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domingo, junio 23, 2019

vida/escritura


Pienso a menudo en una conocida que es también escritora y con quien me tropecé una vez en una librería. Nos saludamos brevemente, y, cuando le pregunté en qué andaba metida, me respondió: «Bueno, estaba trabajando en una larga novela cómica, pero entonces, en mitad del verano, mi marido tuvo un accidente horrible con una sierra eléctrica y perdió tres dedos. La cosa nos dejó tan tristes, nos alteró tanto, que cuando retomé la escritura mi novela cómica se fue haciendo cada vez más lánguida y triste y deprimente. Así que lo deseché todo y empecé a escribir una novela sobre un hombre que pierde tres dedos en un accidente con una sierra, y eso –dijo–, eso está resultando de lo más divertido». (Lorrie Moore, «Sobre la escritura», 1994)

lunes, abril 01, 2019

poética involuntaria


En una de las obras que hice en Lowestoft tenía que interpretar a un borracho y salí a escena dando bandazos. El director alzó los brazos para detener el ensayo.
–¿Se puede saber qué estas haciendo? –preguntó.
–Interpretar a un borracho –dije ofendido.
–Exacto. Estás interpretando a un borracho. Y yo te pago para que seas un borracho. Un borracho intenta simular que está sobrio, y tú simulas estar borracho. Lo estás haciendo justo al revés. [...]

Michael Caine, de su autobiografía La gran vida

miércoles, marzo 20, 2019

esa ambición


Creo que por regla general las grandes obras son el resultado de intenciones modestas. La ambición no debe estar al principio, antes de la obra; ha de crecer con la obra, que quiere ser ella misma más grande de lo que el artista agradablemente sorprendido pretendía, ha de estar unida a ella y no al yo del artista. No hay nada más errado que la ambición abstracta y sin objeto, la ambición en sí, independiente de la obra, la lívida ambición del yo. Esa ambición tiene cara de águila enferma.

Thomas Mann, «Viaje por mar con Don Quijote» (1934)
 

viernes, diciembre 14, 2018

e.d.


«La Naturaleza es una Casa que está Hechizada – pero el Arte – una Casa que intenta estarlo» (Emily Dickinson, fragmento de la carta 459). 

jueves, noviembre 08, 2018

bienmesabe


Cuando su madre tuvo una crisis nerviosa, explica [la actriz Helena] Bonham Carter, «empezó a tener el sueño recurrente de que se comía a mi padre: que lo trinchaba y se lo comía entero. Pensaba que era un sueño horripilante, y el psiquiatra al que terminó acudiendo le preguntó: “¿Y a qué sabe?”. Ella respondió: “Nadie me ha preguntado eso nunca. Sabe muy dulce”. Después de esa sesión, el sueño desapareció. El problema se resolvió al instante». (De una entrevista en The Guardian.)

martes, mayo 10, 2016

wired





Releyendo una de las últimas entrevistas que Ted Hughes concedió en vida –en The Paris Review, número de primavera de 1995–, vuelvo a detenerme en una apreciación que ya en su momento despertó mi curiosidad, y a la que no he dejado de dar vueltas desde entonces. Dice así (el habla de Hughes es tan elocuente y distintiva que mi traducción es algo así como un arreglo para piano de una pieza orquestal):

Lo que sucede es que los instrumentos que llevan las palabras a la página se han externalizado, volviéndose más flexibles: el escritor puede plasmar casi cada pensamiento o cada vuelta y revuelta del pensamiento. Eso debería ser una ventaja. Sin embargo, en todos estos casos, lo que hace es estirar en exceso el resultado. Cada frase es un poco demasiado larga. Todo se lleva un poco demasiado lejos, se aligera demasiado. Siempre hay un exceso de material, pero es un material muy tenue. Mientras que cuando escribes a mano te encuentras con esa terrible resistencia que sentías al principio, cuando no sabías escribir… cuando aprendías a trazar cada signo uno a uno. Esos viejos sentimientos siguen ahí, queriendo expresarse. Cuando te sientas con tu pluma, todos los años de tu vida siguen conectados, cableados a la comunicación entre tu cerebro y la mano que escribe. Hay una resistencia natural y característica que produce un tipo de resultado análogo a tu caligrafía personal. Conforme te fuerzas a expresarte contra esa resistencia incorporada en ti mismo, las cosas automáticamente se vuelven más comprimidas, más resumidas y quizá psicológicamente más densas.

