douglas white | elephant totem song
No me gusta saltarme una regla no
escrita de esta bitácora según la cual tiene que haber algo de variación en las
entradas, pero esta vez, dadas las circunstancias, creo que voy a darme el
gusto de colgar dos traducciones seguidas. Si ayer fue Dorothea Tanning, hoy le
toca el turno a Ted Hughes y un poema, «Crow’s Elephant Totem Song», que
traduje en su día para Cuervo
(Hiperión, 1999) y que ahora reaparece ligeramente revisado (los años no pasan
en balde) como lectura oblicua y hasta melancólica de lo real.
canción
totémica del elefante, por cuervo
Hace
mucho tiempo
Dios
creó a un elefante
Y
era tierno y delicado
Nada
estrafalario
Nada
melancólico
En
la maleza las Hienas cantaban: Eres hermoso…
Exhibían
sus muecas y hocicos calcinados
Como
muñones descompuestos
Envidiamos
tu gracia
Al
bailar entre los espinos
Oh
llévanos contigo al Reino de la Paz
Oh
mirada inmortal de inocencia y bondad
Líbranos
de los hornos y la furia
De
nuestros rostros renegridos
Estos
infiernos nos consumen
Nuestros
dientes son rejas
La
muerte un constante enemigo
Grande
como la tierra
Fuerte
como la tierra.
Y
las Hienas corrieron a esconderse en la cola del Elefante
Como
en un paraguas de goma
Y
él caminaba alegre por el mundo
Pero
no era Dios no ni estaba en su poder
Corregir
a los condenados
Cegados
por la ira la locura
Encendieron
sus bocas le abrieron las entrañas
Lo
partieron en múltiples infiernos
Para
gritar sus muchas partes
Devoradas,
hinchadas
En
una procesión de risas infernales.
En
la Resurrección
El
Elefante corrigió sus piezas
Ensambló
patas como planchas
Y
un cuerpo a prueba de colmillos
Huesos
blindados, un cerebro irreconocible
Y
ojos de anciano, sabios y traviesos.
Y
ahora el Elefante, ingrávido y enorme,
Cruza
la claridad anaranjada y la penumbra azul del más allá
Como
un sexto sentido andante
Y
en dirección opuesta y paralela
Al
pie de un horizonte deshojado que tiembla como un horno
Van
las hienas, insomnes,
Galopan
entre azotes
Doblan
sus banderas de parias
Contra
vientres hinchados de risa putrefacta
De
ronchas negras y derrames
Y
cantan: «Nuestra es la tierra
Encantada,
y bella
Es
la infecta boca del leopardo
Y
las tumbas de la fiebre
Pues
eso es cuanto tenemos…»
Y
vomitan su risa.
Y
el Elefante canta en lo más hondo de la selva
Sobre
un astro de paz indolora y eterna
Pero
ningún astrónomo sabe dónde encontrarla.