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11 de octubre de 2013

La teta y el patriarca (1)

Tres jóvenes activistas de Femen dejaron al descubierto sus ideas, su cuerpo y nuestras contradicciones al irrumpir en el Congreso. Al igual que sucede con el arte performático, lo más interesante de su intervención no es tanto la obra en sí como la ola de reacciones e interpretaciones que genera. Al margen de su puesta en escena, la iniciativa ha cumplido su objetivo: provocar un debate tan urgente y radical como las medidas machistas de Gallardón. La respuesta del PP ha sido previsible y plana, adjetivos que encajan con sus siglas. Varias diputadas del partido han descalificado la actuación de Femen, haciendo un superficial énfasis en los desnudos y evitando opinar sobre el fondo de su protesta o la reforma legal que encabeza el ministro. Muchos pensarán, y tendrán razón, que aparecer desnudas en el Parlamento no es una medida de buen gusto. Tampoco lo es dejarnos en pelotas con las decisiones que allí se toman por mayoría simple. El señor Gallardón, procreador general, se apresuró a comentar que la protesta constituye una «falta de respeto a la soberanía popular». Si tanto le preocupa la soberanía popular, lo coherente sería convocar un referéndum acerca de sus propuestas, que hacen retroceder a España 30 años en la conquista del derecho de las mujeres a decidir cuándo y cómo han de ser madres, en lugar de ser sujetos pasivos de la biología y, para colmo, de gobernantes conservadores como él. Ahora bien: como mucha otra gente, ante la protesta de Femen he sentido una mezcla de simpatía por la causa y objeciones hacia la forma. Lo más discutible es quizás el eslogan que esgrimieron las activistas: «El aborto es sagrado». Antes de lanzarse a juzgarlo literalmente, como intentaron hacer interesadamente el ministro y sus obedientes parlamentarias, puntualicemos que la mención de lo sagrado parece trabajar aquí en una doble dirección. En primer lugar, invierte el tópico que suele funcionar como lema antiabortista: si el derecho a la vida es sagrado, el derecho a la libertad individual también. En segundo lugar, denuncia las intrusiones de la moral religiosa en la legislación civil. Incluso para discrepar del eslogan, convendría tener en cuenta estos matices. Dicho lo cual, personalmente sigue pareciéndome erróneo: no es que el aborto sea un derecho sagrado. Es que precisamente la sacralización de ciertos conceptos terrenales y profundamente ligados a la ideología (la familia, los roles de género, el sexo, la libertad individual) nos impide debatirlos desde la racionalidad ciudadana.

21 de agosto de 2013

Eso no es lo que yo quise decir (3)

En El signo de lo irrepetibleFlor Codagnone y Nicolás Cerruti recuerdan una genial tautología de Lacan sobre el narcisismo: «el hombre se cree un hombre». Este espejo que engaña con su fidelidad me recuerda el bellísimo y esquivo diálogo entre los dos amantes masculinos de El Público, sin duda la obra lorquiana de mayor impregnación psicoanalítica. En pleno éxtasis de reconocimiento y represión, uno de los amantes le reprocha al otro: «Yo te abriría con un cuchillo porque soy un hombre, porque no soy nada más que eso, un hombre, más hombre que Adán, y quiero que tú seas aún más hombre que yo. Tan hombre que no haya ruido en las ramas cuando tú pases. Pero tú no eres un hombre». Lorca desanda así la tramposa certeza que menciona Lacan, devolviendo al individuo a una duda radical respecto de su propia identidad y roles. «Tan hombre que no haya ruido en las ramas cuando tú pases». Que no se levante un viento delator a tu paso, que el espejo no refleje tu cara, que nada perturbe tu búsqueda de un camino. Fantasía adánica que, por supuesto, es ella misma carne de diván.

4 de septiembre de 2012

A escena

Lo más parecido que he visto a la revolución en Buenos Aires son sus teatros. La suma de sus salas opera cada noche una incalculable transformación de la realidad. Escenificar implica, en pocas palabras, experimentar con las posibilidades de lo real. Posibilidades que aquello que llamamos vida suele restringir por una mezcla de malentendido y costumbre. Por eso toda ficción, no importa su argumento, es profundamente política. Voy a ver El culebra de Martín López Brie, ágil tragicomedia sobre la revolución mexicana en particular, y la desolación del idealismo en general. «No quise venderle mi alma al diablo», exclama el protagonista, borrachín combatiente a las supuestas órdenes de Pancho Villa, «porque me pareció desleal vender algo que ni siquiera sé si tengo».