En realidad, no hay gran cosa que añadir a lo que dice Hughes. Creo que tiene razón, o al menos la experiencia me dice que así es: cuando escribo directamente en el ordenador, debo imprimir el texto y podarlo a conciencia, cortar, reducir o resumir frases, sintagmas, adjetivación. Aun así, sospecho que el resultado sería distinto si hubiera recurrido desde el principio al papel y la tinta. La labor de poda no corrige o redime del todo el error primero. Hughes da un motivo plausible: hay una resistencia física, un cansancio acumulado, la tendencia de la mano –el antebrazo, la muñeca, los dedos– a no hacer más esfuerzo que el estrictamente indispensable. Pero la escritura manual supone también la obligación de hilvanar de una vez grupos de signos o palabras enteras, de enlazar una letra con otra en un solo trazo. Ese dibujo agrupa y armoniza como no lo hace la acometida de las manos en el teclado. Hay en él una tendencia implícita a unificar, a resumir… hasta el punto, en el peor de los casos, de volver la letra ilegible. Lo otro, el tran tran de locomotora de la mecanografía, el golpeteo regular y sucesivo de los dedos, se limita a sumar unidades discretas: por rápido que uno vaya, no hay forma de engarzarlas.

¿Qué papel juega el pensar en todo esto? No lo sé, ni tengo datos para saberlo. Pero sospecho que la lentitud de la mano, su condición de carro de bueyes que avanza a trompicones, obliga al pensamiento a tascar el freno y a pensárselo dos veces –valga la redundancia– antes de tomar cualquier desvío o echar a correr con la primera liebre que se cruza en su trayecto. (Aunque no todo va a ser lentitud en esta vida… Y agradezco todas las veces en que el baile de los dedos sobre las teclas despierta otra clase de baile en la imaginación. ¿Que el resultado es tenue, como reprocha Hughes? Ya habrá tiempo de replegar velas. Entretanto, ya has conseguido lo que querías, que era salir de ti mismo, estar en dos sitios a la vez).

lunes, marzo 14, 2016

palabra de bonnefoy



 


Pues la poesía sólo puede ser un acercamiento parcial, que reemplaza el objeto por una sencilla imagen y nuestras emociones por una expresión verbal, lo que resulta en una pérdida de la experiencia íntima. Por otro lado, no hay nada antes del lenguaje, pues no hay consciencia (y, por tanto, no hay mundo) sin un sistema de signos. De hecho, es el ser parlante el que ha creado este universo, incluso si el lenguaje le excluye de él. Esto significa que por medio de las palabras se nos priva de una intimidad real con lo que somos, o con lo que es el Otro. Necesitamos la poesía, no para recuperar esa intimidad, lo que es imposible, sino para recordar que la echamos de menos y para demostrarnos a nosotros mismos el valor de aquellos momentos en los que somos capaces de encontrarnos con otras personas, o con los árboles, o con cualquier otra cosa, más allá de las palabras, en silencio.

Yves Bonnefoy, Entrevista en The Paris Review

jueves, febrero 11, 2016

now+here=nowhere


Puesto que la mitad de la vida ha pasado ya, cómo en este momento no he recorrido ningún camino, sino que, más bien, estoy ahí solamente como uno que se salva del agua, y al que el sol empieza a secar benéficamente. 

