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domingo, marzo 27, 2011

rey de mínimos

Hay libros que parecen haber sido escritos expresamente para nosotros. Libros que nos hablan con una voz familiar, como si siempre hubieran estado ahí o hubiéramos crecido a su amparo. Les rencontres des jours (Gallimard, París, 1995), del escritor francés Claude Roy (1915-1997), fue para mí uno de esos libros: un diario que mezclaba poemas, aforismos y apuntes o reflexiones más o menos extensos. La gracia y la falta de énfasis con que lo hacía me parecieron admirables en su día; también la inteligencia de sus reflexiones, su mezcla de humor y suave melancolía y sentido común. Sólo ahora, al releerlo después de diez u once años, me doy cuenta del peso que tuvo su lectura en la confección de Hormigas blancas, que es como decir –por inferencia– de esta bitácora. Obviamente, no pretendo insinuar ninguna comparación, sólo apuntar que estos «encuentros de los días» me han importado bastante más de lo que yo mismo pensaba.

Como pequeño homenaje a Claude Roy, hoy un tanto olvidado incluso en Francia, he traducido algunos de sus aforismos (que él llamaba «mínimas») para la revista virtual Las razones del aviador. Creo que no hay mejor definición de su escritura, o al menos del horizonte que la enmarca, que el aforismo con que se cierra mi pequeña muestra: «Escribir para demostrar es aburrido, escribir para mostrar es irrisorio: no habría que escribir sino para decir». Pero para llegar hasta esas líneas hay otras muchas que muestran (y demuestran) que Roy era un maestro en decir lo importante, lo fundamental, y en hacerlo con una sonrisa, sin pedantería ni engolamiento.

Copio las tres primeras «mínimas» de la entrada. Si queréis seguir leyendo, podéis pinchar aquí:


Esa manera que tiene la vida de no terminar sus frases.


El pensamiento gira en torno a la muerte, pero no entra en ella.


Que no haya respuesta no excusa la ausencia de preguntas.
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viernes, septiembre 03, 2010

el poeta, la sopa y la mosca

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Lleva colgado en la red desde comienzos de julio, pero no lo había anunciado aún. Lo hago ahora, cuando faltan quince días para que desaparezca de la página de portada (que no de la revista). Me refiero al extracto de las memorias del poeta norteamericano Charles Simic, A Fly in the Soup [Una mosca en la sopa], que publicamos en Las razones del aviador gracias a la gentileza de Vaso Roto Ediciones y su traductor, Jaime Blasco. El libro, por lo que sé, estará en librerías este otoño. No os lo perdáis: un relato irónico y acerado de la Segunda Guerra Mundial en los Balcanes, los desvelos y reflexiones de un muchacho condenado a emigrar a Francia y luego a Estados Unidos a mediados de los años cincuenta, pero también uno de los mejores recuentos sobre la vocación y el aprendizaje literarios que conozco. Para muestra, este breve adelanto, este capítulo 23 escrito a modo de poética. Releído ahora, me siguen maravillando su claridad expresiva, su lucidez, su capacidad para abrazar las contradicciones y seguir camino. Justamente eso para lo que nació la poesía, entre otras cosas.
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