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1 de febrero de 2016
La Señora
Durante años, en un minúsculo recuadro del diario argentino Página 12, se publicó el mismo anuncio que decía escuetamente: «Señora alemana. Clases y conversación. Alemán. Inglés. Francés». No constaba ninguna dirección o zona de la ciudad. Tampoco se indicaba un correo electrónico, un número de móvil o alguna red social. El único contacto de la anunciante con el mundo exterior era un teléfono fijo. De notable simetría en sus dígitos, por cierto. La Señora no tenía nombre. Igual de hermética resultaba la propia formulación del texto: una alemana enseñando dos idiomas que no eran el suyo. La propuesta quizás habría sonado lógica de haberse mencionado alguna formación específica. Licenciada, traductora, intérprete. Nada de eso parecía necesario para la Señora. ¿Se sugería acaso al improbable lector que, por el mero hecho de ser alemana, su dominio de los demás idiomas quedaba garantizado? Desde aquel lejano día no he salido de aquí, pero hablo con mis guardianes en tres lenguas extranjeras con una perfección que por momentos me asombra.
31 de diciembre de 2012
La película del año
Una pistola en cada mano: un durísimo thriller con el ministro De Guindos presupuestando en plan kamikaze.
Lo imposible: inacción sin tregua de la mano quimérica de Mariano Rajoy.
Los miserables: todo un clásico del capitalismo con la cúpula de Bankia en el esplendor de su arte.
El caballero oscuro. La leyenda renace: poderosa secuela con Artur Mas metidísimo en el papel de salvador de su tierra.
Blancanieves: remake de la fábula de la joven e inexperta Sorayita imponiéndose en un Gobierno donde crecen los enanos.
La ciénaga: pegajoso drama coprotagonizado por Juan Carlos I y su más que turbia prole.
La mujer sin cabeza: con la presunta ministra de empleo Fátima Báñez en el papel estelar.
La suerte en tus manos: un biopic sin piedad sobre Angela Merkel.
Un buen partido: la mejor actuación -y ojalá que la última- de Iñaki Urdangarín.
Bonsái: una mirada intimista sobre nuestras perspectivas de crecimiento tras los recortes.
A Roma con amor: una desenfadada comedia sobre la Conferencia Episcopal donde Su Reverendísima Eminencia Rouco Varela nos sorprende con alguna que otra escena subidita de tono.
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2 de julio de 2012
Eurocopia
Y España volvió a ganar, aunque sea jugando. Menos mal que el fútbol, oigo decir a muchos aficionados, nos distrae por un rato de la política. Sin embargo casi todos, precisamente por razones políticas, celebramos la derrota de una Alemania demasiado segura de sí misma. Igual que, en el partido anterior, habíamos lamentado su victoria ante la sufrida selección griega. Nos dio cierta lástima golear a una Irlanda en bancarrota, ante la mirada de un árbitro portugués. Más que un partido, aquello parecía un rescate a tres bandas. A diferencia de otros torneos, hubo algo de tácita complicidad entre italianos y españoles. Pensábamos en Pirlo y Sergio Ramos, en sus penaltis suicidas. Pero acaso sus disparos se desviaban hacia la cumbre del euro, con Monti y Rajoy corriendo a presionar, apoyados por el mediocampista Hollande, a la ultradefensiva Merkel. No es exactamente una evasión lo que propone el fútbol. Sino más bien un reflejo esperanzadamente deformado. Una contestación simbólica, cuya libertad coincide con sus límites: son apenas noventa minutos. Una hora y media de ficción bien actuada, como el cine. Mitad olvido y mitad memoria paralela. A caballo entre el opio y la revancha.
17 de noviembre de 2011
El paraíso
Ya está Europa planeando la salvación de sus centrales nalgas. Habrá, como hubo siempre, dos Europas, como hubo y habrá sur y norte, materia prima e industria, trabajadores e inversores, ahorros y paraísos fiscales. Al otro lado del agua, en Chile, país de sures y nortes internos, leo el curioso Sermón de la montaña que escribió Raúl Zurita hace ya cuarenta años, o quizás esta mañana: «Yo no creo en la resurrección de la carne porque los únicos que resucitan siempre son la plusvalía y el comercio». Amén, mamá Merkel.
10 de febrero de 2011
Ofensa a la defensa
Antes de que se jugara la final del campeonato de fútbol americano, la aparente cantante Christina Aguilera cometió un interesante lapsus. Al comenzar a entonar el celebérrimo himno patrio, durante la primera estrofa, olvidó medio verso que dice: «O'er the ramparts we watched». O sea, «sobre las murallas que vimos». La señorita Aguilera no vio la muralla. «Llevo cantando ese himno desde los siete años», se excusó. Quizá por eso mismo, su olvido no me pareció raro. Mi diccionario inglés define ramparts como muro defensivo, barrera protectora. Y eso es justo lo que los occidentales llevamos omitiendo desde la escuela: la Gran Muralla Occidental, al otro lado de la cual supuestamente se ocultaba todo aquello que justificaba nuestras más miserables políticas internacionales. Pero la cantinela empieza a desafinarnos. Monsieur Sarkozy, Mister Obama, Frau Merkel, compañeros, ¿qué escondíamos al otro lado de la muralla? En Túnez y Egipto tienen unas cuantas respuestas.
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