J. W. Goethe, Diario (1779)

sábado, octubre 17, 2015

volver


Algunas frases que han ido a volcarse, un poco al azar, en mi cuaderno. Las reúno aquí para delimitar el espacio propicio donde esta bitácora pueda volver a respirar, no sé por cuánto tiempo. Cruzaré los dedos:



Thoreau: «Conoce tu propio hueso, mordisquéalo, entiérralo, desentiérralo, y sigue royéndolo con los dientes».



Orlando González Esteva (en carta de hace algunos días): «La inteligencia alarma a quienes les avergüenza un tanto, como debe ser, tenerla».




Miguel Fisac (creo que leído en un periódico): «La arquitectura es el aire que queda dentro de lo que construimos».




Francisco León (2009): «Los aforismos no pueden ser tomados como leyes para los demás, sino como expresiones de deseo para quien los escribe. En eso creo: escribo mis aforismos como “lemas de memoria” que trato de aplicar únicamente en mi escritura».


martes, diciembre 10, 2013

entonces, ruskin


Sí, créanme, a pesar de nuestra amplitud de miras política y nuestra filantropía poética; a pesar de nuestras casas de beneficencia, hospitales y escuelas dominicales; a pesar de nuestros empeños misioneros en predicar fuera lo que no logramos hacer creer en casa; y a pesar de nuestras guerras contra la esclavitud, enmendadas por la presentación de ingeniosos proyectos de ley... se nos recordará en el curso de la historia como la generación más cruel, y por lo tanto más insensata, que jamás asoló la tierra: la más cruel en relación a su sensibilidad y la más insensata en relación a sus conocimientos científicos. Ningún pueblo, comprendiendo el dolor, infligió tanto; ningún pueblo, conociendo los hechos, actuó menos conforme a ellos.

John Ruskin, The Eagle’s Nest (1872), lección II, § 35

sábado, noviembre 03, 2012

esquirla



haritz guisasola



Así empiezan los cuentos: un niño se pierde en el bosque.
Si algún pájaro habló con él, no lo sabemos.

martes, marzo 20, 2012

karl kraus / 3 aforismos





Literatura actual: conjunto de recetas prescritas por los pacientes.


Una de las dolencias más extendidas hoy en día es el diagnóstico.


Anestesia: heridas sin padecimiento. Neurastenia: padecimiento sin heridas.

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Leyendo The Body in the Library, una erudita y apasionante compilación de textos literarios sobre enfermedad y medicina editada por el poeta Iain Bamforth (en la que sólo faltan, como es habitual en los libros de autores británicos, algunos escritores de habla española), me encuentro con un puñado de astutos aforismos de Karl Kraus. Copio tres de ellos aquí; el primero, en concreto, me parece todo un hallazgo.

miércoles, marzo 07, 2012

mutatis mudandis



La Academia Francesa no sirve para nada. Su diccionario no tiene autoridad, su gramática está inconclusa. Por otro lado, tampoco es que moleste a nadie. ¿Por qué tomarla con esta querida antigualla, una de las curiosidades más folclóricas e inglesas que conservamos? No hay razón para estar en contra de estos hombres de muchas o pocas letras que se ciñen la espada y baten el tambor… basta, por supuesto, con permanecer fuera. Del mismo modo que no hay por qué pertenecer a los Horse Guards para divertirse con el desfile del cambio de guardia de Buckingham Palace.

Julien Gracq, Capitulares

miércoles, febrero 01, 2012

ch.


Ayer, en un ensayo del poeta Robert Bly, esta frase (aguda, ejemplar) de Winston Churchill: «He tenido que comerme muchas de mis palabras, y me ha parecido una dieta muy nutritiva».
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martes, abril 12, 2011

frase

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Los libros siguen siendo una bolsa de aire
en una barca que ha volcado.

Jeanette Winterson
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viernes, febrero 27, 2009

temible memoria


«Fox no sabe qué debe entender uno al leer a Wordsworth y Blake ni cómo uno hablaría de sus obras si hubiera escuchado las lecciones de los especialistas en literatura, pero sabe que habría intentado explicar ese sentido del mundo vivo, la forma en que expresan tu propia creencia instintiva en una especie de espíritu que se pasea por todas las cosas, la temible memoria de las piedras, el viento, las vidas de los pájaros.»

