por pánico a la noche piel adentro, ese que busca enroscarse, enrocarse, abrazar a su sombra, ese que va callado a la palabra, que duerme media cara para salvar la otra media, que una vez dejó atrás una mesa vacía donde pudo perder jugando solo, ese que está tan pálido por no mirar al frente, que palpa en su camisa algún pliegue propicio, que le escatima un pie al azar, ese tan concentrado en ausentarse, en olvidarse de algo, en soñar lo que no hizo, ese cuya cabeza apunta hacia un agujero, ¿será más yo que yo? Sólo Mordzinski sabe.

[Tercera entrega del proyecto fotográfico-poético Cuerpos extraños, en colaboración con Daniel Mordzinski. Ver entregas anteriores: Alberto Barrera Tyszka y Pola Oloixarac.]

20 de enero de 2012

Tres monstruosas

Hasta que me topé con un artículo de Mariana Enríquez, brillante autora de Los peligros de fumar en la cama, nunca había entendido muy bien dónde residía la fascinación por ese cúmulo de exhibicionismos llamado Lady Gagá. Gracias a una observadora literaria, sin embargo, puedo leer de otra manera el personaje, sus intertextualidades visuales y su situación de género: «difícil aprehender a alguien que es raro, especialmente a una mujer, más aún a una mujer que es joven pero no es bella». Tanto Mariana Enríquez como Guadalupe Nettel me han parecido siempre delicadas analistas de lo monstruoso. Doble monstruosidad, la suya: consiguen ser poéticas, leves, matizadas a la hora de mirar lo horrible, lo oscuro, lo radical. De la narrativa de Enríquez, que piensa el gótico desde la periferia y viceversa, admiro su capacidad para atormentarnos sin clichés. Tormento y pureza suelen ser dos comodidades de la literatura barata. Tranquilizan. Dan permiso para condenar o salvar, que son las dos caras del simplismo moral. En cambio todo lo que dice y mira Enríquez –como Nettel en los cuentos de Pétalos y otras historias incómodas está estudiadamente pervertido. Acaso cualquier perversión consista en eso: en la elaboración estética de lo visceral.

9 de enero de 2012

Tenían veinte años y sabían más que muchos (1)

Pienso en casos como el de Luna Miguel, agitadora poética, poeta agitada, joven estelar y estrella joven, a quien apenas he visto en mi vida. Síntesis de las virtudes y torpezas de su edad, que también fue (no disimulemos) la nuestra. Precoz en sus lecturas, reconocimientos y padecimientos públicos, su trayectoria tiene algo de laboratorio generacional. Más de un nuevo poeta he descubierto gracias a su blog. Y más de una vez he tenido la certeza de que, por encima de cándidas escatologías, en su escritura hay talento. Ritmo sensible. Cosquilleo sintáctico. No es poco para quien podría ser hija (o nieta) de bastantes de sus detractores. Lo afirmo ahora, antes de que semejante vocación cristalice en un libro importante, porque es precisamente ahora cuando vale la pena hacerlo. Acaso se equivoque convirtiendo una cara en una bandera, facilitando innecesaria (¿inseguramente?) que la imagen personal fagocite su genuina capacidad literaria. La cuestión es: ¿y qué? Los puritanos que censuran el uso de la apariencia física, que insisten en condenar tal reportaje o no sé qué fotito de una cadera, ¿no incurren fatalmente en la superficialidad que denuncian? Cada escritor vale lo que lee y escribe. Sus críticos, aquello en que se fijan.

19 de diciembre de 2011

Un suicida risueño





(Celebrando la edición mexicana del nuevo libro Hacerse el muerto; Madrid, octubre de 2011; México DF, diciembre de 2011.

Producción: Zebra Audiovisual. Dirección, fotografía y edición: Lucía Martínez Cabrera. Voz del autor, en su maltrecho dialecto natal.

Ver cuentometrajes anteriores: El fusilado y Las cosas que no hacemos.)

14 de noviembre de 2011

Mito y cicatriz

No me fascina particularmente Marilyn Monroe. Pero siempre me ha fascinado la admiración de mi padre por ella. Digamos que soy su fan por pariente interpuesto: eso se llama memoria colectiva. Leyendo una crónica de su última sesión fotográfica, me entero de que la diva tenía una evidente cicatriz en el costado. La habían operado de la vesícula. Marilyn también tenía vesícula. Y callos. Y arrugas. Qué belleza. Bert Stern consiguió retratarla desnuda, o casi (todo gran desnudo es un casi). Al hacerlo, descubrió «una imperfección que la hacía parecer más vulnerable. Podías meter un dedo en su piel, como probar un merengue recién hecho». Lo que vio Stern, pero no se ve en las fotos, fue lo más propio de ella. La verdad. No dos tetas. Medianitas, tristonas. Ni el inicio del pubis. Concurrido, corriente. Sino eso: su marca. Esa herida en la piel. Stern desnudó a Marilyn justo antes de su muerte. Le hizo el amor, le hizo el horror. La convirtió de nuevo en Norma Jeane. Casi la salva.

4 de noviembre de 2011

El zapping como secuestro

«La libertad», resumió el pálido rey David Foster Wallace, cuya lucidez no le sirvió para defenderse, «es poder elegir a qué le prestamos atención».

31 de octubre de 2011

La caja lista

Quienes sostienen que la televisión nos estupidiza, dicen la verdad con los argumentos equivocados. No se trata de sus previsibles contenidos. Ni mucho menos, válgame Sanyo, de sus presuntos efectos morales. Se trata de que, a costa de las pérdidas millonarias que han tenido los grandes grupos en el sector audiovisual, la cultura escrita y verbal (editoriales, diarios, radios que pertenecen a dichos grupos) está despidiendo o maltratando a sus trabajadores. Una imagen cuesta más euros que mil palabras.