26 de enero de 2012

Yo no fui

Polanski ha refutado su película anterior. The Ghost Writer destacaba por la exuberancia fotográfica, el esmero en las localizaciones y la atención a los personajes secundarios. Virtudes que intentaban sobreponerse al guion, víctima del previsible thriller que adaptaba, con un final que era como para masticar aspirinas. Proponiendo lo contrario, Carnage adapta una obra de teatro discursivo. Sus protagonistas permanecen recluidos en el buñuelesco apartamento donde discuten. La acción es inmóvil. Y sin embargo divertidísima. La perfección de los diálogos se debe a la siempre inteligente y reaccionaria Yasmina Reza, cuyas argumentaciones huelen a Houellebecq. La conclusión parece obedecer un opresivo axioma de la literatura actual: todo lo que no sea escéptico caerá en el ridículo, toda postura no cínica sonará pretenciosa. De este modo, cualquier reflexión ética queda señalada como ejercicio absurdo. Tienta conjeturar por qué a Polanski le interesó una pieza que gira en torno a la agresión a un niño. La pregunta de fondo es quién tuvo realmente la responsabilidad. La respuesta de la película resulta tan ambigua como la situación judicial de su creador: la culpa fue de todos, o de nadie, o de la naturaleza. Tres respuestas que coinciden en la tranquilizadora absolución del individuo.

3 de octubre de 2011

El otro mercader

La edición original de El mercader de Venecia, publicada en 1600 por el librero y editor londinense Thomas Heyes, se anuncia en su portada del siguiente modo: «La más excelente historia del mercader de Venecia, con la extrema crueldad de Shylock el judío hacia el susodicho mercader, cortándole una libra exacta de su carne, y con la conquista de Porcia mediante la elección de los tres cofres». Leída sin prejuicios, o con prejuicios nuevos, semejante sinopsis suena menos a alta cultura que al tráiler de una superproducción o al anuncio de un best seller histórico. Cuatro siglos más tarde, tendemos a explicar su creación como la más refinada muestra de teatro clásico. La élite es el otro mercader.

26 de agosto de 2011

El otro fusilamiento

Hace 75 veranos, Lorca estaba ocupado reinventando el surrealismo y el teatro en español. A veces hizo ambas cosas a la vez. Por ejemplo en El público, que es una de esas obras irrepresentables que sólo se comprende representada. Nos moriremos sin saber qué iba a inventar Lorca al final de ese verano. Ese es el otro, incesante fusilamiento.

17 de junio de 2011

El pastor bobo

Si Europa deja caer a Grecia, con cuyas trampas financieras tanto ha lucrado, se dejará caer a sí misma. ¿Es posible invocar (aún) principios europeos comunes, mientras el origen de todos ellos se borra con la manga del contable apresurado? Heráclito dijo: «En el círculo se confunden el principio y el fin». Dos milenios y medio más tarde, en su Diálogo del pastor bobo, Lorca anunció: «Europa se arranca las tetas». Que el seno y la cuna no sean la misma cosa.

14 de febrero de 2011

Tragedia belga

La semana pasada Marleen Temmerman, presunta senadora y presunta socialista, invocando presuntamente el teatro griego, propuso que las mujeres belgas se declaren en huelga sexual hasta que su país alcance un acuerdo para formar gobierno. Era difícil retroceder tantos siglos en un solo gesto, pero la señora senadora lo logró con una facilidad digna de mejores causas. Con su proclama, la trágica Marleen dio por sentado: 1- Que la negociación política es esencialmente cosa de hombres; 2- Que el rol de las mujeres es esencialmente privado y conyugal; 3- Que todos los negociadores políticos son heterosexuales; 4- Que todas las mujeres follan, cogen, tiran, fornican, neuken, como una abnegada concesión al varón; pero que ellas nunca, jamás de los jamases, imposible, nooit!, lo hacen por placer propio. Te prometo, Marleen, seguir tu ejemplo. Me abstendré sexualmente hasta que renuncies a tu escaño de senadora socialista.