Tim Winton, Música de la tierra, trad. Núria Llonch Seguí, Barcelona, Destino, 2008, p. 316.

martes, diciembre 30, 2008

unas líneas de auden

[...] Es difícil concebir una sociedad abundante que no sea una sociedad organizada para el consumo. El peligro en una sociedad así es el de no distinguir entre aquellos bienes que, como la comida, pueden consumirse y hacerse a un lado o, como la ropa y los automóviles, descartarse y reemplazarse por otros más nuevos, y los bienes espirituales como las obras de arte que sólo alimentan cuando no se consumen.

En una sociedad opulenta como Estados Unidos, las regalías dejan bien claro al poeta que la poesía no es popular entre los lectores. Para cualquiera que trabaje en este medio, creo que esto debería ser más un motivo de orgullo que de vergüenza. El público lector ha aprendido a consumir incluso la mejor narrativa como si fuera sopa. Ha aprendido a mal emplear incluso la mejor música, al usarla de fondo para el estudio o la conversación. Los ejecutivos empresariales pueden comprar buenos cuadros y colgarlos en sus paredes como trofeos de estatus. Los turistas pueden «hacer» la gran arquitectura en un tour guiado de una hora. Pero gracias a Dios la poesía aún es difícil de digerir para el público; todavía tiene que ser «leída», esto es, hay que llegar a ella por un encuentro personal, o ignorarla. Por penoso que sea tener un puñado de lectores, por lo menos el poeta sabe algo sobre ellos: que tienen una relación personal con su obra. Y esto es más de lo que cualquier novelista de bestsellers podría reclamar para sí.


El ensayo entero, aquí.

domingo, diciembre 28, 2008

convergencias


Me pregunto si entre aquellos que construyen su holgada, segura y rectilínea vida académica sobre la de un escritor que vivió inmerso en la miseria y la desesperación, habrá uno solo que se avergüence.

Elias Canetti, La provincia del hombre, nota de 1967

Los eruditos

Calvas cabezas olvidadas de sus pecados,
viejas, doctas y calvas cabezas respetables
editan y comentan las estrofas
que jóvenes poetas, echados en sus camas,
rimaron con amor desesperado
halagando el oído ignorante de la belleza.

Todos bajan la voz y tosen tinta;
todos gastan la alfombra con sus pasos;
todos conocen al vecino de su vecino
y piensan lo que piensa el otro.
Oh Señor, ¿qué dirían
si su Catulo caminara así?

W. B. Yeats, Los cisnes salvajes de Coole (1917), trad. J.D.

 

jueves, octubre 23, 2008

unas líneas de northrop frye

Otelo no era más que una farsa sangrienta según los criterios teatrales del sagaz y erudito Thomas Rymer. Rymer tenía toda la razón, dentro del límite impuesto por sus criterios; es como la gente que dice que Blake estaba loco. Uno no puede refutarlos; uno simplemente pierde interés en su concepción de la cordura... Me pregunto si estamos ante juicios críticos o, por el contrario, ante simples aberraciones de la historia del gusto.

miércoles, octubre 22, 2008

simic dixit

Un crítico reciente ha enumerado lo que define como «el lexicón» de la poesía reciente. Las palabras que se repiten con más frecuencia son: alas, piedras, silencio, aliento, nieve, sangre, agua, luz, huesos, raíces, joyas, vidrio, ausencia, sueño, oscuridad. Su acusación es que estas palabras son utilizadas con fines puramente ornamentales. No se le ocurre al crítico que estas palabras puedan tener una vida intensa para una mente de inclinación imaginativa e incluso filosófica.

de Charles Simic, Fantásticas palabras, silenciosa verdad (Notas 1975-1985)