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14 de marzo de 2013
Derritiendo medallas
Da la impresión de que, de un tiempo a esta parte, hubiéramos perdido definitivamente la inocencia deportiva: los coletazos de la Operación Puerto, los abusos en la natación sincronizada, el amaño de apuestas futbolísticas, los disparos psicópatas de Pistorius y otras medallas derretidas. Habrá quien suspire de pura decepción. A mí, en el fondo, esa pérdida me alivia. Tendemos a recurrir al deporte para preservar cierto vínculo semirreligioso con la realidad, adorando a unos ídolos que no son divinos pero sí sobrehumanos. Quizá vaya siendo hora de releer esa infancia épica: los sobrehumanos suelen hacer trampas. El encumbrado lema de una marca deportiva, Just do it, nos revela desde esta perspectiva su lado más siniestro. La dictadura del hecho por sobre todo lo demás. El desprecio de los límites, que muchas veces no son signo de impotencia ni cobardía, sino de respeto y conciencia de las reglas. Resulta peligroso conformarnos con el sutil fascismo del simplemente hazlo. Lo decisivo es cómo y por qué hacemos lo que hacemos. Y eso vale lo mismo para Armstrong que para Urdangarín, sólo por mencionar a dos campeones que hicieron muchas más cosas de las que debían hacer.
26 de octubre de 2012
Tramposos (2)
¿No hay cierta semejanza entre el dopaje deportivo y el fraude financiero? La obsesión por el récord y el imperativo del crecimiento obedecen a una misma patología social. Primero aplaudir determinados milagros estadísticos, incluso ponerlos como ejemplo. Y después echarse las manos a la cabeza. Qué tentador confundir la victoria con la desmemoria, la autosuperación personal con la farsa del superhéroe.
25 de octubre de 2012
Tramposos (1)
Me sorprende la sorpresa por dopajes como el de Armstrong. El impacto que causan es directamente proporcional a esta doble moral tan nuestra. Nos encantan los récords compulsivos, las marcas imposibles, los esfuerzos sobrehumanos. Pero nos escandalizan los métodos anómalos que, como es lógico, estos suelen requerir. ¿Quiénes son más tramposos: los atletas o su público?
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