Brook
Cottage, hogar de Brenda y Charles Tomlinson,
en Gloucestershire (foto de
Richard Swigg)
|
Muy poco
se ha dicho
de la puerta, una de
sus hojas vuelta hacia el
aguacero
de la noche, y la otra
hacia el temblor y el brillo
de la lumbre.
El aire, encerrado
tras esta cubierta
en el libro del cuarto,
se llena con las páginas
sucesivas de oscuridad y
fuego
mientras el viento empuja
los paneles o revuelve la llama.
No solo
el rompeolas
de la tormenta, sino la
repentina
frontera de nuestros
encuentros, apariciones,
y dueña de tanto espacio
como la vista a través de un
dolmen.
Pues las puertas
son a la vez marco y
monumento
al tiempo consumido,
y muy poco
se ha dicho
de nuestras idas y venidas a través de ellas.
Trad.
J.D. / el original, aquí.
Regreso a Charles Tomlinson, una vez más. Lo hago porque me acaba de escribir Richard Swigg, sin duda la persona que más y mejor ha estudiado su poesía y cuidado su obra, hasta el punto de haberse ocupado durante años de grabar al poeta leyendo todos y cada de sus poemas. Convencido de que la dimensión aural o auditiva es indisociable de la experiencia poética (es decir, que leer un poema debe ser, ante todo, escucharlo), Swigg ha analizado como nadie las grabaciones de los grandes poetas angloamericanos del siglo pasado –Eliot y Williams, en especial– y ha incorporado sus conclusiones al estudio crítico de la poesía: el modo en que el autor lee un poema, o cómo cambia de estrategia al leerlo en distintos momentos de su vida (así Eliot y La tierra baldía), puede ser tan importante para el trabajo interpretativo como el close reading practicado habitualmente por los críticos.
El caso es que Swigg me da tres
noticias. La primera es feliz: la Universidad de Pennsylvania ofrece la posibilidad
de escuchar en su página web, en formato mp3, todos los poemas de Tomlinson así
como sus conversaciones con Hugh Kenner y Octavio Paz y sus traducciones del
poeta ruso Fyodor Tyutchev y de nuestro Antonio Machado, de las que ya hablé
hace un par de meses. La página en cuestión, PennSound, es un inmenso archivo
sonoro en el que pueden encontrarse grabaciones de toda clase de autores; el índice
es prodigioso. (No voy a entrar en comparaciones que solo pueden inducir a la
melancolía. Hablamos de la iniciativa de una sola universidad; otras muchas en
aquel país acogen programas igualmente valiosos. ¿Qué hacen entretanto los
departamentos de humanidades de nuestras universidades?)
La segunda noticia es un poco más
especializada, pero estoy seguro de que algunos lectores de esta bitácora la
recibirán con curiosidad: la revista virtual Jacket 2 incluye en portada la correspondencia completa entre
Charles Tomlinson y el poeta objetivista George Oppen, el autor de The Materials, uno de los grandes libros
de la post-vanguardia norteamericana. Charles descubrió su poesía en 1963, durante
su estancia como profesor visitante en Albuquerque, Nuevo México, y la carta
inicial, de abril de ese año, inauguró una correspondencia llena de afecto y
admiración por ambas partes que se prolongó durante cerca de veinte años. Para
quien sepa inglés, es una lectura llena de interés, de pequeñas curiosidades; y
el retrato en tiempo real de un diálogo entre poetas unidos por el idioma y su
admiración por los maestros de la vanguardia –Pound y Williams, sobre todo–,
pero separados por su origen y su ideología (Oppen llegó a ser miembro del
partido comunista americano en los años treinta; Charles siempre ha sido un hombre
más bien conservador, aunque enemigo cordial de las políticas destructivas y avariciosas de Thatcher).
Por desgracia (y ahora llegamos a
la tercera noticia), Swigg me aclara que el estado mental de Tomlinson le
impide tener conciencia de estas novedades editoriales. A sus 87 años –como
Oppen al final de su vida, por cierto–, ya no sabe o recuerda quién es. Pero
sus lectores sí lo sabemos, y me apetece compartir en esta página, a modo de
homenaje, uno de los poemas suyos que más me gustan, «La puerta», incluido
originalmente en American Scenes and
Other Poems (1966). Un poema que recuerda todas las puertas que Tomlinson abrió
para la poesía y que él mismo se encargó de franquear con determinación y alegría. Que su declive, esa densa marea de olvido que le envuelve, le sea leve.