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¡Montad, pues, montad todos, valientes caballeros!
y los yelmos ceñid sin más demora:
Fama y honor, correos de la Muerte,
nos llaman otra vez al campo de batalla.
Ningún llanto de arpía bañará nuestros ojos
cuando empuñemos las espadas;
de corazón partimos, sin verter un suspiro
por las más bellas del lugar;
que músicos pastores y aldeanos cobardes
se lamenten y lloren y den voces;
somos hombres: luchar es lo que hacemos,
¡y caer como héroes!
Está a punto de ver la luz en Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg Matemática tiniebla, libro en el que se reúnen ensayos de Poe, Baudelaire, Mallarmé, Valéry y Eliot relativos al simbolismo y el nacimiento de lo que solemos entender por poesía moderna. La idea y la selección corren a cargo del poeta y crítico Antoni Marí. Miguel Casado ha traducido los ensayos de los poetas franceses, y yo he hecho lo propio con los escritos de Poe y de Eliot. Ambos, además, hemos hecho alguna sugerencia sobre la selección. En concreto, se incluye en el volumen final «Escila y Caribdis», un ensayo hasta ahora inédito en libro de Eliot que traduje hace muchos años para la revista Cuadernos Hispanoamericanos. El título, por cierto, es una cita del Canto General de Pablo Neruda, en concreto del canto IX («Que despierte el leñador»), dedicado a los Estados Unidos, y en el que sus escritores tienen un papel protagónico: Melville, que es «un abeto marino», Whitman, «innumerable / como los cereales», y finalmente Poe, «en su matemática / tiniebla».
Estoy muy a gusto con el resultado, en el que ha tenido mucho peso el buen hacer y la experiencia del editor Nicanor Vélez. Creo que es una guía excelente, muy fiable y compacta, del movimiento simbolista a través de las palabras de sus practicantes, que además tiene la virtud de incluir textos que dialogan y se corrigen mutuamente. Una guía que acotan dos poetas norteamericanos –bien que muy influidos y hasta fascinados por la cultura europea–, pero que protagonizan los tres grandes pilares (a falta de Rimbaud) de la poesía francesa moderna. Vale la pena recordarlo cuando advierto a nuestro alrededor un cierto desdén hacia el presente, el aquí y el ahora, de la poesía de nuestros vecinos.
Para celebrar la edición de este libro he querido arrancar con mi traducción de la segunda (y última) estrofa de «La canción del caballero» [The Song of the Cavalier], poema del anticuario escocés William Motherwell (1797-1835) con el que Poe cierra su ensayo «El principio poético». Unos versos que hacen pensar en aquellas relecturas o incluso pastiches de la poesía medieval que tanto le gustaban a Pound. Bien es verdad que, como él mismo se encargó de subrayar, «estas cosas solían resultar más sugestivas antes de 1914 que ahora, en 1920». No sé si hay que esperar a la Primera Guerra Mundial para cobrar conciencia de ciertos horrores, pero, sea como fuere, Poe vio estos versos como un ideal o el preludio de la clase de escritura que él mismo quería practicar; la escritura, mal que bien, de la que venimos. Para compensar tanto ardor guerrero, aquí va mi versión de otro poema admirado por Poe, esta vez del irlandés Thomas Moore (1779-1852), el mismo cuyo libro Alcifrón le sirvió al autor de «El cuervo» para discurrir por escrito (y por extenso) sobre las diferencias entre «imaginación» y «fantasía».
Ven, descansa en mi pecho, mi cierva malherida;
si te huyó la manada, aquí tienes tu casa;
aquí está la sonrisa que las nubes no esconden,
y mano y corazón que hasta el fin serán tuyos.
¿A qué sirve el amor si se muestra inconstante
en la dicha y la angustia, la gloria y la vergüenza?
No sé, ni lo pregunto, si hay culpa en esa entraña;
sólo sé que te amo, quienquiera que tú seas.
«Mi Ángel» me llamaste en un rapto de júbilo
y tu Ángel seré en mitad del espanto;
impávido entre llamas he de seguir tus pasos,
y ampararte, y salvarte, o allí morir contigo.
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Trad. J. D.
'At the Five and Ten Cent Store'
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At the fi...
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