Soy uno de esos esnobs despreciables que adoran Apple. Pero también otro de esos usuarios que se pasaron al Mac simplemente porque comprobaron que funciona mejor. Sostenían los ilustrados que lo bueno debía ser bello, y viceversa. En un hipotético Siglo de las Luces 2.0, Apple equivaldría a Kant. Y Microsoft, a un Barroco decadente. Ahora bien: el imparable negocio de complementos, adminículos y demás cachivaches adyacentes me empieza a tocar las manzanas. Además de auspiciar un sistema operativo superior, Apple lidera la metamorfosis del medio en el fin. Del instrumento en su consumo en sí. Como el mercado tecnológico siga por este camino, pronto habrá alcanzado su pesadilla ideal: producir contenidos tecnológicos para rellenar su propio envoltorio. Una gama de aparatos a juego con las fundas.
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10 de marzo de 2011
28 de noviembre de 2010
Ortografía, truhana
No me parece mal que, un par de veces por siglo, el software de nuestra preciosa lengua se actualice ligeramente. Mucho más (y peor) se actualizan otros sistemas operativos. Me gusta que el idioma haga gimnasia. Pero de pronto digo en voz alta la palabra truhán y, honestamente, no escucho un monosílabo. Tampoco al pronunciar guión. Devoción ortográfica, socórreme en mis tiempos de flaqueza. Amén. Y, por supuesto, amen.
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